Este texto, más que artículo, es una dedicatoria. En una anterior publicación, La pseudo espiritualidad y el peligro de ser “seres de luz”, hice énfasis en que la elección de carrera para mi vida profesional estuvo rodeada de cambios drásticos pasando por un sin número de posibilidades que me llevarían a varios estilos de vida diametralmente opuestos entre sí. Por razones que en este artículo no detallaré terminé dedicándome a la docencia, dejando detrás un montón de experiencias significativas que me han convertido en quien soy. Hoy escribo para mis últimas estudiantes, aquellas que –por última vez– me escucharon decir: “¡Buenas! ¿Listas para otra crisis existencial?”.
Ya no puedo darles clase, pero sin duda puedo apoyarlas en su último escalón: ¿cómo blindarse ante los “vende humo” de internet y elegir una buena carrera en el último año?
Para los demás lectores, que no fueron estudiantes, probablemente disfruten más leer las partes 2 y 3 del presente escrito, después de todo ¿a quién no le gusta una buena crítica contra los vende cursos de superación? Les ofrezco esta corta, pero amena lectura como apología a la academia/universidad que tanto disfruté en mi juventud.
Ahora, si me permiten… Pecas, Baro, Joey, Moli, Correa y Lau. Ojalá estas palabras lleguen a ustedes.
¿Qué se espera de nosotros en grado 11°?
Con seguridad, ahora que se aproxima el último año de estudio la pregunta que más las asalta es ¿Qué vas a estudiar? Los adultos preguntan esto con la tranquilidad de quienes han olvidado lo difícil de haber tomado una decisión entre varias, sin notar que –en efecto– las posibilidades ahora son muchas más. Hasta hace 50 años las posiciones laborales como Community Manager, Líder Scrum o Ingeniero de Fintech no existían. ¡Imagínense la cantidad de nuevas profesiones que existirán en cien o doscientos años! Con seguridad solo un insensato tomaría una decisión rápida y poco reflexiva sobre el tema. Lo peor no es tomar una decisión entre varias opciones, sino caer en cuenta de que al decidir inmediatamente estás descartando muchas otras posibilidades que podrían hacer de tu vida una más o menos placentera.
Es decir: En el caso hipotético en el que decidas estudiar ingeniería de diseño de producto podrías iniciar tu pequeño pero próspero negocio de mobiliario para el hogar, pero si decides estudiar economía podrías ser la gerente de un reconocido banco con una sucursal gigante en el norte de la ciudad y no… no puedes ser ambas al mismo tiempo.
Pero el panorama no termina ahí, para aumentar la angustia que este tema podría traer a tu vida hay una serie de discursos en redes sociales que afirman que no es necesario estudiar en una universidad para poder triunfar en la vida, entonces probablemente no necesites una carrera para ganar dinero y viajar por el mundo cómodamente, con ser influencer, gamer o streamer bastaría, ¿verdad?
Si el abanico de posibilidades hubiera sido tan grande en mi época de estudiante (que no fue hace mucho, lo sé) me habría enloquecido, por eso las entiendo. Todo esto para poder decirles: Está bien tardarse un poco en tomar decisiones importantes.
No respondemos rápidamente a la pregunta de con quién casarnos, tampoco si nos interrogan sobre nuestra creencia en Dios o nuestro plan de tener hijos o dónde pasar nuestros últimos días de vida… Nos tomamos el tiempo para responder, porque no queremos tomar una mala decisión, porque una mala decisión no solo nos llevaría a futuros incómodos, también nos acercaría a la remota –pero siempre presente– posibilidad de ser infelices. Continuaré hablando de esto en la conclusión del artículo, por ahora, debo concentrarme en los demás lectores.
¿Aborrecer la universidad?
