He tenido una vida maravillosa.

(Wittgenstein, el día de su fallecimiento)

Las historias al uso de la filosofía presentan una imagen en extremo incompleta respecto a la vida y obra de Ludwig Wittgenstein; manipulada, además, según los esquemas de interpretación aplicados, las intenciones ideológicas y los intereses materiales de ciertas organizaciones y Estados. Mucha luz ha de producirse sobre el autor del Tractatus lógico-philosophicus y las Investigaciones filosóficas.

Ciencia, filosofía y metafísica

Conforme a nuestro autor, el objetivo de las ciencias es dilucidar la verdad de los objetos del mundo, y esto lo hacen a través de proposiciones válidas desde la perspectiva del análisis lógico del lenguaje. Esto es importante. Del mundo de los hechos y acontecimientos, empírico per se, solo puede decirse aquello decible con validez lógico-formal, pero en Wittgenstein ese mismo mundo manifiesta la presencia de realidades no decibles, sino mostrables en la experiencia cognitivo-emocional. Esta distinción entre lo decible y lo mostrable es clave, ella permite delimitar con precisión la función de la filosofía y de la metafísica. La filosofía es, por una parte, un esfuerzo infructuoso de decir mediante proposiciones lo que no se puede decir (esta es una crítica radical al modo tradicional de hacer filosofía), pero, por otra parte, en esa inutilidad cognitiva la filosofía abre la posibilidad de aprender lo místico trascendental en la metafísica.

¿Qué es la metafísica? En Wittgenstein no es un corpus positivo del saber, sino una experiencia de lo que solo se puede mostrar, no decir. Este enfoque, por lo tanto, no es positivista ni neopositivista, tampoco es contrario a la metafísica. El problema principal de la filosofía no es responder a la pregunta ¿por qué existe algo y no más bien nada?, sino aclarar la distinción entre lo decible y lo mostrable. Conforme a mi interpretación de la filosofía del Tractatus, la pregunta indicada es un sinsentido y un abuso lingüístico al pretender saber el qué del mundo, porque ese qué no puede describirse ni conocerse mediante proposiciones, sino solo experienciarse en una especie de racionalidad logo-afectiva.

Apreciación crítica de la tesis anterior

En este punto conviene precisar una observación crítica respecto a lo planteado por Wittgenstein. A diferencia de nuestro autor, sostengo la siguiente tesis: la respuesta a la pregunta ¿por qué existe algo y no más bien nada? y la pregunta misma son solo inválidas cuando no derivan de lo mostrado en la experiencia. En tal circunstancia, las proposiciones filosóficas resultan inutilidades cognitivas; pero cuando se produce la experiencia de lo mostrable, entonces tal experiencia es susceptible de traducirse en proposiciones válidas de esa experiencia. Si se postula la existencia de realidades no decibles, sino solo mostrables, como lo hace Wittgenstein, entonces hemos de suponer la presencia de un meta-lenguaje y de una meta-lógica de ese meta-lenguaje, y esto nos lleva a sostener la existencia de un universo multidimensional con muchos tipos de lenguaje válidos y de estructuras lógicas según sea la dimensión considerada.

Este tema, por supuesto, es en extremo complejo, y no se cuenta en este momento con los conocimientos suficientes para dilucidarlo; sin embargo, en el ámbito de las ciencias naturales y matemáticas, sobre todo en la investigación y cosmovisión cuántico-relativista, la racionalidad logo-afectiva humana viene acumulando informaciones y conocimientos eventualmente conducentes a una resolución pertinente del asunto. Y aquí conviene asentar el siguiente precepto: el camino de la ciencia, la tecnología y el humanismo es el único sendero para evitar las supersticiones ideológicas. La hipótesis de un universo multidimensional y, por lo tanto, poblado de distintos lenguajes y de distintas estructuras lógicas, amerita investigación constante en el ámbito científico y humanista, pero de ninguna manera debe justificar especulaciones seudo-racionales (supersticiones).

