El mar une, pero también desune. Esa noción fronteriza puede ser barrera mental que parece infranqueable, como entre Europa y América existe un océano de distancia. No es una línea pétrea física pues se mueve o se corre, crece o decrece, experimenta una disrupción emocional que también es psicológica, pero nos marca con etiquetas, como la de la descolonización; el filibusterismo moderno; las migraciones, a veces borradas por la salinidad de esas aguas.
Este año un grupo de amigos de la curadora y crítica de arte Tamara Díaz Bringas (La Habana 1973- Madrid 2022), nos juntamos a rememorar su vida recordando dos años de su partida, acaecida en Madrid un 27 de enero de 2022. Lo hicimos con lo que más le gustó a ella en vida, incluyendo los girasoles que amaba; lo hicimos con arte contemporáneo, encabezado por el chamán mesoamericano Moyo Coyatxi, uno de los alter ego de Rolando Castellón, de sus amigos más fervientes.
Una pared en el pequeño apartamento del curador y profesor Ernesto Calvo, cercano al alma mater de la Universidad de Costa Rica, hoy lleva el nombre de su memoria, «Pared de Tamara», para mostrar la producción artística emergente y tendencias recientes en este istmo de tantas dudas y complejidad. La invitación a este homenaje reza: «Tamara, siempre… un pequeño homenaje, un ser humano excepcional».
Este homenaje nos dispuso la memoria en una mirada retrospectiva, anclada en algunos momentos de su vida entre nosotros: A finales de los años 90 llegó Tamara a Costa Rica y comenzó a colaborar en aquella década de rupturas, pero también de aperturas con la recién iniciada Teoré/Tica, dirigida por Virginia Pérez-Ratton (1950-2010), otra de nuestras incondicionales amistades como lo fue Tamara.
Para este espacio organizó archivos y documentó, tejió eventos y curadurías. Entre los proyectos iniciales de esa colaboración, destaca «Temas Centrales» (2000), un evento regional de puesta al día y debate sobre el arte centroamericano dentro del panorama internacional en la cultura de cambio de siglo y milenio. Posteriormente, un punto clave de esa trayectoria fue la co-curaduría junto a Virginia Pérez-Ratton de «Estrecho Dudoso» (2006), expuesto paralelamente en varios espacios expositivos y con la realización de intervenciones públicas muy significativas en el contexto de la capital costarricense, San José.
En esos años también asumió la crítica de arte del periódico La Nación, colaborando además con varias revistas artístico-culturales. En 2003, por invitación del Centro Cultural de España en Costa Rica, publicó el libro En el trazo de las constelaciones, mientras tejía varias miradas curatoriales a los vínculos del arte contemporáneo entre España y Costa Rica en el CCE, en ese momento bajo la dirección de Lidia Blanco, otra mujer que puso su alma en el arte centroamericano y en particular de Costa Rica.
En 2008 se trasladó a España para estudiar en el Programa de Estudios Independientes del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). En 2010, junto a Santiago Olmo, tuvo al frente en el evento «Utrópicos» que puso a dialogar al arte de Centroamérica y el Caribe con contexto español y específicamente gallego, en la XXXI Bienal de Pontevedra, la más antigua de España. Ya en 2011 comenzó a colaborar con el Museo de arte Reina Sofía de Madrid, dirigido por Manolo Borja-Villel, quien a través de Tamara y Virginia se acercó a nuestras manifestaciones más críticas de la actualidad del istmo.
En 2016, fue invitada como curadora a dirigir la X Bienal Centroamericana de Arte Visuales. La Décima, llamada significativamente «Todas las vidas importan», bajo el liderazgo curatorial y la gestión de Tamara, realizó una extensa investigación que involucró a curadores/as, gestores/as y artistas del área centroamericana, tanto reconocidos como jóvenes, inaugurándose paralelamente en toda Centroamérica, con proyectos que abarcaron lo artístico, cultural, antropológico y social, y que en el caso de Costa Rica, por primera vez se salió de la noción capital-centrista, para exponerse a la vez en varios espacios de San José y Puerto Limón. Esta X edición de la bienal centroamericana de artes visuales contó con notables aciertos organizativos y visibilidad internacional, removiendo una estructura y procedimientos ya invadidos por la corrosión que incrementa el mar y el tiempo, sobre todo en estos territorios donde la incertidumbre hace amagos de violencia y deshumanización. Sin embargo, justo esa bienal fue la última que se realizó, cuando los Empresarios por el Arte declararon que llegaba a su fin el proyecto regional que inició en 1998. Ese revés jamás será visto como traspié, sino como inflexión para valorar sus valiosos aportes a la cultura centroamericana y tomar fuerzas para dar otros pasos adelante.