Según el Ministerio de Educación Nacional de Colombia para el año 2021 la tasa de deserción en instituciones de educación superior se encontró en niveles alarmantes
(…) este indicador se ubica en el 25,47% para el nivel universitario, en 34,01% y en 36,54% para los niveles tecnológico y técnico profesional respectivamente. Este resultado indica que aproximadamente 1 de cada tres estudiantes que ingresan al sistema no culmina sus estudios.
En el resto de América Latina las cifras son muy parecidas con países como Chile teniendo un aumento del 30% durante el 2023 según el promedio entregado por la OCDE1. Otros países, como Brasil, aún intentan recuperarse del duro golpe que fue la pandemia donde aproximadamente 4 millones de estudiantes se retiraron de los estudios de educación superior durante esta época2.
Así las cosas, valdría la pena realizar un alto en el camino y revisar las razones por las cuales la universidad parece ser una opción poco atractiva para los jóvenes que se preparan para salir al mundo laboral.
En opinión de su servidor, quien tiene más que claro que una opinión no constituye un argumento solido o evidencia empíricamente corroborable, las redes sociales han demostrado que no es necesario realizar 4 o 5 años de una carrera profesional para alcanzar la estabilidad económica que todos aspiramos a tener. Desde influencers hasta youtubers las nuevas formas de laboriosidad han puesto de manifiesto que, con suficiente carisma, un buen teléfono y tiempo libre se pueden alcanzar las ganancias necesarias para no preocuparse demasiado ¿o acaso es solo una fachada?
Detrás de la aparente facilidad con la que algunas figuras logran amasar seguidores y capital puede generar una percepción distorsionada de lo que implica realmente construir una carrera profesional. Aunque es cierto que las redes sociales han abierto oportunidades económicas, es importante considerar que estas son excepciones más que la norma. En estos momentos hay empleados de empresas frustrados por no ganar lo mismo que un chico que con un video puede facturar lo que él factura en un año, pero ¿realmente ocurre así en todos los casos? Por cada creador de contenido exitoso, hay miles que no logran destacarse o que, incluso después de años de esfuerzo, no logran generar ingresos significativos. El carisma y el acceso a tecnología no garantizan el éxito sostenido.
En una sociedad donde lo que prima es el crecimiento monetario y el estatus que cada uno puede darse, prevalecerán siempre los métodos más sencillos y rápidos. Así, difícilmente un joven considerará el esfuerzo que implica madrugar, trasnochar, disciplinarse, aprender y enfocarse durante 4 a 5 años en una universidad a sabiendas de que probablemente hay métodos más simples y eficientes.
Trabajar por y para mí
Dentro de las comunidades cristianas que tuve la oportunidad de conocer, muchas aún conservan la frase de San Benito como una máxima para la cotidianidad Ora et labora3 La laboriosidad aquí se entiende como una manera de dignificar la vida humana, por que es en el trabajo donde nos confrontamos con nosotros mismos, pero también con la otredad. Es, en definitiva, en el contacto con el otro donde la humanidad se fortalece y crece, donde encontramos lo bello de compartir con otros, pero también lo desagradable e incómodo de no encontrar la vida como nosotros queremos que sea.
El trabajo nos proporciona un sentido de propósito, nos inserta en una red social y nos permite contribuir al bienestar colectivo. En este sentido, ora et labora nos recuerda que el trabajo tiene un valor más allá de lo material, fomentando virtudes como la disciplina, la responsabilidad y la solidaridad, aspectos que trascienden lo económico y fortalecen los vínculos humanos.
Existe una relación entre la tendencia a enfocarse solo en ganar dinero y la deserción universitaria, y esta conexión se ha hecho más evidente en los últimos años. A medida que las redes sociales y otras plataformas han promovido el éxito financiero rápido y visible, muchas personas, especialmente jóvenes, se sienten atraídas por la idea de obtener ingresos de forma inmediata sin pasar por el proceso tradicional de educación superior. Esto ha llevado a que el enfoque de estudiar por vocación o por el deseo de contribuir al bienestar de la sociedad se vea reemplazado, en algunos casos, por un objetivo más orientado hacia la acumulación de capital.
