Mariana Enriquez es una escritora de pesadillas y una periodista de música. Pelo de plata, ropas oscuras, gafas y un semblante serio, pensante. Así se la suele ver en fotografías. Sus obras son oscuras y reconocidas mundialmente, en algunos cursos de literatura ya se habla de ella como una referente y está dentro de la “nueva narrativa argentina”.

Una mujer híbrida, mitad rockstar, mitad escritora y con aires de cronopio. El heavy metal lo canalizó a través de sus historias de terror a temprana edad —desde los 17 que escribe—, particularidad que la convirtió en una de las grandes voces de la literatura de terror.

Nació en Buenos Aires en la década dorada de los 70. Cuando comenzó su carrera de periodista soñaba con que alguna vez la enviasen a un “Glastonbury” y terminó siendo periodista de rock. Aunque ahora es editora del suplemento “Radar” del diario Página12, directora de letras del Fondo Nacional de las Artes en Argentina y también docente.

Encontró su vocación de escritora luego de pasar rápidamente por la música, es que Mariana no tenía ese “no sé qué” que les permite a los músicos hacer su magia invisible. La vuelve loca lo abstracto de la música, su androginia, su conexión con lo divino y lo inalcanzable que le resulta. “No tenés talento natural para esto” le dijo un amigo metalero, con quien practicaba guitarra. Entonces, publicó dos grandes colecciones de cuentos y la novela Nuestra parte de noche (2019), que la llevó a ganar un importante premio literario.

Suelen comparar su estilo con el del gran Cortázar, aunque también su cuento “Bajo el agua negra” tiene algunos elementos del terror Lovecraftiano. Hay una clara intertextualidad entre varias de las historias y personajes más destacados de Lovecraft, además de que también juega con su estructura narrativa. Pero no pierde lo mordaz de su crítica social hacia la ley y el estado que hace al lector recordar a su natal Buenos Aires.

¿Mariana es gótica, tal como Pou, Lovecraft o incluso Shirley Shackson? Suelen definir su género literario como terror, así, en seco, pero le falta algo, la literatura gótica le puede hacer un poco más de justicia, más allá de lo que escribe, ella tiene el aura distintiva de los góticos (los literarios, no la tribu urbana).

La forma en la que Mariana se lamenta de que los jóvenes no lean a los grandes escritores delata su intelectualidad. El asunto con los intelectuales es que tienen mañas interesantes: Mariana no quiere conocer al ídolo de toda su vida, Nick Cave, para ella es un ser elevado que vive en otro plano y no quiere romper esa ilusión. Mucho menos le gustaría que comentase su trabajo.

Aunque sí ha llegado a comentar en alguna entrevista radial que odia a quien escribió el último capítulo de Game of Thrones porque, en sus palabras textuales le “arruinó siete años de vida”. Se declara consumidora de cine y series y eso no parece quitarle tiempo para escribir, ni homogeniza su arte.

También consumió drogas desde temprana edad (trece años) y al principio, eso le daba inspiración para sus primeros libros de terror, pero con el tiempo se dio cuenta que era demasiado caos hasta para un artista.

Malos viajes con ácido, borracheras insólitas, insomnio, la sensación de no poder seguir más por ese camino que iba directo hacia la depresión. Mariana, la destacada escritora, llegó a sentir asco de sí misma y de su vida por culpa de los malos hábitos. Finalmente cortó con las actitudes compulsivas y casi que se vuelve metódica en su proceso creativo, pero casi, porque siempre hay un poco de caos en su tintero.