Tamara escribió importantes ensayos acerca de la situación del arte de la región. Entre ellos destaca «Arte centroamericano: una mirada crítica» (publicado originalmente en la revista Atlántica y luego en su libro Crítica próxima, publicado por Teoré/Tica en 2016) y «La primera guerra de las bananas. MESóTICA II / Centroamérica: re-generación», aquella propuesta co-curada por Virginia Pérez Ratton y Rolando Castellón en el MADC en los años 90, que circuló por varias ciudades de Europa. Sobre este proyecto clave en el devenir del arte centroamericano, Tamara expuso:
El fin de los conflictos armados en Guatemala, El Salvador, Nicaragua, uno de los últimos y más desfachatados capítulos de la guerra fría, prometía un nuevo escenario para Centroamérica. En el mismo año en que se firman los Acuerdos de Paz en Guatemala, MESóTICA II se impulsa desde Costa Rica, con el título «Centroamérica: re-generación». Tal vez, la noción de Centroamérica aspiraba a servir como una suerte de espacio común, después de los conflictos armados: una «comunidad imaginada» más allá de los estados nacionales y las fracturas de largas guerras civiles.
El 27 de enero de 2022 trascendió la triste noticia de que Tamara fallecía en Madrid. En 2021, ya estando enferma, había inaugurado «El Pasado Adelante», muestra de arte centroamericano contemporáneo en Casa de América en Madrid, co-curada con Ricardo Ramón Jarné, con una notable revisión y colaboración en cada país del istmo, con artistas y curadores/as locales que se expusieron en las sedes de los centros culturales de España del istmo centroamericano.
Aquellas flores que hizo brotar y lucir Tamara, a pesar de las ventiscas de la vida, brotaron como nunca y aún lo hacen, ahí donde nadie lo espera, para evocar su memoria y heredad en la producción crítica-creativa del pensamiento simbólico actual. Su carácter de persona es como aquellas ventiscas que bajan a final y principio de año en estos territorios, sacuden todo, para que permanezca solo lo verdadero, lo que tiene peso en la balanza de la cultura, el arte visual y la vida.
Gracias a los aportes de esta intelectual se pueden comprender mejor los movimientos colaterales a los discursos artísticos, como la descolonización y el enfrentamiento a los paradigmas neohegemónicos y filibusteros que alienta el mercado global hoy en día, las problemáticas migratorias, los discursos de minorías o nuevos desvelos que sostienen la mirada en lo que nos fue legado, pero que requieren un tratamiento singular por parte de la cultura y contracultura para brindar autonomía a la creación y nuestros pensamientos, tal y como lo observa el sociólogo nacional Abelardo Morales, en el libro Mesoamérica Tierra de Huellas, muestra del MADC 2023-2024, curada por Illimani de los Andes y LFQ: «Mesoamérica de la tierra de todos a la tierra de nadie».
En estos últimos años, Tamara también dejó su marca personal en la creación de «ARCA», Archivo Rolando Castellón Alegría. Hoy vemos una de esas improntas en la Sala 1.1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, además de que la 34 Bienal Internacional de Arte de Sao Paulo, curada por Manuel Borja-Villel, ofreciera un vistosísimo espacio a este maestro mesoamericano para anclar su añosa, mítica y testimonial «ARCA».
Recordaremos a esta mujer aventajada del arte latinoamericano-centroamericano contemporáneo por su pertinaz criticidad, capacidad reflexiva y análisis del arte regional e internacional, además de un encanto regocijante para con la vida, que la llevó a interactuar en los estrados más altos donde se valida el arte de hoy. Algunos de sus más incisivos y bellos escritos pueden ser leídos en su página-blog Textos Errantes, donde nos dejó parte de su legado intelectual y personal.
En mi propia memoria personal, y con esto concluyo este texto, su recuerdo motiva a mojar mis extremidades en las aguas de la bajamar, donde los cangrejos dibujan surcos con la evocación de un poema de su coterránea, la isleña Dulce María Loynaz:
La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas.
Dos años no son nada, sin embargo, parecieran tan enormes como navegar el Atlántico o caminar el Aztlán de nuestros ancestros mesoamericanos; si no hubiera hecho nada pasarían veloces como los ciclones que atraviesan este océano, pero hay mucho que recordar de su legado, de una cubana cuya mirada estaba puesta en los mares, islarios y archipiélagos, o en los valles, cauces de ríos, mesetas y pedregosos riscos montañosos que traspasan este continente y una cultura tan enigmática como la actual que hoy tanto la recuerda.
(Texto en colaboración con Ernesto Calvo, ECaín)