Filosofar y poder

Un tema no menor, y desde la perspectiva de quien escribe, medular, se relaciona con el filosofar según Wittgenstein. La filosofía, para nuestro personaje (y para quien escribe), es filosofar, y filosofar equivale a una praxis (actividad) analítico-crítica esclarecedora y envolvente; se trata por lo tanto de una vivencia, no de un corpus positivo del saber impuesto por alguna autoridad. Si la filosofía es filosofar en el sentido apuntado, entonces los poderes fácticos existentes en la sociedad perciben a la filosofía como una amenaza y la califican de ejercicio inútil destinado a desaparecer. ¿Por qué ocurre este desprecio? La razón es simple: si la filosofía es una experiencia o vivencia (filosofar), entonces controlar al ser humano se complica mucho más, hasta desaparecer.

Siempre resulta mucho más fácil manipular ideaciones, creencias, teoricismos, pero eso no ocurre cuando los individuos son cultores experienciales de su vida. Pensar por sí mismo y desarrollar la autogestión, el autogobierno y la autonomía son rasgos personales y/o colectivos desprendidos del filosofar, cuando este se concibe como práctica o modo de estar en la vida.

Tal principio es inaceptable para un sistema-mundo cuya ley de hierro se enuncia así: todo en el sistema, nada fuera del sistema, nadie contra el sistema. Semejante “ley de hierro” saltaría por los aires en miles de fragmentos si toda la humanidad o tan solo una parte de ella ejerciera la filosofía en el sentido aquí indicado. Al sistema-mundo le conviene crear muchas ideologías para ser enseñadas en comunidades, familias, lugares de trabajo, empresas, escuelas, religiones, colegios, universidades, institutos de investigación, medios de comunicación y estrategias publicitarias, para así logra reforzar su dominio, porque en el filosofar como vivencia se desarrolla demasiada libertad, creatividad, autogestión y capacidad transgresora, y esto le resulta inaceptable.

Por eso se ha tratado de invisibilizar a Wittgenstein, cortar las aristas más incómodas de su obra o encapsularlo en prisiones conceptuales (filosofía analítica, positivismo lógico, atomismo, nominalismo, anti-filosofía, anti-metafísica). Este fenómeno de exclusión se desarrolló, sobre todo, y aún se desarrolla, en el interior de las tradiciones filosóficas dogmáticas acostumbradas a inventar mundos de palabras sin importar la validez lógico-formal del lenguaje empleado. Este dogmatismo filosófico, además, pretende encerrar en sus subjetivistas, emocionales y arbitrarias construcciones lingüísticas la verdad sobre el ser humano y sobre el universo. Es tal “pretensión de verdad” el núcleo de las ideologías como instrumentos de control y manipulación.

El objetivo filosófico de Ludwig Wittgenstein

Un aspecto muy sensible del pensar-vivencia de Wittgenstein es el relacionado con el lenguaje. Más aún, este tema es el central de su filosofía, respecto al cual sostiene una tesis por completo contraria a la dominante en su tiempo. En la historia de la filosofía se conocen muchas teorías, palabras en las cuales sus creadores dicen expresar la verdad sobre lo real, pero este enfoque adolece de tres graves insuficiencias: primera, no aclara ni resuelve la pertinencia del lenguaje utilizado, es decir, no atiende a la validez lógico-formal de las palabras empleadas, razón por la cual es susceptible de extravíos, sinsentidos y arbitrariedades subjetivistas; segunda, separa las palabras de lo real, como si las primeras no fuesen partes esenciales de la segunda. La realidad es unitaria en sus dimensiones o niveles, y el lenguaje, sin duda, pertenece al núcleo fundante de lo real y, tercera, el lenguaje se encuentra entrelazado con las otras instancias de la realidad histórica, es decir, no se le puede separar, por ejemplo, del poder político, económico o cultural, y, por lo tanto, el tema del lenguaje y el poder es clave para comprender las estructuras lingüísticas, teórico-prácticas, dentro de las cuales el ser humano existe.

