Yo poseo una animadversión extrema, antinatural, a los aeropuertos, me parecen lo peor del mundo. En los aeropuertos, la gente actúa de manera extraña… o caminan muy rápido y tropiezan a todos, o caminan muy lento y todos se tropiezan con ellos... El ruido es insoportable, la comida es básicamente terrible (aunque sean de restaurantes que en cualquier otro lugar nos parecen buenos) y realmente cara. La gente te informa, si preguntas, generalmente de mala manera; los encargados de las líneas aéreas, normalmente, te informan poco o nada. Te encuentras con todo tipo de gente, bien vestidos algunos, ejecutivos apurados, o montones de individuos ataviados como mamarrachos. En fin, una experiencia, a mi parecer, mayormente desagradable.

Sin embargo, uno que otro aeropuerto trata de presentarte una “cara amigable”. Desde aquella vez en el 2001, cuando fui a trabajar a la Universidad de Georgia, he pasado varias veces por el aeropuerto de Atlanta, ya fuera para salir o llegar de un viaje o para recibir a algún amigo o familiar. Unas 200 hormigas creadas por el artista Joseph “Joe” Peragine adornaban la sala de equipaje, despertando más de una sonrisa curiosa entre quienes pasábamos a recoger maletas. En varios de los pasillos de este aeropuerto, aunque hoy desprovisto de aquellas hormigas de Peragine, vemos esculturas y obras de arte diversas que tratan de hacer algo más agradable tu paso. Varios aeropuertos del mundo intentan mostrar esa cara amable, lo cual no evita que sigan siendo para mí un lugar de enorme desconcierto y estrés.

El aeropuerto de Nápoles no es excepción. Muchas personas que han pasado por él comentan que es quizás el peor del mundo. Afortunadamente, la experiencia que tuvimos mi esposa y yo no fue tan mala. Dentro del aeropuerto, sus autoridades decidieron “crear” algo así como un museo, y varias reproducciones de diversas obras expuestas en algunos de los museos de la ciudad reciben o despiden a los viajeros. Durante nuestra visita, en el área de equipajes, nos recibió Hermes sentado, liberándome un poco del estrés, dándonos la bienvenida, con su distraída mirada, a la curiosa y contrastante ciudad de Nápoles, recordándonos que, en pocos minutos, en las afueras del aeropuerto, nuestro sobrino Gustavo Rafael Gutiérrez, uno de los chefs de la Osteria Torre Ferano, y su suegro, Vicente Fiore, estarían prestos a recibirnos y transportarnos para pasar varios días en el simpático Vico Equense.

¿Pero Hermes sentado? Yo había visto esta figura antes, y en varios días tendría la suerte de ver el original en bronce, rescatado de la Villa de los Papiros, en el excelente Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Nápoles, uno de los más importantes en su género, a nivel mundial.

Si por alguna casualidad vas a Los Angeles, y te gusta el arte, es imperdonable que no visites el Centro Getty, el Campus del Museo Getty localizado en Brentwood, dedicado a presentar pinturas, dibujos, manuscritos iluminados, esculturas y artes decorativas europeas anteriores al siglo XX. Igualmente, tiene una fabulosa colección de fotografías que datan de 1830 hasta nuestros días. Numerosas esculturas al aire libre se exponen en sus terrazas y jardines, así como fenomenales vistas de Los Ángeles.

Quizás menos conocida, pero también visita obligada, en Pacific Palisades, a un extremo de la costa de Malibú, es la Villa Getty, pionera y parte del Museo Getty, resguardando una colección de 44 mil antigüedades de origen griego, romano y etrusco, que datan del 6.500 a. e. c. al 400 e. c.

A mediados de 1950, Jean Paul Getty (1892-1976), magnate petrolero, inmensamente rico, aunque notoriamente frugal, amante y ávido coleccionista de obras de arte y antigüedades, construyó una galería adyacente a su casa en Pacific Palisades. Esta se quedó pequeña en corto tiempo. Decidió entonces establecer un segundo museo en otra sección de su propiedad, colina abajo de la primera galería. El nuevo museo se inspiraría en la Villa de los Papiros, descubierta a un lado de Herculano, ciudad que al igual que Pompeya, y otros lugares de Campania y la Bahía de Nápoles, sería destruida por el Vesubio en el año 79 e. c. El nombre de la villa se debe a que el arquitecto e ingeniero Karl Jakob Weber (1712-1764), durante una de las excavaciones al lugar, encontraría una sala con 1.785 rollos chamuscados de papiros, algunos de estos traducidos parcialmente en tiempos recientes. Al no existir mucha información disponible sobre dicha villa, el arquitecto encargado de diseñar la Villa Getty, Stephen George Garrett (1922-2019), incorporó detalles observados en otros sitios y villas del antiguo Imperio Romano.

