La creatividad, es ante todo, o si lo prefieren, antes que cualquier otra cosa, una paradoja. La creatividad contiene, en sí misma, las contradicciones propias de los individuos y de sus experiencias personales. Quizá seas una de esas personas que viven en esta paradoja, tal vez tengas la inspiración necesaria o la capacidad para generar nuevas ideas. O quizá no lo seas, pero tengas cerca de ti a alguien que siempre encuentra la forma de innovar.

La neurociencia lleva años tratando de dar respuestas a si nacemos siendo personas creativas o si, por el contrario, para la creatividad lo que se necesita es aprendizaje y experiencia. Es decir, por un lado se plantea la cuestión de si la creatividad se relaciona con determinada fisiología del cerebro, o incluso de que puede ser heredada. Por el otro, la consideración de la dependencia de la educación, el esfuerzo y la perseverancia como factores generadores de creatividad.

En 1956, el psicólogo Frank X. Barron realizó un estudio sobre la mente creativa. La conclusión más relevante de este estudio, realizado entre algunas de las mentes más prolíficas de su época y cuyo objetivo era entender cómo funciona el cerebro de un artista, fue que la inteligencia es importante, pero no determinante para ser creativos.

Tener creatividad no consiste en tener mucha imaginación. No solo. Ni en tener muchas ideas, sino desarrollar las pocas que en realidad te vienen a la cabeza. Contrariamente a la creencia de que la creatividad habita en el hemisferio derecho del cerebro, especializado en sensaciones, sentimientos prosodia y habilidades espaciales, se ha descubierto que la creatividad humana no atiende a divisiones binarias.

Lo que sí revelan las investigaciones, como la realizada por el equipo de neurología y neurociencia de la Universidad de Cornell, en New York, de hace apenas unos cinco años, es que ambos hemisferios son necesarios para hacer funcionar una mente creativa. La investigación puso al descubierto que la conectividad callosa (los hemisferios cerebrales están unidos por un haz de fibras llamado cuerpo calloso) es más pequeña en el caso de músicos, artistas o escritores, pero no solo en estas personas, sino también en personas que desarrollan el pensamiento divergente, en investigadores y científicos.

Efectivamente, el cerebro de la gente creativa podríamos afirmar que funciona de forma distinta (eso no las hace mejores personas) al resto de la humanidad. Esto es así, porque existe en el cerebro un área de la corteza frontal y parietal de los lóbulos temporales que conforman lo que se ha venido en llamar “red de la imaginación”. Esta red de la imaginación es la responsable de que soñemos despiertos, divaguemos sobre el pasado o el futuro, y de que desarrollemos mejor la capacidad para lo abstracto.

El secreto de la creatividad está en activar esta red y conectarla con la red ejecutiva central del cerebro, responsable de la atención, de la memoria el control de los estímulos y la resolución de problemas. De esta forma la persona se concentra en dejar volar su imaginación, bloqueando distracciones para centrarse en su visión de las cosas y del mundo, generando ideas y expresiones apreciables de las mismas. En este sentido, el pensamiento creativo se desarrolla en algunas personas con capacidad para aceptar y resolver sus propias contradicciones, lo que aleja a la mente creativa de las atribuciones de inspiraciones súbitas propias de los procesos sacralizados.

¿Mente creativa versus mente investigativa?

La mente creativa no es el resultado de destellos puntuales. La creatividad debe ser entendida desde la perspectiva del tiempo. Si aceptamos que la creatividad es un sistema generativo, entonces necesariamente tiene que ser un sistema durable. No es admisible entonces que la mente creativa lo pueda ser en una única ocasión, dado que es un sistema, que continua operando en el tiempo. La mente creativa se cultiva y desarrolla a lo largo de la vida intelectual y productiva de la mente de la persona.

La iluminación y la brillantez de la creación parecerían contraponerse al trabajo disciplinado y adusto de las mentes investigativas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad; son muchos los argumentos que señalan la estrecha relación entre la creación y la investigación.

La creatividad, el momento singular de un acto creativo es también – lejos de su apariencia repentina y súbita – el resultado de largos periodos de incubación. La mente investigativa exige de un conocimiento experto, de uno u otro tipo, que permita el tránsito dentro de un campo definido, como los estados del arte o los avances científicos, así como el carácter retrospectivo de la investigación.

Creatividad y restricciones

Parece de Perogrullo que, la creatividad como sistema mental, se relacione con altos niveles de práctica y experiencia. Por ejemplo, en el campo de las artes, son muy escasos los autores que, con una sola obra, libro, pintura o composición musical, destaquen por su creatividad. Es decir, la variable tiempo experimental y de investigación es intrínseca a la riqueza creativa.

En la dirección señalada de tiempo y experiencia, un factor clave para desarrollar la creatividad son las restricciones sobre el pensamiento. Lejos de ser una antítesis de la creatividad, las restricciones capaces de guiar el pensamiento, de enfocarnos en aquello que hacemos, que elaboramos, ayudan a liberarnos de las cadenas que sujetan nuestro espíritu.
La mente creativa es una mente investigativa – como ya he señalado – y esta mente exige de un conocimiento experto que es directamente proporcional a la calidad de las obras artísticas o las investigaciones científicas. Las restricciones que centran nuestros pensamientos facilitan la incubación de las ideas.

Mente creativa y salud mental

Concentrarse para soñar despierto o prestar atención para imaginar, son algunas de las contradicciones que nos permiten analizar las mentes creativas. Estas contradicciones suelen estar en el origen de la tendencia de las mentes creativas a desarrollar conflictos internos y propensión a desarrollar una psicopatología.

El dato puede parecer suficientemente extraño, pero se relaciona con estudios que afirman que las personas más creadoras son a la vez:

más primitivas y más cultas, más constructivas y destructivas, ocasionalmente perturbadas y generalmente equilibradas en relación a la población media.

La mente creativa es esencialmente introspectiva, una característica que les dota de una autoconsciencia y un conocimiento de su “lado más oscuro e incómodo” que poca gente posee. Indudablemente, la mente creativa suele acompañarse de una personalidad compleja.

La imagen del creativo caótico y escoradamente inclinado a la depresión, es algo más que un estereotipo – aunque ciertamente lo es – conclusiones a las que ha llegado en distintos estudios sobre el proceso creativo y la personalidad de aquellos que los realizan, realizados a lo largo de 30 años por el profesor de psicología de la universidad de Claremont (California) Mihaly Csikszentmihalyi.

No continuaré por este camino de la creatividad y las psicopatologías porque voy a invitarte a leer mi siguiente artículo en el que profundizo en este aspecto de la mente creativa.

En otro aspecto y como proceso de transformación personal, la mente creativa tiene, sin duda, muchos beneficios para la salud mental. A través de la creatividad, las experiencias difíciles se pueden transformar en objetos o acciones de valor y belleza.

La creatividad está ligada al trabajo productivo, a la labor transformadora, a la invención, al descubrimiento, a la búsqueda y a la duda, a la acción constructiva y al conocimiento. La creatividad es una cualidad elemental y amplia del ser humano, una forma de comunicación que transmite, por diferentes medios, lo que alguien es capaz de dar. Por eso, es importante considerar a la creatividad, a la mente creativa como un medio de salud mental.