Las relaciones internacionales, a los tres meses de regresar Trump, no han dejado indiferente a ningún país, más por necesidad que por voluntad de los involucrados. Los asuntos mundiales al asumir, mostraban un letargo comprobable sin su dinámica acostumbrada, por sobre las posiciones contrapuestas que siempre serán inevitables. Era notorio entre las potencias mayores, dirigidas desde hace años por los mismos líderes que se conocen perfectamente, por lo que podían anticipar entre sí, casi sin equivocaciones, la postura del otro, así como sus argumentos y objetivos fundamentales. Presentaban un virtual estancamiento, basado sobre todo en que primaban los desacuerdos en los temas más trascendentes, que se traducían en desencuentros y en la prolongación de conflictos no resueltos.

Una situación evidenciada en la falta de contactos y acusaciones mutuas, demostradas en el campo bilateral, y reflejada claramente en las Naciones Unidas, en especial en un Consejo de Seguridad incapaz de decidir los temas más sensibles. Todo ello facilitaba que cada cual, aprovechando esta realidad en mayor o menor medida, pudiera vulnerar las normas internacionales y la Carta de Naciones Unidas casi a voluntad. Sólo los condenaban algunas resoluciones en la Asamblea General como meras recomendaciones, y sin poder adoptar ninguna trascendente y obligatoria en el Consejo. Los “vetos” para los asuntos de paz o guerra proliferaban, sobre todo de Rusia y Estados Unidos sin siquiera explicitarlos en la sala, pues en las reuniones previas internas y reservadas de sus miembros, donde verdaderamente se discuten y acuerdan las decisiones finales, eran anticipados haciendo innecesaria las reuniones. En las reuniones formales, si se efectuaban, cada cual jugaba el papel predeterminado para un resultado predecible, frente a los demás y el resto de los países.

En el último período de sesiones de la Asamblea General, no fueron pocos los Estados que propiciaron un cambio drástico a la Carta, con variadas propuestas de un Consejo de Seguridad reformado, ante una sensación de evidente fracaso, y para algunos de crisis, a pesar de los llamamientos insistentes por amplias mayorías y, las casi intrascendentes y reiteradas advertencias del Secretario General, no escuchadas.

Con un Trump reelegido para un nuevo mandato, todo anticipaba que sería muy similar a su período anterior, y que se incorporaría a los consabidos líderes existentes de larga duración, aunque sólo por cuatro años sin reelección. No ha sido así. Ni el mundo sigue siendo el mismo, ni tampoco Trump. Hay cambios sustantivos que muy pocos anticiparon, sin faltar muchos más que le vaticinaban una derrota frente a Kamala Harris y claramente apostaron por ella, así como una nueva y disruptiva polémica de Trump por los resultados, si no ganaba. También creían que en caso de triunfar, sería de manera precaria y estrecha, lo que quedaría reflejado en un parlamento que lo contendría. Nada de ello sucedió y su victoria fue aplastante, controlando las instituciones esenciales y el Partido Republicano. Por lo cual, ha salido robustecido y reforzado, y está dispuesto a utilizarlo, como lo viene demostrando desde el 20 de enero.

Con un orden internacional trastocado y donde potencias como Rusia y China, así como otras emergentes, usufructuaban de la situación, donde la incidencia norteamericana estaba bastante menguada y era minoritaria, demostrando más debilidad que fortaleza sin logros destacables, con guerras perdidas (Afganistán), o eternizadas (Ucrania y Gaza), que caracterizaron la administración de Biden. Todo ello motivó un decisivo apoyo incontrarrestable a Trump. Tan significativo que lo ha usado para ejercer todo el poder norteamericano, con determinación y decisión demostrada en las numerosas órdenes ejecutivas dictadas desde que asumió, utilizando las competencias que posee. Han sido sumamente drásticas y en buena medida, anunciadas en su campaña en campos como: los aranceles, la migración, la deportación de ilegales, el combate al narcotráfico, la criminalidad, y muchos más.