Una última lección
Volviendo donde nos quedamos: ¿Para qué estudiar una carrera universitaria? Cuando empezamos a madurar entendemos que no estamos solos en este mundo, que la realidad no es la burbuja perfecta que nuestros padres amorosamente construyeron para nosotros y que ahí afuera hay diferencias que facilitan o complican la existencia para cada persona de maneras diferentes. Ante este panorama muchos optan por una visión fatalista del futuro: “La humanidad no tiene salvación ¿para qué preocuparme por ayudar al otro?”.
Probablemente eso sea algo que muchos piensan antes, durante y después de los estudios universitarios. Pero hubo una frase que me impactó demasiado de uno de mis maestros de universidad: “Educar es creer en el proyecto humano”. En aquel momento no entendí muy bien el objetivo de esa sentencia. Pero fue claro en el momento en el que me enfrenté al primer salón de clases y fue mucho más claro cuando decidí alejarme de las aulas y, por tanto, de ustedes en 2021: Si no somos capaces –los educadores– de creer en la humanidad mientras educamos a las nuevas generaciones acabaremos odiándonos y odiando a las personas a quienes les dedicamos nuestra energía y dedicación.
Decidí perseguir mi sueño de ser maestro no solo porque me gusta enseñar, sino porque –a pesar de que no sea económicamente bien retribuido– mantiene a parte de la humanidad –ustedes– con el corazón esperanzado de que mejores cosas están por venir si disponemos nuestros esfuerzos a cuidarnos entre todos. ¿Por qué estudiar en una universidad? Porque no estamos solos, porque afuera hay personas necesitándonos y no sabemos todas las respuestas para poder ayudarlos. Es ahí donde nos distinguimos de aquellos que venden cursos y hacen emprendimientos en redes sociales: No queremos vender, sino cuidar de otros.
Es por eso por lo que la universidad no es solo un lugar para adquirir conocimiento técnico, sino un espacio para crecer como seres humanos, para formarnos en la empatía, en la responsabilidad social y en el compromiso con los demás. Estudiar no es un acto aislado ni un simple intercambio de dinero por un título; es una inversión en nuestra capacidad de impactar la vida de otros de manera significativa. A lo largo de mi experiencia como maestro, he aprendido que la vocación va más allá de enseñar una materia; se trata de estar presente, de escuchar, de ofrecer soluciones cuando parece que no las hay, de ser esa chispa que enciende la curiosidad y la esperanza en los demás.
Si bien los emprendedores y vendedores de contenido en redes sociales pueden ofrecer productos o soluciones rápidas, nuestro objetivo como profesionales formados en la universidad es diferente: queremos construir puentes, brindar herramientas y acompañar en el proceso de crecimiento. No buscamos solo el éxito personal, sino el bienestar colectivo.
En un mundo donde se nos empuja constantemente hacia la búsqueda de la gratificación inmediata y el éxito material, estudiar en la universidad es un acto de resistencia. Es una apuesta por un futuro en el que el conocimiento, la colaboración y el cuidado mutuo sean los pilares fundamentales. No estamos solos en esta tarea, y esa es la verdadera razón por la que vale la pena estudiar y formarse: porque somos parte de una red que depende de nuestra capacidad de ayudar, de comprender y de actuar con propósito.
Realmente espero que estas palabras lleguen a ustedes, y a cada joven que ahora se cuestiona si vale la pena entregar la juventud por el proyecto humano. Tal vez así, una clase, una conversación, un debate, una cita médica o un escrito, puedan cambiar el mundo.
Notas
1 Valenzuela, J.P, & Kuzmanic, D.(2023). Foco en educación. CIAE.
2 Saldaña, P. (2021). Cerca de 4 milhões abandonaram estudos na pandemia, diz pesquisa.
3 Latín: ora y trabaja.