La caída de una civilización entera tiene profunda relación con el accionar de sus elites, con la incapacidad de estas para tomar decisiones frente a los cambios que se producen por las múltiples variables que actúan de formas impredecibles. Si estas elites no tienen la capacidad para aplicar cambios correctivos o de contención, los cambios las sobrepasan, las reemplazan o las anulan para establecer un nuevo orden político, ya no de elites ilustradas, sino de grupos de poder.

Este retorno a los grupos de poder no ilustrados -que también tienen elites internamente-, se debe al derrumbe de la cultura, de la filosofía, de la literatura y del arte. Porque han sido atacados, relativizados, minimizados y despreciados en su valor para las sociedades, para reducirse a vulgaridad, resentimiento, banalidad, soez y mediocridad.

No solo se trata de que la sociedad está constantemente buscando productos de fácil consumo, productos rápidos, breves, ligeros y temporales. Sino de que la sociedad teme las certezas, los condicionamientos, las verdades, los compromisos, basándose en pulsiones efímeras. Por lo cual, no ha podido, no puede, ni podrá enfrentar a los grupos de poder, que en su ignorancia buscan y afirman una verdad dura, la de la preservación del poder por la fuerza. Llámense populistas, autoritarios, ultraizquierdistas o ultraderechistas, estos grupos se afirman en el conflicto de las viejas elites, en la ignorancia colectiva, la fragmentación del tejido social y la pasividad de los individuos, quienes temen perder sus limitadas libertades.

Porque la democracia implica responsabilidad compartida y debido a que hoy las personas no buscan ningún tipo de compromiso es que la democracia ha sido abandonada, siendo no solo atacada, sino reemplazada por formas iliberales, no democráticas y coercitivas que autoafirman otras formas no democráticas y convenientes a la preservación del poder (Pomerantsev, 2022). De hecho, en nombre de la liberación de los pueblos, se afirman versiones proto democráticas, todas fundadas en el uno, no en los muchos, ni lo múltiple; sino solo en el uno, un caudillo, un líder carismático, un simple cabecilla.

Aquí, la voluntad de poder, el deseo y la ambición actúan sin contención, sin freno proveniente de instituciones o valores democráticos, porque han sido primero, relativizados y luego han sido reemplazados por versiones del progresismo irracional, contrarios al bien colectivo y solo favorables al bien de los grupos de poder. Para esto, el miedo hacia el destino individual o el destino colectivo ha forzado a las personas a depositar las soluciones rápidas en los mercaderes de las promesas populistas, quienes afirman que solo a través de ellos, la esperanza, el cambio y las soluciones son posibles.

Se trata, así, de la ignorancia masificada. En tanto una sociedad siga empeorando sus niveles de comprensión y de apertura hacia el conocimiento, más fácil caerá en los modelos más rígidos, más autoritarios, porque cualquier cabecilla podrá afirmar que defiende la democracia en nombre de la libertad de los pueblos1.

En esta realidad de proyectos autoritarios fundados sobre la ignorancia generalizada, vivimos en una era hipertecnologizada donde la Inteligencia Artificial tiene posibilidades de llegar a adquirir consciencia, y en la que son los monopolios tecnológicos tanto en la producción de software como de semiconductores y chips (Taiwán), los que centralizan este conocimiento para su comercialización. El resto, solo consume y es incapaz de recrear o usar estos conocimientos para competir.

Los países periféricos, de hecho, aún siguen formando innumerables cantidades de profesionales en ciencias sociales que pueden y serán reemplazados por las tecnologías actuales que están en desarrollo, mientras que en los centros de poder el enfoque de la educación es clara y precisa2.

Y en tanto que, los países periféricos siguen abriendo heridas colonialistas, mirando al pasado de cientos de años atrás en preservación de formas inviables e incompetentes en el presente hipertecnologizado, los centros de poder hablan de robótica avanzada, afirmando el desequilibrio entre productores y consumidores de manera permanente.

Así, la constitución de una sociedad de hiperconsumistas los dirige al nihilismo, a la vacuidad de la vida remitida a la nulidad de los valores y los propósitos. Sin propósitos grandes y significativos, las masas son guiadas por el instinto, por el ruido, por los sentidos más básicos del deseo.

