La primera vez que supe de “La Matrix” fue cuando vi la película de las hermanas Wachowski (1999). Como aficionada a la ciencia ficción la vi cuando se estrenó y la repetí varias veces porque no entendí muchos de los mensajes que contenía en el lenguaje visual, verbal, gestual y por supuesto en su exquisito guion. Igual que con otras películas de este género, hay que verlas varias veces para comprender los significados ‘ocultos’ que muestran la realidad más allá de la ficción cinematográfica.

En aquella época, finales del siglo XX, apenas si comprendía que era The Matrix, puesto que estaba totalmente inmersa en ella. Es decir, en el sueño del sistema con el arquetipo de vida que nos dicta como el modelo a seguir. Ahora, veinticinco años después, pasadas dos décadas vividas en el Siglo XXI y con algo más de consciencia, esa película sigue siendo una maravillosa representación de la Matrix como la simulación de una realidad que creemos vivir.

La Matrix puede definirse como un holograma que representa la realidad a la que estamos conectados mediante programas que determinan la mayoría -por no decir todas- las acciones, pensamientos y decisiones que tomamos en la cotidianidad para encajar en el mundo. La Matrix es la proyección, red o entorno al que estamos conectados a través de los programas mentales y las creencias que se basan en las enseñanzas sobre lo que es la vida que encaja en la normalidad creada por el sistema o entorno en el que hemos nacido, crecido y sido educados. Esa realidad conforma la Matrix existencial o civilizatoria que creemos que es la existencia.

Es similar al show de Truman, otra fantástica película que ilustra la realidad que creemos vivir, pero que no es más que un guion en que el actor principal no es el protagonista en la creación de su vida. Truman es el personaje principal que repite las mismas secuencias cotidianas, como las que vivimos cada día desde que suena el despertador, nos levantamos y repetimos rutinas que -con algunas variaciones-, son las mismas días tras día: el café o te mañaneros, los desplazamientos, saludos a los vecinos y compañeros de oficina, el trabajo, reuniones, la atención a las pantallas de ordenador, celular y televisión, eventuales reuniones ... y así hasta llegar a la noche para descansar y al día siguiente volver a empezar, otro día más.

Truman vive una secuencia de sucesos que conforman el guion de su vida, hasta que el protagonista -igual que Neo en la Matrix- se da cuenta que no es el autor o guionista de la realidad que está viviendo. Ambos personajes despiertan cuando se revela la incómoda verdad de que estaban dormidos, sin tener la consciencia que permite escribir el libreto de su existencia. Descubrir esa capacidad que tenemos significa travesar un mar casi infinito de dudas, pasar tormentas y ver realidades o situaciones que duelen porque implica vernos en profundidad, hacia dentro de nosotros y hacia fuera de la sociedad que habitamos.

Duele porque significa quitarnos las capas que creemos nos definen, como las cebollas que se pelan, para llegar al corazón en donde está la información más allá de la aparente razón, para darnos cuenta de quienes somos en realidad. De esta manera podremos descubrir el propósito de vida, a qué hemos venido a esta tierra y cuál es el sentido de lo que estamos haciendo y lo que queremos o deseamos construir como nuestra realidad.

Truman, igual que Neo el protagonista de Matrix, repetían escenas cotidianas alejadas de la consciencia de su existencia. Poco a poco, con incredulidad y algunas resistencias, empiezan a salir de su aparente zona de confort para observar las señales que activan la consciencia de que son ellos quienes escriben su realidad. Esto es salir de la Matrix que te duerme y anestesia en un falso sueño que garantiza la repetición, sin cuestionar los programas que sostienen a un sistema que se alimenta del humano ajeno a sus posibilidades reales de ser en consciencia.

