En un mundo cada vez más loco, hay locos que se salen con la suya mientras los cuerdos se quedan mirando atónitos.

No estoy hablando de política, al menos no de la política interna de los Estados Unidos de Norteamérica. Se trata de un caso particular de un vecino de Nueva York, un ciudadano normal que entendió que siempre hay argucias para salirse con la suya y bien que lo hizo.

Pagó una noche de hotel y se quedó viviendo allí durante cinco años por el módico precio de 200, 65 dólares (el coste de la primera noche).

Mickey Barreto lo tenía claro desde el principio: las leyes protegen a los que saben usarlas para su provecho. Mucho antes de reservar la habitación 2565 del hotel New Yorker en Manhattan, Barreto había estudiado la ley de estabilización de rentas de Nueva York, una ley que se aplica a los hoteles antiguos de la capital económica de los Estados Unidos de Norteamérica y que permite a algunos huéspedes solicitar contratos de alquiler permanente.

La legislación fue diseñada para proteger a inquilinos de bajos ingresos, algo que el bueno de Mickey arguyó en el primer juicio, al que el hotel no se presentó. Aquí es donde el listo de Barreto debería haberse detenido, estaba aprovechando una ley que le permitía pagar menos, pero se le subió el poder a la cabeza (o vaya a saber qué lo llevó a seguir adelante) porque el dictamen de este primer juicio era ambiguo y le daba al inquilino un argumento para plantear la posible propiedad de su alojamiento.

Ni corto ni perezoso, Mickey entendió que no solo la habitación le pertenecía, sino todo el edificio. Emprendió acciones legales contra el propietario del hotel, la Iglesia de la Unificación.

Aquí es donde empieza una deriva épica de la historia. Barreto se sube al tren de los ambiciosos y no solo se queda a vivir sin pagar en la habitación del hotel, sino que reclama los ingresos que le adeuda la Iglesia de la Unificación por lo beneficios que genera su hotel, según él lo ve.

El papel que tiene en la mano hace que se sienta propietario de todo el inmueble y mueve cielo y tierra para que le paguen millones de dólares atrasados, según él, por lo que genera el céntrico edificio.

La Iglesia de la Unificación (también llamada Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial) es un movimiento religioso fundado en Corea del Sur en 1954 por Sun Myung Moon.

Algunos la llaman la Secta Moon1, desde sus inicios se ha expandido a la mayoría de las naciones del mundo, aunque no es fácil precisar su número de miembros. Las malas lenguas dicen que forman parte de la secta entre uno y dos millones de personas.
Esto da alas a Barreto. Los juicios se suceden y Mickey empieza a crear una historia que soporte sus reclamaciones.

Vincula a la Iglesia de la Unificación con el gobierno de Corea del Norte. Es aquí donde, una vez más, la realidad supera a la ficción y es donde cualquier mente un poco sana se da cuenta de que Mickey sufre algún tipo de enfermedad mental o al menos no está en sus cabales.

Sí, resulta que el hombre es un adicto a las conspiraciones. Ve indicios conspiratorios por todos lados y ¿por qué no pensar que una Iglesia Evangélica puede estar aliada con el enemigo número uno de Occidente?

Barreto pide que reformen el edificio, que desalojen el piso 38 para una inspección, pide y reclama como si fuera el dueño legítimo del hotel New Yorker y me encanta imaginar la cantidad de detalles locos a los que lleva esa ambigua resolución del primer juicio. Veo a Mickey pidiendo servicio de habitaciones día sí, día también, disfrutando de la terraza del hotel para quedar con sus amigotes conspiranoicos y montar fiestas nacionales contra el enemigo norcoreano en el hall del hotel.

Pero nada es para siempre. En 2023 la Iglesia de la Unificación lleva a juicio al bueno de Mickey, por fin, y se le acaba el chollo. Se reconoce la propiedad de la corporación religiosa y es entonces cuando sale a la luz el verdadero Barreto.

El tipo se encierra en su habitación y no entrega las llaves. Viene entonces el arresto que imagino habrá sido aparatoso y la puesta en prisión del defensor de Occidente y acérrimo enemigo de Corea del Norte. Pero, Mickey2, no durará mucho tiempo en la cárcel.

Otro juez compasivo entiende, después de las pruebas psicológicas, que Barreto no está en sus cabales, vamos, que está más loco que una cabra por pensar que el edificio era suyo y que estaba luchando contra Corea del Norte, así que le ordenan que se haga con un buen psiquiatra y que deje en paz al hotel.

Colorín colorado, este cuento ha acabado. Hasta acá la historia de cómo un hombre de a pie puede vivir durante cinco años en un hotel de Nueva York pagando solo una noche.
Quedan como anécdotas las luchas por la propiedad del edificio y la conexión de la Iglesia de la Unificación con Corea del Norte más el posterior internamiento en un psiquiátrico. El tipo consiguió mucho más de lo que pocos creían posible con solo proponérselo y echarle cara. Vamos, que podemos decir que casi nada es imposible en este confundido mundo capitalista.

Nota

1 Secta Moon. En Wikipedia.
2 Mickey. En Xataka.