La imposición de tarifas aduaneras a las importaciones en los EEUU implicaría un aumento de la presión inflacionista y como consecuencia de los intereses bancarios, que significa pagar más por el dinero prestado y que este, el dinero, rinda menos.

Una deportación masiva de emigrantes conllevaría a una falta de mano de obra y a una consiguiente reducción del crecimiento económico, pues este último está fuertemente vinculado con el crecimiento demográfico. El aumento de la población mayor se traduce en el crecimiento de la necesidad de mano de obra como consumo.

Un conflicto abierto con Europa debilitaría a los Estados Unidos en relación a China, como también un incremento de las tensiones con Latinoamérica, en general, donde China está cada vez más presente, financiando proyectos infraestructurales, en búsqueda de materias primas y nuevos mercados. El modelo de relaciones entre China y Latinoamérica replica las relaciones establecidas por China en el continente africano, donde la presencia de los EE. UU. es casi inexistente.

Por otro lado, un debilitamiento de la NATO como parte de una redefinición de las áreas de interés hacia la zona del Indo-Pacífico tendría como resultado una competencia mayor entre las empresas de los EE. UU. y europeas, especialmente en el sector aéreo-espacial, de telecomunicaciones, misiles balísticos y sistemas de espionaje satelital.

Estas observaciones, que podrían ser acompañadas de muchas otras, representan impedimentos reales a los aparentes planes políticos, económicos y militares del nuevo gobierno de los EE. UU., dejando abiertas una infinidad de preguntas sobre la credibilidad del mismo y sobre frentes abiertos como Ucrania, medio oriente, Taiwán, además de la relación con Rusia, China e India.

La despreocupación por los temas ecológicos y climáticos junto con la suspensión de los subsidios al sector de la movilidad eléctrica podría fácilmente convertirse en una “desventaja competitiva” que impida el desarrollo de las tecnologías asociadas como los motores eléctricos y la producción de energía sostenible que son sectores donde la industria de los EE. UU. ya se encuentra en una posición relativamente débil y donde China está cada día más fuerte.

Los aspectos que hay que seguir son las relaciones entre EE. UU. y China; EE. UU. y Europa; EE. UU. y NATO; junto con las relaciones entre China y Europa.

Es posible que Japón, Corea del Sur y Canadá estrechen aún más sus relaciones económicas y militares con Europa, participando en proyectos comunes como, por ejemplo, la fabricación y producción de un caza-bombardero o una red satelital. Tengamos además presente que China detiene cantidad enorme de títulos de estado norteamericanos y esto le permite incidir en los precios y sobre todo intereses, que aumentando detraerían recursos financieros a los EE. UU. y crearían inflación.

La inflación tiene un impacto negativo en la capacidad de crear o sustentar el consenso adquirido, que podría cambiar la mayoría sea en el congreso y en el senado. Este factor de conservar las posiciones políticas presiona al nuevo gobierno hacia posiciones moderadas, que no alteren el equilibrio económico o tiendan hacia una desestabilización de los mercados.

Otra dimensión importante es el futuro de Europa. La U. E. puede tender a posiciones de integración mayor y autonomía en relación a los EE. UU. o hacia una progresiva disgregación. Recordemos que Ursula von der Leyen no fue invitada a la ceremonia de inauguración del gobierno y esta falta de reconocimiento seguramente deja en manifiesto las posiciones del nuevo gobierno de los EE. UU. en relación a la U. E.

Una de las tantas distinciones que es importante hacer es la existente entre demagogia y realidad política. Tenemos que diferenciar entre los temas presentados y los proyectos viables que van a impactar la dimensión económica y política de un país.

El mundo ha cambiado y cambia rápidamente. Existen nuevas formas de comunicación y nuevos canales para crear consenso, como los medios sociales, cuya lógica requiere posiciones claras, exacerbadas y fácilmente reconocibles.

Uno de los fenómenos a los cuales hemos asistido recientemente es la creación de una “persona política” cuya correspondencia con el “mundo real” sea por definición problemática. Distanciarse de las otras figuras políticas, presentarse como un “irruptor” o “disruptor” e imponer una nueva forma de relacionarse con el público no conlleva automáticamente a que lo dicho o afirmado se transforme en acción o proyecto político y esta distancia, entre lo dicho y lo hecho, aumenta con las posiciones populistas y provocadoras.

Lo que determina la posible acción es la congruencia con la lógica económica, con intereses e inversiones, con la práctica institucional y sobre todo con la posibilidad de crear aceptación y consenso. El límite en la acción es la implementación y/o ejecución y en este sentido hay que sopesar múltiples factores.

Una de las consecuencias de esta situación es que directa e indirectamente la distancia, entre lo dicho y lo que será o es posible hacer, socaba la democracia, porque para entender los mensajes políticos hay que poseer informaciones y conocimientos que en vez de ser la regla representan la excepción.

La fuerte presencia del mundo de la tecnología en el nuevo gobierno representa en sí un límite, una posibilidad y un peligro:

  • Un límite, porque hay que considerar que las empresas buscan consolidad su posición en el mercado y sus ganancias.

  • Una posibilidad porque la lógica misma del mercado es “convencer, crear alianzas y acuerdos en vez de contraponerse e imponer ideas, procedimientos y leyes.

  • Y un peligro, porque una alianza estrecha entre gobierno y tecnología puede crear una tecnocracia independiente del querer popular.

Por otro parte, si una razón política no sabe conjugar el bien común, esta no es ni razón ni política, sino un acto de egoísmo y mezquindad irracional.