Al iniciar mis estudios en torno a las religiones del mundo, me encontré con la incómoda frase de Feuerbach “no es Dios quien ha creado al hombre a su imagen sino, a la inversa, el hombre quien ha creado a Dios, proyectando en él su imagen idealizada”. Empezando a releer nuevamente la biblia me encontré con que Dios, al igual que mi hormonal versión de hace 10 años, odiaba compartir la atención y se sentía mal cuando otros ganaban mayor reconocimiento que él1.

¿Son necesarios los celos? ¿Nos atan a una estructura de dominación religiosa? ¿Es antinatural la monogamia? ¿Nuestras sociedades serían mejores si no existiera ese afán por ser validados más que otros? En este artículo me he propuesto exponer mis apreciaciones sobre el tema, enfocándome en el trabajo del psicólogo estadounidense David Buss y las construcciones propuestas por la filósofa Argentina Roxana Kreimer.

¿De dónde provienen los celos?

Sorprendería lo necesaria que puede llegar a ser una clase en torno a las emociones que el amor o enamoramiento pueden llegar a generar. Al encontrar mi nicho docente en los grados de secundaria y media, involuntariamente los estudiantes empiezan a contar cosas de sus relaciones y -cómo no- a preguntar sobre las del docente. Me parece que esta es una parte que muchos docentes por miedo a perder su “autoridad” deciden no experimentar.

Los celos son una emoción compleja que surge como respuesta a la percepción de amenaza hacia una relación significativa, caracterizada por sentimientos de inseguridad, posesividad y ansiedad. En cuanto al origen las teorías son diversas pero hay una en particular que resulta fascinante: los celos fueron una estrategia adaptativa.

A diferencia de las otras especies, la cría humana requiere de mucho tiempo para que pueda ser “autónoma”. Pensémoslo de este modo: Las crías de otras especies pueden requerir tan solo semanas o meses de cuidado por parte del macho o la hembra progenitora para que puedan encontrar alimento, cazar, desplazarse y defenderse de peligros del entorno, mientras que -por otro lado- la cría humana requiere años de cuidado para poder alcanzar cierta autonomía en su proceso de supervivencia y posterior reproducción. Es así como, a diferencia de las demás especies, el ser humano requiere una inversión considerablemente mayor de recursos para que la cría sobreviva y pueda perpetuar los genes a la siguiente generación es por ello por lo que el mantener el foco de inversión de dichos recursos en el ahora llamado núcleo familiar era más eficiente que distribuir recursos entre todas las crías de la tribu.

En nuestros ancestros, los celos podrían haber servido para proteger las relaciones de pareja y asegurar la inversión parental. Para los hombres, los celos podrían haber sido una respuesta a la amenaza de la infidelidad sexual, asegurando que sus recursos y esfuerzos se dedicaran a sus propios descendientes. Para las mujeres, los celos podrían haber sido una reacción a la posibilidad de que su pareja desviara recursos y protección hacia otra mujer y sus hijos, poniendo en riesgo la supervivencia de su propia descendencia.

Esta emoción, aunque a menudo incómoda, habría incentivado comportamientos que fortalecieran los vínculos de pareja y aseguraran la cooperación y el apoyo mutuo en la crianza de los hijos2. Así, los celos no solo habrían ayudado a mantener la cohesión social y familiar, sino que también habrían incrementado las probabilidades de éxito reproductivo y, por ende, la perpetuación de los genes. Con esto vale la pena aclarar: No es este texto una apología a los celos -mucho menos a aquellos que salen de control y se expresan de manera violenta- sino una explicación a cómo surgen y de qué manera podemos posicionarnos frente a ellos viéndolos como una emoción válida y necesaria. A continuación, profundizaré un poco más sobre este punto exponiendo incluso que hombres y mujeres “celan” de maneras distintas y ante estímulos completamente diferentes.

Hombres y mujeres, en promedio, sienten diferente

David Buss es un reconocido psicólogo evolutivo que ha investigado extensamente sobre los celos y otros comportamientos humanos desde una perspectiva evolutiva. En su obra The Dangerous Passion, Buss argumenta que los celos han evolucionado como un mecanismo para proteger nuestros intereses reproductivos3. Según su teoría, los celos ayudaron a nuestros ancestros a asegurar la fidelidad de sus parejas y a proteger sus recursos y esfuerzos invertidos en la crianza de sus hijos.

