Neruda en la memoria

(23/09/1973 – 23/09/2024)

Hermoso homenaje en los cincuenta y un años de la muerte física de Pablo Neruda, en la Casa del Escritor, la vieja morada de Simpson 7, en cuya adquisición por nuestra Sociedad de Escritores de Chile participara el propio Pablo, junto a Esther Matte Alessandri, sobrina del entonces presidente, Jorge Alessandri Rodríguez, quien puso, como simpática condición para aprobar el proyecto: “tomar el té con el Poeta de Isla Negra”, solicitud que fue amablemente concedida por el gran vate, Premio Nobel de Literatura 1971, aunque esto ocurrió diez años antes del galardón universal.

El prestigioso escritor, poeta e investigador, Jaime Quezada, desde la testera, comentó: “No sabemos qué conversaron, el poeta y el gobernante, en ese encuentro, pero Neruda expresó, con certera conclusión: -Es preciso que el poder nos escuche; hay que escuchar a los poetas...”.

Kemy Oyarzún, presidenta de la Fundación Neruda, leyó un vibrante trabajo sobre las relaciones de Pablo Neruda con la bullente España republicana de los años 30, destacando la epopeya del Winnipeg y su brillante participación en ella, a propósito de aniversario 85 de la noble empresa que trajo a Chile a 2.205 refugiados republicanos.

Jaime Quezada resaltó la presencia -más viva que nunca- del Poeta en la conciencia de Latinoamérica y en todo el orbe; el legado del recreador de la lengua castellana en el Siglo XX.

La sobrina abogada del Poeta nos puso al corriente de las últimas gestiones jurídicas en la demanda interpuesta contra el Estado chileno, por el presunto asesinato de Pablo, perpetrado -como el magnicidio de Eduardo Frei-, en la Clínica Santa María, una década más tarde, por esbirros de la dictadura.

Hablé de Neruda y su hallazgo de la riqueza lingüística de nuestra lengua en Francisco de Quevedo; asimismo, el sentido metafísico y material de la muerte.

La Casa del Escritor se llenó del pulso rumoroso del autor del Canto General, en un ambiente fraterno y entusiasta.

Sí, desde la muerte seguimos renaciendo.

(Septiembre 24)

El mensaje de los sueños

Desde antiguo, el ser humano ha procurado interpretar los sueños, buscando en ellos algo coherente con la realidad de la vigilia. Descifrar su lenguaje de imágenes y de palabras que recordamos al despertar. Extraer de su nebulosa el sentido, una respuesta a sus extraños dilemas; adivinar supuestos presagios y vaticinios.

Hay personas que afirman no soñar, o no recordar los sueños, más bien, como un recurso de evasión del subconsciente. La mayoría suele traerlos a la memoria, en medio de esa inquietud por su deconstrucción en partes inteligibles.

De partida, en los sueños aparecen vivos nuestros muertos amados: mi padre, mi madre, mis amigos Ramón y José, algunos poetas; asimismo, los antiguos espacios, nítidos, a veces reconstruidos como hubiésemos deseado que fuesen para siempre.

Anoche soñé con nuestra ferretería, ubicada en el paradero 27 de la Gran Avenida, que funcionó como fuente de trabajo e ingreso familiar entre 1955 y 1963, donde me inicié en los rigores de una extensa labor cotidiana. (Como emprendimiento comercial, fue un fracaso rotundo).

Anoche soñé con sus ámbitos. El espacio era muy amplio, limpio y luminoso. Llegaban unos desconocidos amables -cuatro o cinco varones maduros-, buscaban pintura color celeste para pintar una franja en la mitad de unos pequeños cubos negros, a manera de amuletos religiosos; ¿acaso era la devoción mariana de abuela Fresia? Preguntaban por mi padre y yo les respondía que estaba en el norte, trabajando, extranjero de mi geografía...

Bajábamos las cortinas del local y se armaba una espontánea tertulia, en donde surgían recuerdos comunes. El ambiente era grato, como todo el sueño. Yo miraba las estanterías a medio llenar. En el extremo derecho había un estante lleno de ovillos multicolores de lana, hermosos. ¿Sería acaso la metáfora de mi madre, tejedora incansable?

Y yo me prometía permanecer allí, regresar a ese espacio y sacarlo adelante con mi esfuerzo. Volver como Proust y posesionarme de sus recuerdos para enmendar todo desasosiego.

Alguno de los presentes allí reunidos, se apellidaba Calderón. ¿Sería porque la vida no es más que un sueño dentro del perenne soñar?

(Septiembre 29)

Lectura recomendada

Me preguntan si puedo aconsejar lecturas de “lo que se lee ahora”... No lo sé, me interesa poco ese tipo de actualidad, prefiero leer libros escritos en el Siglo XX, no más acá de los años 70; incluso obras de la segunda mitad del siglo XIX. Y no paro de encontrar hallazgos y sorpresas gratas; a veces, literatura exquisita que renueva esa condición que el vidente Jorge Luis Borges destaca: el placer de la lectura, como regla y condición mayor.

El oficio de lector, bien ejercido, deja de lado las modas volanderas -incluidas supuestas vanguardias y neovanguardias y redescubrimientos de la pólvora-, salvo, claro está, que se trate de críticos o comentaristas o reseñadores de circunstancia, más o menos obligados a dar cuenta de las novedades editoriales.

Ahora que sacudí de mis hombros (de mis ojos, mejor dicho), la servidumbre de la colaboración periódica en “medios culturales” -que no te agradecen ni menos compensan con calderilla alguna-, el agrado de retornar a la morosidad de la libre lectura resulta invaluable.

