La filosofía actual vuelve a profundizar en una cita de Marco Aurelio (año 121 d. C.) La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos.

Nosotros somos en cierta medida lo que pensamos, porque es el pensamiento el que dirige nuestros actos, al comienzo del día podemos orientar nuestras acciones con pensamientos positivos, creer que aquello que deseamos es posible de hacerse realidad si ponemos los medios necesarios.

No debemos ponernos límites, debemos pensar que somos seres libres y podemos elegir la vida que queremos llevar, nunca dejar que el miedo nos paralice, porque el miedo es el peor enemigo que anida en nuestra alma y la mayoría de las cosas negativas que pensamos, nos paralizan y nunca se hacen realidad.

La esperanza es el sentimiento más hermoso que puede albergar nuestra mente, porque nos da alas para volar hacia nuestros sueños y la fuerza necesaria para que nuestros pensamientos se conviertan en una hermosa inspiración.

En los poetas clásicos tenemos verdaderos ejemplos de autenticidad y belleza.

Horacio, fue el más completo y clásico de los líricos romanos, un gran poeta reflexivo, que supo expresar con gran perfección sus ideas.
Su obra principal son las Odas, hermosos cantos que nos descubren la verdadera felicidad.

El tema principal de sus poemas es el beatus ille que es un elogio a la vida retirada y el carpe diem, que es una invitación a gozar de la juventud.
Sus odas son la obra cumbre de la literatura latina, en ellas recrea mitos y expresa ideas de la filosofía epicúrea.

Los temas y tópicos creados por Horacio gozarán de un gran prestigio a lo largo de toda la literatura universal hasta llegar a nuestros días. Son sentencias y axiomas, que no han perdido su fuerza y su validez.

El tiempo saca a la luz todo lo que está oculto y encubre y esconde lo que ahora brilla con el más grande resplandor.

(Horacio, Odas)

Hoy más que nunca, valores como la autenticidad, la serenidad, la calma, la ausencia de rivalidades y envidias, son totalmente necesarios.

El hombre y la mujer de hoy en día necesitan de un tiempo de reflexión y retiro lejos del mundanal ruido, desean huir del estrés de la urbe y naufragar lejos, en alguna remota isla donde la inocencia y la pureza todavía no hayan sido mancilladas.

Sería hermoso poder retomar nuestra juventud, pero no por medio de pócimas y milagros, sino volviendo nuestra mirada y nuestros deseos a un mundo en que todo era limpio y puro. Cuando todavía nuestras mentes no estaban contaminadas por el materialismo y el agua de las fuentes corría cristalina para saciar nuestra sed, y el aire era limpio para oxigenar nuestro cerebro y en nuestra alma teníamos ideales de crear un mundo más justo y más bello para todos.

La búsqueda

No me busques en los días negros,
cuando las sombras surgen de la nada.

Esos días en los que el tiempo se adhiere
con sus tentáculos pegajosos
con olor muerte.
Y todo queda adormilado,
vacío de sentimientos,
el alma parece apesadumbrada,
desconectada del mundo.

Y permanecemos cerrados a la vida,
queriendo huir sin saber a qué lugar.

Acuérdate de mí en los días luminosos,
esos que pasan de puntillas,
dejando su huella radiante en la piel.

Emociona saber que la alegría
despierta la ternura,
que se esconde en los tuétanos
más recónditos de nuestros huesos,
para mordernos el corazón.

Imperiosa necesidad

Necesitamos inventar
un nuevo abecedario
de palabras prodigiosas,
refulgentes, sutiles y sonoras
de esas que son caricia y huracán.

Con olor a lavanda,
y sabor a fresas salvajes
que con solo tocarlas
se desmayen en nuestros dedos,
llenándonos de gozo.

Huida veloz

Tengo presente cada día
que la vida puede escaparse
por las rendijas de una alcantarilla,
y allí mezclarse con alcohol y láudano,
para adormecer a los últimos borrachos
que echaron de la estación del metro.

Hay que abrir bien la boca
y tragarse la vida a grandes sorbos.

Sólo así podremos seguir caminando
hasta los confines del mundo.

Mi encuentro con la felicidad

No quiero más artificios que laceren
la bella imagen que tengo de la luz.

Fue un soplo, divino roce,
aquel que incendió de amor mi alma.

Un tiempo antes, yo confundí
el calor del plumaje más tibio,
con el pecho de una paloma.

Los trinos de un jilguero
con la voz susurrante de un amante
Me perdí en un mar oscuro y apagado
creyendo que era un lago puro y claro.

Me extravié en la densa espesura,
seducida por el frescor de la hierba húmeda.

En el silencio, en la calma, en la oración.
Hallaré la fortaleza, la verdad y la sabiduría,
aquellas que me muestren el recto camino
y sean mi más clara guía.

¡Entonces, solo entonces,
comenzaré a caminar!