La reelección de Donald Trump en 2024 representa un cambio significativo en el panorama del Medio Oriente, particularmente para los estados del Golfo Árabe respecto a cuando dejó el poder en el año 2021. Su anterior mandato estuvo marcado por un enfoque directo y contundente hacia esta región, una estrategia que incluyó el histórico viaje a Arabia Saudita como su primera visita oficial, el intento de sellar un “acuerdo del siglo” entre israelíes y palestinos, y la intensificación de la presión contra Irán.

A diferencia de sus primeros años en la Casa Blanca, hoy las monarquías árabes cuentan con mayor autonomía estratégica, habiendo construido relaciones más diversificadas y ganado influencia en el marco de un orden multipolar. A pesar de su confianza renovada, el regreso de Trump plantea una serie de retos y oportunidades únicos. Este artículo examina los potenciales impactos de su política exterior para Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar, y analiza las implicancias de una reconfiguración de la Pax Americana en la región.

El Golfo Árabe ante una política exterior transaccional

En sus primeros cuatro años en el poder, Trump priorizó un enfoque transaccional en su relación con el Medio Oriente, particularmente con los estados del Golfo. Esta estrategia, centrada en los intereses económicos y de defensa de EE. UU., convirtió a Arabia Saudita y a los EAU en sus socios preferenciales, al tiempo que minimizó la tradicional diplomacia estadounidense en la región. Arabia Saudita y los EAU, en particular, tienen la responsabilidad de asegurar compromisos firmes por parte de Trump en caso de agresión iraní o desestabilización interna, lo que requerirá una combinación de atención económica, acuerdos de armas y una buena dosis de adulación personal hacia el expresidente.

Arabia Saudita demostró gran habilidad en esta estrategia durante la visita de Trump al reino en 2017, en la que se firmó un acuerdo1de armas anunciado como un trato histórico de 110 mil millones de dólares. No obstante, el acuerdo fue más un acto simbólico que un pacto concreto y dejó abierta la pregunta sobre la verdadera solidez de la relación. Además, el reino saudí ha contribuido de manera significativa a los intereses de la familia Trump, como lo demuestra la inversión2de 2 mil millones de dólares en un fondo liderado por Jared Kushner.

Sin embargo, basar una relación de seguridad en transacciones tan inestables crea una base volátil para un compromiso a largo plazo. En este contexto, los estados del Golfo, especialmente Arabia Saudita, permanecen en constante incertidumbre ante la administración Trump, preguntándose si la adulación y los negocios serán suficientes para mantener los lazos estratégicos que anhelan.

La erosión de la “Pax Americana” y la emergencia de nuevos actores

La reelección de Trump plantea desafíos directos al sistema de seguridad que ha regido en el Medio Oriente durante las últimas siete décadas. Conocida como la "Pax Americana", esta red de alianzas militares y acuerdos diplomáticos construida por EE. UU. ha mantenido una relativa estabilidad en la región, pero su continuidad está en duda frente al enfoque impredecible de Trump. Bajo su liderazgo, es probable que Estados Unidos abandone su tradicional papel de árbitro y que las políticas hacia el conflicto palestino-israelí y hacia Irán se vuelvan más erráticas y polarizadas.

El regreso de Trump a la presidencia ha sido bien recibido por los estados del Golfo. Tanto el rey Salman de Arabia Saudita como el príncipe heredero Mohammed bin Salman expresaron sus felicitaciones, al igual que los Emiratos Árabes Unidos, que resaltaron una “asociación duradera basada en ambiciones compartidas para el progreso”. La relación de Trump con los líderes del Golfo se basó en un entendimiento de beneficios mutuos, y su retorno podría facilitar la continuación de alianzas estratégicas en áreas de seguridad y comercio.

Una administración Trump 2.0 abre espacio para que potencias como Rusia y China aumenten su influencia en la región, aprovechando cualquier vacío estratégico dejado por EE. UU. Tanto los estados del Golfo como Egipto podrían ver en estas alternativas una oportunidad para reducir su dependencia de Washington, abriendo un nuevo capítulo en sus relaciones exteriores. Aunque la Pax Americana aún tiene presencia en el Medio Oriente, parece cada vez menos probable que sobreviva a un segundo mandato de Trump en su forma actual.

Los Emiratos Árabes Unidos: una estrategia de diplomacia comercial

Entre los países del Golfo, los EAU se perfilan como el socio ideal para una administración Trump. La estrategia de política exterior de los EAU bajo el liderazgo de Mohammed bin Zayed (MbZ) se ha caracterizado por una diplomacia transaccional, centrada en la interdependencia económica y en su influencia estratégica a través de aliados en conflictos clave. MbZ ha construido una extensa red de intermediarios, como el Ejército Nacional Libio, el Consejo de Transición del Sur en Yemen y las Fuerzas de Apoyo Rápido en Sudán. Este enfoque permite a Abu Dhabi jugar un rol destacado en la región sin involucrarse directamente en conflictos militares, lo que encaja perfectamente con la visión de Trump de una política exterior estadounidense más limitada. Abu Dhabi también mantiene una postura firme contra Irán y su “Eje de Resistencia”, aunque sin pretender una confrontación militar directa. Para los EAU, una relación pragmática y comercial con EE. UU. es suficiente para sostener su seguridad y preservar su independencia estratégica. Bajo un segundo mandato de Trump, Abu Dhabi tendría menos dificultades en ajustarse a un enfoque de política exterior centrado en los negocios y la seguridad económica, consolidando su rol de liderazgo en el Golfo.

