En Phaedrus, Platón aseguraba que el entusiasmo de los poetas acababa por arrastrarlos fuera de sí.

Breve reseña histórica de la relación entre creatividad y locura

Para Aristóteles y su metafísica ontológica, los artistas son sujetos predispuestos a la melancolía. En la Edad Media, la asociación entre creatividad y melancolía – acidia y tristeza – se acaba consolidando. Se entiende que la melancolía, debida al influjo de Saturno es generosa con los espíritus sensibles, a quienes permite manifestarse mediante expresiones artísticas.

Este influjo melancólico de furor erótico, profético y ritual perdurará durante el Renacimiento. Entonces, ser “loco” es ser humano, y se hace un arte de la propia locura, una suerte de alquimia de la tristeza donde el éxtasis creativo construye un nexo con la divinidad y con la alucinación de un ideal de vida y de trascendencia. En su Elogio de la Locura, Desiderio Erasmo (Erasmo de Rotterdam, 1508), crea un espejismo seductor en el cual se refleja el placer como bien supremo y el alcance de la sabiduría más elevada por el camino de la locura.

Erasmo habla de dos tipos de locuras. Una, infernal, que despierta las guerras, la codicia, el incesto o cualquier otro tipo de abominación, y alumbra la conciencia con remordimiento. La otra se manifiesta con alegre extravío de la razón y lleva al goce:

Será loco el que se salga de lo común, y si es un artista, mientras mayor sea su extravagancia, más aclamado será por el público.

Los avances en la ciencia del cerebro y la mente produjeron en el siglo XVII un cambio de paradigma en la relación que se venía dando entre creatividad y melancolía. Las teorías de por entonces afirmaban que, si el genio es la máxima expresión de la potencialidad humana, también lo es de la anormalidad mental. Durante todo este siglo, se creerá en la existencia de una neurofisiología “alterada” tanto en los individuos geniales como en los enfermos mentales.

Los estudios entorno a las diferencias individuales, enmarcados en la teoría de la inteligencia de Francis Galton (1869) rebaten las ideas anteriores. Se considera que la genialidad humana no es una cualidad extraña, rara o extraordinaria sino una habilidad biológica y natural. Herencia y aprendizaje son entendidos como los factores determinantes a la hora de conformar no solo nuestras características físicas sino también las psicológicas, así como las obras de creación.

En el siglo pasado, se empezó a estudiar más detenidamente la posible relación entre genio y locura. Existía un consenso ampliamente extendido, sobre que si bien los genios no están especialmente predispuestos a padecer episodios psicóticos, ciertamente manifiestan mayor nerviosismo y entre ellos, cuando aparece patología, generalmente es de tipo maniaco-depresivo.

A finales del siglo XX, en su libro Enfermedad y Creación1, el Dr. Philip Sandblom explora las conexiones entre creatividad y enfermedad mental. Describe la forma en la que la enfermedad en general, no solo la mental, afecta a la expresión creativa. Enfoca su investigación sobre el estudio de unos 140 autores de diferentes ramas de las artes, y la influencia de la enfermedad y el dolor sobre sus creaciones artísticas, literarias, plásticas o musicales.

Me detengo un poco más en este libro, porque el autor llega a una conclusión muy interesante, en el sentido que la vivencia psicopatológica provoca en los autores un sentido místico y de síntesis capaz de aumentar la sensibilidad de los mismos para resurgir con “mayores poderes” creativos. Citando las experiencias, entre otros de Goethe o Nietzsche, explica como el sufrimiento puede resultar aguijón de la creatividad. La enfermedad, incluso la inminencia de la muerte puede, en personas altamente sensibles y creativas, imprimir una huella en el tono y en el tema de una obra artística, u orille al artista a trabajar con más ahínco en su obra, descubriendo nuevas posibilidades de expresión o produciendo, incluso, cambios de estilo.

Existe una relación entre la creatividad y la psicopatía, eso ya lo tenemos claro, aunque aún desconozcamos el porqué de esta relación, ni podamos establecer inequívocamente el tipo de relación entre ambas. Durante el último tercio del siglo XX y en lo que va de este XXI, se ha intentado esclarecer esta situación. En Jamison, 1993, encontramos cómo la autora, en el estudio de biografías de literatos y artistas, publicados en American Journal Psychiatry, estableció como situaciones maniaco depresivas o “virulantemente melancólicas”, se manifestaron en etapas de gran producción literaria, plástica o musical de gran calidad e innovación.

Psicopatología en los sujetos actualmente creativos

Parece, como así establecen investigaciones convergentes sobre la creatividad y la “locura” (Fonseca, 1990; Ludwing, 1992; Espinel, 1996, etc.) que se ha encontrado entre las mentes más creativas sometidas a algún tipo de situación que origina fluctuación del estado de ánimo, un alto grado de originalidad y características “inusuales” de personalidad. Paralelamente, estas investigaciones también revelan tasas más altas en los sujetos examinados de psicopatología afectiva. No obstante, los datos de las investigaciones basadas en datos biográficos, estás siempre sujetos a revisión y pueden resultar insuficientes para establecer diagnósticos clínicos.

