Aquí quiero centrarme en los desafíos a los que los movimientos sociales se han y nos hemos enfrentado crónicamente por haber abordado (y seguir abordando) sin éxito cuestiones de gobernanza mundial.

Nuestra historia profesional se ha, tan a menudo, convertido en una cadena de decepciones que a veces nos hace preguntarnos: ¿Nos hemos convertido en un hazmerreír? ¿Nos estamos engañando a nosotros mismos pensando que "las cosas van a terminar bien"? o ¿Necesitamos trabajar de una manera totalmente distinta, dado que el sector privado nos ha puesto totalmente contra la pared en las negociaciones donde se deciden las cuestiones de gobernanza? ¿Van nuestros colegas jóvenes e inteligentes a asumir estos retos, ya que nosotros, los ya mayores, vamos a jubilarnos muy pronto?

Recordemos las cuestiones relevantes (elementos necesarios para un análisis sin sesgos)

Como miembro de organizaciones de la sociedad civil de interés público (PICSOs en ingles) y de movimientos sociales, puedo decir que siempre buscamos una participación activa en los foros mundiales sobre gobernanza –más allá de solo el uso de la palabra– en un esfuerzo por influir y reforzar las decisiones que pueden conducir a cambios duraderos jurídicamente vinculantes.

¿Cuántas veces, en lo que queda de foros genuinamente multilaterales, nos encontramos defendiendo un lenguaje ya acordado anteriormente sobre gobernanza cuando, en última instancia, la mayoría de las veces se nos ignora, por ejemplo, en los debates de las agencias de las ONU? Pero, seguimos intentándolo, y…

Yo participo. Tú participas. Él/ella participa. Nosotros participamos. pero... Ellos deciden.

(escrito en un pizarrón en Bolivia)

Entonces, tenemos que preguntarnos ¿Cuándo es la participación de las PICSOs, en estos foros, un instrumento para manipularnos?

Creo que se nos dan ocasionales oportunidades, simplemente para darnos la ilusión de una auténtica consulta que nos incluye, o para presentarle al mundo nuestra participación como un genuino "diálogo" de iguales.

Se olvidan decirnos que las mismas oportunidades se las dan a las ONG vinculadas a empresas que, desde una posición de mucho mayor poder, han aprendido a redactar y posicionar sus intervenciones para servir a sus intereses y a los de sus patrocinadores. El lenguaje que utilizan es ahora tan engañoso que muy pocos son capaces de darse cuenta de que todo es una cortina de humo. (No lo olviden: Nuevas oportunidades para participar mejor no es lo que en última instancia buscamos; buscamos resultados en el terreno).

Por lo tanto, ¿estamos realmente desafiando las narrativas dominantes al aportar en los espacios de negociación global las experiencias y aprensiones de los afectados?

Yo diría que no; más bien nos estamos dando cabezazos contra múltiples murallas, uno tras otro... ¿Estamos entonces perdiendo nuestro tiempo? ¿Cuántos machucones y magulladuras más podemos soportar? La triste verdad es que, si aún no hemos llegado a influenciar, las fuerzas de control global de siempre pueden seguir adelante sin ningún tipo de preocupación.

Aquí hay mucho que repensar desapasionadamente para revisar en profundidad nuestra forma de actuar.

Como hemos históricamente fracasado en el frente de la politización, las empresas y sus gobiernos aliados van a seguir superándonos fácilmente una y otra vez. Llevamos décadas de retraso. Es nuestra decepción la que tiene que guiarnos hacia posibles nuevos enfoques.

Mi punto de partida es el hecho de que el dinero habla (money talks). Los impulsores de la gobernanza mundial tienen acceso a enormes y crecientes recursos –y la concentración de riqueza sigue acelerándose de forma espectacular; de modo que, los que se han enriquecido, encontrarán cada vez más y nuevas formas de minimizar las normativas que obstaculizan sus negocios.

¿Es que veo, entonces, un camino prometedor para compensar esta situación? Siendo que soy un pesimista-optimista, sí.

