Relato deformado por ensoñaciones, acompañadas de música y vino. Para una mejor experiencia se recomienda escuchar en ese orden: «El hombre pájaro», «Nada que perder», «Puntos suspensivos» y «Adiós cielo azul, llegó la tormenta» del álbum de Robe, Se nos lleva el aire, publicado el 15 de diciembre de 2023.

Temporal

Siempre le pregunto a la razón
y me contesta que tal vez,
que se lo está pensando.
Voy a preguntarle al corazón
que se tiene que marchar,
me lo están arrancando.2

—Mamá, ¿estás segura de que quieres ir a ver las luces?

—Qué sí, hija, ¿por qué lo voy a decir si no?, además, así se viene tu padre que está un poco mustio y le viene bien airearse.

—Mama, vale, iremos, pero ya sabes cómo se pone todo de gente y nunca os han gustado las multitudes, además…

—Mira, cielo -cortándola-, una vez es una vez, además mira, una cosa que nunca hemos hecho, ya sabes, habrá que pedir un deseo. Total, —con tono melancólicamente alegre— quizás ya nunca lo podré hacer, así que…

—Vale, mamá —interrumpiéndola con tono seguro y cálido—, no se hable más, pero poneos guapos, ¿eh?

—Hija, ¿para qué? Si desde el coche nadie nos va a otear. Tú eres la que te tienes que poner guapa, que con lo que vales tienes que lucir bien, aunque la verdad, a nada que te pongas, ¡con lo guapísima que eres!

—Qué sí, mama, lo que digas… en fin, venga, ni voy a deshacer las maletas, salimos en poco que papa ya habrá descansado.

Al rato salieron del portal. O así, al menos, creyó la sombra.

Esa armonía que solidifica las relaciones entre padres e hijos cuando se basan en el cariño, la ternura y la confianza. Esa calidez que las hace eternas, pase lo que pase, a través de una simple mirada, de una caricia apenas insinuada, de una leve sonrisa. De ahí que cuando esto se vive, es eterno y da igual lo que depare el futuro, encarándolo con esa protección que da sentir que uno está vivo, aunque se esté inmerso en una especie de amargura que se torna en placidez y alegría cuando se asientan los recuerdos. En definitiva, ese dolor placentero, esa alegría dolorida. Nostalgia, en definitiva. Esa nostalgia que se siente cuando no hay nada que perder. La misma que ella sintió cuando tuvo que dejarlos:

—Mama, podéis estar tranquilos, os quedáis bien cuidados, esta chica es muy maja, ya lo sabes, y no tiene problema en acompañaros estos días. Total, yo en poco regresaré, así que no me echéis de menos, ¿vale?

—Nunca te hemos echado de menos, hija. Entiéndeme, sí te echamos de menos, unos padres siempre echan de menos a sus hijos, pero tú tienes tu vida y un montón de obligaciones, así que no te preocupes por nosotros, solo somos tus padres, hay confianza.

—Pero ¿qué dices? —sonriendo—, es que, ¿no vais a dejarme que os devuelva una pequeña parte de todo lo que me habéis dado?, bueno, no nos pongamos necios, en breve volveré.

—Hala, tu repítelo, dilo más veces, al final se nos va a hacer corto y no te dejaremos entrar. Además, —con tono de broma—, la verdad es que lo único por lo que queremos que vuelvas es por si te sale de las narices prepararnos el pez ese que haces que te sale tan bien… mira que es raro, pero esta bueno, la verdad…

—Jajajaja… mira que somos tozudos, buscamos excusas para decir que queremos vernos cuando la realidad es que nos queremos, nos echamos de menos y…

—Que sí hija, —interrumpiéndola—, lo que tu digas…

Se abrazaron. Ella recordó ese abrazo mientras miraba por la ventanilla del avión que despegaba alejándose de la ciudad donde sus padres esperaban, la seguían esperando, la esperarían siempre, aunque no volviera. Se recostó en el asiento, entornó los ojos e intentó descansar, le esperaban días de bullicio programado, de burocracia de gran urbe, de legajos formalizados, de falsa confianza, de funcionariado acomodado… recorriendo la distancia entre su casa y las obligaciones, la distancia entre lo debido y lo sentido, la solemnidad arrogante, la pompa de diseño de lo formal… pero ella sentía, más allá de eso, sentía, por eso era diferente. Sonrió. Una sombra la miraba, así era desde hace semanas. Ella no lo sabía. Y siguió sonriendo.

Lluvia

Yo nunca he sabido medir
ni el tiempo ni el espacio.
Vi a la luna llena decir:
No quiero que me olvides,
creo que me estoy menguando.
Y he escuchado una estrella jurar:
Yo, si tú me lo pides,
no seguiré brillando.3

—¿A qué esperas?

