En el año 2006, como parte de la directiva de la Asociación Costarricense de Escritoras (ACE), propuse dar un taller al Centro de Atención Integral El Buen Pastor, a través de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) por un periodo de 6 meses. Trabajé con las privadas y con las diversas formas de ver la creatividad en la escritura, a través de dinámicas sonoras y perceptivas. Todo para recaer en la poesía. Luego, inicié de vuelta, en el mismo centro, en el año 2012, la tarea humana de reinventarse imaginando.

Esta forma de entender la poesía, me ha ayudado a promover la inclusión de la literatura a diversas poblaciones, con niños de alto riesgo social, como fue mi experiencia en la Fundación Paniamor, por varios años; con mujeres buzos en la zona de Río Azul; en un centro de atención para mujeres indigentes en Plaza González Víquez; en pacientes y familiares con cáncer en la Fundación Esperanza; en población no oyente, entre otras, y asegurarme de que la dosis poética multiplica el sentido del mundo.

Modelar el corazón

Como si el corazón fuese una escultura, tallar la piedra, con su densidad e imprevisibilidad, es difícil y una tarea de constancia. Modelar con formas suaves el corazón, donde ya por ratos se mantuvo áspero e infranqueable, es una habilidad sensitiva y artística. El arte logra eso. Para enseñar poesía desde esa condición de pedrusco, hay que seguir algunos pasos:

  1. Elija la piedra “adecuada” La poesía elige al poeta, no lo contrario. Lo adecuado no es lo perfecto. No es aprender una estructura o un paredón de escala. Lo adecuado es tener disposición a ser piedra reconstruida, modelada, abstraída de otros mundos. No es sencillo ser piedra “adecuada” desde la frialdad de un sistema, desde la privación de un paso, desde la oscuridad impuesta, desde la represión del poder. Lo apropiado en la poesía no es la condición del espacio abierto, sino de los cerrojos interiores y cómo se abren para imaginar.

  2. Consiga alabastro para protegerla de la maleabilidad Ver en otros el alabastro translúcido. Para cortar la piedra, se usan otros materiales más sensibles. Amor solidario, tiempo dispuesto o disponibilidad, sororidad… son elementos para llegar al fondo y formar la piedra con sutileza. Ser alabastro entre tanta podredumbre es un fin. Ser libres con palabras libres. Ser libres, ajenas a su discordia. Protegerse con la idea de que son mejores con la poesía, más humanas, más piedra moldeable.

  3. Toda piedra puede labrarse En el fondo de lo turbio siempre hay una forma de claridad, de luz. En una piedra solidificada por el ambiente, por la desigualdad, por las normas establecidas, por las malas decisiones, es de esperarse que el ser humano pueda confiar desde sí y reconstruirse. Creer en esa capacidad de derogarse, de volverse otra, de labrarse en otra forma, y en una más bella, es la meta también posible con la poesía.

  4. El tallado debe corresponder al modelo deseado Cada choque de cincel, cada movimiento puede generar un cambio. Una palabra secreta, prohibida, erógena, un pensamiento de ira o frustración puede mover el poema a su perfección humana. Encontrar una forma de sentir en lo indecible. Entonces, la poesía tiene esperanza ancha, ánimo furtivo, ilusión que talla lo desconocido. No es un asunto de técnica, sino de arte amoroso o de saber escuchar.

  5. Revise en la piedra sus grietas y fisuras Hay piedras toscas, dolidas, enfermas, destruidas, temerosas, crédulas, devotas. Hay que darles un viaje de descubrimiento para que palpen con los sentidos. Desarrollarles sensaciones de color, olores y tactos; percepciones del bien y del mal, de ángeles y demonios, de sobrevivir, vivir o morir. Ser conscientes de la grieta es remediar un corazón verdugo para resucitarlo.

  6. Observe su propio trabajo como un avance Para un sistema parece imposible modificar patrones o conductas. Es positivo ver que los avances en la transformación de los seres humanos pueden ser objetivos y subjetivos. Objetivos para una estadística donde se muestra la verdadera inserción a la sociedad después de un proceso de reclusión o tan subjetivos como el que el arte puede lograrlo, más que la represión de las reglas. Una piedra llegará a ser arte cada vez que haya un pensamiento humano tras de su forma. Piedras como poesías, piedras como poetas, piedras como seres humanos.

