Fue en 1991. Un equipo de la cadena 2 de la Radio Televisión Italiana (RAI-2) viajó a Chile para hacer un extenso reportaje sobre el primer año del gobierno de Patricio Aylwin, cuya instalación en marzo de 1990 puso fin a la dictadura de Augusto Pinochet. Yo trabajaba entonces en la agencia Inter Press Service y desde la sede central de Roma me encargaron apoyar esa misión periodística.
De la RAI-2 vinieron a Santiago un periodista, Marco, y Fabrizio, un joven camarógrafo. Antonia, una italiana residente en Chile, colaboró como entrevistadora. Se contrató como apoyo chileno a Jorge, sonidista, Alejandra, una linda y simpática veinteañera a cargo de la producción, y Mario, el chofer de la van en que se movilizó el equipo.
Un trabajo arduo, entretenido y apasionante de unas dos semanas. El equipo ítalo-chileno se ensambló perfectamente y muy pronto fue notorio el atractivo entre Alejandra y Fabrizio.
Mi tarea consistió en conversar con Marco aspectos de la realidad nacional, especialmente en términos políticos, que contribuyeran a explicar las características de la naciente transición, para armar así una extensa lista de entrevistados y de lugares donde filmar. También me correspondió elaborar perfiles de los personajes escogidos, redactar preguntas y, en la mayoría de los casos, contactarlos.
El presidente Aylwin, el entonces senador Gabriel Valdés, el también senador y ex ministro de la dictadura Sergio Onofre Jarpa, todos ellos ya fallecidos, fueron las figuras políticas más relevantes que hablaron para la RAI-2. Se filmó en el palacio de La Moneda y en la sede del Congreso en Valparaíso. En la Vicaría de la Solidaridad entrevistamos a Carmen Gloria Quintana, la joven quemada por una patrulla militar en 1986, y en la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos a su entonces presidenta Sola Sierra.
Se filmó asimismo a los máximos dirigentes de la Central Unitaria de Trabajadores, Manuel Bustos y Arturo Martínez. Carmen Hertz, actual diputada, fue otra de nuestras interlocutoras, en tanto abogada de derechos humanos y viuda del periodista Carlos Berger, asesinado por la dictadura. En una manifestación callejera registramos también el testimonio de Myriam Ortega, presa política recién liberada.
Las oficinas de Inter Press estaban situadas entonces en pleno centro de Santiago, frente a la Plaza de Armas. Allí se hicieron varias de las entrevistas, así como las sesiones de trabajo para su preparación. Era un departamento amplio, de varios ambientes, cuyo arriendo era compartido con otra empresa de comunicaciones que poco antes había decidido mudarse. Quedaron así temporalmente a nuestra disposición dos espaciosas salas con un mínimo amoblado, donde instalamos en ocasiones el set de filmación para la RAI-2.
El extenso reportaje avanzaba, pero advertimos que tenía una “pata coja”. Para completar la visión panorámica de los distintos actores políticos y sociales faltaba la voz de la extrema izquierda marginada de la transición y que seguía apostando a la lucha armada. En ese sentido, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria habían dejado ya de ser actores relevantes, divididos internamente y en un mayoritario tránsito de abandono de la insurgencia. Quedaba el Movimiento Juvenil Lautaro, más conocido como el MAPU-Lautaro, creado en 1982 por Guillermo Ossandón como desprendimiento del Movimiento de Acción Popular Unitaria. Desde fines de los años 80 este grupo venía protagonizando atentados, asaltos y otras acciones calificadas de terroristas por las autoridades.
A través de un colega periodista logramos establecer contacto y hacer llegar a la cúpula del Lautaro el interés de la televisión italiana de entrevistar a alguno de sus dirigentes. Fue así como una tarde apareció por mi oficina un hombre de mediana estatura, cuya principal característica era un abundante bigote negro. Se identificó con un nombre que seguramente era una “chapa” y dijo ser el encargado por la dirección de su partido para dar la entrevista. Obviamente le dimos todas las garantías necesarias sobre resguardo de su identidad a los efectos de la filmación. Acordamos reunirnos en el mismo lugar tres días después.
Acudió puntualmente a la cita, pero no vino solo, sino con tres acompañantes. Los esperábamos con Marco, Antonia y todo el equipo de filmación, además de Alejandra, que incluso había dispuesto café y galletitas. Los lautaristas traían dos bolsos deportivos de respetable tamaño. Apenas ingresamos a la sala donde Fabrizio había instalado el trípode con la cámara y las luces, procedieron a cerrar herméticamente las ventanas y sus postigos. Con destreza, desplegaron en la pared la bandera del Lautaro, de un intenso verde con una estrella roja al centro. A continuación, extrajeron de los bolsos pasamontañas y casacas de camuflaje militar. Por último, el jefe del grupo sacó un fusil ametralladora y sus acompañantes sendas pistolas.
