El Ecuador votó por sí mismo.

(Rafael Correa)

Exijo lealtad absoluta porque yo no soy yo, ¡yo soy un pueblo, carajo!

(Hugo Chávez)

El término populismo es de naturaleza compleja y resulta difícil definirlo de manera unívoca. A pesar de ello, podemos identificar un núcleo analítico común que permite comprender el fenómeno y sus diversas manifestaciones.

El debate en torno a los conceptos de "pueblo" y "populismo" revela una marcada ambigüedad en su significado, ya que ambos términos oscilan entre polos opuestos: totalidad y fragmentación, actividad y pasividad, amenaza y promesa. Estas nociones han sido empleadas tanto en discursos emancipatorios como en narrativas racistas, xenófobas y autoritarias.

La construcción del "pueblo" se articula en contraste con otros, destacando elementos como la raza, el origen étnico, la religión, la historia y la cultura. Así, su identidad se define en parte por oposición. Benjamín Arditi (2015) sostiene que "el pueblo" es la identidad adoptada por los marginados que, en los relatos de la modernidad, se convierten en sujetos emancipatorios. Sin embargo, esta designación también ha sido utilizada para legitimar narrativas de exclusión y opresión. Por un lado, representa una reivindicación de la autodeterminación; por otro, puede ser un instrumento para la construcción de identidades excluyentes.

El "pueblo" se configura a partir de narrativas que idealizan un pasado idílico, concebido como un estado natural de libertad que se perdió con la imposición de sistemas culturales y económicos foráneos. Carlos de la Torre (2015) señala que la historia cristiana del paraíso perdido sirve como metáfora para comprender la idea de una esencia primigenia que el "libertador" busca restaurar en el pueblo.

Desde una perspectiva política, la concepción del "pueblo" tiene dos dimensiones interconectadas: por un lado, como el conjunto de individuos que participan en la vida política cotidiana; por otro, como la base de legitimidad de las instituciones democráticas. Margaret Canovan (1999, citada por De la Torre y Arnson, 2013) plantea que esta dualidad es el motor de la política democrática, donde la participación individual y la colectividad se entrelazan en la construcción y validación del poder.

Populismo: concepto y características

El populismo es un término polisémico cuya definición varía según el enfoque teórico y el contexto histórico-político en el que se analice. Puede entenderse como un estilo de liderazgo, una estrategia de movilización popular o un discurso político que articula la división entre "el pueblo" y "la oligarquía". Se caracteriza por la exaltación de un líder carismático que establece una relación directa con las masas, en detrimento de las mediaciones institucionales tradicionales.

Kurt Weyland (2004) sostiene que el populismo es una estrategia en la que un líder personalista busca ejercer el poder con apoyo directo, sin estructuras intermedias. Esta relación directa puede debilitar o incluso sustituir el rol de las instituciones, promoviendo manifestaciones masivas, plebiscitos o consultas directas en lugar de procesos electorales convencionales.

Por otra parte, Francisco Panizza (2010) enfatiza que el populismo no se reduce a la relación líder-pueblo, sino que busca incorporar a sectores históricamente marginados. En este marco, se presenta como una intervención política que pretende reparar las fallas de la representación, articulando identidades populares y promoviendo políticas redistributivas para corregir desigualdades socioeconómicas.

Populismo y democracia: Tensiones y complementariedades

La relación entre populismo y democracia es compleja y está sujeta a tensiones constantes. La democracia representativa enfrenta un déficit de legitimidad evidenciado en la desconexión entre las instituciones y la ciudadanía. Canovan (1999) distingue dos dimensiones de la democracia: una pragmática, que gestiona conflictos y limita el poder, y otra redentora, que reivindica el "poder al pueblo" como garantía de autodeterminación.

En este contexto, el populismo surge como una respuesta a la incapacidad del sistema institucional para articular demandas sociales. La movilización de masas se presenta como un intento de suplir los vacíos de representación y establecer una conexión directa entre el poder y la ciudadanía. No obstante, este modelo puede debilitar las estructuras democráticas y fomentar la polarización extrema.

Gino Germani (1969) advierte que, aunque el populismo incorpora a sectores tradicionalmente excluidos, su énfasis en la movilización de masas puede derivar en prácticas autoritarias que desinstitucionalizan la política. Así, mientras algunos estudiosos ven en el populismo una oportunidad para ampliar la participación democrática, otros lo consideran una amenaza para la estabilidad del sistema político.