—Es que, ¿debo esperar algo?

—Todos esperan algo, dijo la sombra.

—No, no espero, o al menos no conscientemente. Seguramente el deseo es más fuerte que el juicio, pero prefiero mantenerme a salvo, y si el juicio lo impone la razón, domeñaré al deseo. Por eso, no espero. Nunca esperaré, pero me puedo dejar sorprender llegado el momento. Pero todo a su debido momento —sentenció.

—No lo llames deseo, es demasiado ambicioso, llámalo incertidumbre —la sombra desapareció.

La sombra susurrante que siempre le acompañaba últimamente no respondió, simplemente se postró a sus pies. No pudo verla. Ella, criatura fascinante, cuya vitalidad se despliega con la gracia y la gallardía de un arco tenso, cuyo espíritu indomable se refleja en sus ojos chispeantes que destilan una curiosidad insaciable por el mundo que le rodea. Siempre anhelando más, siempre buscando otros horizontes con una espontaneidad que baila al ritmo de la vida, siempre dispuesta a sumergirse en lo desconocido con firmes y limpias convicciones. Ahora, podía regresar…

—«Necesito que vengas, que vengas para sujetarme, necesito que vengas que se me lleva el aire».4

—¿Quién eres? —dijo ella.

—Soy tu sombra de nuevo. Aspiro a mudar y dejar de ser hombre pájaro.

—Pero no sé quién eres exactamente, no sé qué esperas de mí, no sé… —fue interrumpida abruptamente.

—«No quisiera molestarte, pero es que te veo ausente, mataría yo, mataría por estar en este instante. Noto que algo hoy me falta para ser, que me falta hoy para estar, como si me faltara peso, consciente de mi volatilidad me he empezado a disipar, ya solo espero tu regreso».5

—Espérame, solo necesito tiempo, de veras…

—«He venido a decirte que estaba abrazado tan fuerte a la nada que he perdido el contacto con mi piel. Sí, con mi propia piel y, enredado entre mis desvaríos, me he abrazado tan fuerte al vacío que he acabado por desaparecer. Venme a ver, a ver, venme a visitar, ven a ver si das conmigo, venme a ver, a ver, ven a averiguar dónde coño me he metido».6

Su independencia era su compañera. No temía a la soledad, pues era una oportunidad para descubrirse a sí misma en la vastedad del universo y disfrutar en torno suyo. Su corazón latía al compás de la aventura por lo que la rutina era su enemiga natural. Pero que en esa sombra le hablase en un momento tan externamente complicado era, a pesar de la apacible satisfacción que procuraba, incómodo para las clarividentes capas de su ser.

Su mente era tan aguda como una flecha disparada con precisión. Ella abraza la honestidad, incluso cuando duele, pues sabe que la verdad es el cimiento sobre el cual construir una conexión genuina. La sombra debe esperar y ella también merece ser esperada.

—Mamá, ¿cómo estás?

—Bien hija, nunca se sabe lo que puede aguantar una hasta que tiene que aguantar.

—Ufff, pues sí, no puedo decirte nada, y papá, ¿cómo está?

—Por aquí anda, mucho mejor, ¡la verdad es que es increíble! —haciendo una pausa—, ¿mucho trabajo, hija?

—Pues sí, ya sabes, entre el ajetreo de todos los días y el fin del año no paro, además tengo que preparar lo de la dichosa plaza esa. Pero me escaparé a veros en cuanto pueda, las fiestas las pasaremos juntos…

—Bueno, hija, cuídate, habrá tiempo para todo, aunque no lo creas…

—Jolín, mamá, te pareces a esa sombra que me habla…

—¿Qué sombra?

—Una sombra que dice que es la mía, qué más quisiera, yo ya tengo una… pero me habla y, si te digo la verdad, me agrada y me inquieta al mismo tiempo… dice que es el hombre pájaro… —fue cortada abruptamente.

—¿El hombre pájaro?... hija, quizás no sea tu sombra, quizás tú seas la suya. Imagino porque se te ha debido aparecer, escúchame: haz caso, pero que no lo note. Te hará bien, te hará muy bien.

