De niños, al despertar cada 6 de enero , mis hermanos y yo, encontrábamos junto al portalito de Belén, una manzana roja con un cinco o una peseta al lado, envueltos en papel de regalo. Mi Mamá, una típica costarricense, celebraba en Costa Rica, el Día de Reyes. Para nosotros, era algo muy curioso, ya que muy pocos vecinos o amigos de la escuela lo celebraban junto a sus familias.
Se podría sospechar, que el hecho de que Mamá estaba casada con un español de origen pudo haber influido en el asunto, sin embargo; les aseguro que mi Papá, no tenía “vela en este entierro”. Mi Padre, ni lo celebraba, ni se percataba del hecho, muchas veces. Era un asunto de mi abuelita María de Cartago, la Mamá de mi Mamá, aunque típicas Ticas, profundamente hispanistas. Cultura, que ha aceptado como nadie, este festejo.
El Día de Reyes, es una fiesta religiosa que celebra la Epifanía. En la Fe Cristiana, se tienen varios significados para este hecho, pero todos; relacionados con “la revelación divina” y la llegada de Jesús a nuestro mundo. Significativo es, que los segundos en darle la bienvenida a Jesús sean reyes, magos y de lejanas tierras de Oriente, lo que evidencia, que provienen de una cultura distinta. En síntesis, los segundos conversos cristianos de la historia.
En la Antigua Grecia, una epifanía era tener un encuentro con algún Dios. Era común, en batallas o momentos sublimes de reyes, héroes o semidioses, inclusive. Y para muchas culturas antiguas, también era posible que personas comunes, se convirtieran en épicos o ejemplares líderes, luego de su experiencia. Justo en ese momento difícil o de crisis, cuando parece que la fe se ha perdido y nos urge su recuperación, es que se produce la epifanía griega.
Epifanio de Salamina el Chipriota, obispo bizantino de origen judío que vivió entre los años 310/320 y 403 d.C., le dio un sentido cristiano al antiguo concepto pagano de la epifanía griega. En vida explicó, que el niño Jesús demuestra ser la verdadera luz y que debemos celebrar su nacimiento. Por esa razón, desde finales del siglo IV la Iglesia, comenzó a festejar el 6 de enero como la Epifanía de Nuestro Señor y suele observarse el domingo entre el 2 y el 8 de enero. Y, en consecuencia, en muchos países se puede llegar a celebrar cualquiera de los primeros días de enero de cada año.
Nuestra experiencia cristiana, cuenta la historia de tres reyes magos llegados de lejos, que presentan su respeto, al niño recién nacido. Reyes que traen regalos de lujo: oro, incienso y mirra, según la propia Biblia. El oro, un metal precioso digno de nobles linajes, el incienso, un símbolo de divinidad y el compromiso pastoral de guiar y proteger al gran rebaño del mundo y finalmente, la mirra, que simboliza el presagio de la superación de la muerte y la vida eterna que experimentará Jesús. Vida y resurrección de Cristo. El hombre Hijo del Hombre.
Los tres llegan a un pobre pesebre de Belén. El Salvador del Universo, nace en la humildad más extrema posible e imaginable para ese lugar y época y, sin embargo; se hincan frente a él, tres reyes o grandes líderes de otras naciones o culturas, que han viajado enormes distancias para tal efecto.
¿Qué significa eso realmente?
El Salvador, no lo es de un pueblo en concreto, ni es una salvación egoísta de una cultura específica o local. Es el restaurador del Mundo entero. Solamente debemos reconocerlo como tal, como lo hicieron ellos con el acto instantáneo de su conversión que experimentaron. En sí, una imagen poderosa.
Los visitantes, más que grandes magos, son sabios, sacerdotes eruditos o científicos astrónomos. Ellos, supieron leer en el cielo y en los astros, el mensaje divino de la anunciación. La auténtica Profecía. Supieron reconocer la Verdad. La Verdad que siempre ha estado delante de nosotros también.
¿Por qué razón, deberíamos de comportarnos de manera distinta?
Inclusive y previamente a los Tres Reyes Magos, el niñito Jesús, ha sido adorado por sensillos pastores. Ellos, son parte de lo simple y común, que ha sido su nacimiento en el marco terrenal. A diferencia de la majestuosidad de la visita real de los tres extranjeros, los pastores son labradores pertenecientes al pueblo local. Si ellos, con sus limitados conocimientos y educación, a diferencia de los Tres Reyes Magos, comprendieron la llegada del Hijo de Dios, ¿por qué razón a nosotros nos cuesta tanto reconocer la Verdad?
A Jesús, también lo han acompañado en su alumbramiento, algunos animales. Curiosa señal, que sugiere otras interpretaciones. San Francisco de Asís, fue el primero en simular un portal de Belén en Greccio, Italia en 1223 y desde el principio, incluyó a las criaturas de Dios, como las definía él. Nuestros hermanos menores, a quién debemos proteger.
En su conjunto, el portal de Belén, pasito navideño, pesebre napolitano, nacimiento del niño, natividad, retablo de Ayacucho, o se le llame como se le llame, sigue siendo una costumbre italiana, que la tradición católica aceptó con sus distintas versiones, de país en país. Y sin embargo, nadie la incorporó tan profundamente arraigado, como la Hispanidad.
En el mosaico del siglo VI de San Apolinar el Nuevo de Rávena, Italia, aparecen los nombres de los Reyes Magos por primera vez, como Melchor, Gaspar y Baltasar y en el siglo XV se define que representan a los tres viejos continentes, Melchor como imagen de Europa, Gaspar de Asia y Baltasar de África. Este último, representado con piel de color negro, por esa razón. Un signo de diversidad e inclusión.
La tradición ha recogido la costumbre de distintas culturas de regalar y recibir obsequios celebrando el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre o día de Navidad, o simplemente con distintas celebraciones antiguas del Solsticio de Invierno. Pero sólo los niños que se han portado bien a lo largo del año o las buenas personas en general, los recibirán dulces, agradables, bonitos o divertidos como juguetes. Los que se han portado mal, recibirán regalos desagradables como un trozo de carbón o simplemente, no los recibirán del todo.
Si estás confiado en haber sido muy bueno durante todo el año, podrás animarte a confeccionar “la carta al niño Dios”, a San Nicolás, a Santa Claus o ¿por qué no? hacer “la carta a los Reyes Magos”. En todos los casos, siempre se incluye una lista de deseos que pensamos o sentimos, nos llenarán de satisfacción.
Pero tranquilos debemos estar. El mercantilismo y consumismo extremo en que vivimos no perderá la oportunidad de intentar complacernos. Lo sorprendente de toda esta historia, es reconocer también que el capitalismo salvaje global, no le haya puesto “el ojo” al Día de Reyes y no se lo haya apropiado como una oportunidad más de engrosar sus ventas, sumándolo a la Navidad y a otras generosas festividades del año.
Una posible explicación, puede encontrarse en que la avaricia de algunas culturas globales, es superada con creces por la consciente indiferencia que ejercen hacia la Hispanidad y la consecuente negación de lo hispano. Disfrutemos a nuestra manera el Día de Reyes, en familia y comprendiendo la profunda espiritualidad, antesala de su misticismo.