En mi serie de artículos sobre el ciclo económico hubo un tema que por cuestiones de espacio no pude abordar, y que en este artículo desearía desarrollar lo más que me sea posible: la cuestión del dinero.
Obviamente lo que sigue a continuación está implícito en los desarrollos de mis artículos anteriores sobre el ciclo económico; pero es de tan vital importancia que decidí abocarle un artículo entero y separado.
¿Qué es el dinero y cómo surge?
El hombre busca efectuar intercambios con otros humanos, con el objetivo de obtener una serie de bienes o artículos que o bien: a) no puede obtener al margen del intercambio o b) en todo caso puede obtener sin necesidad de recurrir a los intercambios pero de peor manera1. Al principio, los intercambios se efectúan de manera directa, es decir, se cambian bienes de consumo por bienes de consumo o bienes de consumo por bienes de capital, etc. Este tipo de economía, donde prima esta clase de intercambio la llamaremos economía de trueque.
Ahora, para ilustrar el desarrollo de una economía de trueque: supongamos a una persona A que desea una vaca y que planea adquirirla en un intercambio, en tal intercambio estipula entregar maíz a cambios de la deseada vaca a la persona que la posea, llamemos a esta persona B, si se encuentra con B y siempre y cuando B desee maíz a cambio de su vaca el intercambio se cerrará, produciendo, dado que estamos hablando de un intercambio voluntario2, un ganancia ex ante para ambas partes; dado que ambas obtuvieron lo que deseaban: A su vaca y B su maíz.
Pero esta forma de intercambiar presenta inconvenientes, el principal a destacar es el de la doble coincidencia de necesidades3; es decir, en el intercambio directo y para que este pueda efectivamente producirse ambas partes habrán de querer lo que la otra tiene, y valorarlo en mayor medida que los bienes de los cuales ya son dueños y que pueden ser objeto del potencial intercambio. Si esto no se produce, ex ante, o sea antes del intercambio, ninguna, o como mínimo una, de las partes considerará inconveniente emprender el intercambio; entonces como corolario este no se realizará. Si B no desea maíz a cambio de su vaca, A deberá buscar un reemplazo, que sea específicamente el bien que B quiere. Supongamos que ese bien es azúcar, y que tal azúcar es propiedad de C, y para suerte de A, C está dispuesto a cambiar su azúcar por maíz entonces el intercambio se cierra y luego A procede a ir a lo de B para cambiar el azúcar por la vaca de su exigente dueño.
Como vemos, esta forma de intercambio es demasiado tosca y lenta, y permite, en suma, muy pocos intercambios.
En su ingenio el humano logró hallar una solución a ese problema de la doble coincidencia de necesidades, una solución que radicaba en un cierto tipo de bien del mercado con algunas características peculiares. Esas características peculiares se encontraban en su demanda y eran el carácter universal y constante de tales demandas4. Estos bienes eran constantemente requeridos en el mercado pero además lo eran en toda situación, esto les permitía ser aceptados con mayor facilidad en los intercambios que los restantes bienes. A partir de esto comprenderemos que aquel que en una economía de trueque posea estos bienes tiene menos posibilidades de chocar con la doble coincidencia de necesidades y más fácil se vuelve para tal sujeto poder efectuar intercambios.
A medida que en una economía de trueque más pasa el tiempo, el hombre detecta la existencia de estos bienes con demanda universal y constante con mayor claridad y los va prefiriendo en lugar de los demás para fines de intercambio; y de esta manera es como se van seleccionado los bienes que serán “medios generales y comúnmente aceptados de intercambio” de la economía, o sea que serán dinero, que provocan el paso de la economía de trueque a la economía monetaria. Que sería aquella de nuestro contexto histórico y que se caracteriza porque la mayoría de intercambios implican el uso de un medio general de intercambio.
Al principio en una economía como esta, pueden coexistir muchos dineros, pero, a la larga, solo serán dinero definitivamente unos determinados tipos de bienes metálicos, como la experiencia histórica nos demuestra, que serían el oro y la plata.
Obviamente que no hay nada de necesario en la selección del oro y de la plata como dinero de la economía, de hecho se han usado muchos bienes como dinero a lo largo de la historia: Sal, conchas marinas, cuernos de marfil, cabezas de ganado e incluso cigarrillos5. Pero lo que acaeció es que ninguno de estos bienes puestos en comparación con el oro y la plata resultan poseer las características de un buen dinero:
1) Escasez: Para que un bien pueda ser un buen dinero primero ha de estar disponible en cantidades relativamente pequeñas. Esto permite que conserve un alto valor por unidad, a través del tiempo, no perdiendo poder adquisitivo a través de la historia, además facilita las transacciones a través de distintos territorios ya que el tener un alto valor hace que se precisen pocas unidades suyas para efectuar intercambios.
2) Divisibilidad: Un buen dinero además ha de ser divisible. Fraccionar en unidades muy pequeñas un cierto bien permite intercambiarlo por otros bienes con relativa facilidad. Imaginemos si las casas son dinero, y quiero cambiar casas por, pongamos, golosinas, ¿cómo lo hago? No puedo dividir la casa a una fracción tan pequeña de tal forma que pueda cambiarla por una golosina.
3) Homogeneidad: El que todas las unidades de un cierto bien sean iguales las unas a las otras permite aumentar la velocidad a la cual se efectúan los intercambios, ya que no habrá de gastarse tiempo en la evaluación del medio general de pago, en su calidad. En la historia la acuñación fue la manera de homogeneizar el dinero.
4) Durabilidad: El hombre además de desear realizar intercambios en el presente, también querrá hacerlo a futuro, para eso el dinero debe perdurar en el tiempo, conservando aquellas características físicas que lo hacen tan valioso.
5) Transportabilidad: El comercio entre distintas regiones es una constante en el último tramo de nuestra historia, el flujo de dinero es vital para la existencia y desarrollo de tal institución, así que cuanto menor sea el coste de transportar dinero de un lugar a otro, mejor.
El oro y la plata cumplen con todos los puntos de este riguroso examen por el cual ha de pasar todo bien que quiera ser dinero de buena forma, y eso es lo que llevó a su selección como medios generales de intercambio en la sociedad en épocas y lugares muy distantes. Ambos, sobre todo el oro, son muy escasos; además pueden dividirse en monedas o lingotes más pequeños partiendo de grandes lingotes; su acuñación permitió que se vuelven muy homogéneos históricamente hablando; son muy durables; y ,finalmente, aunque quizá no sean tan fácilmente transportables6, el desarrollo de sustitutos monetarios permitió salvar ese inconveniente.
A pesar de todo esto, ni la plata ni, primordialmente, el oro son dinero hoy, el porqué de tal suceso será historia para otro día.
Notas
1 Esto es: solo a un mayor coste. Esto se produce, por ejemplo, cuando al prevalecer un grado de autarquía económica considerable, la división del trabajo está poco extendida, los intercambios, lógicamente también, y cada hombre cuenta en muy poca medida del otro.
2 Para una clasificación de los tipos de intercambio ver: Jesús Huerta de Soto, Curso de introducción a la economía, tercera parte, día trece.
3 Véase Carlos Menger, El dinero, capítulo 1 “El origen de los intermediarios de uso general”, subtítulo 2 “Las dificultades de los intercambios mediante el trueque”.
4 Ibídem. Subtítulo 3 “Los diferentes grados de negociabilidad de los bienes”.
5 Véase R.A. Radford, La organización económica de un campo de prisioneros de guerra.
6 Sobre todo en relación al dinero papel.