Además, la relativización de la belleza, el bien y la verdad aceleran la relativización de todo lo significativo en la vida civil, por lo que una dictadura puede ser una forma de democracia, la anarquía estética puede ser una forma de arte y hacer el mal puede ser considerado un acto de justicia en nombre del bien.

Lo que no se comprende del postmodernismo y la relativización es que la afirmación postmoderna es una contradicción, siendo una afirmación que es auto desafiada, negándose interminablemente (Boghossian, 2009). Una paradoja, que en su irracionalidad aplicada ha derruido los pilares de Occidente. El hombre masa, el hombre carente de pensamiento propio surge en cada eslabón de la sociedad, está tanto en la clase humilde que busca supervivencia, como en la clase media que únicamente busca satisfacción en el consumo y en la clase alta que busca la acumulación infinita.

En este hombre, la cultura no es importante, la reflexión sobre la brevedad de la vida y la existencia no son esenciales; su existencia es obedecer sin conflictos intelectuales. Son otros los que deciden, los que dirigen, los que mandan y concentran poder. Es preferible para el hombre masa no intervenir, no criticar, ni asumir una posición individual frente al resto. Le es imposible ser en relación a los demás y es, a su vez, favorable a las intenciones de quienes buscan la perpetuidad del poder.

Esta afirmación de la continuidad, de la preservación de una forma de ser, anula la posibilidad de desarrollo, de creación y de innovación. En todos los sentidos, el hombre masa que dirige y el que es dirigido, no buscaran mejorar desde el cuestionamiento de sus errores y debilidades, y el último solo buscara la preservación del poder para posibilitar el consentimiento de sus sentidos más básicos.

Nuestra sociedad, así, ha ido abandonando exitosamente el detalle, el propósito y la introspección sobre sus acciones. Ya no se aprecian las grandes mentes ni se las extraña, porque todos son descartables, una estrella se va y se piensa en el siguiente impulso que reemplaza el momento de atención disperso en brevedad. Una existencia basada en la satisfacción del presente únicamente, en la superficialidad, la mediocridad y el vacío, sin esfuerzo ni trascendencia, sino y únicamente momentánea y efímera.

En este estado de cosas, existe una perversión de la palabra “igualdad”, por cuanto, la posibilidad de la igualdad entre todos decanta en que los hombres masa esperen todo para todos, sin esfuerzo. Por lo que, cuando alguien destaca y es distinto al resto, los demás desarrollan resentimiento, lo ven como distinto, como parte de una elite. Así, debido a que es imposible la igualdad para todos, porque somos intrínsecamente distintos, es que no podemos sino hacer una ilusión en torno a la igualdad de los hombres.

Entonces, la dirección es a la mediocridad y la vulgaridad, porque es fácil ser mediocre y vulgar, es difícil ser excepcional y virtuoso, para aquello se requiere sufrimiento, detalle, incontables horas de desgaste y sacrificio. Y cuando se alcanza el cenit, ya no se es parte del común de hombres que esperan, sino se es parte de la elite de hombres que hacen y crean.

Y porque es difícil destacar y ser excepcional es que el resto odia a las elites, por ello los dictadores se acomodan a las ideologías más simplistas, más ilusorias de la condición humana, como el socialismo. De hecho, la degradación constante de la educación ha llevado a los hombres a hacer el mínimo esfuerzo, a esperar todos los éxitos y a decepcionarse cuando se enfrentan a la realidad que les dice que sus conocimientos no tienen ningún valor por ser incompetentes frente a la complejidad cambiante del mundo. Esto parece antidemocrático, pero no lo es, es la simple constatación de una realidad donde existe las jerarquías, donde existe la división entre quienes crean y quienes solo consumen.

Así, la democracia como la posibilidad para distribuir las responsabilidades de la toma de decisiones solo funcionan en un entorno cultivado, donde las personas conocen sus derechos y sus obligaciones, donde pueden desarrollar juicios sobre el mejor camino para sus sociedades. Una sociedad, donde la delegación de las decisiones sea total a un líder o cabecilla, solo deriva en autocracias que mientras más tiempo duren, más complejos serán los efectos y consecuencias de su modelo destructivo en el interior de sus sociedades.

