Teófanes Egido López (Gajates 1936 - Valladolid 2024) carmelita descalzo descansó en el Señor, al amanecer del día 17 de julio de 2024.

En un estado de paz y serenidad cerró los ojos para siempre, cuando se apagaban las últimas estrellas de la noche y se encendían las primeras luces del día.

En el enorme claustro de la iglesia de San Benito quedará para siempre el eco de sus pisadas, con esa lentitud que tenía algo de sagrado.

Con la muerte de Teófanes se ha ido un hombre profundamente bueno, sabio y generoso.

Su voz grave y tibia seguirá resonando por mucho tiempo en nuestros corazones, porque sus palabras eran siempre como una brisa suave y un bálsamo que curaba las heridas del alma.

Tenía una mirada siempre directa y limpia que penetraba en los ojos del otro, leyendo, lo que podía pensar, pero por encima de todo era un gran maestro de la vida, que ha dejado una huella profunda en todos los que le conocimos y un vacío imposible de llenar.

Él decía que no era un fraile contemplativo, pero la percepción que tenía de Dios estaba tan hondamente arraigada en su alma que le bastaba penetrar en su propio interior, para percibir la presencia divina y sentir que todo su ser estaba unido esencialmente con ella.

Teófanes profesaba una gran admiración por San Juan de la Cruz, el carmelita del siglo XVI que junto con Santa Teresa de Jesús inició la reforma del Carmelo.

San Juan de la Cruz, hace de su experiencias personal con Dios el centro de su vida, y esa vivencia se hace presente en cada momento de su existencia, que comparte de una forma directa e inseparable con la divinidad.

Estas vivencias de San Juan son las que le inspiran El Cántico Espiritual, una de las composiciones más hermosas de la lírica universal, que contiene los símbolos más brillantes, audaces y elevados, porque aquello que nos quiere transmitir es la experiencia mística del alma que se une en esponsales con Dios.

Inspirándome en El Cántico Espirital de San Juan de la Cruz, el gran místico carmelita, al que Teófanes quería y admiraba tanto. He deseado escribir un Cántico de Amor, con versos sencillos, pero llenos de honda emoción.

Sirva este para rendir un homenaje a mi querido y recordado Teófanes Egido.

Cántico de amor

Inspirado en Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.

(María Pilar Galán)

El alma en busca del amado

El azul de tus ojos
que tan suave mi corazón hería
se fue tras los rastrojos
al despertar el día
dejando en negra sombra el alma mía.

El néctar que manaba
de tus labios bañados de ambrosía
yo con placer gustaba,
y mi vida vacía
trocó en canto de amor la noche fría.

¡Ay dulce Amado mío!
No seas en las sombras tan esquivo.
¿No ves que tengo frío?
¡Qué sin ti ya no vivo!
No te muestres conmigo tan altivo.


Como el ciervo perdido.
Que solitario vaga en la espesura
buscando donde ha ido
aquella, cual figura,
dejóle el corazón en amargura

Así todo mi ser
está por ti clamando con tristeza,
déjate por fin ver,
inclina tu cabeza
y mírame apresada en la maleza.

¡No tardes en llegar!
Mira cómo mi alma languidece.
Y llora al recordar,
y se enmudece,
y en soledad y sin amor fenece.


¡Atrévanse tus pasos
llegar hasta mi pecho tan cansado!
Y llévenme tus brazos,
y muéstrese mi amado
bello y enamorado.
Y quédese por siempre ya a mi lado.

¡Sé tú mi carcelero!
Cubre mi rostro de gozo contenido.
¡Eres quien yo más quiero!
Y si eres venido.
no abandones jamás el dulce nido.


La voz del dulce Amado,
esa que consolaba mi amargura,
se ha ido de mi lado,
se ha perdido en la hondura
convirtiendo en cenizas la hermosura.

Desde aquel despertar
mi vida se ha sumido en el vacío,
ven pronto a rescatar
mi corazón baldío,
devuélveme aquello que fue mío.

