En 1995 se celebró en Copenhague (Dinamarca) la primera cumbre mundial de la ONU sobre desarrollo social. Fue cinco años después de que el Banco Mundial incluyera la “pobreza” en la agenda internacional ("Tenemos un sueño: un mundo sin pobreza") y cinco años después de que el PNUD pusiera en marcha su programa de “desarrollo humano”.
Había mucho entusiasmo en torno a estos nuevos planes, ya que el “ajuste estructural” que las instituciones de Bretton Woods imponían a los países pobres agobiados por la deuda había causado un verdadero desastre social.
Se privatizaron empresas públicas y millones de trabajadores perdieron su empleo, desaparecieron los servicios públicos, lo que supuso trabajo extra para las mujeres, y el sector informal creció a un ritmo vertiginoso. Si a esto se añade la globalización emergente, es fácil darse cuenta de que, una vez más, se había abandonado el desarrollo social.
Los nuevos programas significaban nuevas esperanzas. Aunque pronto quedó claro que el “foco en la pobreza” del Banco Mundial solo pretendía desmantelar aún más las políticas sociales existentes y que el PNUD tampoco proponía políticas sociales para el conjunto de la sociedad. La atención se centraba en los pobres, única responsabilidad social de los Estados y los gobiernos según la nueva ideología.
Desarrollo social según la ONU
Es obvio que la ONU no pudo escapar totalmente a este nuevo enfoque de la pobreza que se estaba convirtiendo en el nuevo “orden del discurso” del siglo XXI. También la OIT, tras una década de debilitamiento, tuvo que adaptar sus políticas centradas en los derechos laborales fundamentales y el “trabajo decente”. No obstante, adoptó una Declaración sobre la justicia social y, más tarde, una recomendación sobre los “pisos de protección social”.
La Cumbre de la ONU de 1995 fue un poco más lejos. Tenía tres capítulos principales centrados en la pobreza, el empleo y la integración social. Fue una ampliación muy bienvenida de la agenda global tal y como existía en los años 90, aunque no llegara tan lejos como la Declaración de la ONU de 1969 sobre desarrollo y progreso social y como la convención de la OIT sobre seguridad social de 1952.
Además, se encargó al PNUD la coordinación de las actividades de la ONU consecuentes a la Cumbre Social. Se decidió que se centraría en la pobreza como prioridad principal, e intentaría integrar los otros dos temas en este nuevo objetivo dominante.
En 2000, en la Cumbre del Milenio de la ONU, se adoptaron los Objetivos del Milenio, según los cuales la pobreza extrema debía reducirse a la mitad para 2015, en comparación con 1990. Este objetivo se cumplió, pero principalmente gracias a China e India. En África, el número de personas extremadamente pobres era mayor en 2015 que en 1990.
En 2015 siguieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que combinan objetivos sociales y medioambientales, incluyendo incluso un capítulo sobre la desigualdad. Sin embargo, hay que señalar que esta desigualdad repite los objetivos ya mencionados a principios de la década de 1970, es decir, hacer que el 40% más pobre de la población conozca un crecimiento más rápido que el resto de la sociedad. Esto significa que la desigualdad debe reducirse mirando solo hacia abajo. Los ricos no tienen que contribuir. ¡No mires hacia arriba!
Esta es la situación actual.
El mundo no está en buena forma
Tanto si se consultan los últimos documentos del Banco Mundial como el Informe sobre la Situación Social en el Mundo de la ONU para 2024, no se puede eludir a la comprensión de que el desarrollo social no despegó en absoluto en las últimas décadas.
La pobreza extrema en el mundo disminuyó, pero como ya se ha dicho, principalmente gracias a China e India. En África sigue habiendo muchos países con una pobreza extrema superior al 50 %.
Según el Banco Mundial, actualmente hay en el mundo unos 700 millones de personas extremadamente pobres que viven con menos de 2,15 dólares al día. "Alrededor de 3.500 millones de personas viven con menos de 6,85 dólares al día, el umbral de pobreza más relevante para los países de renta media, que albergan a las tres cuartas partes de la población mundial. Si no se toman medidas drásticas, podrían pasar décadas para erradicar la pobreza extrema y más de un siglo para eliminar la pobreza tal y como se define para casi la mitad del mundo."
En otras palabras, estamos seriamente “descarrilados”. Además, siempre según el Banco Mundial, reducir la pobreza en los países de renta media perjudicaría gravemente la agenda medioambiental, porque contribuiría a aumentar las emisiones de CO2.
Si a todo esto se le añade la insoportable carga de la deuda de los países pobres, la disminución de los presupuestos de ayuda y el lento crecimiento, se puede ver que, una vez más, el “desarrollo” está muy por detrás de todas las repetidas promesas.
El camino a seguir
Hay que repetir un par de conclusiones para cambiar este orden de las cosas.
En primer lugar, aunque ayudar a los pobres es obviamente un deber moral y político, nunca hay que olvidar que la agenda de la pobreza es perfectamente compatible con el neoliberalismo. La idea que subyace es que todos los que están “fuera de la pobreza” pueden comprar seguros de ingresos y de salud en el mercado privado.