Qatar: un actor estratégico y mediador clave

Qatar, por su parte, ha construido una relación de gran importancia con Estados Unidos tras la crisis diplomática en el Golfo (2017-2021), cuando fue objeto de un bloqueo3por parte de sus vecinos. Como resultado, Qatar ha fortalecido sus lazos con Washington y ha adquirido un rol fundamental en conflictos diplomáticos como Afganistán, Gaza e Irán. Desde 2021, Qatar es oficialmente aliado importante no perteneciente a la OTAN, lo cual le otorga un papel crucial en la estrategia militar estadounidense en el Medio Oriente.

Sin embargo, el vínculo de Qatar con Hamas, la organización palestina que gobierna Gaza, podría representar un desafío bajo la administración Trump, especialmente si la influencia del lobby pro-Israel en Washington se fortalece. El país del Golfo tendrá que equilibrar cuidadosamente su papel de intermediario con el enfoque de línea dura que Trump podría adoptar respecto a la cuestión palestina.

Arabia Saudita: pragmatismo y expectativas

Arabia Saudita, el aliado más cercano de Estados Unidos en el Golfo, mantendría un enfoque pragmático en sus relaciones con Washington. Aunque la relación transaccional con Trump ofrece atractivas oportunidades económicas, Riad ha aprendido a ser cauteloso ante la naturaleza impredecible de su política exterior. El ataque iraní 4a las instalaciones petroleras saudíes en 2019, al que Trump respondió de manera limitada, dejó a los saudíes con dudas sobre la consistencia del compromiso estadounidense en caso de una amenaza directa.

Riad espera que la nueva administración de Trump provea una dirección clara hacia la estabilidad regional, sin la intervención directa de EE. UU. en los conflictos del Golfo. Arabia Saudita busca obtener de Washington el margen de maniobra necesario para perseguir sus intereses estratégicos, sin las limitaciones de una política exterior estadounidense que priorice la intervención.

Los acuerdos de Abraham y la marginalización de la causa palestina

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Gaza: marginalizar la causa palestina.

Uno de los logros diplomáticos más importantes de la administración Trump fue la firma de los Acuerdos de Abraham en 2020, que formalizaron las relaciones entre Israel y varios estados árabes, incluyendo a Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Este paso fue visto como un avance en la normalización de las relaciones en el Medio Oriente, aunque relegó la causa palestina a un segundo plano. Los Acuerdos de Abraham permiten a los países árabes profundizar sus vínculos con Israel sin resolver el conflicto palestino-israelí, una estrategia que podría tener efectos negativos a largo plazo para la estabilidad regional.

Durante su primer mandato, Trump fue aclamado por Israel debido a decisiones como el reconocimiento de Jerusalén como su capital y el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, ambos movimientos que rompieron con décadas de consenso internacional. La victoria de Trump ha sido celebrada por el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien destacó en redes sociales la esperanza de fortalecer la alianza estratégica con Estados Unidos. Sin embargo, las relaciones personales entre ambos líderes han tenido sus altibajos, especialmente después de que Netanyahu felicitara a Joe Biden por su triunfo en 2020, un gesto que Trump interpretó como una traición.

La situación entre Israel y Palestina, actualmente marcada por tensiones en Gaza y Cisjordania, podría recibir un tratamiento pragmático en la administración Trump. Analistas como Alon Pinkas5sugieren que Trump no tolerará conflictos prolongados, y es probable que presione a Netanyahu para que “anuncie victoria” y pase rápidamente a una solución negociada, en lugar de mantener enfrentamientos largos y costosos que afecten la imagen internacional de Israel. Sin embargo, no se espera que Trump apoye activamente una solución de dos estados; durante su primer mandato, dejó claro que prefería una solución que “ambas partes aceptaran”, aunque esa visión ignorara la independencia palestina.

Bajo la administración Trump, el conflicto palestino-israelí podría recibir una menor atención diplomática, lo que favorecería a Israel pero también podría alimentar tensiones internas en los países árabes que normalizaron relaciones con el estado israelí. Esto también podría abrir la puerta a un enfoque más hostil hacia los palestinos, con políticas altamente condicionales y en sintonía con los intereses de Israel.

Conclusión: un Medio Oriente en transición

La reelección de Donald Trump redefine la dinámica de poder en el Medio Oriente. En un contexto de autonomía estratégica creciente para los estados del Golfo, estos países han aprendido a diversificar sus alianzas y reducir su dependencia de EE. UU. Aunque el enfoque transaccional de Trump tiene sus ventajas, también genera una relación inestable y sujeta a constantes cambios. Esto abre la puerta a una mayor presencia de potencias como Rusia y China, que podrían beneficiarse de cualquier vacío dejado por Washington.

Para los países del Golfo, la llegada de Trump representa tanto una oportunidad como un riesgo. Si logran mantener una relación transaccional favorable, podrían fortalecer su influencia en la región. No obstante, los desafíos de un enfoque impredecible y centrado en intereses económicos siguen siendo un riesgo importante. En última instancia, la reconfiguración de la Pax Americana en el Medio Oriente parece inevitable, y los países del Golfo deberán adaptarse a un panorama geopolítico cada vez más multipolar e incierto. (17 noviembre 2024)

Notas

1 Cómo pudo aprobar Trump la venta de US$8.000 millones en armas a Arabia Saudita a pesar de la negativa del Congreso (y qué tiene que ver Irán). En BBC.
2 Arabia Saudí se ha embarcado en una misión de alto riesgo: comprar el mundo. En Businessinseder.
3 Qué significa el fin del embargo a Qatar que lideraba Arabia Saudita. En BBC.
4 Arabia Saudí asegura que el ataque a sus refinerías fue “auspiciado” por Irán. En El País.
5 Esto es lo que está en juego en el Medio Oriente bajo un segundo mandato de Trump. En CNN.