Esta situación, da origen a formas fascistas que se nutren del resentimiento, en ignorancia de lo que implica ser exitosos a través de la diferencia. Por lo que el resentimiento es parte de todo modelo autoritario, que busca una causal para justificarse así mismo, su odio y su accionar en contra de los otros (Fridman, 2018).

Un aspecto para la posibilidad de una sociedad vulgarizada es el fomento continuo de los sentidos, lo cual se expresa en el aprecio al dinero, la fama, lo aparente, lo rápido y lo nuevo. Todos concentrados en el placer inmediato, no en los valores y los propósitos más altos, sino únicamente en los deseos de los sentidos. Todo esto, que ha sido impulsado por el capitalismo contemporáneo, ha dado lugar a individuos centrados en el ego, nunca en el colectivo y los posibles desenlaces de una sociedad mal gobernada, porque el ego prima antes que el interés colectivo.

Este ego, la concentración en el ego es en parte lo que ha llevado a la corrección política, a que todos quieran sentirse respetados, desde la no aproximación de otros y desde la no crítica a sus ideas. Aquí, los sujetos defensores de la corrección política siguen siendo hombre masa, aunque tienen como cuidado supremo su ego, siguen siendo dirigidos como rebaño, siguen aceptando y consintiendo de manera pasiva lo que los detentadores del poder hacen en nombre de algún fin superior e irrelevante para la vida del colectivo, mientras no vulneren su subjetividad individualista.

En estos sujetos individualistas en esencia, solo importa la experiencia, lo que tienen, lo que pueden presumir haber conocido o realizado. No se trata de propósitos de larga construcción, de relaciones trabajadas con ahínco, ni de proyectos que implican identidad o compromiso con otros, como en una familia. Se trata de excesos, de placeres, de cientos de amistades y múltiples oportunidades que defienden como parte de la exclusividad que merecen, pero que no todos pueden tener. Porque se trata de los beneficios de ciertos grupos, no de todas las personas, pero en esta aspiración, los hombres masa buscan, anhelan tener estas múltiples experiencias, anhelan tener estas opciones infinitas de logro material con las que pueden aspirar a ser alguien en comparación a otros.

La sobreexposición de imágenes, de formas y estilos de vida, ha llevado en aquel plano a los individuos a anhelar la imposibilidad de una vida de lujos sin esfuerzo y de logros sin sacrificio. En desmedro de otros, su visión idílica del mundo no debe ser cuestionada ni criticada. Es una aspiración a ser agradables para todos los demás, de atraer, nunca desafiando otras formas interpretativas de la realidad, es por lo tanto pasividad y resignación encubierta en la ilusión de las posibilidades y opciones infinitas desde la preservación del yo.

Pero la vida no es placentera, la vida no es un continuo de paz y comodidad. La vida es constante lucha, conflicto, caídas y reinicios (Layne, 1994). Debido a que la vida es una brevedad, a que tiene un fin, cada momento de la misma tiene un significado, un momento para crecer, aprender, aplicar, descansar. Hay un tiempo para criar y otro para dejar un legado. La vida para los Homo sapiens es un proceso de decadencia biológica inexorable, no una realidad basada según el deseo exclusivo del individuo. Sin embargo, la vida tiene momentos de claridad y brillo, gracias a los cuales el sujeto puede apreciar el valor de su existencia. Es debido a esto, que la continuidad de imágenes infinitas de juventud, de riqueza y de placer, deben ser cuestionadas, porque son ilusorias y accesorias.

Es por esto que la rapidez de la modernidad -en la postmodernidad- ha llevado a los sujetos a una constante impaciencia, por lo nuevo, por lo único y por las pulsiones permanentes de placer momentáneo. Olvidando los procesos de larga duración, los sujetos solo viven el presente de juventud, alegría e individualismo. Porque preocuparse del futuro y de los conflictos próximos anularía esta ilusión idealista de felicidad permanente.