En segundo lugar, si uno cree en la idea (o el ideal) de “desarrollo” (y no en su práctica de las últimas décadas) que promueve la autonomía y la emancipación para todos, inevitablemente surgen dudas sobre la relevancia de estas políticas.
El neo y el poscolonialismo impregnaron todas las agendas de “ayuda”, la globalización se basó en la desigualdad y la gestión de la deuda se diseñó claramente para mantener y reforzar la hegemonía de las potencias mundiales.
En tercer lugar, si nos fijamos en las políticas que se pusieron en marcha para “luchar contra la pobreza”, en las ideologías de desarrollo que subyacen a las iniciativas de Bretton Woods y en la falta de “ayuda” a pesar de todas las promesas, surgen argumentos de peso para cuestionar la voluntad política de “erradicar la pobreza” y “promover el desarrollo”.
Basta pensar en un país (China) que realmente se desarrolló y erradicó la pobreza extrema y en cómo hoy es sancionado por una serie de países ricos.
En cuarto lugar, hay formas de salir del callejón sin salida. Los propios países del Sur han propuesto políticas alternativas desde su independencia en los años 60 del siglo pasado. La Asamblea General de la ONU ha adoptado muchas resoluciones muy interesantes con otras soluciones. Las numerosas conferencias de la ONU de las últimas décadas han lanzado varias buenas ideas que, una y otra vez, fueron bloqueadas por un poderoso grupo de países ricos.
Es muy interesante y positivo ver que vuelven a ponerse sobre la mesa nuevas iniciativas para redefinir el “derecho al desarrollo” y el “nuevo orden económico internacional”.
Vivimos en una era de relaciones geopolíticas cambiantes. Los países del Sur (pensemos en los BRICS) intentan imponer nuevo agendas alternativas. No sabemos cómo acabarán las guerras en Oriente Medio y Europa del Este, pero parece claro que contribuirán a “otra Europa” y a “otro Oriente Medio”. Las guerras en África y el cambio de alianzas en el Sahel y África Occidental también preparan grandes cambios.
Desarrollo social
Este es el contexto en el que tendrán lugar dos importantes cumbres de la ONU. La primera es la 4ª Conferencia sobre Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en Sevilla en julio. Dará una clara indicación de lo que los países ricos aún están dispuestos a aportar para ayudar a los países más pobres. La segunda conferencia mundial será la de desarrollo social, que se celebrará a principios de noviembre en Doha (Qatar).
Se han iniciado los preparativos con los dos países coordinadores, Marruecos y Bélgica.
Aunque todas las cumbres de la ONU parten necesariamente de lo que ya se ha conseguido en el pasado, también puede ser muy positivo partir de lo que deberían ser los principios fundamentales del desarrollo social.
Si nos fijamos en la pirámide de las necesidades humanas de Maslov, vemos en primer lugar las necesidades fisiológicas, que claramente pueden identificarse con lo que les falta a los pobres de hoy: comida, vivienda y ropa.
Pero la segunda etapa es tan fundamental como la primera: seguridad o, en otras palabras, protección. Esta es la principal razón por la que las políticas de lucha contra la pobreza nunca serán suficientes.
Todas las personas, vivan donde vivan y como vivan, necesitan protección. Si se cree en lo que se llama “desarrollo social”, esta protección no puede ser dada por los militares o por la policía en un Estado fuerte, sino que tendrá que venir necesariamente de los derechos económicos y sociales, es decir, de políticas económicas y sociales que protejan a todas las personas, sean pobres o no, trabajen o no trabajen.
En otras palabras, lo que se necesita es un concepto muy amplio de protección social y justicia social, con trabajo digno y derechos laborales, servicios públicos, seguros sanitarios, pensiones, subsidios familiares y, sí, ayudas específicas para los pobres. Esta es la única forma civilizada de conseguir lo que toda la gente desea: una justicia social al servicio de las personas, de la seguridad y la protección en lugar de la economía.
Debe quedar claro que estas políticas nunca podrán ponerse en práctica sin sistemas fiscales justos y sin políticas económicas que realmente den oportunidades a todos. Ya se ha hecho mucho a este respecto con interesantes trabajos a escala mundial sobre economía social y solidaria y sobre bienes comunes.
El desarrollo social es, en efecto, el camino a seguir para abandonar la perversa y fracasada ideología neoliberal, para volver a creer en la solidaridad y el universalismo con respeto a la diversidad.
Nunca habrá una política social única para todo el mundo. La tarea de una cumbre mundial debería consistir en definir los principios universales fundamentales y luego dejar que las distintas regiones, países y municipios los concreten, teniendo en cuenta las necesidades y los deseos de las poblaciones locales.
Hoy vivimos en fábricas de pobreza que urge cerrar. La pobreza nunca puede justificarse en nuestro mundo rico.
Un último punto: si el desarrollo social puede ocuparse de las necesidades básicas de las personas y de la seguridad de toda la sociedad, con derechos económicos y sociales, contribuye directamente a la paz y a la justicia social.
Este es mi deseo para la cumbre social: que estos dos puntos, ya presentes en anteriores resoluciones y declaraciones de la ONU, se sitúen en primer plano. La paz y la justicia social.