Gracias a un novedoso experimento conocemos la vida de un joven alcohólico, que transcurre en aquel lugar donde su madre solía llevarlo cuando era pequeño: un laberinto.

Una tarde lluviosa de invierno en Nueva Jersey, Manuel, tras un insistente esfuerzo por contactar con Mario, acude al apartamento de éste, preocupado por su ausencia, en el lugar en el que se reunía con él todos los viernes. Manuel golpea la puerta sin cesar, y al no obtener respuesta, temiendo lo peor, decide entrar por su cuenta, pues siendo precavido, había hecho una copia de las llaves. La escena que se encuentra es desoladora, su hermano tumbado en el suelo del baño, con aspecto demacrado y rodeado de botellas vacías y barbitúricos.

Mario (30) y Manuel (36) son dos hermanos gallegos que, por circunstancias de la vida, se encuentran viviendo en Nueva York. Mario es un pintor frustrado que hace tiempo cambió la brocha por la botella de vino. Su problema con el alcohol es tal, que su hermano mayor, Manuel, un reconocido médico y psicoanalista de Nueva Jersey, felizmente casado y con dos hijos, tras numerosos intentos por ayudarlo a superar su adicción, decide probar con él un novedoso experimento que ha ideado con la ayuda de su gran amigo, y uno de los mejores neurólogos de Nueva Jersey, Andrew Finnegan.

Mario ingresa en un psiquiátrico para ser sometido al experimento que consiste en dormir al paciente para hacerle revivir todos sus recuerdos, e intentar con ello que recupere su identidad y vuelva a creer en sí mismo.

Mario entra así en un largo y profundo sueño que le sitúa en el centro de un laberinto. Este pequeño laberinto, situado en el Parque del Monte de San Pedro, en La Coruña, era su zona preferida de juegos, donde su madre solía llevarlo junto a su hermano cuando eran niños. Una amplia zona verde de accidentada topografía y vistas excepcionales sobre la ciudad de La Coruña y una amplia franja de costa, que abarca desde el cabo de San Adrián y las Islas Sisargas al oeste, hasta los cabos Prior y Prioriño al noroeste.

Este lugar de características formaciones rocosas era el centro de todos sus más inolvidables recuerdos y el núcleo de conexión de su vida, y, por lo tanto, de su memoria. En él, Mario va a revivir su pasado En el centro del mismo, una botella vacía girandoy, en ella, el reflejo de sus ojos y Finisterre.

Mario, con un aspecto físico de los que quitan el hipo, aparece sentado en una roca mirando al mar, en la Costa da Morte, en Fisterra, su tierra natal. Lleva un cuaderno y un lápiz. A su lado está Laura, el gran amor de su vida y su mejor consejera. Comienza a dibujar, nada de lo que empieza le convence; rompe una hoja tras otra y las lanza al mar. Laura le acompaña dibujando en otro cuaderno. Quiere dedicarle un dibujo. Sus discusiones no cesan, pues Mario es incapaz de aceptar que su chica le dé ningún tipo de recomendación. Laura se marcha indignada tras su la fuerte pelea, olvidando allí su cuaderno. Mario arroja al mar el dibujo que le estaba haciendo su novia con tanto esmero y permanece allí solo, toda la tarde, sin importarle en absoluto.

A partir de ese momento este chico de altas capacidades, soñador y con una creatividad sin límites, va a emprender un viaje en el que se va a encontrar con un conflicto interno entre su complicado pasado, su realidad y su mente inquieta, que le juega malas pasadas, pues le impide tener los pies en la tierra. Sus recuerdos, en forma de flashbacks, se intercalan con su lucha diaria por encontrar un sentido a su vida y sus constantes sueños, que se suceden en forma de flash forwards, en los que se imagina como, lo que nunca ha sido, un famoso pintor y novelista, con una gran vida social elitista, rodeado de las más exóticas mujeres.

Tras cada imagen, avanza en el laberinto. Quiere correr, pero no puede. Sólo podrá salir de él si supera con éxito el tratamiento. Es su querido laberinto de juegos el que ahora juega con él. Son miles las sensaciones que le evoca aquel lugar entre el presente y lo pretérito. Un lugar donde solía dejarse llevar durante horas y dibujaba sin parar en cada uno de sus escondites secretos. Este laberinto nos desvela la interesante historia de estos dos hermanos gallegos, nacidos en una pequeña aldea de La Coruña, con escasos recursos y poca vida. Una infancia dura y gris, donde sus escasos familiares y personas más queridas fallecen en trágicas circunstancias, hechos ante los que Mario se muestra impasible y demuestra en todo momento una peculiar forma de demostrar su afecto.

La única persona cercana a él es su hermano mayor, un chico responsable, y emprendedor, muy cariñoso y que siempre ha estado pendiente de él. Crecieron y vivieron juntos en una aldea de La Coruña llamada Cornido, hasta que un día su padre huyó a Nueva York en extrañas circunstancias, donde ya residía su hermana desde hacía algunos años. Su padre prometió a su madre que volvería y que se haría cargo de la economía de la familia mientras estuviera fuera. Esto no fue así y no supieron nada de él en años. Su madre no pudo resistirlo y se suicidó en el cobertizo de su casa.

Los dos hermanos se quedaron con su abuela, que se hizo cargo de ellos hasta que cumplieron la mayoría de edad y decidieron emprender un viaje a Nueva York, para encontrarse con su padre y con su tía. Al poco tiempo de estar allí, su padre falleció en un accidente de coche. Manuel realizó su sueño, terminó medicina y se convirtió en un reconocido psicoanalista. Se casó y formó una familia. Mario, sin embargo, finalizó bellas artes a trompicones, pero nunca llegó a ejercer. Seguía dibujando en su pequeño apartamento, donde residía solo, pero cada vez lo hacía con menor frecuencia, pues su vida se había convertido en una vorágine en la que la bebida ocupaba el lugar central.

Mario tendrá que ser capaz de revivir su pasado como un espectador de su vida, eso sí, siendo esta vez consciente de todo, pues en eso consiste el experimento al que está siendo sometido. No puede hacer nada por cambiar su pasado, sus recuerdos transcurren en su laberinto de juegos, en el que no podrá hacer nada más que contemplar su historia, paso a paso. Irá descubriendo qué ha fallado en su vida, por qué se siente perdido y solo, por qué no se quiere a sí mismo. Tiene que encontrar una motivación, una razón para vivir, qué le aguarda al final del laberinto.

Mario termina en la misma roca de Fisterra, en La Coruña, con el cuaderno de dibujo de Laura, su gran amor, ya fallecida. Se suicida, abrazado al cuaderno de Laura arrojándose al acantilado y se sumerge en el mar profundo. En ese mismo momento Mario despierta de su sueño y allí esperan sus familiares. Su hermano Manuel le coge de la mano. El experimento ha terminado, y con él, el laberinto. Al final del laberinto una razón para vivir: tomar, por primera vez, las riendas de su vida.