Esta colección de dibujos exhibida por el artista costarricense Roberto Murillo en el Museo Calderón Guardia de la ciudad de San José, en septiembre de 2024, deja entrever el carácter compulsivo y crítico de una práctica mediada en torno al claroscuro como espacio de la violencia. El uso de carboncillo sobre papel en formato mediano y grande, haciendo hincapié en lo sensorial a partir de manchas, trazos, texturas, junto con el tratamiento de la luz y las sombras son procedimientos que hacen de sus obras un campo de batalla donde combaten los significados del lenguaje y del singular discurso artístico de Murillo.
Campo de batalla
Lo fundamental en el caso de Murillo es que sus obras no hablan de la guerra entendida como la destrucción y la maledicencia humana contra el prójimo, a la que nos tienen acostumbrados los programas de noticias, sino de una escaramuza interior que tiene lugar en las entrañas del propio artista durante el proceso que va desde que inicia hasta que termina cada uno de sus dibujos. Esa búsqueda de contenidos capaces de generar impacto termina involucrando al observador de las obras en esa escalada de la violencia. En una nota compartida en redes sociales, Murillo sostiene que esta nueva propuesta, con sus dibujos al carboncillo y técnicas mixtas, “son una alegoría del cuerpo como el centro de la obra donde se libran batallas”.
(Trans)formación
Esta percepción hace del taller del artista un espacio donde todo —los materiales, los modelos, el talento mismo del artista— está dispuesto para potenciar el acto creativo. Allí se entrelazan la investigación, el planeamiento, las tácticas creativas y la (in)formación en una suerte de combate que terminará por definir el estilo del lenguaje en cada cuadro. En ese proceso, las visiones originarias de otros maestros de la intertextualidad y la referencialidad van a ser transformadas por las técnicas con las que experimenta Murillo para producir obras con un estilo muy propio.
En un artículo publicado en la revista española Experimenta.es en 2011, utilicé el vocablo (in)formación, con el prefijo (in) separado por paréntesis de la palabra formación, para referirme a nuestra vocación humana de estar en constante estado de aprendizaje. El propio Goethe sostiene que la (trans)formación o (in) formación constituye la eterna ocupación del “eterno entendimiento”.
El ser humano es el eterno entendimiento que se ocupa de transformar e innovar; por lo tanto, mientras existamos, nuestro entorno natural, cultural, objetual, van a cambiar en la medida que también nos adaptamos a lo provocado por esos cambios. (Quirós 2011)
No son pocos los casos de artistas que inician sus investigaciones a partir de las ideas de otros maestros, que pudieron haber realizado su obra en época y lugares completamente alejados de su contexto, y a lo largo del proceso creativo les imprimen a esas influencias su impronta, fruto de sus bagajes, saberes y experticias, para dar origen a obras con un lenguaje propio. Tal es el caso de Murillo.
Experimentar la contemporaneidad
El arte de Murillo se caracteriza por expresar el carácter fluctuante, efímero, azaroso, lujurioso, pero también edificante y (trans)formador de la experiencia humana. Tal como lo expresé en referencia otras obras suyas anteriores, expuestas en la misma sala del mismo museo, sus obras parecen conducirnos a través de un túnel o embudo en donde aparecen retratados los combates de la vida. A veces lo pulsional de las obras exacerba el deseo de los actuantes, y de pronto la acción se trueca en escaramuza existencial, una refriega similar a aquellas en las que está sumida hoy en día la humanidad.
Al comienzo de este artículo hablé de luz y sombras, y eso me lleva a pensar en Carl Jung, que pregonaba integrar la propia sombra, pues esa era la clave para poder expresar nuestra luz. Recuperar los aspectos que un día rechazamos de nosotros mismos va a permitirnos brillar. Representa el lado oscuro de nuestra personalidad, se manifiesta en nuestros miedos, frustraciones e inseguridades. (Medium 2020).
El arte contemporáneo se caracteriza por la reflexión intertextual, la referencialidad, e incluso la autorreferencialidad que permite al artista mostrar el andamiaje utilizado para expresar su propia visión entresacadas de la misma historia del arte.
Boticelli, a quien ya he mencionado en otras oportunidades en relación al trabajo de Murillo, abrió las Puertas del Infierno para incorporar a su trabajo a Dante y uno de los cantos de la Divina Comedia. La obra de Murillo me lleva a evocar la de este pintor del Quattrocento florentino, así como la de otros maestros del Barroco Romano.
Por ejemplo, el dibujo Pluricultura 2022 que integra esta muestra me trae a la memoria La decapitación de San Juan Bautista (1608), de Caravaggio, que narra la orden de Herodes de decapitar al bautista por el frívolo deseo de Salomé, a instancias de Herodías, su madre. Esta obra ha sido interpretada a lo largo de la historia en de muchas maneras distintas, pero en todas esas interpretaciones se hace referencia a la violencia. Al hablar de violencia, George Bataille sostiene que “la transgresión organizada forma con lo prohibido un conjunto que define la vida social.” (Bataille 2005)
Esa transgresión abarca el método de trabajo del artista, así como todo lo que puede ocurrir en su taller mientras trabaja. Muchas veces esa transgresión tiene que ver con romper las conductas asociadas al ritual de lo sagrado para llegar a lo que busca a través de la obra.