Las villas romanas

Las villas romanas “desperdigadas” por Italia y las provincias del Imperio Romano en el Mediterráneo eran casas de habitación de fincas o haciendas. Casi siempre rodeadas de viñedos, olivos, cereales cultivados y áreas para la elaboración de productos manufacturados tales como vinos y aceite de oliva. Símbolo de estatus, eran lugares en los que se promovía la hospitalidad, el arte, la conversación de temas triviales o profundos, el ocio. Estas villas se expandieron por todo el Mediterráneo a medida que el imperio crecía. El estilo particular de las villas romanas de Italia se fue transfiriendo a aquellas que se iban construyendo en otras regiones del imperio, contribuyendo, de alguna manera, a la fusión y unidad del mismo.

De visita en Israel, invitado por la Agencia para la Cooperación y Desarrollo Internacional del gobierno israelí, recuerdo haber visto los restos de la Villa de Apolonia cerca de Herzliya. Ubicada sobre un acantilado de arenisca de Kurkar, básicamente una fosilizada. Por no estar abierta al público en aquel tiempo, aunque había arqueólogos trabajando en ella, nos mostraron parte de las ruinas (que también incluían restos de una fortaleza hecha por los cruzados) de pasada, ya que estábamos alojados relativamente cerca, en Shefayim, ligeramente al norte de Herzliya.

Días antes, algunos de nosotros habíamos pasado un día visitando Cesarea Marítima, su acueducto (no tan impresionante como el de Segovia, pero igual de interesante) y otros restos arquitectónicos de dicha ciudad romana y le habíamos comentado nuestras impresiones a compañeros e instructores. Estos, muy amables, decidieron mostrarnos lo que quedaba de la Villa Apolonia, en vía a Tel Aviv para una conferencia.

Más recientemente, mi esposa, su hermana Gisela y yo, visitamos la muy bien preservada Villa de los Misterios. Ubicada a unos 400 metros al noroeste de las murallas de Pompeya. Se llega a esta luego de atravesar una necrópolis. Afortunadamente, luego de la erupción del Vesubio, esta villa sufrió daños menores y la mayoría de sus paredes y frescos sobrevivieron casi intactos. A la Villa de los Misterios se entra a través de un vestíbulo con bancos donde esperaban los clientes. Mas allá del vestíbulo y el ianuae (puerta) se encuentra el peristilo (galería de columnas que rodea a un edificio. Por cierto, los griegos construían templos perípticos, rodeados completamente por un peristilo, tal y como también vimos en el templo de Atenea en Paestum).

En el centro de la villa hay un cobertizo que cubre el acceso a la bodega, desde donde se abren la cocina y el lagar (lugar donde se prensan las aceitunas para extraer aceite de oliva, o se prensan las uvas para obtener el mosto). Las habitaciones al norte son secundarias. Desde el peristilo se accede al atrio, con un impluvio central, y desde aquí, los accesos conducen a las salas más importantes.

La villa recibe su nombre por los hermosos frescos presentes en una de las habitaciones, posiblemente un triclinium (estancia destinada a ser un comedor formal), supuestamente representando el rito de iniciación en el matrimonio de una mujer de acuerdo a los Misterios Dionisíacos, culto dedicado a Dioniso (Baco), dios de la fertilidad y el vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis.

Las imágenes son más que elocuentes. Posiblemente la domina o dueña de casa parece observar el rito dionisiaco a punto de comenzar. Seguidamente, vemos un niño leyendo el ritual mientras lo supervisan una matrona y otra mujer, una joven lleva una bandeja con ofrendas, un grupo de señoras realiza una celebración sacramental, un sileno (compañero y tutor de Dioniso) toca una lira mientras una jovencita ofrece su seno a una cabra, otro sileno de más edad ofrece bebidas a un sátiro (criaturas alegres y desenfadadas, amantes del vino, las mujeres y los placeres físicos) mientras otro joven sileno le alcanza una máscara teatral (el culto a Dioniso llevó al surgimiento del teatro).