La contribución de Ernesto Laclau: hegemonía y significantes vacíos

Ernesto Laclau aporta una perspectiva innovadora sobre el populismo. En su obra, sostiene que la política se basa en la articulación de identidades mediante "significantes vacíos" y cadenas de equivalencia. Estos significantes carecen de un contenido predefinido y pueden ser investidos de significado en función de procesos hegemónicos.

Para Laclau (1998, 2009), la construcción de la subjetividad popular radica en la articulación de demandas insatisfechas en torno a un significante vacío que simboliza la ausencia de un orden social preestablecido. Este proceso permite la formación de un sujeto popular que, al identificar una carencia compartida, se opone a las élites.

La política hegemónica no solo articula demandas, sino que transforma particularidades en un significado universal que legitima una visión del orden social. El "significante vacío" se convierte en el núcleo del discurso político, unificando diferentes demandas en una reivindicación común de justicia y representación.

Populismo y democracia representativa: alternativas para el futuro

La relación entre populismo y democracia representativa ha sido objeto de intenso debate. La democracia representativa institucionaliza la participación a través de elecciones y deliberaciones, mientras que el populismo critica su déficit de legitimidad. En América Latina, este enfrentamiento es especialmente relevante, pues la región ha sido escenario de regímenes populistas que han cuestionado la eficacia de la representación política.

De la Torre y Arnson (2013) destacan que la concepción populista de la democracia enfatiza la incorporación de la "gente común" y se contrapone a la representación institucionalizada. Sin embargo, esta desconexión con las instituciones puede desestabilizar el sistema democrático, al carecer de mecanismos de rendición de cuentas.

El populismo no debe entenderse solo como una amenaza a la democracia, sino como una crítica a sus deficiencias. Se plantea la necesidad de un modelo de democracia más inclusivo, que combine la representación institucionalizada con mecanismos de participación directa. Este equilibrio permitiría canalizar las demandas de los sectores excluidos sin debilitar la estabilidad del sistema político.

Reflexiones provisorias

La disputa por el sentido del "pueblo" y el populismo es, en última instancia, una disputa sobre la naturaleza y los límites de la democracia. El populismo, lejos de ser solo una forma de autoritarismo, responde a las deficiencias de un sistema representativo que no siempre ha logrado incluir a toda la ciudadanía.

Es posible vislumbrar dos caminos: uno en el que el populismo desinstitucionaliza la política, y otro en el que sus demandas son canalizadas mediante una reforma del sistema representativo. Esta última opción implica reconocer que la legitimidad democrática no puede depender exclusivamente de los procedimientos electorales, sino que debe fundamentarse en una participación ciudadana activa y en instituciones que respondan a las demandas sociales.

El desafío para las democracias contemporáneas es convertir el déficit de legitimidad en una oportunidad para innovar y ampliar los canales de participación. La clave radica en integrar la movilización popular en un marco institucional sólido, capaz de garantizar tanto la pluralidad de voces como la estabilidad del sistema político.

Bibliografía consultada

Arditti, Benjamín (2015); “The people as representation and event”, en Carlos de la Torre ed., The Promises and Perils of Populism, Lexington: University of Kentucky Press.
De la Torre, Carlos y Arnson, Cindy eds. (2013), “Latin American Populism of the Twent First Century”. Baltimore and Washington: the Johns Hopkins University Press and the Woodrow Wilson Center Press.
De la Torre, Carlos (2013). “The People, Populism, and The Leader’s Semi-Embodied Power” Rúbrica Contemporánea, Vol 2 (39).
Germani, Gino (1969). "La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo", en Política y Sociedad en una Época de Transición, Paidós, Buenos Aires.
Laclau, Ernesto (1993); Poder y Representación, Artículo publicado originalmente en Politics, Theory and Contemporary Culture, editado por Mark Poster, Nueva York, Columbia University Press. Tradujo Leandro Wolfson.
Laclau, Ernesto (1996); “Emancipación y diferencia”, Buenos Aires, Ariel.
Laclau, Ernesto (1998); “Deconstrucción, Pragmatismo y Hegemonía”, en Deconstrucción y Pragamatismo, Chantal Mouffe (comp.), Buenos Aires, Paidos.
Laclau, Ernesto (2005), “La Razón Populista”, FCE, Buenos Aires.
Laclau, Ernesto (2009) “Populismo: ¿Qué nos dice el nombre?” En El Populismo como espejo de la democracia, editado por Francisco Panizza, Kurt Weyland, “Clarifying a Contested Concept.”
ComparativePolitics34 (1): 1–22, versión en español.
Panizza, Francisco (2009); “El populismo como espejo de la democracia”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009, 431 páginas.
Weyland, Kurt (2004); “Releer los populismos”. Centro Andino de Acción Popular –CAAP. Quito.