La paz mundial es una utopía. Los años de paz se han roto. La paz no solo es la meta de la humanidad, sino también la senda que debe seguir siempre para sobrevivir como especie, porque todos somos hermanos.
La paz se ha roto
Sin embargo, las hostilidades tribales han sido una constante desde tiempos prehistóricos, cuando deberíamos buscar un verdadero camino de fraternidad y esperanza. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos modernos de verano e invierno simbolizan una serie de valores y conceptos clave de fraternidad entre los pueblos, sin tener en cuenta las razas, lenguas o naciones.
Desde su reanudación las Olimpiadas modernas en 1896, por Pierre de Coubertin, baron de Coubertin, estos juegos han promovido la paz y la amistad entre las naciones del mundo, basándose en la idea de que el deporte puede ser un medio para unir a personas de diferentes culturas y naciones. Los atletas compiten para alcanzar su máximo potencial individual o de equipo, simbolizando el esfuerzo humano y la búsqueda de la excelencia. El lema olímpico Citius, Altius, Fortius (Más rápido, más alto, más fuerte) refleja esta aspiración del ser humano en todos los aspectos posibles.
Entre los valores más representativos de los Juegos Olímpicos destacan el respeto mutuo y el juego limpio, alentando a los atletas a competir con integridad y en un espíritu de respeto hacia sus oponentes. La diversidad humana se celebra al dar la bienvenida a atletas de todo el mundo, sin distinción de raza, religión, género o condición social. Además, los Juegos Olímpicos mantienen un vínculo con sus raíces antiguas en Grecia, simbolizando la continuidad de las tradiciones culturales y deportivas. También se destaca un enfoque fuerte hacia la sostenibilidad y la responsabilidad social, promoviendo prácticas de respeto hacia el medio ambiente y fomentando el reconocimiento de la nación y la ciudad anfitriona.
En resumen, los Juegos Olímpicos modernos simbolizan una combinación de competencia deportiva, valores universales y la promoción de un mundo más pacífico y unido a través del deporte; sin embargo, esta idea de convivencia olímpica se ha roto por las guerras, la violencia y los odios entre vecinos, y no puede seguir así porque la humanidad proclama: ¡Basta ya!
La memoria y el impacto de los conflictos
Nuestra comunidad humana lleva en su memoria y cuerpo los signos de las guerras y conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más débiles. Naciones enteras se afanan por liberarse de las cadenas de la explotación económica y corrupción, que alimentan el odio y la violencia.
Todavía hoy, muchos hombres, mujeres, niños y ancianos sufren la negación de su dignidad, integridad física, libertad, solidaridad comunitaria y esperanza en el futuro. Muchas víctimas inocentes cargan con el tormento de la humillación y la exclusión, del duelo y la injusticia, por no mencionar los traumas físicos y psicológicos como secuelas, resultantes de la violencia sistemática contra su pueblo y sus seres queridos.
Es inconcebible que en los tiempos actuales un país pueda invadir a su vecino con impunidad, sin que la ONU pueda intervenir, manteniéndose en silencio, asentando y admitiendo atrocidades. ¿Algo falla? Es irracional la manida frase: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Nada hemos aprendido de las atrocidades de la I y II Guerra Mundiales en el siglo XX, ni de la Guerra Civil española, de Corea, Vietnam, del Golfo, del África, Gaza etc., etc., etc.
La naturaleza fratricida de la guerra
Las terribles pruebas de los conflictos civiles e internacionales, a menudo agravados por la violencia despiadada, marcan durante mucho tiempo el cuerpo y el alma de la humanidad entera. En realidad, toda guerra se revela como un fratricidio que destruye el mismo proyecto de fraternidad, inscrito en la vocación de la familia humana.
Sabemos que la guerra a menudo comienza por la intolerancia a la diversidad del otro, lo que fomenta el deseo de posesión y la voluntad de dominio; y sobre manera las ambiciones económicas de las riqueza del vecino como la Guerra de Troya hace tres mil años, narrada en “La Ilíada de Homero”, o como Jasón y los Argonautas en busca del Vellocino de oro.
Guerras y conquistas que nacen en el corazón del hombre producto del egoísmo y la soberbia, el odio que instiga a destruir, a encerrar al otro en una imagen negativa, a excluirlo y eliminarlo. La guerra se nutre de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al otro y de la diferencia vista como un obstáculo; y al mismo tiempo, realimenta todo esto.
Actualmente en 2024, hay contraste entre el avance en las comunicaciones y el comercio global y la persistencia de conflictos bélicos en el mundo, como la guerra en Gaza, el conflicto en Líbano, o la invasión de Ucrania por Rusia, lo que refleja una paradoja inquietante de nuestra era. A pesar de vivir en un mundo hiperconectado, donde las noticias y las imágenes de atrocidades llegan en tiempo real a nuestras pantallas, parece que la capacidad de la comunidad internacional para prevenir o detener estos conflictos sigue siendo limitada.