En el artículo que escribí para esta revista sobre la obra del connacional Jesús Mejía, dije que Caravaggio llevaba hasta lo oscuro del taller la luz solar a través de espejos, y que transportar la luz de la calle conlleva también llevar las sombras de esas mismas calles, con todas las connotaciones que conllevan.
Tiempo de reñir
Mientras abría la carpeta de fotografías que me envió Roberto, me vinieron a la memoria las obras de otros artistas, entre ellos la de Francisco de Goya Saturno devorando a su hijo, de la serie Pinturas Negras. Ese cuadro, donde se representa a Saturno en trance de comerse a un hijo, puede relacionarse con Hombre eyectado (2022), que integra esta muestra de Murillo en el Museo Calderón de San José. Freud relacionaba las pinturas negras de Goya con la melancolía y la destrucción, que el psicoanálisis veía como una figuración de la impotencia sexual.
Una conexión similar puede establecerse entre las obras de esta muestra y otras pinturas de temas bíblicos como Judit y Holofernes, del mismo Caravaggio. Pintado en 1599, en pleno Barroco, este cuadro narra la acción de colgar la cabeza del enemigo asirio en la plaza de la ciudad como trofeo de guerra. Los dibujos de Murillo también me llevaron a pensar en el libro de Daniel, más precisamente en el relato de Susana con los dos viejos corruptos, y también en los grabados de Käthe Kollwitz, donde es patente la violencia del ensañamiento nazi contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Otra forma de violencia característica de esta época es la violencia sexual, en particular la perpetrada por el hombre contra la mujer. Decapitación, castración, violación son una fatídica riña psicológica y física que se da con suma frecuencia en las calles y bajos fondos. Hace unos días escuché una noticia sobre una mujer que había sido descuartizada, y cuyas partes habían sido escondidas en un refrigerador. El macabro hecho había tenido lugar en Heredia, y pensé que el asesino probablemente habría leído Poco-loco, el relato guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, porque parecía haber hecho realidad, paso por paso, la trama de aquel cuento.
Este acto tan bestial revela que, a veces, la ficción y el arte visual se quedan cortos respecto a la realidad. ¿Hasta dónde puede llegar con la actual ola de violencia entrado ya el siglo XXI? En los actos de violencia entran en juego la prohibición y lo permitido. Cuando el objeto prohibido despierta más el deseo, ahí surge la trasgresión. En su libro Erotismo, Bataille dice que “las prohibiciones son vagamente violadas de acuerdo con una regla prevista”. Y agrega: “A primera vista, los objetos sexuales son ocasión para una continua alternancia entre repulsión y atracción; y, en consecuencia, entre la prohibición y su levantamiento”. (Bataille 2005)
Poética y teoría del arte
Hoy en día, los dibujos, los grabados, las fotografías, los vídeos son tan dignos de aprecio como las pinturas, porque todos son capaces, en igual medida, de detener el tiempo para mostrar, además del contenido y la gracia del trazo, el estilo único y singular del artista. Entonces, ¿qué podemos deducir de esta propuesta de Roberto Murillo? ¿Cómo nos afecta como público toda esa carga de fatalidad que traspasa los rostros de sus personajes? ¿Permanecemos inmunes e insensibles ante esta mirada de una realidad que a veces parece ficticia, o, por el contrario, y, aunque nos parezca inaudito, nos contagia su adicción?
¿Esfera estética o política?
Roberto Murillo sostiene que dibuja y rechaza el color. Esta es una posición estética que abraza el más fiero de los contrastes, en la que el blanco y el negro luchan sin tregua como dos aguerridos adversarios, y en la que la gama de grises pende de un hilo tan fino como lo puede ser la cordura hoy en día en medio de todas las problemáticas que aborda el arte contemporáneo. Uno siente que el color podría haber suavizado la fuerza que posee el enganche de la propuesta.
Lo dramático del tema “instiga a la discordia”, expresión utilizada por el científico social Alexander Mitscherlich en El Fetiche Urbano (1968). El blanco y negro son gestos que están en cada trazo, en cada mirada, en cada apretón de labios para contener el grito, como también lo están en cada composición de las figuras con posiciones muy de gimnasio, como de gladiadores modernos defendiendo su vida a pesar de la fatalidad que les espera: la muerte.
Es sumamente importante considerar que el dibujo, además de manifestar el horror, el drama, la disrupción de los bordes de la existencia violentada por el golpe certero en el enfrentamiento cotidiano, cumple una función predictiva, anticipatoria, de planeamiento y estrategia, de táctica para combatir. Apunta a observar qué es lo que puede suceder en el futuro al caracterizar un objeto de estudio, teniendo en consideración una vez más el pensamiento de Mitscherlich, de que lo hecho me hace, se me devuelve y afecta, como sucede con los trabajos elaborados por Murillo para su “campo de Batalla”.
Anagrama, Couplings XII, 2022, Roberto Murillo. Carboncillo sobre papel.
Referencias
Bataille, Gerges. El Erotismo. Cuarta edición 2005. Barcelona: Tusquets.
Mitscherlich, Il Feticcio Urbano. 1968. Bologna: Enaudi.
Quirós, Luis Fernando. Experimenta.es (2011).
La consciencia colectiva según la teoría de la Sombra de Carl Jung. Medium. (2020)