Viento

Tal vez,
si pudiera hablarte
de si fuera cierto
que el poder del arte
bien nos pudiera salvar
de una vida inerte,
de una vida triste,
de una mala muerte.
Bien nos pudiera salvar.7

La inquietud se cierne sobre nosotros como una sombra impredecible, tejiendo su tela de incertidumbre en cada rincón de nuestra mente. Nos sumergimos en su misterio, ansiosos por descubrir lo que aguarda. En el corazón yace la fascinación por lo desconocido, un anhelo de conocer algo que aún no es cuerpo y, si acaso, alma. La ilusión se entrelaza con esa inquietud no sustentada, formando una danza delicada que nos impulsa a explorar lo nuevo, aunque a su vez nos sumerge en las aguas profundas de la incertidumbre.

A veces, la sombra que nos acompaña no es otra que la proyección de nosotros mismos. Nos enfrentamos a los rincones de nuestra alma, lidiando con otras versiones de nosotros. Y, así los malos presagios, como sombras ominosas, acechan por cualquier esquina, tejiendo quizás nuevas narrativas. La inquietud se convierte en un eco constante, recordándonos que el futuro es un lienzo en blanco que aún no ha revelado su historia. Sin embargo, yace la posibilidad de la luz y, en la incertidumbre, la oportunidad del ser pleno.

Así, navegamos, entre la inquietud y el miedo, conscientes de que la única constante es el cambio. Por eso, hay que hacer caso a la sombra. Aunque el futuro permanezca velado en misterio y las personas desconocidas no nos despierten del todo, es en la aceptación de la incertidumbre donde encontramos la libertad para escribir nuestra historia y ¿qué es aquello que lo alimenta? Está claro, la ilusión.

—Ufff, estoy hasta arriba de trabajo, pero creo que sobreviviré.

—No hay problema, las sombras siempre esperamos… —Ella permanecía callada— «Buscaré en cuartos que deshacer y batallas que librar perdidas de antemano. Buscaré imposibles que lograr que no me importa fracasar y volver a intentarlo».8 Pero, sobre todo, esperaré. Vete, te necesitan…

—Así es… ummm, la verdad es que no te entiendo, aún no te entiendo, aún no…

—Date tiempo. Yo, espero.

—Ya, pero quiero entender ya, sino no podré elegir…

—No, debes elegir, —dijo la sombra—, debes sentir sin elegir, es preferible la aclamación a la competición. La competición exige vencedores y vencidos, eso es humanamente vulgar y mediocre. Elegir implica que existan varias opciones y somos únicos, no opcionales.

—Tienes razón, es coherente. Es mejor, aunque nos hagamos daño en algunos momentos y debamos ir recogiendo nuestros cachos para reconstruirnos —dijo ella.

—Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.

Y dicho esto, la sombra se desvaneció mutando en la forma de un hombre pájaro.

En los momentos en los que la sombra se cierne con más intensidad, necesitamos valentía. La sombra se convierte en la narradora silenciosa de nuestras experiencias. En esos momentos, la lealtad y la gallardía actúan como bálsamos, mientras que la generosidad ilumina el camino con destellos de esperanza.

La sombra que nos acompaña es testigo silencioso de nuestra resiliencia, guardiana de las lecciones aprendidas y promesa de los días luminosos. Al final, la necesidad de sentirse acompañado se entrelaza con nuestra esencia misma. La lealtad, la coherencia y la generosidad son los cimientos sobre los cuales construimos puentes hacia los demás, tejiendo un tapiz vibrante de experiencias al que llamamos vida.

Calma

Recuérdame de que está hecha la vida
que a veces se me olvida la razón
y alégrame esta amarga despedida,
recuérdame de que está hecho el amor.
De viento, de puro viento,
De morir en el intento y dejarse llevar por el viento a volar.
Y de abrazos, de puro abrazo.
Fundidos en un abrazo morir y en tu abrazo volver a empezar.
De no quererme dar puntos suspensivos,
de no quererse dar nunca por vencidos.
Y no hay nada más,
no, no hay nada más.9

La sombra es mucho más que una simple ausencia de luz. En su presencia, se esconde quizás el porvenir y una posible transformación que adquiere una naturaleza ilusionante. La metáfora de la sombra que es hombre pájaro, como el viento, se desplaza entre la realidad y la posibilidad, marcando el camino hacia un futuro inescrutable.

Cuando contemplamos el horizonte de lo que está por venir, la sombra es un puente entre lo tangible y lo intangible. Esta metamorfosis toma forma en la figura del hombre pájaro, un ser que, al igual que el viento, va y viene, desplazándose entre los recovecos de nuestras expectativas. Ojalá que la sombra adquiera corporeidad, materializándose en presencia palpable que susurra la promesa de un futuro nuevo.

—Hola mamá, iremos todos para allá, estaremos todos juntos, no habrá días tristes.

