“Al pie de la encina” es un sencillo libro escrito en 1893 por Víctor Balaguer (Barcelona, 1824 – Madrid, 1901), un periodista, historiador y escritor de gran reconocimiento en su época, aunque también destacó como político.
Víctor Balaguer fue ministro de Ultramar y ministro de Fomento del gobierno de España (entre 1871 y 1888 en tres periodos diferentes, por el partido Progresista y el partido Liberal). Como político, Víctor Balaguer influyó en la formación del pensamiento catalanista progresista. Desde el gobierno de España potenció la acción reformadora, la educación, la cultura, el rescate del patrimonio documental y monumental. En todos los cargos oficiales que ocupó siempre dejó un recuerdo de administrador intachable.
Balaguer estaba dotado de una impresionante capacidad de trabajo, durante sesenta años desplegó una actividad trepidante en literatura, música, periodismo e historia, más allá de su quehacer político. Fue miembro de número de las Reales Academias Española y de la Historia. Fue columnista de una decena de periódicos españoles. Escribió una docena de obras de teatro (en catalán y español), varios libros de poesía, novela y ensayos políticos y de historia.
En la extensa obra escrita de Víctor Balaguer, el Montseny ocupa un lugar privilegiado. En los años 50 del siglo XIX realizó estancias en la zona norte del Montseny para conocer la historia del famoso bandido Serrallonga, y desarrolló su obra escrita que contribuyó a crear el mito de este bandolero del Montseny. Más tarde, en el lado sur del Montseny, se empezó a interesar por el mundo legendario que se escondía en torno a las montañas y los ríos. A inicios de los 90 empezó a realizar estancias veraniegas en el hotel Martín de Sant Hilari Sacalm para tomar las sanitosas aguas de su balneario.
Hacia el final de su vida, Balaguer encontró, en una apartada masía del pueblo de Arbúcies, momentos de respiro y paz. Sus responsabilidades políticas le hacían vivir permanentemente en la capital de España, pero cuando podía hacía estancias de descanso en Arbúcies, en una señorial masía propiedad de sus amigos Conxa Blanch y Miquel Font, con los que había coincidido en Madrid.
Can Blanch es una masía situada en el margen derecho de la riera de Arbúcies, un valle de vegetación exuberante y belleza trepidante situada en el este del Montseny. Desde esta bonita masía se escucha bajar el agua por la riera, acompañada por olmos, alisos y chopos, y más allá adornados con verdes prados y grandes montañas de fondo. Balaguer, cuando se alojó en Arbúcies, paseó por los entornos, que definió como “las aguas que de todas partes brotan formando fuentes frescas y saludables”. También aprovechó para visitar a los propietarios de las masías vecinas. En Arbúcies Balaguer se relacionó con la gente de montaña, empapándose de un paisaje que le hacía revivir el romanticismo latente que impregnaba su personalidad. En sus excursiones más allá de la riera, se interesaba por el mundo mítico y legendario del rico folclore del Montseny.
Presidiendo el patio de Can Blanch se levantaba una majestuosa encina, que acabaría dando el título al libro, definida por Balaguer como “una encina corpulenta y centenaria, de aquellas que se llaman de desmayo porque sus ramas como si tuvieran naturaleza de sauce, se doblan e inclinan buscando la tierra”. A su sombra escribió e hizo tertulia con los propietarios de Can Blanch, sus amigos Conxa y Miquel, y fue el punto de partida de las excursiones por el Montseny.
Balaguer explica que Can Blanch tiene pergaminos que se remontan al año 1220, que define como "el siglo más glorioso de Cataluña". "Al pie de la encina" no es la principal obra literaria de la extensa bibliografía de Víctor Balaguer, pero es un magnífico exponente de la personalidad y de los intereses del autor, ya que combina, con un estilo que tiende siempre a la grandilocuencia y a la ampulosidad, elementos característicos de la literatura de viajes.
En "Al pie de la encina” Balaguer conjunta descripciones propias de una guía turística con leyendas presentes en la memoria colectiva del Montseny, con componentes míticos y fantásticos, sin descuidar frecuentes pinceladas históricas. Pese a que Balaguer proponía recuperar la lengua catalana en la literatura, él sólo empleaba el catalán en sus escritos de poesía y teatro, mientras que el resto de sus obras literarias, como ésta misma, están en castellano.
En "Al pie de la encina” podemos leer mitos como la Dama Roja del castillo de Montsoriu, o los cuentos de brujas y hadas de agua. También sitúa en Montsoriu la leyenda del Gran Cazador. Esta fábula cuenta como un cazador que asistía a una misa vespertina en medio del bosque, justo en el momento en que el sacerdote levanta las sagradas formas, observa una liebre dar un salto y, sin pensarlo dos veces, sale a perseguirla con sus perros provocando un gran altercado. Desde entonces se oye correr por los bosques del Montseny al Gran Cazador como castigo a su impiedad, destinado a cazar eternamente. En "Al pie de la encina” Balaguer cuenta la leyenda de la Penitenta, con orígenes históricos en la primera Guerra Carlista, en un suceso que pudo darse en la parte central del Montseny, en el valle de Santa Fe. En el libro transcurren las historias del monasterio de Sant Marçal y el mito de la Mesa de los Tres Obispos, el santuario de Sant Segimon, con la historia de este rey borgoñés que atraviesa los Pirineos desde Francia hasta el Montseny como penitencia.
Los pueblos más pintorescos del actual Parque Natural del Montseny son protagonistas de las páginas del libro, junto con las cimas más alterosas y misteriosas: Matagalls, las Agudes y el Turó de l’Home. Balaguer no se olvida de enaltecer Arbúcies “una deliciosa villa llena de encantos durante el verano y parece que no desprovista totalmente de ellos en invierno”, y en ella destaca el magnífico Árbol de la Libertad, el plátano de monumentales dimensiones que todavía hoy domina la plaza Mayor del pueblo, que había sido plantado veintidós años antes de escribir su libro, con motivo de la Revolución de Septiembre (1868), árbol que los carlistas habían querido destruir sin éxito durante la última guerra.
"Al pie de la encina" fue escrito en su mayor parte en el Montseny, pero acabado finalmente en Madrid, donde nuestro protagonista tuvo que volver por, tal como dijo, “los deberes que tiene todo representante de la patria si debe cumplir con esta y con su conciencia”. Fue la mejor obra del Montseny de un Hombre de Estado que dejó escrito "El Montseny es todo un poema de románticas leyendas y una maravilla, una verdadera maravilla de bellezas”.