Buss también ha explorado cómo los celos pueden diferir entre hombres y mujeres debido a diferentes presiones evolutivas.

Desde una perspectiva evolutiva, los celos en hombres y mujeres han evolucionado de manera diferente debido a las distintas presiones reproductivas que enfrentaron nuestros ancestros4. Para los hombres, la mayor preocupación era la certeza de la paternidad. La infidelidad sexual de una pareja representaba una amenaza directa, ya que podría resultar en la inversión de recursos en la descendencia de otro hombre. Por lo tanto, los hombres tienden a experimentar celos más intensos ante la infidelidad sexual, ya que esta pone en riesgo su éxito reproductivo y la transmisión de sus genes.

Por otro lado, las mujeres enfrentaban el desafío de asegurar recursos y protección para ellas y sus hijos. La infidelidad emocional de una pareja masculina podía significar una desviación de esos recursos hacia otra mujer y sus hijos, lo que ponía en peligro la supervivencia de su propia descendencia. Por esta razón, las mujeres tienden a experimentar celos más intensos ante la infidelidad emocional, ya que esta amenaza la estabilidad y el apoyo que necesitan para criar a sus hijos.

Estas diferencias en la respuesta a los celos también se reflejan en estudios contemporáneos. Investigaciones han mostrado que los hombres reportan mayor angustia ante la infidelidad sexual, mientras que las mujeres muestran mayor preocupación por la infidelidad emocional. Estos patrones sugieren que, aunque vivimos en un contexto moderno, nuestras respuestas emocionales siguen estando influenciadas por las adaptaciones evolutivas que aseguraron la supervivencia y el éxito reproductivo de nuestros ancestros.

En resumen, los celos en hombres y mujeres pueden entenderse como estrategias adaptativas que evolucionaron para enfrentar diferentes amenazas reproductivas. Mientras que los hombres desarrollaron una mayor sensibilidad hacia la infidelidad sexual para asegurar su paternidad, las mujeres se volvieron más sensibles a la infidelidad emocional para garantizar la estabilidad y los recursos necesarios para la crianza de sus hijos. Estas diferencias subrayan cómo nuestras emociones más profundas están arraigadas en la historia evolutiva de nuestra especie.

Amor positivo: resistirse a la caída

En su libro La agonía de Eros, Byung-Chul Han manifiesta que el amor parte de la incomodidad, de ahí que se apegue en esta parte de la explicación al anglicismo “Fall in love”2 para poder expresar su punto: el amor es una caída. ¿por qué el amor, contrario a todo lo que se suele pensar, incomoda? El amor, según Han, incomoda porque implica una pérdida de control y una confrontación con la alteridad del otro. Ya no debo priorizarme a mí, mus gustos, deseos e inclinaciones, sino que ahora hay otro en la ecuación de quien también soy responsable, al menos en términos emocionales.

En una sociedad que valora la autonomía y el rendimiento individual, es normal que esta forma de pensar nos parezca cuanto menos “tóxica” o “dependiente” pero no se puede pensar el amor desde la cómoda estancia del yo. el amor representa una caída porque nos saca de nuestra zona de confort y nos enfrenta a la vulnerabilidad. Amar a alguien significa aceptar su diferencia, su alteridad, y esto implica también enfrentarnos a esas sensaciones o sentimientos incómodos que trae consigo el responsabilizarse de un lazo con el otro, como los celos.

Cada vez más veo en auge la idea de que ser celoso o celosa está mal, es un claro de signo de toxicidad producto de inseguridades y un intento por colonizar al otro y volverlo un objeto, nada más alejado de la realidad. Amar trae inevitablemente la condición de salir de nuestros “requisitos” o estándares para poder experimentar de una manera u otra la alteridad que el otro me ofrece. Sin embargo, el discurso de un amor positivo, únicamente luminoso y radiante nos hace creer que todo individuo que se presenta ante nosotros con estilos de vida diferentes, dificultades o perspectivas distintas del mundo es automáticamente desechable. En efecto, la mirada positiva del amor hace del amor un espacio de comercialización del sujeto, donde lo que no se ajusta a mis medidas es descartable o insuficiente.