En el pasado, la distancia y la falta de información podían justificar la inacción o la lentitud en la respuesta a las crisis. Hoy, sin embargo, es posible presenciar bombardeos y actos de violencia casi en directo, lo que plantea una pregunta incómoda: ¿por qué, con toda la tecnología y los recursos disponibles, no se pueden evitar estas tragedias?
La respuesta es compleja y multifacética. Primero, aunque la globalización ha fortalecido el comercio y las comunicaciones, no ha eliminado los intereses geopolíticos, las tensiones étnicas, religiosas y territoriales que están en la raíz de muchos conflictos. Los países y grupos implicados en estas guerras suelen estar motivados por cuestiones históricas y estratégicas profundamente arraigadas, que no se resuelven fácilmente con diplomacia o presión internacional. Además, las organizaciones internacionales como la ONU, diseñadas para mantener la paz, a menudo se ven limitadas por la falta de consenso entre las grandes potencias, que tienen intereses contrapuestos en estos conflictos.
En resumen, el hecho de que, a pesar de vivir en una era de avances tecnológicos y comunicación global, las guerras y los conflictos continúen desarrollándose a la vista de todos es un recordatorio de que el progreso en un área no siempre se traduce en progreso en otras. Mientras las raíces profundas de estos conflictos no se aborden de manera efectiva, seguiremos viendo atrocidades en nuestras pantallas, sintiendo la frustración de no poder hacer nada para detenerlas. Todas las artes son un medio de denunciar las atrocidades de las guerras.
La paz en el arte de la pintura
El arte de la pintura ha sido una herramienta poderosa para expresar, promover y reflexionar sobre la paz a lo largo de la historia; es decir, crear conciencia colectiva de una sinrazón. A través de colores, formas y composiciones, los pintores han capturado tanto la aspiración de la humanidad por la paz como las devastaciones de la guerra. Aquí se exploran algunas formas en las que la paz se ha manifestado en el arte de la pintura.
Guernica de Picasso es un grito cubista, una obra que denuncia la guerra civil en España, extrapolable a todas las guerras habidas y por haber. Este cuadro monumental no solo retrata la brutalidad de la guerra, sino también la esperanza de paz que subyace en la denuncia misma de la violencia.
El beso de Gustav Klimt es un ícono del amor y la unidad, dos conceptos profundamente ligados a la paz. La pareja abrazada en un entorno dorado y lleno de flores sugiere un mundo de intimidad y tranquilidad, donde prevalece la unión y el afecto.
La Trinchera de Otto Dix, con su serie de pinturas y grabados, denuncia lo absurdo y las atrocidades de la Primera Guerra Mundial. Sus obras muestran la brutal realidad del conflicto y sirven como un testimonio visual del sufrimiento humano, abogando indirectamente por la paz mediante la denuncia de la violencia.
La Paz se ha roto, de Ramón Palmeral, agosto 2024. Es un cuadro-denuncia de varios conflictos actuales, en plena era de comunicaciones se ha desato por la invasión de Rusia a Ucrania por intereses imperialista, el conflicto reavivado entre palestinos e israelíes y la tensión en Asía entre China y la isla de Taiwán.
Las obras de la japonesa Yoko Ono, a través de su arte conceptual, han sido una defensa constante de la paz. Sus instalaciones y performances, como el famoso Árbol de los Deseos, invitan a la participación del público para expresar anhelos de paz y esperanza, creando un espacio de reflexión y acción por un mundo mejor. No debemos olvidar las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki de agosto de 1945, y por supuesto las graves amenazas de una guerra nuclear que acabaría como la humanidad.
Conclusión
La paz debe ser restablecida y entendida como una senda de esperanza, no una utopía irrealizable. No es solo la ausencia de guerra, sino la construcción activa de un mundo en el que las diferencias se celebren en lugar de temerse, donde la justicia social prevalezca y la dignidad humana sea respetada para todos. No podemos seguir matándonos como años atrás. Esta senda requiere un compromiso constante y colectivo para superar las raíces de los conflictos: la injusticia, la desigualdad, la intolerancia y la violencia. Al seguir esta senda, la humanidad puede avanzar hacia un futuro donde la fraternidad y la solidaridad reemplacen al odio y la división, y donde cada persona pueda vivir en paz y con esperanza.
El arte de la pintura ha sido y continúa siendo una herramienta vital para expresar la paz y denunciar la guerra. A través de su capacidad para evocar emociones profundas y su poder simbólico, las pinturas han influido en la conciencia social e inspirado a generaciones a buscar un mundo más pacífico. La paz en el arte de la pintura no solo se ve en escenas de tranquilidad y armonía, sino también en las obras que confrontan la brutalidad de la guerra y llaman a la acción para construir un futuro mejor.
Notas
Fernández Palmeral, Ramón, La cara atroz del Guernica de Picasso, revista Meer, 20 de agosto de 2022, resumen del libro del mismo título publicado en Amazon, 2016.
Prensa diaria de los años 2022 a 2024.