Nunca olvidaré la primera vez que escuché la palabra “TDAH”. Era pequeña, y aunque en ese momento no entendía realmente lo que significaba, algo dentro de mí hizo clic. Los maestros me regañaban constantemente por ser distraída, y recuerdo esos momentos de frustración, sintiéndome perdida en mi propio mundo mientras ellos hablaban de cosas que, aparentemente, todos entendían. Siempre llamaban a mis padres para decirles: “Es inteligente, pero se distrae con mucha facilidad”. Esa frase se convirtió en un eco en mi mente, y siempre llegaba a casa con la sensación de haber fallado, como si no pudiera encajar en el molde que se esperaba de mí.
Con el tiempo, el diagnóstico llegó y, con él, una mezcla de alivio y confusión. No estaba “rota”, pero tampoco era como los demás. Vivir con TDAH ha sido como caminar por un sendero lleno de giros inesperados: a veces fascinante, otras frustrante, pero siempre complejo. Este es mi viaje a través de ese laberinto mental, donde cada día es una nueva oportunidad para aprender y adaptarme a lo que soy.
Desde que era pequeña, el TDAH se presentó de maneras que a menudo me dejaban sintiéndome abrumada. En el colegio, era como si estuviera atrapada en una burbuja de ruido y distracción. Mientras mis compañeros tomaban apuntes, yo miraba por la ventana, absorta en mis propios pensamientos. Las instrucciones de mis maestros se desvanecían en el aire, y los exámenes se convertían en pruebas no solo de conocimientos, sino de mi capacidad para concentrarme.
En casa, las tareas se acumulaban. Intentar organizarme era una batalla constante. Siempre empezaba con buenas intenciones, pero a menudo me encontraba cambiando de actividad sin terminar nada. Este ciclo de comenzar y detenerse se repetía una y otra vez, dejándome frustrada y sintiéndome culpable por no poder cumplir con lo que se esperaba de mí.
Socialmente, el TDAH también trae sus propias complicaciones. A veces me encuentro interrumpiendo a otros en conversaciones o olvidando compromisos. La ansiedad que esto genera es abrumadora, ya que quiero conectar con las personas, pero a menudo siento que mi mente me juega en contra.
Sin embargo, a pesar de estos desafíos, también aprendí a reconocer y abrazar mis fortalezas. Hay un mundo de creatividad e imaginación en mi mente que a menudo me lleva a lugares sorprendentes. Aunque la vida con TDAH puede ser complicada, también me ha enseñado a ser adaptable y a buscar soluciones.
A lo largo de mi vida, he aprendido que contar con las estrategias adecuadas puede marcar una gran diferencia cuando se trata de manejar el TDAH. Al principio, me sentía perdida, sin saber por dónde empezar, pero con el tiempo, fui descubriendo herramientas que me ayudaron a enfrentar los desafíos diarios.
Una de las primeras cosas que implementé fue la creación de listas de tareas. Cada mañana, me sentaba con una hoja y un bolígrafo, trazando un plan para el día. Al ir tachando cada ítem completado, experimentaba una pequeña victoria que me motivaba a seguir adelante. Las listas se convirtieron en mis aliadas, ayudándome a mantenerme enfocada en lo que necesitaba hacer.
Establecer rituales diarios también se volvió esencial en mi vida. Desde disfrutar de un desayuno tranquilo hasta dedicar momentos específicos para trabajar y descansar, estos rituales me proporcionaron una estructura que a menudo me faltaba. La rutina se transformó en un ancla en medio de la tormenta que a veces se desataba en mi mente.
El apoyo emocional también ha sido fundamental en mi viaje. Hablar con amigos y familiares sobre mis experiencias me ha brindado un gran respaldo. Compartir mis luchas y logros no solo me hace sentir menos sola, sino que también fortalece mis conexiones con las personas que me rodean.
Considerar la terapia como una opción ha sido otro paso importante. Trabajar con un profesional me ha proporcionado herramientas y técnicas personalizadas que se adaptan a mis necesidades, ayudándome a comprender mejor mi condición y cómo manejarla.
