Durante más de 400 años, el territorio palestino estuvo integrado a la provincia otomana de Siria. De este modo, su vínculo nacional estaba asociado a la región de Bilad Al Sham, que fue una provincia del Califato Rashidun (de los amigos del profeta Muhammad), el Califato Omeya, el Califato Abasí y el Califato Fatimí. La región comprendía los territorios actuales de Siria, Líbano, Israel, los territorios palestinos y Jordania, aunque, en la época post colonial, el nombre se utiliza únicamente para referirse a la república árabe de ese nombre, cuando, en verdad, era un término que englobaba a todo el Levante Mediterráneo.

Dicho esto, es importante señalar que, antes del año 1948, la identidad de los árabes de la denominada “Palestina histórica” estaba más vinculada con su identidad árabe (y con los movimientos nacionalistas del mundo árabe en su conjunto, o, en todo caso, con la identidad árabe – siria) que con una noción nacional palestina, que recién surgiría años después.

Este vínculo obedece a factores históricos, políticos, culturales y regionales que se desarrollaron en el contexto del Imperio Otomano y de los movimientos nacionalistas surgidos entre finales del siglo XIX y el siglo XX.

Es así que el panarabismo emerge como una respuesta al dominio otomano y a su necesidad de centralizar el poder. Si bien en muchas oportunidades se hace mención a la identidad árabe como un todo, lo cierto es que esta no existía antes del siglo XIX. Hasta entonces solo había identidades regionales vinculadas a ciudades centrales como Damasco, Bagdad o el Cairo. Damasco era, precisamente, uno de esos centros, y de ahí surge la identidad nacional árabe – siria, que consideraba a todo Bilad al Sham como una unidad en todos sus sentidos. Por eso es que, incluso para los árabes palestinos, la identidad árabe se asociaba con el concepto de la Siria unida, y no con el de una palestina separada.

Posteriormente, en oposición a las políticas otomanas que buscaban llevar a cabo un proceso de “turquificación” de las zonas administradas, aprovechando el declive del poder otomano en la zona de los Balcanes y el surgimiento del nacionalismo europeo, las identidades nacionales fueron cobrando fuerza en el mundo árabe.

Anteriormente, en el siglo XIX, en el mundo árabe surgió un movimiento cultural denominado “Renacimiento” (Al Nahda), que promovió la idea de revitalizar la cultura árabe basándose en la historia y la lengua comunes. Esto llevó a que las comunidades árabes desarrollaran una conciencia colectiva cada vez más fuerte. De este modo, algunos comenzaron a abogar por una identidad árabe más allá de las divisiones tribales o regionales, además de criticar el proceso de turquificación y la pérdida de derechos y autonomía de las comunidades árabes.

A inicios del siglo XX, se empezaron a crear sociedades secretas del mundo árabe, tales como la Sociedad Árabe Joven (Al – Fatat), que funcionaba de manera clandestina, o la Sociedad del Pacto (Al – Ahd), que promovía la independencia del mundo árabe y la creación de un Estado árabe unificado. Este tipo de organizaciones se vieron fortalecidas por la Revolución de los Jóvenes Turcos, en 1908, cuando el poder otomano pretendió incrementar la centralidad y control de su poder. Las élites árabes empezaron entonces a demostrar su descontento.

Durante la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano decidió aliarse con las potencias centrales y endurecer sus posiciones frente a las comunidades árabes. Esto empujó a estas comunidades a unificarse en favor de las potencias occidentales. En 1916, el Jerife de la Meca Hussein inició su revuelta contra los otomanos con la promesa de brindar independencia a los árabes bajo un solo Estado que abarcaría todos los territorios dominados por los otomanos hasta ese momento.

Esta acción reforzó aún más el espíritu del nacionalismo árabe, que buscaba congregarse bajo una sola bandera con los cuatro colores representantes de los principales liderazgos históricos del mundo musulmán. Sin embargo, el Acuerdo Sykes – Picot y la Declaración Balfour, promovidos por las naciones europeas, suscitarían rechazo en mundo árabe. Así, las ideas panarabistas comenzarían a cobrar mucha más fuerza. En 1919, antes de la conferencia de San Remo, se llevó a cabo la Conferencia Nacional Siria en Damasco, donde los representantes de Bilad Al Sham exigieron la independencia de toda la Siria histórica como una sola entidad estatal. Es decir que, incluso antes de las divisiones coloniales, este concepto de sirios palestinos ya estaba bien interiorizado.

Con el establecimiento del Mandato Británico de Palestina, el Mandato Francés de Siria y la implementación de la Declaración Balfour, la idea nacionalista de los árabes fue evolucionando, identificándose más con la realidad territorial únicamente en Palestina. Si bien muchos palestinos seguían teniendo una fuerte afinidad con la idea de Bilad Al Sham, con la inmigración judía y el establecimiento de las bases sociales de un Estado judío, comenzó a forjarse una identidad palestina como una forma de defensa frente a lo que consideraban una “amenaza” contra su tierra.

Por su parte, la crisis de la Gran Siria, que tuvo lugar entre los años 1920 y 1925, tras la derrota en la Batalla de Maysalún y la caída del Reino Árabe de Siria bajo el control francés, debilitó la idea de la unidad de este territorio. Sin embargo, este ideario siguió siendo impulsado por algunos líderes del mundo árabe, como el propio Haj Amin Al Husseini, que intentó vincularlo con la causa de la lucha árabe palestina y con la liberación de todo el mundo árabe.

Durante las décadas de 1930 y 1940, con el incremento de la migración judía y de las tensiones con las autoridades británicas, la situación de los árabes palestinos se fue deteriorando, y eso contribuiría a reforzar su identidad con el territorio. Pero no fue sino hasta después de la gran Revuelta Árabe, entre los años 1936 y 1939, que finalmente ese nacionalismo árabe palestino se transformará en un nacionalismo palestino concentrado en las zonas del Mandato Británico en su totalidad. De ahí su intransigencia en la negociación y su rechazo compartir o dividir el territorio en diferentes entidades nacionales.

Por último, el panarabismo ha tenido entre sus máximos exponentes a Gamal Abdel Nasser de Egipto, en tanto nacionalismo árabe tradicional, y, posteriormente, al Baazismo como movimiento nacionalista de corte socialista. Estas son las fuerzas políticas principales de Siria e Irak incluso en la actualidad. Estos movimientos también han permeado en la identidad nacional palestina a lo largo de los años y, a partir de los años 80, sufriría cambios que contribuirán al reforzamiento de una identidad palestina nacionalista, territorial, pero al mismo tiempo islámica y defensora de valores como la defensa por la “Tierra Santa islámica”, añadiendo así un componente más de complejidad a la situación.

Referencias

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