La llegada de la caña de azúcar -una planta de origen del sudeste asiático- a Occidente partió de su expansión en Europa con la llegada de los árabes en la Península Ibérica, luego a las Islas Canarias y, con uno de los viajes de Colon, a América. Las Antillas fueron las primeras en ser tierras labradas con azúcar, luego Costa Rica, Brasil, Perú, Bolivia y, entrados en el siglo XIX -en el año 1821-, Argentina, con mayor precisión en la provincia de Tucumán, al noroeste del país.
En ese entonces, un diputado perteneciente al Congreso Constituyente de Tucumán, el Dr. José Eusebio Colombres, introdujo la caña de azúcar a sabiendas de sus posibilidades de explotación y del tipo de suelo que había en la región: tierra de variados climas, con mayor preponderancia el clima subtropical. Cuenta, además, con un río que atraviesa toda la provincia, el Rio Salí, con muchos afluentes nacidos de la cuenca subandina del Aconquija, que corren desde oeste a este. Estas características eran las necesarias para el cultivo de la caña, con suelos adecuados y de abundante agua. Se planta en grandes surcos, cavidades en extensión, se la ubica en forma horizontal y de cada nudo nace una planta que luego será cosechada.
El ingeniero Emilio Schleh fue un gran investigador e impulsor de la industria que trabajó en el Centro Azucarero Argentino entre los años 1930 a 1958, y que dedicó su vida al estudio de la caña. En su libro Noticias Históricas Sobre el Azúcar en la Argentina (1945) expresa:
[…] las primeras referencias del cultivo de la caña y elaboración del azúcar en nuestra región del norte, corresponden al Tucumán. Fundada en 1565, la información documental indica para esa época la existencia de la caña y que se hacía algún azúcar y se vaticinaba para el futuro el desarrollo de la industria. Al mismo tiempo, llevada la caña a uno y otro punto por los conquistadores, los pequeños cultivos se difundieron en la región.
Hay también algunas crónicas de extranjeros que circularon esta región norteña por aquellos años del siglo XIX: el Capitán ingles Joseph Andrews con su Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica en los Años 1825 y 1826, editado en 1920; y un técnico también de origen inglés, Edmond Temple, quien visitó el país en 1826 y publicó el libro Córdoba, Salta y Jujuy, editado en el año 1920. Estos escritores dejaron una prospectiva de sus viajes por esta región y sus impresiones quedaron para la posteridad.
En el año 1824, se fundó el Ingenio Cruz Alt, el primer ingenio a gran escala en la provincia, seguido en 1830 por el Ingenio Mercedes en la localidad de San Isidro de Lules. Posteriormente, en 1832, al norte de Lules se inauguró el Ingenio San Pablo y en 1835, el Ingenio Concepción, siendo hasta hoy en día el más grande de Tucumán. Ya para el año 1859 había 24 ingenios en producción y en 1887 cerca de 82 fábricas, para dar una perspectiva del crecimiento de esta industria. Lo que todavía no nombramos es cómo estas últimas impactaron en la vida social y cultural de los trabajadores.
A los principios de la creación de estos ingenios, todo el territorio de la Argentina se veía inmerso en las luchas intestinas entre unitarios y federales. Con la creación de pueblos adyacentes a estas fábricas y el traslado de muchos trabadores con sus familias que se nucleaban alrededor de las plantaciones y fábricas, que con frecuencia eran invadidas por los hombres del Caudillo riojano Facundo Quiroga, un enemigo de los Colombres -familia patricia que fundó ingenios y poseía grandes tierras-. Estos conflictos se alargaron alrededor de treinta años más.
Renglones atrás mencionamos a los trabajadores rurales que pertenecían a la industria. Eran trabajadores en situación de cuasi-esclavitud, sin leyes protectoras. Las leyes estaban para retener y captar esos trabajadores. Como la ley del conchabo en 1880 que permitía a la policía a detener a aquellos vagabundos que no tenían un trabajo asalariado, oficio, profesión, renta; eran captados para la zafra. La ley del machete en 1901 que trataba de limitar la industrialización de cañas: cada cañero, mediante un sistema de cupos, debía mantener cierto número de producción, de sobrepasar aquel número debía machetear y tirar el sobrante.
Desde el comienzo de la industria, una de las características era que había muchos productores de caña que le vendían a los ingenios, como cañeros independientes. En el año 1895 azotó la primera crisis de sobre producción, para solventar aquella crisis se creó en Centro Cañero. Pero en el año 1925 otra crisis de producción problematizó la industria, para buscar alguna solución el Centro Cañero se asoció a la Federación Agraria Argentina.
Este conflicto de superproducción en 1925 se conjugó con la recuperación a de la industria remolachera en Europa que afectó notablemente a nivel mundial la producción del azúcar.
En el año 1944 se fundó la FOTIA, Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera. Esto iba de la mano con la política del ministro de trabajo de Juan D. Perón. Esta federación nucleaba a todos los sindicatos de todos los trabajadores de la industria de la provincia. Su fuerza combatividad se verá reflejada en las décadas siguientes, con mayor fuerza de choque en el año 1966, con el golpe militar de Onganía y que produjo lo que se llama el industricidio del azúcar, con el cierre de muchos ingenios y la emigración de aquellos trabajadores que quedaron en la miseria.
Hay muchos estudios acerca de la destrucción de la industria y de cómo esto influyó en la política de los años siguientes del país. Pero eso será tema para un próximo artículo.