No obstante, a través de este medio hablaré de ciertos libros que me gratifican con la leve moneda estética; también de autores chilenos que solicitan mi opinión sobre sus publicaciones, ¿por qué no?

La buena voluntad también puede significar un gesto de consideración de mérito, en medio de esta jungla de egoísmo e inadvertencia con nuestros pares.

Estoy leyendo la novela El Golem, de Gustav Meyrinck, escritor judío austriaco, escrita en 1915, que transcurre en el gueto de Praga, obra que fascinó a Borges, inspirándole un notable poema.

El Golem es un engendro hecho de barro, una suerte de parodia de la creación de Adán por mano de Jehová con el barro primigenio. Asimismo, mediante unas palabras, especie de código verbal, el Golem adquiere vida propia, movimiento dirigido por su creador para servirle en tareas específicas. Se dice que un antiguo rabino de Praga, Judá León, lo moldeó para que le ayudase a limpiar y ordenar la sinagoga.

El Golem representa el impulso creador del ser humano, capaz de articular vida a partir de lo inerte. Tentación abisal y amenaza de un destino incierto que escapa a la voluntad del creador.

¿Habrá sido acaso una premonición del actual cyborg o robot autosuficiente que transgrede los límites de lo humano y se vuelve en contra de su inventor?

El Golem nos acecha desde las sombras de nuestras extrañas ciudades. Es posible que su nuevo código sea IA...

(Octubre 4)

Ultraje a la Academia

La dictadura pinochetista creó un modelo de universidad similar a cualquier emprendimiento especulativo. La demanda de profesionales podía igualarse a la de calcetines, papas o bebidas gaseosas. El mercado rige, manda y distribuye. En el caso de la educación superior, se abusó de la fácil quimera: muchos pueden acceder a carreras universitarias, siempre que paguen por el servicio educativo, a precio de mercado. Y nos llenamos de psicólogos, periodistas, ingenieros comerciales, abogados. Un número escaso de los titulados a tanto el semestre ha podido ejercer. El resto, se emplea en oficios menores, o abre un minimarket o compra un auto chino e incursiona en el Uber.

Ese es un aspecto de la cuestión. El otro, hacer de las universidades una posibilidad de buenas inversiones, incluyendo el lavado de dinero y el pago de servicios electorales; asimismo, las prebendas casi religiosas del nepotismo: “la caridad comienza por casa (y allí se queda)”. Así, los “porros” con título encontrarán cupos gerenciales en las empresas del clan: el estrecho círculo perfecto.

El sueldo excesivo de la Cubillos es sólo una pequeña muestra de un hábito extendido en estas academias -tiendas que nada tienen de “espíritu universitario”-. Ni se acercan remotamente a lo establecido por José Ortega y Gasset, en su notable texto Misión de la Universidad; tampoco a lo planteado en Idea y Defensa de la Universidad, obra del único filósofo chileno, Jorge Millas.

Mal estamos, ciudadanos, el mercado no regula nada, sino que nutre la parte ancha del embudo, mientras se erosiona por todas partes y sólo parece esperar la equívoca salvación en la seguridad de las ametralladoras.

(Octubre 6)

Doctor Faustus

La actual encarnación del antiguo facineroso con caracteres perversos, en el individuo Luis Hermosilla, que tanto escándalo suscita por estos días -con razón suficiente, por cierto- es de antiquísima data. Por lo menos, se remonta a los tiempos de la Roma Imperial y aparece en épocas sucesivas, con su impronta siniestra, reptando entre las sombras sigilosas del poder, perpetrando sus fechorías y prevaricaciones por encargo de los poderosos, tras bambalinas, cauteloso y eficaz como una cobra. Aconsejó, desde antiguo, a los reyes; Shakespeare lo transformó en personaje imperecedero; Cervantes lo asoció a Lope de Vega y a las odiosas intrigas de la Inquisición. Y así, hasta nuestros días aciagos, se desliza por los laberintos de la Historia.

Luis Hermosilla tiene más del bufonesco Falstaff que del enigmático doctor Faustus. Sus felonías son propias de un buen capataz de la Derecha, aunque es preciso reconocerle la filosa astucia para hacerse con buena parte del botín. En su caso, la cibernética ha llegado a ser una benefactora pública, desnudando, a través de las redes virtuales, el cúmulo de trapacerías y delitos de variada índole cometidos. Lo grave no estuvo en los dichos, por lo demás habituales entre los “dueños de fundo” de este país con resabios coloniales, sino en la difusión pública de los mismos, que van dejando en evidencia una nutrida lista de prohombres, tan cínicos como venales, cuyas filiaciones resuenan en la palestra comunicacional.

El hilo aún no devela el tamaño del ovillo; al parecer es enorme y sospechamos que el telar se extiende a lo largo y ancho de esta espada geográfica que adquiere hoy la forma de un tridente. Tampoco sabemos hasta dónde se desentrañará la trama ni quienes van a sentarse en el sillón de los acusados; menos aún los nombres de los que van a ser condenados por delitos que parecen diluirse en simples negociados y astucias de los delincuentes de cuello y corbata, que posan y figuran como hábiles emprendedores.

El doctor Faustus chileno, al parecer, consiguió hacerse con uno o más escaños en la Corte Suprema de Justicia de nuestra injuriada República. Ya tenía varios, calientes y seguros, en el Congreso Nacional.

Que dios nos pille confesados.

(Octubre 7)

(Segunda entrega de Dietario Crepuscular)