En todo esto, se desarrolla un gran vacío, propio del nihilismo. También propio de una sociedad senil que encubre la necesidad de los grandes propósitos y grandes verdades con un barniz frágil de belleza continua y superficial. Saber que la vida es una brevedad, saber de la necesidad de una familia, de tener un propósito más allá de los breves episodios de alegría y amistades efímeras, nos lleva a constatar el sinsentido de lo postmoderno. Y una vida que al final de sus días ve como todas las risas, las promesas, las luces y la banalidad se han extinguido es aquella donde un sentimiento aflora, el resentimiento.

Sobre todo esto, los proyectos autoritarios, iliberales, no se ofuscan, sino que los usan, una sociedad adormecida y fragmentada por búsquedas infinitas de placer momentáneo es una sociedad que no antepone principios, sino los deseos de una masa de individuos autoexcluyentes de sí mismos, quienes esperan que alguien más se haga cargo de las tareas pesadas de la administración pública (Bezmenov, 2020). Por lo que anulan la democracia al no compartir la responsabilidad de un proyecto nacional, de un proyecto colectivo. Es por esto que los movimientos liberales están condenados al fracaso, porque no reconocen que la búsqueda máxima de la defensa del individuo los dirige a sociedades irresponsables (Mearsheimer, 2001).

Al final, el retorno a las grandes verdades, al deseo por el bien, a la estética de lo bello y el amor por la sabiduría es lo único que puede frenar el vértigo producido por la aceleración en la que los humanos están inmersos, termina siendo lo único que puede evitar la descomposición de una civilización. Hacer un freno ante las pulsiones y saber que nuestras vidas son breves episodios que solo los vivimos nosotros para nosotros y por los cuales un sentido de propósito no es algo accesorio, sino necesario y esencial para saber que nuestras existencias no fueron vanas, sino tuvieron una razón que justificaría volver a vivir la vida de una manera que valga la pena vivirse otra vez.

Notas

1 Entre los dictadores que llegaron al poder en nombre de la liberación y la democracia están: Alexander Lukashenko, Daniel Ortega, Fidel Castro, Hugo Chávez, Robert Mugabe, Viktor Orban. Cabe destacar que El caso de Hugo Chávez tuvo y tiene consecuencias significativas en toda Latinoamérica, ya que, debido a la cantidad de años en el poder del PSUV, Venezuela representa un importante interes para las potencias iliberales como China, Irán y Rusia que la ven como entrada y eje de influencia en Sudamérica.
2 Los centros de poder se enfocan de forma precisa en áreas como: blockchain, biotecnología, ciberseguridad, creatividad digital, ciencia de datos, física aplicada, ingeniería aeroespacial, ingeniería cuántica, inteligencia artificial, matemática, robótica. Considérese la disparidad existente en las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment) que existe entre los países latinoamericanos y los países asiáticos, donde el mejor posicionado en Asia, China con 590 puntos, y el mejor posicionado en Latinoamérica Chile con 444 puntos, tienen una diferencia en ventaja de China de más de 140 puntos.

Bezmenov, Y. A. (2020). Subversion. Theory, application and confession of a method. Audax.
Boghossian, P. A. (2009). El miedo al conocimiento. Contra el relativismo y el constructivismo. Alianza Editorial.
Fridman, O. (2018). Russian ‘Hybrid Warfare’: Resurgence and Politicisation. Oxford University Press.
Kagan, R. (2018). The jungle grows back. America and our imperiled world. Alfred A. Knopf.
Layne, C. (1994). Kant or Cant: The Myth of the Democratic Peace. International Security, 19(2), 5-49.
Mearsheimer, J. J. (2001). The Tragedy of Great Power Politics. W. W. Norton & Company, Inc.
Omand, D. (2010). Securing the State. Oxford University Press.
Pomerantsev, P. (2022). La manipulación de la verdad. La propaganda y las fake news en Rusia y el resto del mundo. RBA.
Sanger, D. E. (2018). The Perfect Weapon. War, sabotage, and fear in the cyber age. Crown.
Taylor, P. M. (2003). *Munitions of the mind. A history of propaganda from the ancient world to the present era
. Manchester University Press.