En la mayoría de los casos, las razones mencionadas han históricamente relegado las posiciones y reivindicaciones de las PICSOs y los movimientos sociales al tacho de la basura, es decir, las resoluciones aprobadas "en consenso" por los estados miembros de la ONU ignoran las aportaciones bien razonadas de las PICSOs de modo que, al final, estas aportaciones acaban haciendo poca o ninguna diferencia, es decir, se llega a un consenso preconcebido con un lenguaje saneado a altas horas de la madrugada sólo para constatar que, incluso después, las resoluciones no se aplican a nivel nacional, donde los poderes políticos mantienen las cosas bajo (su) control.

Como respuesta, podríamos exigir que se votara para que las posiciones minoritarias fueran aceptadas y agendadas. Probablemente podríamos contar con un pequeño número de Estados Miembros que nos acompañen en esto. No nos equivoquemos: de lo que estamos hablando aquí es de la necesidad de exigir la anulación de procedimientos y normas anacrónicos para democratizar realmente las agencias de la ONU.

Pero no se trata sólo de los procedimientos y normas usados en los foros de la ONU. Probablemente sea necesaria toda una nueva remodelación de la ONU. Existen ya varios debates al respecto. Pero hasta ahora están dominados por académicos, grupos de reflexión, oenegés internacionales y antiguos funcionarios de la ONU. Los movimientos sociales de base apenas se han ocupado de esta cuestión sin haber una buena razón para ello.

En el fondo, no se trata de aportar ideas nuevas y brillantes. Se trata de construir fuerzas políticas desde la base que presionen por la democratización de este organismo internacional absolutamente indispensable. En este momento, no contamos con los gobiernos, partidos y funcionarios de la ONU en numero adecuados para hacer realidad y materializar esta visión; queda mucho trabajo por delante. Además, la democratización de la ONU tiene que ir de la mano de la resolución de los desequilibrios de poder entre países y de la recuperación de la democracia desde abajo. De lo contrario, sólo se conseguirán más soluciones parche.

Además, al fondo de nuestras frustraciones está el hecho de que el tiempo ha permitido que las corporaciones se infiltren para avanzar en sus posiciones a través de asociaciones público-privadas, dentro y fuera de la ONU, permitiéndoles actuar con impunidad, de modo que el poder de los intereses especiales acaba siendo mucho mayor que el de los Estados Miembros y de la sociedad civil de interés público.

Sí, el multilateralismo está siendo atacado por la captura corporativa. A pesar de nuestras significativas y bien razonadas impugnaciones y de nuestra resistencia a esta evolución durante las últimas décadas, estas tendencias acumuladas han culminado en un espacio multilateral privatizado que debemos denunciar y disputar enérgicamente, simplemente porque las corporaciones financieras y transnacionales están dominando la agenda estableciendo una hoja de ruta compartida entre la ONU y las corporaciones (no sólo eligiendo puntualmente las áreas de implicación, es decir, las más rentables para ellas, sino también implicando la "socialización" de los riesgos y la privatización de los beneficios.

Han aprendido, estas corporaciones a utilizar la hipocresía. Lo que, por supuesto, viene a la mente aquí son los desarrollos en el Foro Económico Mundial de Davos (tómese su Iniciativa) Great Reset y la farsa que observamos en la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios de la ONU de 2021 con su desprecio por los cambios fundamentales necesarios para que se respete el derecho a la alimentación, a la soberanía alimentaria y a la agroecología, entre otros.

Además, el Codex Alimentarius se jacta de su preocupación por los niños desnutridos y de la importancia de un comercio mundial justo, pero las organizaciones de la sociedad civil que participan en él tienen verdaderas dificultades para incluir salvaguardias efectivas en los textos que se debaten: la industria domina el campo.

Cuando se debaten cuestiones de derechos humanos en tantos foros internacionales relevantes de la ONU y de otro tipo, las delegaciones de los países del Sur Global están mal informadas y mal dotadas de personal, por lo que a menudo se dejan llevar por las opiniones de los países ricos, como si no se dieran cuenta o no les importara cuando las cosas, tal y como van, van claramente en contra de sus intereses nacionales.