—¡Qué bien hija! Jajaja, vosotros pensáis que os necesito, pero es al revés. La mejor manera de cuidarse uno es cuidar a los demás, a los que se quiere. Nos cuidaremos todos…

Ella permanecía callada, como pensativa…

—¿Sabes hija?, hablé con el hombre pájaro. No sé el tiempo que estaré con vosotros, pero a estas alturas de mi vida creo que tiene razón, el tiempo gastado en un sueño no es tiempo perdido, son los días más valiosos, porque refuerzan los propios sentimientos. Por eso me alegra que vayamos a estar juntos.

—¿Qué has hablado con el hombre pájaro?, ¿cómo?

—Eso es lo de menos, además, algún día lo entenderás. Y, mira hija, «no quiero tener que elegir entre una luna llena y una estrella errante. No quiero tener que elegir entre una vida entera y un único instante».10

El hombre pájaro, transmutación de la sombra, recuerda que el porvenir es un lienzo en blanco, esperando ser pintado con los colores de nuestros anhelos y ambiciones. Al igual que el viento que nos acaricia, esta figura alada que invita a volar más allá de las limitaciones autoimpuestas, a explorar los confines de nuestra imaginación y a abrazar la incertidumbre con valentía.

Y va más allá, incluso cuando las personas queridas se marchan, dejando un vacío en nuestra realidad, es el hombre pájaro quien se alza como mensajero de un porvenir que, aunque desprovisto de certezas, está impregnado de la esperanza que emana de nuestras propias elecciones.

Pero también este porvenir ilusionante encierra su propia paradoja. La sombra que proyecta el hombre pájaro se convierte en un reflejo de nuestras propias inseguridades y temores. La incertidumbre del futuro, lejos de ser un obstáculo insalvable, se revela como un espejo que refleja nuestras sombras internas: miedos, indecisiones y el deseo de no abrir la puerta.

—Mamá, llegué ya hace un rato. Pero, antes de nada, gracias, lo he pasado bien estos días.

—Nosotros también hija, estoy muy orgullosa de ti…

—Que sí, mamá, vale… ¿cómo estás hoy?

—«Me levanté de la cama, me levanté sin ganas. Esta noche es que no he dormido bien, me mirado en el espejo y no estaba allí mi reflejo, he debido de desaparecer. Noto que algo me falta hoy para ser, que me falta hoy para estar, como si me faltara peso… Hoy no he probado bocado, quién sabe si mañana, sé que estoy más delgada, he perdido las ganas. Necesito que vengas, que vengas y me agarres. Necesito que vengas que se me lleva el aire…».11

—¡Mamá! El hombre pájaro me dijo algo muy parecido… —interrumpiéndola.

—Lo suponía…

Entendió. El hombre pájaro como compañero cuya transmutación muestra la capacidad de convertir la incertidumbre del porvenir en una fuente de ilusión y seguridad. No es el futuro lo que debería infundirnos miedo, aunque sea trágico, sino la sombra real que proyectamos sobre él. Al abrazar nuestras sombras internas y aceptar la danza constante entre la realidad y la posibilidad, podemos encontrar la fortaleza para construir un futuro que refleje nuestra desnuda y feliz autenticidad.

Ella seguía sin saberlo dando vueltas a lo vivido desde semanas atrás, a lo extraño de todo lo sucedido. No pensaba, sabía no pensar cuando se lo proponía, pero ¿y si eso le impedía también sentir? Todo era demasiado importante y estaba en el mismo plano. Lo sabía, pero no quería reconocerlo. Sus seres queridos, las convenciones y obligaciones, su vida social, su vida real e íntima. Bueno, el futuro suele hablar, y si se le trata como se debe, siempre dice lo correcto. Bueno, no es verdad, no siempre.

Todo estaba en silencio, a ese silencio ella colaboró con la inacción del que sabe que da igual lo que se haga. Lo que pase, pasará. Quizás, no saber nada desde hace tanto tiempo de esa sombra, de ese hombre pájaro, era señal de su proximidad. Repasó todos sus afectos, todas sus pasiones, quizás estaba próximo el momento de la realidad. Re-ca-pi-tu-ló. Todo estaba en paz. Ella sabía que había llegado el momento. Sonó el timbre, ella sonrió.

Notas

1 El subtítulo de este texto proviene de: «Adiós, cielo azul, llegó la tormenta». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
2 «Nada que perder». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
3 «Haz que tiemble el suelo». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
4 «El hombre pájaro». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
5 Idem.
6 Idem.
7 «El poder del arte». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
8 «Nada que perder». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
9 «Puntos suspensivos». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
10 «Haz que tiemble el suelo». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.
11 Texto adaptado de: «El hombre pájaro». Robe, del álbum Se nos lleva el aire, 2023.