A través de la práctica y la adaptación, he aprendido que el TDAH no tiene que ser una carga. Con estas estrategias y herramientas, puedo navegar por mis desafíos y aprovechar al máximo mi creatividad y energía. A lo largo de los años, he escuchado y enfrentado numerosos mitos sobre el TDAH que, a menudo, llevan a la desinformación y a la estigmatización de quienes vivimos con esta condición. Es fundamental desmentir estos mitos para comprender mejor el TDAH y su impacto en nuestras vidas.
Uno de los mitos más comunes que he encontrado es que el TDAH es simplemente una excusa para ser perezoso. Esta creencia es profundamente errónea; el TDAH es un trastorno neurobiológico que afecta la capacidad de atención y la regulación de impulsos. No se trata de una cuestión de falta de esfuerzo o interés, sino de una condición que requiere comprensión y apoyo.
Otro mito persistente es que el TDAH solo afecta a los niños. Esta idea es engañosa, ya que muchas personas continúan lidiando con el TDAH en la adultez. A menudo, las personas no son diagnosticadas hasta más tarde en la vida, lo que significa que han estado enfrentando sus síntomas sin el apoyo que necesitan.
La noción de que las personas con TDAH son simplemente desorganizadas también merece ser desmentida. Aunque la desorganización puede ser un síntoma, el TDAH implica dificultades más complejas en la concentración, la impulsividad y la regulación emocional. Estos desafíos afectan varios aspectos de la vida, no solo la capacidad de mantenerse organizada.
A veces, se escucha que el TDAH es causado por una mala crianza. Este mito puede ser doloroso para quienes vivimos con TDAH y nuestras familias. La investigación muestra que el TDAH tiene una base genética y neurobiológica, lo que significa que no es simplemente el resultado de la forma en que alguien fue criado.
Otro malentendido común es que las personas con TDAH no pueden concentrarse en nada. Aunque puede ser difícil concentrarse en tareas que no son estimulantes, muchas personas con TDAH experimentan lo que se conoce como hiperfocalización. Esto significa que pueden sumergirse profundamente en actividades que les apasionan, como proyectos creativos o hobbies. Esta capacidad a veces lleva a la idea errónea de que el TDAH no existe.
Por último, es común escuchar que el TDAH se puede “superar” con pura voluntad. Esta creencia ignora la naturaleza biológica del trastorno. Aunque hay muchas estrategias útiles que se pueden implementar, el TDAH es una condición que requiere comprensión y, en algunos casos, tratamiento profesional.
Desmentir estos mitos es crucial para fomentar una comprensión más profunda del TDAH y apoyar a quienes lo vivimos. Cada experiencia es única, y es importante abordar el TDAH con empatía y conocimiento.
Vivir con TDAH ha sido un viaje lleno de desafíos y descubrimientos. A lo largo de los años, he aprendido a reconocer tanto las dificultades como las fortalezas que acompañan esta condición. Si bien el TDAH puede complicar aspectos de mi vida diaria, también me ha brindado la oportunidad de desarrollar estrategias que me permiten prosperar.
Es fundamental desmitificar los conceptos erróneos que rodean al TDAH. Al hacerlo, no solo creamos un ambiente más comprensivo y empático, sino que también damos visibilidad a las experiencias de quienes vivimos con esta condición. Cada persona con TDAH tiene su propia historia, llena de luchas y triunfos, y es vital reconocer que el camino hacia la comprensión y el apoyo mutuo es un viaje continuo.
A medida que comparto mi experiencia y las herramientas que me han ayudado, espero inspirar a otros a abrazar sus singularidades y encontrar su propio camino en este viaje. Con el conocimiento adecuado y el apoyo necesario, es posible no solo enfrentar los desafíos del TDAH, sino también celebrar las pequeñas victorias que hacen que la vida sea rica y significativa.
Al final del día, el TDAH no define quién soy, sino que forma parte de mi historia, una historia que continúa desarrollándose con cada nueva experiencia.