Las PICSO están mucho mejor informadas y preparadas que, yo diría, 2/3 de las delegaciones de los Estados Miembros. Pero no podemos olvidar que la mayoría de las PICSO y los activistas individuales:

  • Cuentan con recursos financieros y humanos lamentablemente escasos y, a menos que estén suficientemente coordinadas, sólo consiguen una sinergia limitada; en realidad, muchas siguen estando fragmentadas y aisladas (y, por tanto, son débiles), además de ser vulnerables a las ofertas de financiación para intervenciones técnicas (algunas de ellas buenas e importantes, hay que reconocerlo). Pero el aceptar fondos para intervenciones técnicas es la causa de que no vean el panorama general ni se den cuenta de cómo se les está utilizando para introducir partenariados público-privados (PPP) que les hacen perder su independencia.

  • Se enfrentan a espacios operativos cada vez más reducidos y, tal vez, a una menor ambición de defender los derechos humanos a ultranza.

Además, consideremos estos cuatro argumentos:

  • Seguir reclamando convergencia, coordinación y coherencia no es más que una quimera. Es como pedir, como tantas otras veces, "más multidisciplinariedad". No hay nada terriblemente malo en este concepto, pero supone gratuitamente que considerar el problema que subyace a estas cuestiones desde una perspectiva multiprofesional "más amplia" nos va a conducir automáticamente a soluciones mejores, más racionales e igualitarias.

  • La cuestión central a la que nos enfrentamos es una cuestión de empujar y/o tirar. Las reformas (de la ONU) impulsadas desde arriba no aportarán gran cosa. Sólo la organización activa de los titulares de las reivindicaciones de derechos humanos, que no cejan en su empeño de ‘tirar’ los cambios necesarios, hará avanzar el proceso. La historia es clara al respecto. [¿De dónde tirar, entonces? Michael Fakhri (Relator Especial de la ONU) nos recordó que “cuando las PICSOs se sienten a la mesa para debatir soluciones mejores y globales, no es tan sencillo como parece, sobre todo si la mesa ya está puesta, los asientos ya están asignados y no son negociables y el menú es muy limitado. ...Y que tal si la verdadera conversación tiene lugar en otra mesa?

  • Abocarse a garantizar la realización progresiva de los derechos humanos es una actividad terriblemente descuidada. (¿Acaso se debe a que los derechos humanos no son comprensibles o son demasiado abstractos para el ciudadano común?) Añádase a esto el mal funcionamiento de los mecanismos de rendición de cuentas usados por las PICSOs que no actúan como verdaderos perros guardianes (de nuevo: ¿entienden realmente los titulares de derecho lo que significa la rendición de cuentas en materia de derechos humanos?).

  • Y luego está todo esto de firmar cartas circulares de queja que nos llegan y escribir y leer declaraciones en las reuniones de la ONU en las que a menudo participamos. Sí, puede que nos hagan sentir mejor, pero ¿en qué medida ayudan? ¿Les damos seguimiento? Para hacer una diferencia, tenemos que concentrar nuestros esfuerzos donde realmente duele, y no todas las organizaciones de la sociedad civil están dispuestas a llegar tan lejos. “Más vale lo bien hecho que lo bien dicho”, nos decía Benjamín Franklin.

Lo que creo que hay que hacer —entre otras cosas:

Las acciones sugeridas aquí para abordar la deplorable situación actual son demasiado breves, de acuerdo; se presentan en ningún orden de prioridad y, todo sea dicho, no soy tan pretencioso como para pensar que tengo el paquete de acciones a seguir --son acciones más bien terriblemente prescriptivas y normativas.

No aceptemos más promesas sin medidas concretas que puedan aplicarse y controlarse legalmente. No aceptemos más discrepancias entre los principios y la práctica.

No sólo se necesitan (más) análisis políticos, sino también (más) acción política. En realidad, las acciones necesarias han de ser de una envergadura como las expresarían los afectados que no están sentados en las distintas mesas de toma de decisiones.

Si queremos conseguir algo más, redoblemos nuestra organización, reforcemos aún más nuestras estructuras y formemos a activistas más capaces, especialmente jóvenes.

No basta con tener metas y objetivos bien definidos. Al fin y al cabo, no son más que aspiraciones. Sin políticas acordes que conduzcan a medidas jurídicamente exigibles, no tienen ningún interés para el cumplimiento de los derechos humanos; sólo políticas que establecen caminos plausibles apuntaran a destinos creíbles.

