Una de las leyendas sobre el origen del ajedrez cuenta que el juego fue inventado en la India por el brahmán Sessa Ibn Daher a petición del rajá Belkib, quien quedó tan fascinado que le ofreció recompensarlo con lo que quisiera. El brahmán le pidió un grano de trigo en el primer cuadro de los 62 del tablero, dos en el segundo y así sucesivamente, duplicando la cantidad de cuadrado en cuadrado. Al monarca le pareció un pedido irrisorio hasta que sus cortesanos le informaron que no había suficiente trigo en el reino para cumplir el compromiso, que implicaba un total de 9,2 billones de granos.
Cierta o no la leyenda, el ajedrez aparece desde su nacimiento vinculado a la ciencia, al arte de la guerra si se quiere, pero también al cálculo matemático, sin descartar los traspiés o genialidades que en dosis sicológicas pueden resolver la pugna de dos cerebros humanos frente al tablero.
El escritor chileno Benjamín Labatut contó en una entrevista que los científicos del Proyecto Manhattan, concentrados por el gobierno de Estados Unidos en Los Álamos con la misión secreta de fabricar la bomba atómica, mataban sus horas de ocio jugando ajedrez laico o anticlerical, llamado así porque en el elenco de piezas mayores no estaban los alfiles, representación de los obispos como autoridades religiosas.
Sin embargo, en Maniac, su última novela (lanzada en octubre de 2023), Labatut cambió el rigor investigativo por la ficción histórica e introdujo como esparcimiento de los sabios nucleares el Go, juego de origen chino, con Robert Oppenheimer como el más hábil contendiente.
M.A.N.I.A.C. es el acrónimo de Matemathical Analyser, Numerical Integrator and Computer, conocida como Máquina de Cálculo Numérico del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. El nombre se explica ya bien avanzada la lectura de la novela y la mayoría de los lectores lo asociamos en los primeros capítulos con los maniáticos personajes que Labatut incorpora en el relato, partiendo por el protagonista central John von Neumann, un judío húngaro nacido en 1903 como Janos Neumann, que germanizó su apellido más tarde como von Neumann y emigró en 1933 a los Estados Unidos huyendo de los nazis, donde adoptó el nombre de John.
Hay quienes sostienen que este matemático fue el hombre más inteligente del siglo XX y The New York Times reseñó en 1992 que realizó contribuciones fundamentales en física cuántica, análisis funcional, teoría de conjuntos, teoría de juegos, ciencias de la computación, economía, análisis numérico, cibernética, hidrodinámica y estadística entre otros campos.
Como miembro del equipo de sabios de Los Álamos resolvió el problema de la implosión de la bomba atómica y más tarde se involucró de lleno en el desarrollo de la bomba de hidrógeno. Contrajo cáncer por su constante exposición a radiaciones y falleció en 1957.
Resulta apasionante la lectura de Maniac por la forma en que el autor reconstruye la vida de von Neumann y otros sabios obsesivos y maniáticos del siglo XX, que desde las matemáticas sentaron las bases de la computación y avizoraron la inteligencia artificial, tema que desde las fantasías cinematográficas y literarias deviene hoy en una de las preocupaciones centrales de científicos, gobiernos y personas comunes.
Benjamín Labatut nació en Rotterdam en 1980 y a los 14 años se estableció en Santiago de Chile, donde estudió Periodismo en la Universidad Católica. La Antártica empieza aquí, una colección de cuentos fue su primer libro, publicado en 2010. Le siguió Después de la luz, en 2016, una suerte de ensayo que transita por la vida de personajes como Sigmund Freud, Albert Einstein y Jorge Luis Borges. Un libro «que consta de una serie de notas científicas, filosóficas e históricas sobre el vacío, escritas tras una profunda crisis personal», según se lee en la solapa de presentación del autor en Maniac.
Su consagración llegó en 2020 con Un verdor terrible. Una novela, si se la puede clasificar así, con que ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago y el Premio Galileo de España. Ha sido traducida a 32 idiomas, incluyendo el chino, alemán, francés, holandés y el italiano. La versión en inglés fue finalista del International Booker Prize y el National Book Award para traducciones.
Si en Maniac los protagonistas son los matemáticos, Un verdor terrible tiene como personajes a connotados físicos del siglo pasado, la mayoría contemporáneos de Einstein, que también aportaron con sus investigaciones al desarrollo de la energía nuclear y sus aplicaciones bélicas.
Labatut parece ser un obsesionado (para no decir un maniático) por los científicos que dieron a la luz conocimientos y tecnologías que están configurando el mundo actual, desde aquellos campos como la física y las matemáticas que en sus desarrollos superiores son un misterio para los seres comunes. Y su originalidad y genialidad consisten en acercar esas mentes excepcionales a mujeres y hombres corrientes.
Es un autor que construye sus relatos con meticulosas y extensas investigaciones. Un devorador de bibliografías que luego pasa por el tamiz literario, por el juego de la ficción que humaniza y otorga voz a esos genios, con sus pasiones, sus manías (valga la insistencia), sus grandezas y sus miserias.
Un autor que vulgariza en el buen sentido la ciencia, así como la ciencia misma tiene que alimentarse de fuentes insospechadas. Por eso, resulta fascinante para nuestras mentes «occidentales» enterarnos a través de Maniac del Go, ese juego creado en China hace unos tres mil años, con una complejidad mayor a la del ajedrez y que es un fenómeno de aficiones masivas en la propia China, Corea y Japón.
Tanto el ajedrez como el Go han sido referentes para los programadores computacionales en la senda que hoy nos sitúa enfrente de la Inteligencia Artificial con todas sus interrogantes de la máquina que puede llegar a derrotar y subordinar al ser humano.
Con los Premios Nobel de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, la literatura chilena tuvo durante mucho tiempo una carta de presentación internacional asociada a la poesía, al punto de que se construyó el lugar común de que «Chile es un país de poetas». Tras esas figuras gigantes, la narrativa se abrió paso a medias con excelentes novelistas que alcanzaron reconocimiento internacional e incluso, como Isabel Allende, se posicionaron en el club de súper ventas.
Roberto Bolaño (1953-2003) alteró el paisaje predominantemente poético e irrumpió como un narrador innovador que sacudió el mundo literario con un estilo propio y sobre todo con temáticas que transitaban por los meandros de la locura, la marginalidad, la violencia interior y la sexualidad difusa. Los detectives salvajes y 2666 son novelas monumentales como retratos del postmodernismo.
Hay que leer Un verdor terrible y Maniac porque Benjamín Labatut toma la posta de Bolaño y se atreve con una creación desafiante que también rompe cánones y nos sumerge en el encanto fascinante, misterioso y aterrador de las ciencias duras que dialogan con la metafísica y llevan simultáneamente los sellos de la creación y la destrucción.