Espero tu venida
cual la lluvia serena deseada
desciende dando vida.
¡Sea mi alma llagada
con tu sola presencia perfumada!


Un surtidor nacido
de la roca más alta y escarpada
alivia mi quejido,
tristeza susurrada,
alma desgarrada.

¡Oh fuente transparente
que reflejasteis mi melancolía!
Fuisteis mi confidente
cuando de amor moría
y el rostro de mi Amado se escondía.

¡Sacia la sed que aviva
y consume mi interior profundo!
Muéstrame la salida
que dé luz a este mundo
oscuro y tormentoso en que me hundo.


Sigo en pos de tus huellas
por sendero de cardos y de espino,
por estar junto a ellas
de lejos mi alma vino.
¡Es tu rastro mi más bello camino!

Cuanto más perseguía
la suave caricia de tu aliento
más ansias yo tenía
de volar en el viento
allá donde te sueña el pensamiento.

El olor de los nardos,
dulce perfume que embriaga y enamora,
quedóse entre los prados
cual fragancia sonora
presencia viva de quien mi alma adora.

El encuentro del alma con el amado

Mi Amado renacido
soñando está conmigo recostado,
y siento su latido
tierno y apresurado
como llena de música el collado.

Entre las recias rocas
al abrigo del viento y alevines,
plantaremos no pocas
camelias y jazmines,
y brotarán los más bellos jardines.

Al declinar el día
me alumbrará la luz de tu mirada,
y sentiré que es mía
la más blanca alborada
que veo en tu semblante reflejada.


¡Una vez que te diste,
no te alejes jamás de mi latido!
Mira que eso que viste
cuando no eras venido
es la expresión más triste de un quejido.

¡Quédate y persevera!
No me seas esquivo entre las flores,
acógeme a tu vera,
acepta mis amores,
y escuchemos los dulces ruiseñores.

¡Oh regalo dichoso,
que pusiste a mis plantas doloridas!
¡Recibiré gozosa
esas ramas caídas,
ese ungüento que calma mis heridas!


A mi huerto llegaste. allí donde la calma renacía,
y allí depositaste
tus ojos ¡Vida mía!
¡Inundándolo todo de alegría!

Y puestas tus pisadas
que mostraban el cauce del sendero,
id huellas adoradas,
cual blanco y claro albero,
señalando la ruta del que quiero.

El caudal de la fuente
de color esmeralda y azulado,
señala dulcemente
que fue mi bien Amado
quien se lavó la llaga del costado.


Hermosas criaturas,
bellos corceles que saltáis briosos. del monte sus alturas
hacia cielos gloriosos,
conducidme a los cerros silenciosos.

Allí, junto a mi Amado,
haremos una hoguera tan dorada
que ilumine aquel prado,
donde pacía mi alma enamorada.

¡Oh tú, paloma suave
qué tu blancura adorna tu andadura!
Alza el vuelo, cual ave,
retoma ya la altura,
pregona por el cielo mi ventura.


Despierta del letargo.
mira que el frío invierno ya ha pasado,
respira hondo y largo
el perfume dorado,
que brota de las viñas y del prado.

Los ríos caudalosos
que corren de las rocas hacia el mar
observaban gozosos
y en ese su mirar
reflejaban su claro destellar.

Una rosa plateada
me entregó cuando el día declinaba
y en mi pelo engarzada
reluciente brillaba
cuando en silencio Él me acariciaba.


Reposa Amado mío
descansa junto a mí serenamente
ya no temas al frío,
apoya aquí tu frente
y escucha lo que mi corazón siente.

Sobre las bellas flores
te haré el más dulce lecho de ternura,
perfumaré de amores
tu más gentil figura,
que refulge en los campos de hermosura.

Cuando llegue la noche
bajo el suave fulgor de aquel lucero
invocaré tu nombre,
te diré que te quiero,
y que si tú no estás de pena muero.