Marcos Pérez Jiménez fue un dictador venezolano que gobernó su país desde mucho antes de diciembre de 1952 a enero de 1958. Para los jóvenes nacionales del siglo XXI este periodo sigue siendo un referente vago; para otros ciudadanos mayores, en cambio, el personaje se debate desde excelente gobernante hasta tirano corrupto.

Lo cierto es que ascendió al poder de manera no muy santa. Andino del estado Táchira, con formación militar en el Ejército venezolano con las más altas calificaciones en los años 30. Simultáneamente, Marcos Evangelista también tenía su lado político que perfeccionó en la siguiente década.

Venezuela tuvo sus primeras elecciones libres y universales en el año 1947 donde ganaría con mayoría abrumadora del 74% un candidato de excepción, el escritor Rómulo Gallegos. Nuestro intelectual más leído toma posesión del cargo de presidente de la república en febrero del año siguiente. Tristemente sería derrocado en noviembre de 1948 por una junta militar de la cual Pérez Jiménez es parte.

Luego del magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud, quien era presidente de la junta militar de gobierno, Marcos va tomando el control del poder, y en las elecciones de 1952 para elegir una Asamblea Constituyente que recomponga el país, su grupo comete fraude contra el ganador representado por Jovito Villalba. Y así Pérez Jiménez toma el poder absoluto. El gran general y ahora presidente a la fuerza inicia con buen pie al liberar presos políticos, más comenzar una serie de inversiones nacionales e internacionales que mejoran la economía de Venezuela. La Guerra de Corea requiere mucho petróleo, y las mayores exportaciones de ese rubro suministran grandes ingresos a la nación.

Pérez Jiménez promueve la dignificación de las viviendas populares, como también la ampliación de la vialidad e infraestructura. La economía está tan boyante que se promueve la inmigración de mano de obra europea. Sin embargo, hay algo que no cuadra, los comunistas son el gran enemigo, como también los socialdemócratas. Estos son perseguidos como muchos que opinan en contra del Estado. A pesar de que se ven las obras, mucho del dinero está enriqueciendo al dictador y sus cercanos. Estos errores, más otro fraude en el plebiscito de diciembre de 1957, desencadenan el descontento militar y nacional que genera la partida del autócrata en enero con un gran lote de dinero en efectivo hacia República Dominicana donde lo recibe otro dictador caribeño.

Al ser asesinado el dictador dominicano en marzo de 1961, Marcos desde mucho antes va a Miami en los Estados Unidos temiendo por su seguridad y allí hace grandes inversiones pensando en un buen retiro. Eran los años de John F. Kennedy, quien era amigo del nuevo presidente venezolano Rómulo Bethancourt. El norteamericano, ante la investigación venezolana iniciada en 1959, acepta extraditar a Pérez Jiménez a mediados de 1963.

Y es en esta parte donde entra mi madre en la historia. María Teresa Castillo Vicci era muy joven cuando comenzó a trabajar en 1956 en la Corte Federal y de Casación (actual Tribunal Supremo de Justicia) donde parte de su familia laboraba. La sede para esos años quedaba frente al Congreso Nacional en el centro de Caracas. Es decir, mi madre trabajó para la dictadura de Pérez Jiménez y me cuenta que fue una de sus etapas de vida más felices; con mucha seguridad, prosperidad y fiestas. Aunque ella sabía en su adolescencia lo que era una autocracia corrupta, por ello no opinaba mucho de política en el trabajo. No obstante, al acercarse el plebiscito de 1957 los jefes reclamaron a sus empleados traer la boleta impresa con la palabra “NO” como evidencia de seguir queriendo al gran general, y así dejar constancia de haber votado afirmativo. Mi madre levantó la mano. El superior dijo:

—Diga, Teresita.
Ella expresó:
—Yo no voto.
Y el curioso jefe preguntó:
—¿Por qué usted no vota, señorita Castillo?
—Porque soy menor de edad…

Pero en su interior estaba molesta y no quería que su primer voto fuese una opción obligada.

La dictadura cayó a los dos meses siguientes como contamos arriba. Y mi madre entonces laboraba para la nueva democracia, donde sí pudo votar libremente por Rafael Caldera como todos los socialcristianos del Partido Copey hicieron en 1958. No obstante, en buena lid ganó el socialdemócrata Betancourt quien hizo un gobierno excelente para la mayoría de los estándares históricos.

Volviendo a la Corte Federal había un reacomodo y prioridad en la Justicia venezolana, quien era presidida por el abogado José Ramón Duque Sánchez, el nuevo jefe de mi madre. La sala penal tenía la tarea de extraditar, juzgar y condenar al general Marcos Pérez Jiménez, para lo cual inició una investigación y dio órdenes de captura en agosto de 1959. El letrado armó un expediente que guardaba con celo en una gran caja fuerte comprada manifiestamente para tal fin en la sede de la Corte.

—Teresita, mucho cuidado con eso —le decía a mi madre el abogado Duque. Por esos tiempos ella vestía semi formal en tacones altos, y cada vez que se acercaba a la caja pasaba de puntillas lo más lejos posible con aquel temor al importante folio que allí se atesoraba.

La justicia norteamericana detuvo al general a los 5 días de recibir la comunicación. Y lo mantuvo en custodia hasta su extradición en agosto de 1963. Para ese entonces ya mi madre no estaba en la Corte, ella tenía otros planes para su vida a inicios de ese año, estaba embarazada de mí y se había casado en 1962 con mi padre. Quería dedicarse a la casa y no trabajar más. La experiencia de tres años con la dictadura y tres con la democracia fue buena, pero Teresita pensaba que estaba hecha para la vida familiar doméstica. Así que renunció en enero, donde el abogado Duque Sánchez le extendió una elocuente carta de referencia. Y le dijo:

—En caso vuelva a trabajar, nunca se sabe.

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A Pérez Jiménez se le acusó de hurto al erario público y se le encontró culpable a pagar una condena de 4 años, pero ya que estuvo 5 años esperando sentencia en la Cárcel Modelo de Caracas fue liberado de inmediato, para irse a España en 1968 donde el dictador Francisco Franco lo acogió. Sin éxito el general intentó regresar a la Venezuela democrática donde se mantenía el rechazo de los gobiernos tanto adecos como copeyanos. Para 1999 el recién electo Hugo Chávez lo invitó a su toma de posesión a lo que él declinó por razones de salud, aunque quizás tampoco le gustaban los políticos de izquierda. Igualmente, Marcos no quería estar cerca de Venezuela, en Colombia lo buscaban por indicios de haber sido el autor intelectual del asesinato de un militar venezolano de la resistencia clandestina hacia 1954 en Barranquilla. Marcos Evangelista Pérez Jiménez murió en España en 2001, sus restos siguen en la madre patria. En su pueblo natal de Michelena hay una colorida estatua de él aun en pie… Sin embargo, su mal recuerdo prevalece entre quienes leemos la historia con más detalle.

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Un epílogo de este relato es que mi madre debió trabajar de nuevo para la administración pública. Y cuando se jubiló a finales de los 90 necesitaba los años de servicio en la corte. Allí, una funcionaria del Tribunal Supremo de Justicia vio su carrera y le dijo:

—Permítame ponerme de pie, con el expediente bajo el brazo y para mí es un honor dar constancia a quien trabajo tanto en la dictadura como en la democracia.