Incrementemos la movilización de las PICSO en torno a las determinantes estructurales. Sólo así se creará la resistencia de base necesaria para cambiar las cosas de forma sostenible. Para ello, los activistas deberán entrar en espacios tradicionalmente cerrados donde no han sido invitados...

Decimos que tenemos que convencer a más delegados de los Estados Miembros en las sedes de la ONU (a menudo diplomáticos-burócratas). Pero las decisiones se toman en las capitales, sobre todo en los ministerios de Relaciones Exteriores. Por tanto, es en las capitales donde debemos ejercer presión.

Tenemos simpatizantes dentro de la ONU y otros organismos internacionales; estos son actores clave: hay que buscarlos, contactarlos y animarlos.

Trabajemos mas activamente con gobiernos simpatizantes que estén dispuestos a hacerse oír en los foros internacionales, asociándose con las PICSOs en nuestras demandas (demandas que, en última instancia, claramente les benefician).

Cuestionemos críticamente y, en caso necesario, opongámonos a los procesos y directrices y procedimientos de gobernanza de la ONU (aparte del voto país por país de la Asamblea General) proponiendo otros procesos más democráticos.

Aboguemos por un cambio de procedimiento que se aparte de la aprobación de resoluciones por consenso, es decir, permitiendo la votación de los Estados Miembros, eventualmente generando informes minoritarios en los diversos espacios de gobernanza de la ONU.

Quiero aun añadir a esto:

  • Impugnemos el lenguaje engañoso que se utiliza en estos foros: no más stakeholders, no más partenariados vagamente definidos (entre partes desiguales), no más actores no estatales (non-state actors), no más comunidad internacional, no más responsabilidad compartida...

  • Tengamos cuidado de no transigir cuando, tan a menudo —en lo que es una burla— buscando ‘decisiones democráticas’, se nos piden comentarios sobre borradores ‘cero’ o mas avanzados de documentos de la ONU en cuya redacción no hemos participado.

Conectar e intercambiar análisis y tácticas con otros grupos y plataformas de la sociedad civil es indispensable para ampliar la movilización de la sociedad civil en todo el mundo, desde el ámbito local al mundial. Cuanto más amplia sea la base de activistas organizados a la que lleguemos para ejercer este poder, más sostenible será el resultado.

Contacto con partidos políticos no deberá estar fuera de nuestra consideración. (Esto es parte de lo que debería ser la convergencia). Una advertencia en este sentido es que hay que tener cuidado con las ONG vinculadas a empresas que fingen estar de nuestro lado, pero ocultan quiénes son sus patrocinadores financieros.

Nuestra capacidad de comunicación tiene que multiplicarse significativamente y ser más punzante. Dado que los medios de comunicación tradicionales están controlados por las fuerzas del status-quo, los medios sociales son nuestra mejor opción.

Como se ve, hay que aunar muchas pequeñas luchas. Entre otras, esto significa comprometerse con académicos, sindicatos y organizaciones de jóvenes y mujeres —emulando al movimiento climático y su denuncia efectiva—, por ejemplo, el movimiento Fridays For Future y las denuncias Blah! ¡Blah! Blah! De Greta Thunberg.

Por ultimo, ampliemos nuestras alianzas y nuestro compromiso con los diferentes rapporteurs especiales de la ONU (incluidos los relatores especiales) y con el South Center de Ginebra.

En resumen

¿Podemos trabajar para construir una gobernanza popular basada en el multilateralismo y los derechos humanos? Para ello, la respuesta puede ser o no una nueva forma más radical de compromiso. Debemos permanecer en lugares estratégicos para convertirnos en perros guardianes mordaces y seguir exigiendo las condiciones que queremos que se establezcan. En ese sentido, se trata más que de resistir, pero de avanzar.

Agradezco las generosas aportaciones del Mecanismo para la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas (CSIPM) del Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO y de Nora Mckeon, Sofia Monsalve, Raffaele Morgantini, Patti Rundall y Ted Greiner.

Y en un tono más jocoso

En un café de Madrid escuché esta conversación, que mostraba un gran pesimismo, pero ningún dramatismo: Uno de los contertulios le decía a otro:

–A mi, lo que más me gusta es perder a las barajas.
–¿Pero es que no te gusta ganar? –¡Coño! ¿se puede?