Una construcción conceptual comienza con la comprensión de un problema. Es en la complejidad de traducirlo a un lenguaje donde se encuentran los secretos del que busca convertirlo en mensaje. Dar forma a ese contenido en un espacio determina significado, un significado donde los elementos formales interactúan en conjunto y en función del acto comunicacional.
Sobre el arte conceptual
Para comprender con claridad cuales son los ejes que definen al arte conceptual propongo centrarnos en tres ejes de análisis:
- La idea por sobre la ejecución, queremos expresar algo abandonando el objeto y su forma material para darle prioridad al concepto.
- Pensar el hecho artístico como un sistema abierto donde obra, espacio y espectador se interrelacionan, así la actividad del espectador se vuelve primordial.
- Entender a la conceptualización como el proyecto (el juego mental, la asociación, la comparación, etc.) y concebirlo como el significante.
Hay algo de carácter reflexivo que se hace presente en el arte conceptual, eliminando el objeto artístico y haciéndolo entrar en crisis para darle espacio a la concepción y al proyecto. Se dice que el conceptualismo es una fuerza productiva social, es decir una autorreflexión del mundo que habitamos con un pensamiento político, social y ético.
Liliana Porter
Me encuentro en el Museo Nacional de Bellas Artes de la provincia de Neuquén, en Argentina. Frente a mí la obra de Liliana Porter “Barco, marinero, pintura, noche”, obra de 1987.
Observar esta obra genera inmediatamente el movimiento físico del espectador, nos acercamos y nos alejamos, descubriendo un submundo de este marinero que navega incansable en la inmensidad, creándonos un relato mental e imaginando su historia. Es así como el tiempo se detiene y me pregunto qué es lo que me impacta tanto cada vez que la observo, ¿acaso la contraposición en las escalas? ¿será el color, el despojo, su invitación constante a un estado reflexivo? Es todo eso junto, porque éste marinero está recorriendo un camino atemporal y su realidad cambiará de acuerdo al momento en el que me encuentre como espectadora.
La artista Liliana Porter (Buenos Aires, Argentina 1941), es una de las referentes mas reconocidas en el arte conceptual y contemporáneo, con más de 400 exhibiciones por todo el mundo, a lo largo de su recorrido ha trabajado en grabado, video, fotografía, teatro, regalándonos instalaciones artísticas de un nivel conceptual inmenso. A través de objetos reconstruidos y resignificados, nos deja entrever que existe una idea previa que luego lleva a la acción.
El tiempo, lo real y la ironía son temas recurrentes en su obra, el nivel de complejidad en el que nos envuelve emocionalmente es una constante, porque habla de nosotros como individuos y como sociedad, a la vez que establece un lenguaje universal e intercultural.
Porter es provocativa. Su constante búsqueda por presentarnos un espacio despojado abstrayéndonos de contexto provoca la intemporalidad perfecta para centrar nuestra atención en la acción de estos personajes que en contraposición con su quietud están en una acción eterna e infinitamente atemporal, no hay un antes ni un después, solo el momento exacto en el que nos encontramos contemplándolos, ¿acaso no es metafóricamente perfecto su uso del tiempo?
Observando su obra a través de los años encuentro una línea conceptual recurrente que me apasiona, que tiene que ver con un sentido existencial (o al menos así me convoca). Estos personajes se enfrentan a tareas y quehaceres diarios imposibles. Labores que, a través del recurso de la exageración de escala, se tornan exhaustos e interminables. Cuantas veces nos hemos sentido así, en una acción repetitiva sin sentido, pero a la vez con la tosedura de continuar. Por el contrario, también hay una revelación de imprimirle valor a esa acción tan laboriosa e interminable.
En 2015 la artista presentó en Buenos Aires la instalación “Reparar el piano y otros compromisos”. En una entrevista expresó:
…el piano aparece en la exposición arriba de una tarima, vertical esta vez. Está roto, destrozado realmente, y hay un montón de personajes que lo arreglan. Uno lo ve al hombre tratando de arreglar un desastre horrible y piensa que ni siquiera es capaz, como es tan chiquito, de percibir lo enorme que es el piano porque si lo percibiera se iría a dormir sin hacer nada…
Es así como Porter nos empuja a la reflexión, a entrar en una puja existencial, entrando en su mundo inquietante, moviendo nuestros márgenes hacia una experiencia superadora.
Existe algo de nostalgia en su estética, ya que este elenco de objetos que recolecta tienden a ser de algunas décadas pasadas, rememorando su infancia. A la vez que utiliza acentos de color potentes y saturados que dialogan con los personajes, siempre en un estado minimalista. Su contraste de escala también se hace tangible en la comunicación entre personajes dispares, que poco tienen que ver entre sí, utilizando la retorica y el humor haciéndonos vívida la existencia en este mundo en el que giramos todos juntos con nuestras singularidades.
La obra de Liliana Porter es enorme y extensa. Esta es una invitación a contemplar a conciencia la manera de expresarnos su mensaje. Detenernos a comprender como la artista logra tanta introspección e inspiración en nosotros es de un magnetismo poco usual.