La Matrix se asocia al sistema que nos marca unas normas incuestionables que determinan, o intenta determinar, cuál es el destino y el sentido de la vida de cada ser humano sin considerar su existencia, diferencia o vocación. Durante siglos hemos seguido una ruta que parecía segura porque era la trazada por modelos acordes con el sistema que dicta lo que debemos hacer y ser, empezando por estudiar, trabajar y generar recursos para abastecernos cumpliendo las metas y objetivos que hemos creído deben ser la realidad ideal construida desde afuera, sin tener en cuenta la esencia de nuestro sentido de vivir.

De ahí las muchas incoherencias o inconsistencias existenciales que se evidencian en las ganas de jubilarse para poder ser o hacer lo que nos gusta, o la frustración de haber entrado en la rueda del sistema como una pieza más cuya esencia se pierde como un engranaje más en la maquinaria de una vida insustancial basada en lo meramente material.

Nuevamente el cine plasmó esa distorsión de la humanidad en películas como “Tiempos Modernos”, en donde el gran Charles Chaplin se pierde dando vueltas en la rueda de la producción, o en The Wall de Pink Floyd cuando los niños pierden su identidad para convertirse en un ladrillo más de la pared o el muro que nos separa de nuestra esencia de ser.

Sin embargo, un día se puede detener la rueda del sin sentido existencial, por voluntad propia o porque la vida misma se encarga de darnos parones o patadas que nos sacan de la línea de producción o del carril de la alta velocidad que nos conduce a no sabemos dónde. Cuando nos “estrellamos” nos damos cuenta de la esencia del ser para darnos cuenta de que tenemos otras posibilidades existenciales. Literal a veces tenemos que ver las estrellas para sentir la luz que llevamos dentro.

Entonces lo que antes se atribuía a la fantasía o ciencia ficción, en la actualidad podemos darle explicación con las nuevas ciencias que exploran la capacidad del ser humano para crear realidad, aunque para ello es clave liberarnos de la cárcel mental que nos atrapa en la Matrix. Es el momento de resetear la mente para borrar los programas automáticos que limitan la capacidad humana para ser creadores de realidades, así podremos recuperar la consciencia de que, porque somos mucho más que materia o un tejido de pensamientos que nos atrapa en una maraña de ilusiones que muchas veces van nos llevan a vivir sin sentido o incluso en contravía del latir del corazón.

Para ello es esencial conectar con el corazón, que es mucho más que ese órgano cuya energía eléctrica se mide con electrocardiogramas, siendo la válvula que impulsa la vida y desde donde se expande el campo electromagnético del ser humano. Allí se aloja el átomo simiente, la semilla de energía, que desde una perspectiva metafísica es la conexión con nuestra esencia de vida y que bajo el enfoque cuántico y neurocientífico entre en consciencia cuando hay coherencia cardíaca que es la armonía entre el cerebro y el corazón, entre los pensamientos y la vibración.

En el corazón se alberga la información esencial del ser y su sentido de la existencia. Por eso cuando intuimos, tenemos presentimientos inexplicables a la razón, podemos decir que ‘corazonamos’ pues simple y sencillamente es el dictado del corazón con su latido lento, acelerado o inquieto, según el ritmo vital que nos sintoniza con la melodía de cada sensación o situación vivida. No obstante, pocas veces lo escuchamos, precisamente porque estamos conectados a programas mentales y creencias que nos alejan de nuestra esencia.

Aunque parezca complejo, es muy fácil volver a la esencia. Solo necesitamos respirar en consciencia para silenciar el ruido mental y así conectar con cada momento que forma el instante existencial en el que el corazón nos guía para vivir. Eso es tener consciencia de la Presencia que se logra escuchando el corazón en donde está la esencia del ser y porque es el órgano de la verdad, como lo decían los antiguos egipcios. De ahí que en esa válvula palpitante que permite la vida humana, tenemos la información de lo que somos en realidad.