Quedamos estupefactos. El encuentro adquiría un giro no previsto, insólito. Tuvimos una primera reacción de extrañeza, que dio paso a un humor que tal vez disimulaba temores de parte nuestra. Solo cabía reaccionar con calma y asumir la situación en que los entrevistados pasaron a imponer sus condiciones.
Así, en un tono educado, pero perentorio, el hombre de los grandes bigotes nos dijo que su organización daría la entrevista en ese ambiente “de combate” y nos advirtió que las armas venían convenientemente cargadas, porque si ocurría algo inesperado (es decir un cerco o una irrupción policial), “vamos a salir de aquí a tiros y llevándonos a dos o tres de ustedes”.
“¡Qué emoción, vamos a aparecer en las noticias…!”, me comentó Alejandra, entre divertida y nerviosa. El resto del equipo aceptó con estoicismo estos forzados términos fijados por el dirigente, mientras él y dos de sus acompañantes se colocaban los pasamontañas y se vestían con sus atuendos rebeldes. Instalaron tres sillas con la bandera como fondo y el jefe se dispuso a responder las preguntas con el fusil ametralladora cruzado sobre su pecho, flanqueado por sus silenciosos ayudantes, que empuñaban también sus pistolas frente a la cámara.
Mientras se filmaba la entrevista me instalé dos salas más allá, en mi oficina, con el cuarto miembro del grupo, un joven callado que no se disfrazó y que también estaba armado. Nunca supe si su misión era vigilar el entorno o vigilarme a mí. El caso es que permaneció enfrascado en la lectura de los diarios, mientras yo trataba de concentrarme en otras tareas de mi trabajo en la agencia.
Fue una interminable hora, con un momento de gran nerviosismo: sonó el teléfono y al otro lado de la línea una voz se identificó como técnico de Entel, la empresa de telecomunicaciones, aclarando que llamaba por trabajos de verificación del buen estado de las líneas. Con la adrenalina al tope, le conté a mi ocasional acompañante el detalle de la llamada y no hizo ningún comentario. Supongo que era una especie de señal acordada por los propios lautaristas. Pero por momentos temí que se tratara de un seguimiento policial a los insurgentes y que probablemente irrumpieran en la oficina agentes camuflados como técnicos.
Al terminar la entrevista y nuevamente con sus atuendos “civiles”, el dirigente del Lautaro y sus acompañantes se despidieron agradecidos, aunque le hicieron prometer a Marco que les enviaría desde Italia el registro completo de la filmación. Cuando se fueron respiramos aliviados, como protagonistas involuntarios de una situación rocambolesca que nos expuso a una posible tragedia.
Algunas semanas después Marco me llamó desde Roma para avisarme que me había despachado un video por DHL. De paso, entre divertido y enternecido, me contó que Fabrizio estaba viajando nuevamente a Chile “per affari del cuore”.
En aquellos años, antes de la existencia de los DVD y las cintas digitales, se grababa en VHS y había incompatibilidades para su reproducción entre el sistema europeo y el estadounidense. En Europa predominaba la norma PAL y en América la NTSC. Como el video que me envió Marco venía grabado en PAL era imposible visualizarlo y recurrí a un amigo camarógrafo para pedirle que me hiciera una copia en el sistema local. No le advertí del contenido y literalmente se asustó al ver la filmación de los “terroristas” del Lautaro con su despliegue armado. Procedió a destruir el video con el ánimo de protegerme.
El 10 de enero de 1992 se informó de la detención del segundo jefe nacional del Movimiento Juvenil Lautaro. Su nombre: Bernardo Acevedo Lagos, alias “el Mexicano”, histórico militante del MAPU desde la época de la Unidad Popular y fundador del Lautaro en 1982 junto a Ossandón. Las fotos publicadas por la prensa reproducían el rostro de quien había sido nuestro entrevistado para el reportaje de la RAI-2.
Acevedo fue juzgado bajo cargos de asociación ilícita terrorista, robo con violencia y se le involucró también en el asesinato del prefecto Héctor Sarmiento, jefe de la policía civil de la ciudad de Concepción. Fue condenado inicialmente a cadena perpetua. Las informaciones más actualizadas sobre él, rastreadas en Internet, indican que en el año 2009 se le concedió el beneficio de libertad diurna.
No volví a saber de Alejandra y Fabrizio. Sospecho que vivirán en Italia y que de vez en cuando recordarán las anécdotas del reportaje sobre Chile para la RAI, en especial aquella entrevista en que fuimos “rehenes” periodísticos del Lautaro.