Aprender a reconocer los celos

Es importante reconocer que los celos son una emoción humana natural y, en muchos casos, inevitable. En lugar de etiquetarlos automáticamente como tóxicos, deberíamos intentar comprender su origen y cómo manejarlos de manera saludable. Los celos pueden surgir de un lugar de amor y preocupación por la relación, y no necesariamente de un deseo de controlar o poseer al otro.

La clave está en cómo se gestionan estos sentimientos. Los celos pueden ser una oportunidad para reflexionar sobre nuestras propias inseguridades y trabajar en ellas, así como para fortalecer la comunicación y la confianza en la relación. En lugar de reprimir o negar los celos, es más constructivo abordarlos abiertamente con la pareja, expresando nuestras preocupaciones y buscando soluciones juntos.

Además, es fundamental diferenciar entre celos ocasionales y comportamientos controladores o abusivos. Los celos que se manejan de manera abierta y honesta pueden incluso fortalecer una relación, mientras que los celos que se convierten en control y manipulación son claramente perjudiciales. Es en este contexto donde la educación emocional y la auto-reflexión juegan un papel crucial.

En última instancia, aceptar y trabajar con los celos como una parte natural de las relaciones humanas puede llevar a una mayor comprensión y conexión entre las parejas. Al reconocer y abordar nuestras emociones de manera saludable, podemos construir relaciones más fuertes y resilientes, basadas en la confianza y el respeto mutuo. Como recomendaciones o estrategias prácticas -además de sesiones acompañadas de un profesional de la salud mental- me gustaría proponer la siguientes:

Mantener un diario de emociones es una excelente manera de manejar los celos. Al anotar tus sentimientos, los desencadenantes y tus reacciones, puedes identificar patrones y reflexionar sobre tus emociones. Este proceso de escritura diaria te permite observar con mayor claridad cuándo y por qué surgen los celos, lo que facilita una comprensión más profunda de tus propias inseguridades y miedos.

Las sesiones de comunicación abierta con tu pareja son fundamentales para abordar los celos de manera constructiva. Programar momentos regulares para hablar sobre tus sentimientos en un ambiente tranquilo y sin distracciones fomenta la confianza y ayuda a resolver malentendidos antes de que se conviertan en problemas mayores. Usar un lenguaje “yo” para expresar tus emociones sin culpar a tu pareja y escuchar activamente su perspectiva puede fortalecer la relación y reducir la intensidad de los celos.

Notas

1 Véase Éxodo 34:14 “No adoren a ningún otro dios, porque el Señor es celoso. Su nombre es Dios celoso”.
2 Buss (2009) no justifica con ello las llamadas “relaciones tóxicas” u otras emociones que solemos percibir como desagradables, sino que procura realizar un análisis de cómo pudieron surgir estas emociones y cómo se manifiestan hasta la actualidad. En este sentido, también “de acuerdo con Buss (2009), la meta de la perspectiva evolucionaria es explicitar las adaptaciones que caracterizan a los seres humanos, identificando los problemas de supervivencia y/o reproducción que éstas lograron resolver en el pasado filogénico, para luego preguntarse si estos mecanismos psicológicos están adecuados a las condiciones de la vida actual” (Fernández, 2009, pp. 12).
3 Buss, D. (2000). The Dangerous Passion: Why jealousy is as necessary as love and sex.
4 Véase por ejemplo el trabajo de la filósofa argentina Roxana Kreimer ¿Es sexista reconocer que hombres y mujeres no son idénticos? Una evaluación crítica de la retórica neurofeminista (2020): “Si nos referimos al estómago, el intestino, la vista o las piernas, esta perspectiva no tiene ningún problema en reconocer que somos animales, pero la evolución parece detenerse en el cuello si hablamos de predisposiciones psicológicas. De este modo, se ignora que hombres y mujeres se enfrentaron a presiones diferentes en la historia evolutiva, y se considera que el cuerpo y la mente son entidades separadas” (p. 9). 5 “Enamorarse” en inglés.