Una de las tantas cosas que ha causado -o creado- Internet, es la segmentación de las informaciones, los canales y medios de intercambio cultural y de noticias. Antes, los medios como los periódicos, la televisión, las editoriales y la radio intermediaban, controlaban y decidían «arbitrariamente, según sus intereses y criterios», qué presentar y cómo. En estos momentos, el universo de las posibles fuentes de información y desinformación que, por otra parte, son interactivas, es casi infinito y el costo para publicar es casi inexistente.
Esto puede ser considerado un bien o un mal, ya que, por un lado, democratiza y amplía la oferta cultural y de noticias. Pero, por el otro, representa un riesgo con relación a la calidad de las informaciones, textos y validez de las opiniones presentadas. Actualmente, cualquiera puede decir cualquier cosa sin limitaciones ni control, considerándose una autoridad digna de respeto, como si una opinión tuviera valor sólo por el hecho de serlo. Existe también tanta información y publicaciones que el valor marginal de cada una de ellas es cada vez menor, especialmente si la calidad media de todas las publicaciones es baja. Esto determina apatía, entendida como falta de interés. Apatía como consecuencia directa de la abundancia.
Además, la fragmentación de los medios reduce la cantidad de temas comunes entre los diferentes grupos. Hoy es difícil hablar de lo que se vio en la televisión ayer por la tarde, ya que cada uno habita en su propio universo paralelo. El mercado de la cultura está completamente saturado y el problema son los filtros personales; es decir, escoger eficazmente, seleccionando las cosas que interesan y dejando de lado las que no interesan. La función de los filtros o la selección reduce el riesgo de apatía e inundación de informaciones irrelevantes. Al mismo tiempo, todos luchan por un espacio y tratan de llamar nuestra atención. Un fenómeno que llaman visibilidad y para muchos es la lucha de todos los días. El tiempo disponible por lector es limitado y muchos compiten por cada segundo de tiempo.
Internet ha cambiado, no solamente el canal de presentación y comunicación, sino toda la industria cultural. Las editoriales han perdido terreno y la red está inundada de publicaciones de todo tipo, donde el problema es nuevamente la calidad, los filtros, la abundancia y la posibilidad de ser financiados, ya que el artista o creador de contenido tiene que sobrevivir, si el contenido es considerado de calidad. Aquí surge la guerra por la notoriedad y el reconocimiento.
Personalmente, escribo sin grandes ilusiones, trato de mostrar lo que pienso y siento en poesía, textos y artículos. No busco mayor visibilidad ni reconocimiento. En este mundo, no opino sobre los temas y textos publicados por otros, ya que cualquier opinión podría ser fácilmente malentendida. He descubierto también, que la susceptibilidad es desgraciadamente enorme. Un diálogo abierto con comentarios constructivos hubiera sido útil para muchos, pero la segmentación, la individualidad y la competencia recíproca, hace que este mundo no sea incluyente ni proclive a colaboraciones, por lo que los proyectos colectivos mueren rápidamente, apenas alcanzan un mendrugo de aparente notoriedad.
Esto no impide que la cantidad de creadores de contenido aumente y la de lectores baje por una oferta indiscriminada y muchas veces tristemente anónima, cuyo resultado es que cada uno termine leyéndose a sí mismo. Una paradoja que niega el aspecto transitivo de escribir para un público y convierte lentamente al creador de contenido en un predicador en el desierto. Aquí se impone la pregunta: ¿si el diálogo puede ser diálogo si este se transforma en un monólogo o en otras palabras si cambia el sentido de escribir, cuando se hace sin lectores?
Los últimos datos demuestran un decline en la participación y uso de las redes sociales. Los grupos se cierran en sí mismos, se convierten en privados y el número de presencias baja. Las causas son múltiples: saturación, agresión verbal, desinformación, poca calidad y la incapacidad de moderar y controlar el comportamiento de grupos minoritarios que siembran «terror». No podía ser diferente, lo que sucede en las redes sociales es un reflejo de la polarización de nuestras sociedades y de todos sus males. Escribir vuelve a ser un acto de reflexión en soledad.