…tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de ti. ¡Adentro!

(Miguel de Unamuno)

Caminé caminos caminados, como transeúnte invisible entre la multitud. Un alud de recuerdos se derramó en mi mente, una sensación de presencia evanescente. Allí estaba de nuevo, rememorando instantes vividos, imaginados, soñados, en aquel suelo de antes. El que fuese mi punto de partida, mi abecedario, el inicio de mis amores y calendarios, las primeras canciones, los primeros paisajes, las primeras sonrisas. Donde sentí aquella brisa matutina que me llevaba de la mano por aquellas esquinas citadinas, donde convergían voces y aromas que cautivaban mi alma de niño. Tanto cariño, tanto susto, tanto gusto. Volví de nuevo, invisible, a recorrer aquel mundo, volví después de muerto. Y aunque nadie me vio, yo sí los vi.

Cuando salí a caminar me puse a pensar. Y pensando me puse a caminar. Se me derramó el universo por dentro. No sé si todo, pero por lo menos una gran parte. Me refiero a las cosas de afuera, árboles, carros pasando, nubes, cielo azul, pájaros cantando, gente caminando igual que yo, y el calor del sol y su luz. Todo empezó a precipitarse adentro de mí.

Bueno, pensé que me estaba volviendo loco. En eso me fijé en una ardilla que había detenido su paso como un metro frente a mí y me miraba intensamente. Yo también la miré, y me la derramé adentro, pero antes de hacerlo, me fijé en sus ojitos pequeños que me miraban muy alertas y brillaban con la luz del sol. Sus patas delanteras estaban sosteniendo algo, una nuez quizás, algo que se estaba comiendo, pero me miraba intensamente.

Me salió lo de ser biólogo para afuera. No sé si esto le pasa a todo el mundo pero como yo estudié biología, me recordé de las cosas aprendidas. Y pensé en la maravilla que era eso de mirar, de percibir. De cómo se recibe la luz en los receptores tanto de los ojitos de la ardilla como en los míos, y dependiendo de la frecuencia de esta, se observa un mundo en color o en blanco y negro (yo no sé qué ven las ardillas).

De ahí seguí pensando sobre la luz. Ese algo que nos inunda desde el Sol, que está a millones de kilómetros, surcando el espacio. Luz, que dicen que a veces es una partícula llamada fotón y otras veces una onda, como una ola de luz en un mar de espacio, que acaricia la superficie de la Tierra y alimenta todas esas hojas verdes de todos los árboles, las que uno ve y las que no ve, y las algas que viven en la superficie del océano, y estas la van convirtiendo de una manera fascinante en compuestos de carbón, ¡que son la base de la vida!

Los átomos de carbón son tan sociables, van por ahí abrazándose, dándose la mano, abrazando a todo el mundo, formando congregaciones, con la ayuda de moléculas de agua y el aire, y los besos de luz del sol, y en nidos íntimos de amor en las formas vegetales, van ensamblando formas y civilizaciones.

Qué historia tan linda me contaron cuando fui a la escuela y a la universidad. Yo sé que no todo el mundo ve las cosas así, porque no todo el mundo estudia ciencias y biología. Otra gente estudia la historia y ven las tropas y los países formándose, y los movimientos políticos y el desarrollo de la civilización, y la economía, y la imaginación y el arte, en fin de todo lo que hablamos los humanos. Y muchos otros que no estudian teorías ni causas en abstracto, pero que aprenden de la vida. Así hay muchas cosas que yo no sé, pero que otros saben que forman todo ese universo derramado adentro.

Cada cosa y todo obviamente está relacionado, íntimamente relacionado, con los átomos, todo está hecho de átomos y estos son bien chiquitos. Nadie nunca en realidad los ha visto, pero a través de una serie de experimentos los detectan y los manipulan, y por supuesto han creado bombas atómicas, porque en el universo las cosas explotan. De hecho ya han usado estas bombas para matar otras personas en dos ciudades de Japón, para probar a ver cuán mortíferas eran. Parte de la ciencia y del comportamiento humano.

Los seres humanos somos maravillosos. Estamos todos hechos de átomos como las ardillas, los árboles, el Sol, las estrellas y el aire. ¿Y los átomos de que están hechos?, me pregunté. Y me acordé de mis clases de física, donde me contaron que estaban hechos de energía. Bueno, de unas partículas más pequeñas, que a su vez estaban hechas de otras partículas más pequeñas, pero que en realidad eran más bien como puntos de energía, a veces sí y a veces no, y nunca se sabe dónde están, porque cuando se observan las observaciones las perturban y entonces no se sabe si están allí porque sí, o estaban allí porque se habían perturbado. Entonces hablaban de probabilidades.