Primeras experiencias

La literatura desde una condición de privación, la literatura de mujeres desde dentro o desde fuera de la prisión, se vuelve una socialización sensible e intrínseca, dando validez a la condición humana. El poder de la palabra que derriba muros emocionales, la herramienta de ayuda para la autovaloración individual, el barro para construir o reconstruir realidades, el lápiz que eleva la conciencia vital a una experiencia con sentido y fuerza.

Tengo mis razones para entrar en un centro penitenciario y enseñar poesía. Tenía la motivación de las experiencias espirituales que viví como misionera desde mis 17 años. No tengo ya religiosidad, pero sí espiritualidad. Para explicarlo mejor, es lograr la conexión con todo lo que nos rodea, el mutualismo de la ciencia que nos dice que todos nos necesitamos y que el mundo puede ser mejor, desde nuestra pequeña función de servicio a los demás.

Además, por ciertas limitaciones en mi salud física, he vivido mi propia cárcel, mi propio encierro personal. Los muros de la razón han sido difíciles, el arrastre de una depresión bioquímica, el dolor que asumo con valentía sobre mi cuerpo me permiten seguir adelante con la poesía. Ella es indomable, a veces, domable. La poesía nos permite ver otro mundo desde nuestro mundo, nos da la sensación, el encuentro con la libertad añorada.

Afuera, hay muchos carcelarios de su libertad emocional. Adentro, hay muchos corazones dispuestos a defender su integridad, su propia riqueza interior, por lo que no existen cerraduras ni presidios.

La literatura permite solidificar nuestra personalidad, nos conduce a suponer universos, a ser artesanos de la imaginación, a soportar la frivolidad del sufrimiento, de la desilusión, del fracaso, del engaño, nos despierta a esa única posibilidad de reinventarnos y modelar aquello que no somos, pero queremos ser.

La propuesta de este proyecto era facilitar el derecho humano de expresarse, y no solo como un desarrollo creativo o estético, sino como una salida emocional para las internas, donde, a su vez, aportan sus experiencias con una intencionalidad positiva y trascendente. Los oficios del pensamiento modifican aquellos hábitos distorsionados del alma. La literatura no solo procesa técnicas de existencia, sino que es un medio para vivir mejor, una identidad, un amor propio, una capacidad de ensoñación, un camino para programar aquella vida que es posible lograr, la libertad incondicional.

En la historia existieron muchos referentes de escritores detrás de una prisión por sus ideas, convicciones, preferencias… un Dostoievski, un Cervantes, un Thoreau, quienes escenificaron la reclusión, la redención, el miedo, la fuga, el grito de auxilio, la desesperanza. Otros, como Tolstoi, Gandhi y Martin Luther King Jr., que cuestionaron las reglas del Estado y fueron presos. Lo único plausible es decir que cualquiera sale pensando distinto desde los abismos de una prisión. No ser libres desde la condición de espacio es tan limitante, que puede modificar para bien o para mal.

Desde dentro

Tal vez suena a utopía, tal vez se siente más de lo que puede ser. Y eso es lo que nos permite persistir. El camino no ha sido fácil. Conocer las reglas de dentro, desde la institucionalidad, las del más fuerte, obedecerlas, cumplirlas sin gusto, en ocasiones por sus desbalances… Todo esto hace que la estructura también nos empuje, nos frustre. Entrar para ser examinados, avisar la llegada con permisos de antelación, el “no” al celular, a decenas de reglas sobre la vestimenta, los materiales de uso y las condiciones de actitud y trato administrativo. No es queja, es una realidad que ya aprendimos a resistir.

Todo ello conlleva a pensar lo difícil que sería vivir desde esa orilla, llevados al vaivén de otra justicia, que no es la que conocemos.

Que las privadas sean animadas a llevar un curso de poesía es una hazaña. Muchas por naturaleza son seres sensibles, otras, simplemente, tienen muchas ganas ante el desahogo. De otra forma, los estímulos son pocos. Pero han estado las que han querido, y a pura voluntad. No hay duda de que la libertad puede ser pensada desde cualquier lugar.

Desde fuera

Nuestro plan fue sostener la idea de que la poesía debe continuar, no debe detenerse esa fusión creativa con la vida al salir de la prisión. ¿Cómo guiarlas en su proceso de salida, de adaptación con su realidad? Ha sido una pregunta que seguimos replanteando. Y la magia se ha dado con el grupo de “Guerreras”, exprivadas que están convencidas de que parte de su universo es ser poetas de la libertad.