¿Por qué a algunas personas se les dificulta terminar relaciones más que a otras? ¿Qué dificultades pueden aparecer a la hora de cerrar un proceso o finalizar algo? ¿Es realmente tan sencillo soltar o terminar? Desde hace unas semanas tengo la intención de escribir en torno a los finales y, aprovechando las oportunidades que un nuevo año nos puede entregar, me atrevo a afirmar que, al iniciar un año nuevo, es necesario saber finalizar tanto -o más- que iniciar algo. Tomaré como punto de partida un filósofo a quien en definitiva no envidiaría, pero a quien admiro por su manera de escribir frases hirientes: hablo de Schopenhauer. Los invito a preparar algo de tomar, ponerse cómodos y acompañarme en un viaje cercano a las entrañas del pesimismo filosófico.
¿Qué tan felices podemos llegar a ser?
En su libro Homo Deus, Yuval Noah Harari menciona que en la carrera por la evolución en la época de la digitalización cada vez nos acercamos a la fórmula definitiva de la felicidad, una que podemos fabricar con los recursos y conocimientos con los que disponemos en la actualidad. El inconveniente es que con la llegada de nuevos fármacos o tecnologías que nos permitan experimentar y sentir la lluvia de endorfinas necesaria para auto percibirnos felices nuevas problemáticas aparecerán a la vez que se crean nuevas necesidades que -aún en la actualidad- no existen.
Un ejemplo de esto, podría ser el boom que la IA ha traído sobre la comunidad digital. Hasta hace un par de años pensar tener un asistente que generara las respuestas necesarias para nuestras problemáticas o consultas laborales, académicas o personales era utópico, pero hoy 2025 es posible y, sin embargo, nuevas problemáticas como la confianza en estos nuevos “asistentes”. La problemática ambiental que traen consigo y las dificultades de la ética tras los productos -fiables o no- generados por una IA han generado más preguntas que respuestas.
Así, la pregunta por la felicidad como un punto de llegada sigue sin ser resuelta: ¿habrá felicidad en el horizonte de la humanidad? Para Schopenhauer y varios teóricos actuales la respuesta resumida es: No. Según nuestro autor invitado, el mundo en el que vivimos es una mera expresión de la incansable voluntad, la cual nos hace pensar y actuar siempre desde el deseo. Así, mientras los niños de 5 años desean tener un disfraz de su personaje favorito para el Halloween de este año, los adultos de 35 desean poder tener el ascenso que se han propuesto durante años y, tristemente, ambos generarán el mismo panorama: tedio después de haber alcanzado el objetivo que constituía el deseo. Entonces nuevos deseos reemplazarán a los anteriores, creando un ciclo inacabable en el que nada de lo obtenido es suficiente, y todo lo deseado se encuentra en el incierto futuro.
El dolor: un aliado necesario
En mis numerosos entrenamientos de artes marciales escuché en diversas ocasiones decir a mi maestro: “El dolor es necesario, el sufrimiento opcional”. Naturalmente es mucho más sencillo comprender la frase en la tranquilidad de la oficina o en casa leyendo este artículo, en vez de tener que comprenderla mientras te endurecen las tibias con bastones de madera. La frase remite a una máxima del budismo que afirma que el solo hecho de existir en este mundo como un ser vivo implica necesariamente estar rodeado de dolor, entendiendo también -y esto es lo más valioso de la filosofía budista en mi opinión- que es posible superar el dolor y no atascarse en él.
El dolor es precisamente una herramienta, según Schopenhauer, para despertar del absurdo de perseguir constantemente deseos que nos llevan a la fatiga de encontrarnos cada tanto sin ningún objetivo. La felicidad es, pues, un ideal inalcanzable -al menos desde la perspectiva de un objetivo al cual se debe aspirar y entender esto es el primer paso para empezar a pensar de una manera diferente la forma en cómo vivimos. Conocer la naturaleza, el origen y los límites de nuestros deseos nos permitirá entender que el dolor o las “desgracias” no son realmente tan importantes en tanto no hay una felicidad real u objetivos a los cuales se deba aspirar, más bien, debemos encontrar el modo de encontrar el significado de lo que tenemos en el momento actual, de lo que somos y lo que hemos alcanzado: “Eso llegará a proporcionarle una asombrosa serenidad ante todo lo que pueda ocurrir”.
¿Cómo decir adiós?
Para concluir, es esencial reconocer que los finales, aunque a menudo dolorosos, son una parte inevitable y necesaria de la vida. La capacidad de cerrar ciclos y dejar ir es fundamental para nuestro crecimiento personal y emocional. Schopenhauer nos recuerda que la vida está llena de deseos insatisfechos y que la búsqueda constante de la felicidad puede ser una fuente de sufrimiento. Sin embargo, al aceptar la naturaleza transitoria de nuestras experiencias y aprender a encontrar significado en el presente, podemos alcanzar una mayor serenidad.
En este sentido, decir adiós no es simplemente un acto de despedida, sino una oportunidad para reflexionar sobre lo que hemos aprendido y cómo hemos crecido. Es un momento para agradecer lo que fue y abrirnos a lo que está por venir. Al final, la habilidad de finalizar adecuadamente nos permite comenzar de nuevo con una perspectiva renovada y una mayor comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
Así que, mientras nos preparamos para un nuevo año, recordemos que cada final es también un nuevo comienzo. Al aprender a soltar, no solo cerramos capítulos, sino que también creamos espacio para nuevas oportunidades y experiencias. En palabras de Schopenhauer: “al aceptar la impermanencia de la vida, podemos encontrar una paz duradera y una verdadera apreciación por el momento presente”.