Sí, ese infinitesimal universo de átomos que todos compartimos afuera se hace grande y se multiplica en galaxias tan inmensas que no se pueden describir, que están tan lejos que cuando su luz nos llega ya no existen. Pero de noche la ven los enamorados en el cielo hermoso estrellado, que los hace pensar en su amor, y en Dios, como una maravilla, un milagro de la creación. Y los astrónomos y los físicos, y la gente que está totalmente subyugada por el conocimiento a través de la razón y del materialismo científico lo ven como una cosa inexplicable, que surge de una gran explosión, que nace de nadie sabe dónde, ni por qué.

Me confundí en esa primera cuadra que caminé, con todo ese derrame de las cosas de afuera adentro de mí. Entonces y sin querer, cuando estaba mirando hacia adentro, observando esas cascadas de afuera vertiéndose en mí, repasando todos los conceptos, definiciones y palabras que describían ese universo percibido y derramado adentro, me di cuenta de que adentro también había otro universo, hecho de pensamientos, de las situaciones que habían transcurrido en mi vida, de las miles de miles de personas con que había tropezado en mis 80 años de caminar.

Mis seres queridos, los ya idos y los que quedan todavía por aquí, y los desconocidos, que han pasado por el lado y no sabía yo sí tenían adentro lo mismo que yo tenía, palabras, conceptos, pensamientos aprendidos de la historia de afuera, deseos frustrados o satisfechos, pecados, virtudes, en fin, esas cosas que uno ha hecho, que nadie sabe.

Yo no sé si los demás también tienen cosas así, en ese mundo de adentro, donde uno imagina, donde uno se asusta, sufre o se deleita, con los universos de adentro y con los derramados de afuera, y su baile continuo.

A veces, allá adentro ocurren pequeños momentos de revelación, y sentimos que los universos giran alrededor de algo muy íntimo que vive en uno mismo, de una consciencia, que late percibe y siente ese derrame de adentro/afuera. Consciencia que no parece ser parte del derrame, sino testigo de este, y que a veces, en los momentos más profundos de revelación, se siente como la que imagina los derrames, como un sueño, como una hermosa imaginación, y que experimenta al hacerlo la posibilidad de realizar una unicidad, un amor inexplicable, que está más allá de las cosas, las palabras, y el pensamiento. Una plenitud más allá de la plenitud, porque se siente que siempre ha sido plena. Pero no lo sé a ciencia cierta, lo supongo.

Los próximos pasos de mi caminata me sacuden la mente y me percato de todas esas noticias circundantes, que van desde el cambio climático, al tal señor Trump, los republicanos, los demócratas, digo acá, donde yo vivo, porque cada espacio tiene lo suyo. Los argentinos tienen alguien que se llama algo así como la miel, pero anda con una sierra en la mano asustando a la gente con lo que dice, o sea que no es tan dulce. En la India, un señor que se llama Modi, pero que no es moderado y no le caen bien los de otras tribus o religiones. En Europa, continente que para sobrevivir emigró a todas partes (lo llamaron conquista y descubrimiento), se multiplican las fuerzas en contra de los emigrantes, los movimientos políticos de miedo y de sálvese quien pueda.

Estos pensamientos hacen que se vaya la musa del concierto de los derrames. Termino preocupado, pensando ya al final de mi caminar la mañana, ¿y a dónde va a parar todo esto? ¿De dónde sale todo esto? Porque a fin de cuentas, a la larga, el caminar se acaba, y todo el mundo se muere. Yo ahora enmarcado en esta edad octogenaria veo que la mayor parte de la gente que he conocido, que han estado cerca de mi corazón, se han muerto. Todavía quedan algunos por ahí pero, sé que también se van a morir, igual que yo. En fin, ¿para qué es este caminar por aquí? ¿quién realmente es el que camina, y por qué? Preguntas enmarcadas por todas las teorías, filosofías, religiones, cuentos, fricciones, ambiciones, avaricias y tanta cosa. Los pecados, la virtudes, la sonrisas, los odios, el miedo, los deseos, las frustraciones, de dónde sale todo esto, ¿de las vibraciones de esas pequeñas particulitas en los átomos?

Ay, ardillita, y tú tan tranquila ahí comiéndote esa semilla, mirándome con una especie de susto o curiosidad, sin saber cuál es mi intención, porque en estas cosas del universo nos comemos los unos a los otros, y bueno, eso en la naturaleza se llama instinto para sobrevivir. Excepto en el mundo de los seres humanos, que con toda su llamada inteligencia natural y ahora la artificial son la única de las especies de la naturaleza que además de matar a las otras formas para comer y sobrevivir, las mata por diversión, o las denigra o las demoniza y las destruye no por instinto, sino por avaricia y por ideologías. Incluyendo a sus propios congéneres.

Pero también es en este jardín de humanidad donde florecen algunos que se han conectado con esa consciencia de adentro, y proyectan ese amor hacia afuera conociendo que todo afuera y adentro es lo mismo, y emana de estos una compasión y una sabiduría que quizás nos salve a todos de seguir en este derrame sin entender nada y conocer el origen de todo este caminar adentro y afuera.

A medida que comienzas a andar fuera del camino, el camino aparece.

(Rumi)