Dicho lo anterior resulta comprensible el objetivo filosófico del esfuerzo de investigación de Wittgenstein: fundamentar la validez lógica del lenguaje y, sobre esa base, alcanzar la certeza en cuanto a la naturaleza del mundo; en otros términos, si existe un mundo objetivo más allá de la subjetividad, y la subjetividad se expresa en el lenguaje, entonces es esencial discernir la estructura válida del lenguaje y desde ahí interpretar y describir lo empírico. De esta manera se logra establecer la conexión del lenguaje, el pensamiento, los hechos y los acontecimientos, o, en otros términos, la unidad de la subjetividad con la objetividad del mundo.

Hasta aquí, considero el planteamiento de Wittgenstein por completo válido y estimulante. Los otros contenidos de su análisis, donde él trata de desarrollar el principio del análisis lógico del lenguaje como paso metódico previo a la comprensión del mundo empírico, pueden ser considerados como una teorización objeto de crítica, autocrítica, perfeccionamiento y evaluación, como es lo habitual en cualquier proceso de investigación. Sus ideas y enunciados sobre el lenguaje ideal, la teoría de la figura, la relación de las proposiciones elementales, los nombres y los objetos; la relación entre pensamiento, proposición y lenguaje; su noción de símbolo y su simbología; así como su teoría sobre las condiciones de verdad de las proposiciones respecto al mundo de los acontecimientos, los juegos del lenguaje en la interacciones sociales, entre otros muchos temas y subtemas de reflexión específica, constituyen aspectos técnicos ajenos a los alcances de este ensayo.

Baste con apuntar la muy segura mezcla de luces y sombras en las reflexiones de Wittgenstein, algo por lo demás común y comprensible en cualquier esfuerzo de estudio, creación científica y filosófica.

Seres narrados que narramos y la vida como lo que es

Interesa observar lo siguiente: Wittgenstein prioriza el análisis lógico del lenguaje como fase metódica hacia la descripción válida del mundo de acontecimientos, pero insiste en la necesidad de trascender el estudio puro del lenguaje per se en busca de su sentido dentro de las interacciones sociales, lo que Wittgenstein denomina los “juegos del lenguaje”. De manera directa, en Investigaciones filosóficas, Ludwig Wittgenstein apunta con claridad hacia la relación del lenguaje con el poder. El poder, cualquiera que sea, se estructura como una red de redes, es una malla de interacciones desde donde se ejerce el control y la direccionalidad, y esto ocurre a través de las narraciones del lenguaje o de los lenguajes. Es aquí donde todo lenguaje, además de ser una estructura lógico-formal de validez, se transforma en ejercicio puro y simple de creación de legitimidades asociadas al cúmulo de intereses y poderes. Somos seres narrados que narramos en sociedad, en esto se nos va la vida, pero la Vida (así en mayúscula), antes de cualquier narración, es lo que es. Es el ser del ente o, dicho de forma unitaria, es el SER-ENTE desplegado en su multidimensionalidad, que encuentra en el lenguaje su hogar primigenio y creador.

Lenguaje y poder, una hipótesis

En el Tractatus lógico-philosophicus, los límites del lenguaje son los límites del mundo, pero en Investigaciones filosóficas (libro póstumo) nuestro filósofo avanza, ahonda en su pensamiento y subraya la importancia decisiva de los “juegos del lenguaje” en las interacciones sociales. La estructura lógica del lenguaje es importante, cardinal, pero debe profundizarse el análisis ahondando en la dilucidación de los juegos del lenguaje en las interacciones sociales, y esto hace aparecer el tema decisivo de las relaciones entre el lenguaje y el poder.

Bibliografía

Wittgenstein, Ludwig (2003). Sobre la certeza (edición bilingüe. Traducción: Josep Lluís Prades y Vicent Raga). Barcelona, España: Gedisa editorial.
Wittgenstein, Ludwig (2020). Tractatus Logico-Philosophicus (nueva edición aumentada, biblioteca ibérica). Suecia: Wisehouse Publishing.
Wittgenstein, Ludwig (2021). Investigaciones filosóficas (Serie Filosofía. Traducción, introducción y notas críticas de Jesús Padilla Gálvez). España: Editorial Trotta.