Para superar las limitaciones anteriormente expuestas, las investigaciones sobre la creatividad han desarrollado el estudio directo de los sujetos creativos. Más que nunca, la creatividad es susceptible de ser estudiada por métodos científicos. El uso de Escalas de Búsqueda de Sensaciones; Escala de Rotter; Inventario de Reacciones Personales; o los cuestionarios y entrevistas estructuradas diseñadas ad hoc con base en el DSM (Manual de trastornos psicopatológicos), permiten en la actualidad medir el grado de relación entre creatividad y psicopatología.

Una de las maneras más recientes, en las que la neurociencia en general y la psicología en particular, abordan el estudio de la relación objeto de este artículo, es plantear el problema en sentido contrario: ¿Si los sujetos creativos parecen poder desarrollar una tendencia mayor – en relación al conjunto de la población – a los conflictos emocionales y los trastornos mentales, ¿qué tan creativos son las personas con diagnóstico de trastornos mentales y psiquiátricos? La experiencia psicoterapéutica con estas personas y los datos obtenidos de la investigación sobre la importancia del arte (en general) como estimulación de la creatividad en las terapias de psicopatologías, nos indica la correlación de proximidad entre la aparición de síntomas de hipomanía y el incremento de la actividad creativa y productiva.

Por ejemplo, en experimentación de pacientes hospitalizados en Múnich, por depresión endógena, neurosis depresiva y psicosis maníaca (diagnósticos conforme al CIE-9), se puso de manifiesto entre ellos una interesante variabilidad y producción musical. Lo relevante de este estudio es que los pacientes apenas tenían conocimientos musicales, sin embargo, en especial en el juego de percusiones como estrategia de musicoterapia, en el que cada paciente expresaba sus sentimientos durante unos 30 segundos.

Aunque éstos – y en general los tratamientos que incluyen música – mejoran la expresión superficial en los esquizofrénicos o la apatía propia de la depresión endógena y neurótica; es decir, es una alternativa psicoterapéutica útil, lo relevante, para de lo que aquí venimos hablando, es que, en casi todo los casos prosperaron las habilidades musicales de estas personas, aumentando su creatividad para la expresión artística, verbal y no verbal y para la creatividad en la vida diaria.

La creatividad sobre lo cotidiano resulta un factor de avances terapéuticos para aquellas personas que manifiestan sintomatología moderada o subclínica de la depresión y los trastornos de ansiedad, favoreciendo el aumento de la velocidad de pensamiento, disminución de la necesidad de dormir a deshoras, y expansividad generalizada. La confianza, el entusiasmo y el sentido de bienestar aparecen con mayor frecuencia cuando más creativos somos, independientemente de que estemos en una etapa con mayor o menor elevación del estado de ánimo.

¿Es la creatividad un factor de riesgo para desarrollar psicopatología?

La creatividad es un proceso adaptativo. Existen teorías bien desarrolladas y validadas que infieren que existe un factor autodestructivo en algunas personas especialmente creativas. Se sostiene, incluso, que la depresión, el suicidio y la creatividad están paradójicamente relacionados. En su teoría “Desintegración Positiva”, el psiquiatra Kazimier Dabrowski (término que desarrolla lo que comúnmente denominamos crisis existencial), sugiere que la sobre-excitabilidad en respuesta a estímulos internos y externos, particularmente en personas de altas capacidades o muy creativas, desarrollan una mayor tendencia a las psiconeurosis y a la depresión.

El individuo normal no es aquel que no conoce la ansiedad o la depresión, sino el que posee mecanismos para restaurar u neutralizar sus propios impulsos destructivos. En realidad, casi todos nosotros y nosotras, somos individuos que en algún momento de nuestras vidas somos permeables a la experiencia depresiva como parte del temperamento básico. Ante esta experiencia, reaccionamos de muy distintas maneras, las personas más creativas, como los artistas (perno no solo), movilizan recursos vitales que les permiten encontrar un mundo interior propio ante el abatimiento y la vulnerabilidad maniaco-depresiva.

En términos sociológicos, el artista es un ser privilegiado, ya que tiene la oportunidad de expresar continuamente su sensibilidad y sus sentimientos en el desarrollo de su actividad común. No obstante, ésta expresión no les pone a salvo de los impactos psicopatológicos, quizá, incluso, o en algunos casos, casi es al contrario, de los trastornos afectivos. “Yo escribo sobre la melancolía – decía Robert Burton – para permanecer así ocupado y evitar la melancolía”. Desde Burton a Emil Cioran, pasando por Edvard Munch, Hemingway, Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik (entre tantas y tantos otros), el mundo de las artes ha estado batido por el ariete de los trastornos mentales.

El delirio, con frecuencia, modifica la obra del artista o permite la eclosión de una creatividad sui generis que nunca antes había expresado. Bajo una experiencia psíquica alterada, se ha llegado a lenguajes neológicos, a neoformaciones verbales y gráficas, a fusiones e interposiciones de las palabras, que han conducido a las obras artísticas o un estado sublime de creatividad; aún al precio de una compulsión mental cercano a la “locura”.

Nota

1 Creativity and Disease: How illness Affects Lilteratura, Art an Music. Philip Sandblomm. 1995. Marion Boyars.