El corazón nos guía en los sueños y por eso Neo en la Matrix es guiado por Morfeo, el dios del mundo onírico o de los sueños según la mitología griega, quien le pregunta cuál píldora podía elegir para decidir la vida que quiere vivir. La azul para seguir durmiendo el sueño profundo de la aparente comodidad de la vida ‘normal’ o la roja de la incómoda verdad que lo llevaría a explorar su potencial, aunque ello implique confrontar la realidad y la lucha que significa salir del sistema. En el caso de Truman, su despertar se inicia cuando se enamora porque el amor conduce a la búsqueda de la verdad.

El amor y la luz en el ser humano es la divinidad que nos habita en el corazón, desde donde conectamos con la mente cuando la silenciamos para sentir la esencia del ser creador que puede manifestar la realidad. Esa conexión es la que nos permite despertar para salir de la Matrix y así construir con el pensamiento una realidad alineada con el sentir del corazón. Así nos daremos cuenta que somos ilimitados, como Truman en su show, podremos tomar el barco para navegar en las emociones, atravesar las tormentas para encontrar la salida al laberinto de una vida repetitiva y sin sentido. Entonces encontraremos la puerta de salida, siempre que naveguemos en nuestro interior, donde están las respuestas a las preguntas que nos limitan desde la razón sin corazón.

Como Neo podemos re-descubrir las capacidades olvidadas del ser humano inmerso en la Matrix de la productividad material que nos enajena de la posibilidad de desarrollar el 90% del cerebro. Aunque suene extraño e incluso parezca ficción, tenemos talentos como la telepatía, visión remota, precognición, poder mental y un montón de dones que fueron negados por la Matrix basada en una ciencia materialista y un relato oficial que dictaba lo que era la realidad.

Cuando conocemos nuestras capacidades empezamos a salir de la Matrix, quizás por eso hay un fuerte llamado a explorar las plantas sagradas o los métodos que expanden los estados de consciencia y la multidimensionalidad del ser humano.Sin embargo, para conectar con la esencia de nuestro ser basta con ponernos la mano en el pecho, respirar pausada y profundamente para calmar el pensamiento mientras el oxígeno que entra al cuerpo nos ayuda a sentirnos, calmarnos y amarnos.

Es el momento propicio para conocer las infinitas posibilidades que tenemos de salir de la Matrix. Para empezar, dejando de creer en la vida trazada por otros como un reflejo inalcanzable de progreso, para darnos cuenta que lo creado por otros solo les beneficia a unos pocos. Igual que Neo o Truman tendremos que luchar con la fuerza del corazón para recuperar el sentido de la vida humana trascendiendo el sistema que enajena de las posibilidades de disfrutar de esta tierra, rica y libre más allá de la Matrix.

Cuando soltamos el hilo que teje la red de la Matrix, dejando de dar el poder a otros para asumirlo nosotros, podemos despertar para abrirnos a las posibilidades de ser creadores de realidades alejadas de programas obsoletos que nos encarcelaban en la falsa prisión de una ilusión sobre lo que es la vida que había que postergar.

Simbólicamente estar dormido es postergar la realización del ser o la búsqueda de la felicidad, omitiendo las pulsaciones del corazón que llaman a buscar el sentido de la vida. Despertar significa cuestionar la realidad que confronta a la Matrix e implica una lucha interna para vencer las creencias que sustentan el sistema y que nos llevan a conocer nuestra verdadera esencia. Esa es la mejor recompensa.

En el corazón tenemos la información del ser, de la esencia divina que, aunque es una palabra asociada a divinidades externas y ajenas a nosotros mismos, desde la visión metafísica cuántica nos llama a ver la luz en nosotros. Esa que no se alcanza poniendo la energía afuera, sino encontrándola o reconociéndola adentro del ser para iluminarnos como un acto real y posible. Todo esto está lejos de ser ciencia ficción, porque es una realidad que ya está aquí y apenas estamos viviendo el inicio en este cambio de era en la que seremos los protagonistas de nuestras vidas, para vivir como merecemos, sin limitaciones y llenos de la riqueza que nos corresponde a todos los seres humanos en este abundante planeta tierra.