También vemos en estos frescos a Dioniso descansando sobre las piernas de Ariadna (la parte superior de esta no se observa al haber sido dañada por efectos del Vesubio), unión perfecta entre el mundo divino y el humano. De seguidas, una joven devela un falo ritual, símbolo del poder de creación de la naturaleza. Justo al frente, una figura femenina alada portando un látigo está presta a flagelar a la joven en cuclillas de la siguiente escena. Finalmente, la hermosa figura de una joven desnuda, de espaldas, realiza una danza orgiástica, concluyendo así el ciclo dionisiaco.

Pero volvamos a la Villa Getty, entrar en ella es toda una experiencia. Ingresas por la “puerta principal” a un espacioso y abierto atrio que permite ver más allá del amplio salón. Seguido al atrio, pasas al peristilo interior, el cual permite acceder a las galerías del primer piso y a una escalera central que va al segundo piso. En el lado norte del peristilo interior se halla el templo de Hércules (Herakles), de cuyo piso podemos decir que, aunque es recreación de uno encontrado en la Villa de los Papiros, no existía un recinto similar en aquella villa. Aloja una estatua de Hércules, descubierta originalmente en la Villa de Adriano, cercana a Tívoli, en Italia.

La más importante de su colección, según el propio Getty. También en el norte del peristilo interior, se encuentra una pequeña basílica, similar a una encontrada en la Villa de los Papiros, pero alojando una estatua de Venus. Esta, descubierta en Roma en 1510, se dice que perteneció al cardenal Jules Mazarin (1602-1661), asesor de Luis XIII, el Justo (1601-1643) y Luis XIV, el Grande o el Rey Sol (1638-1715), reyes de Francia.

Impresionan también el peristilo exterior, cuyo punto focal es la enorme piscina (en la Villa de los Papiros tenía un par de metros de profundidad, aquí solo tiene unos cuantos centímetros, es más bien un espejo de agua) rodeada de jardines simétricos, y diversas copias fidedignas de estatuas y bustos, colocadas aproximadamente donde fueron encontradas en la original villa en Herculano. En el centro del espejo de agua, al final, sobre una piedra, vemos a un alegre y borracho sátiro. El original se exhibe en el MAN de Nápoles, y fue encontrado en la Villa de los Papiros, más o menos en el mismo lugar en su piscina.

Al final de la piscina, ya fuera de esta, sobre una roca, vemos la hermosa reproducción de Hermes sentado o Hermes en reposo. Hermes (o Mercurio) está representado aquí cuando joven, descansando sobre una roca de su ir y venir constante como mensajero de los dioses. Su desnudo y esbelto cuerpo expresa la sensación de ligereza y movimiento. Pequeñas alas salen de sus sandalias, y en su mano izquierda vemos un fragmento del caduceo (báculo rodeado por dos serpientes enroscadas y ascendentes, usualmente coronada con un par de alas. Especie de bastón portado por Hermes). La obra original, conservada en el MAN de Nápoles, es una copia romana en bronce realizada a partir de una escultura helenística inspirada por un prototipo realizado por el escultor griego Lysippus (390 a. e. c. - 300 a. e. c.).

En la práctica, las villas estaban integradas a la producción agrícola de algún tipo, incluso aquellas productivamente inútiles. Pero también eran lugares de ocio, visto este desde un amplio espectro, desde el placer material epiceno hasta el esfuerzo intelectual y literario. Las villas solían significar lugares ideales de refugio y respiro luego del arduo trabajo. Muchas villas eran adornadas con obras de arte de todo tipo, agregando eventualmente un importante valor social y cultural, así como convertirse en símbolos de estatus.

La Villa Getty no es una reconstrucción exacta de la Villa dei Papiri en Herculano. Pero a escala 1:1 y construida más o menos según el plano original, con mármoles de colores de canteras antiguas y rodeada de flora de la antigua Campania y adornado con copias de estatuas de bronce de la antigua villa, ofrece […] la oportunidad de experimentar los espacios, sonidos y olores de una antigua y lujosa villa romana.

Bibliografía

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