Con el resto del mundo, ha decidido presionar en todas las materias en que considera que Estados Unidos presenta una situación desmedrada o no equivalente, ni es respetado como asegura debiera serlo, o gasta enormes recursos sin beneficios comprobables. Ha decidido equilibrar las balanzas comerciales; la disminución de los gastos excesivos y las contribuciones a Organismos Especializados, o las ONG; terminar con aquellos dineros malgastados como contribuyente principal que no prevalece y sólo recibe críticas; una férrea oposición a las políticas progresistas que considera inútiles; y tantas más, que los medios de comunicación han difundido ampliamente, con la inmediata oposición de muchos afectados. En definitiva, cambios profundos que han impactado a todos.

Mediante una acumulación de factores utilizables y aplicando todo el poder de que dispone, ha puesto en práctica una política estrictamente realista, fría y objetiva, donde busca el predominio norteamericano y la recuperación del respeto a Estados Unidos, sin olvidar el engrandecimiento personal. Igualmente, busca disminuir notoriamente el enorme déficit norteamericano con recortes sustantivos en gastos que considera injustificados, incluso en temas tan sensibles como la seguridad y protección de sus aliados, así como el aumento, aunque fuere forzado, de las compras norteamericanas. Para ello, lanza propuestas que parecen desorbitadas o irrealizables, como técnica negociadora inicial, para finalmente obtener objetivos de menor alcance.

Sin todavía acuerdos definitivos, su relación con México y Canadá son un ejemplo, haciéndolos ceder en los asuntos esenciales para Trump, como el control fronterizo, las oleadas migratorias tan acostumbradas en la administración de Biden, las expulsiones y deportaciones de ilegales, y sobre todo, la subida de los aranceles a los dos vecinos, los que pone en vigencia, para luego dar nuevos plazos. Todo calculado para ir obteniendo resultados, a pesar de las críticas y reclamaciones. Sin duda ha obtenido buena parte de lo buscado y el asentimiento para negociar más temas. Coinciden ambos vecinos en el fortalecimiento fronterizo con militares mexicanos en su caso, control migratorio, contención de las drogas más perjudiciales (fentanilo), y tal vez otras mantenidas en reserva.

Panamá, luego de reaccionar airadamente, finalmente las empresas controladoras chinas del canal serán sustituidas por norteamericanas, y no hay otras reclamaciones por ahora. En Centroamérica, el viaje del Secretario de Estado parece haberles aquietado y conformado, pues no hay problemas difundidos. Y así, ha obtenido otros asuntos a su favor, con nuevas sanciones petroleras a Venezuela, y seguramente, con más asuntos en curso que no se han dado a conocer, por sobre las críticas de sectores políticos, que no toma en cuenta.

Respecto de Ucrania, luego de no entenderse violentamente, Zerlesnky finalmente está dispuesto a aceptarlo todo, como bien se conoce, auxiliado preferentemente por Europa, y disminuyendo la tan fundamental ayuda norteamericana y su aspiración a la OTAN. La Unión Europea, asimismo, luego de mucha desorientación inicial, ha decidido aumentar sus compras a Estados Unidos hasta equilibrar el comercio, así como expandir como nunca antes, su presupuesto en defensa y seguridad. Aumentó su contribución a Israel, propone la salida de Hamás de Gaza y transformarla en balneario. Parece descabellado, pero lo usa para forzar sus metas. Palestina, lamentablemente, no figura como un tema prioritario, aunque hay tratativas en curso con algunos países árabes.

Son algunos de los logros internacionales que, observados objetivamente y sin otras consideraciones, ha podido presionar para imponerlos. Posiblemente habrá otros más y no sería serio especularlos por ahora. Queda por definir, ni más ni menos que, su relación con Rusia y con China, que son esenciales. Sólo hay algunas señales, pero faltan las definiciones.

Hay una nueva realidad impulsada por Trump, no exenta de grandes riesgos. Por lo que sería imprudente procurar vaticinarlos sin observar objetivamente lo obtenido, así como los resultados definitivos o todavía pendientes.