Un 28 de septiembre de 1982, Marcela Paz recibió el Premio Nacional de Literatura como un reconocimiento a su obra especializada en literatura infantil, principalmente con su personaje Papelucho.
Esther Huneeus Salas, Marcela Paz, Santiago (1902 – 1985) fue la creadora del personaje Papelucho, un clásico de la literatura chilena, quizá el único perdurable en el ámbito de la preadolescencia, una de las destacadas cultivadoras de este género en el mundo de las letras latinoamericanas, de importancia equivalente a la de autores como el brasileño Monteiro Lobato, el boliviano Óscar Alfaro o la argentina María Elena Walsh.
Nacida en el seno de una acomodada familia, tanto ella como sus hermanas no asistieron nunca al colegio; fueron educadas en su residencia familiar por institutrices y profesores particulares. La cuarta de los ocho hijos del matrimonio compuesto por Francisco Huneeus Gana y de María Teresa Salas Subercaseaux, hermana de la escritora Rita Salas Subercaseaux (Violeta Quevedo). Esther Huneeus, casada con José Luis Claro Montes, fue madre de cuatro hijos varones y dos mujeres.
Cursó estudios académicos en la Escuela de Bellas Artes de Santiago, impulsada por su afición al dibujo. Sus inquietudes filantrópicas y cristianas la llevaron a desarrollar iniciativas y obras humanitarias en la Fundación Sociedad de Ciegos Santa Lucía, donde se desempeñó como secretaria del directorio, entre los años 1923 y 1950. Pero su vocación y actividad vital fue la literatura. Su primer libro, Tiempo, papel y lápiz, se publicó en 1933. Firmando ya con el seudónimo de Marcela Paz, al año siguiente publicó Soy colorina, obra que le valió el premio Club Hípico de Santiago. También colaboró en la revista infantil, de amplia difusión, El Peneca y en Zig-Zag.
Su personaje Papelucho la hizo acreedora, en 1947, al premio de la Editorial Rapa Nui, debido a la popularidad del niño protagonista en Chile y en otros países, incluyendo numerosas traducciones. En 1964 hizo posible la representación chilena de la Organización Internacional del Libro Infantil y Juvenil (IBBY). Dicha entidad le concedió en 1968 su Premio de Honor, otorgado por primera vez a un autor latinoamericano. En 1980, la Oficina Cristiana del Libro, en Francia, recomendó a su Papelucho como una de las ocho mejores lecturas para la juventud.
En reconocimiento a su importante labor artística, en 1982 se le concedió el Premio Nacional de Literatura, en forma unánime por el jurado, convirtiéndose Esther Huneeus en la tercera mujer en recibir el apetecido galardón, después de Gabriela Mistral (1951) y de Marta Brunet (1961).
Marcela Paz, cuentista y novelista, se convirtió en un clásico de la literatura infantil de Chile con la serie de Papelucho. A tal punto llegó su popularidad que estos textos hoy se leen en todas las escuelas chilenas y es material obligado de enseñanza. Es de las escasas personas dedicadas al cuento infantil, y como ninguna: «supo captar en detalle todo ese enjambre de animadas aventuras que sólo la fantasía de un niño puede vivirlas en plenitud. Emplea un lenguaje acorde con la naturaleza y psicología del alma infantil, de modo que la totalidad de nuestros hijos, como las de sus progenitores, pueden disfrutar a sus anchas con tales aventuras y chiquilladas, pues las retrata de cuerpo entero» (Miguel Ángel Díaz, Premios Nacionales de Literatura, 1988).
Sin embargo, pese a todos los méritos que tuvo y a su innegable talento, su tarea no ha sido debidamente valorada en Chile, pese a su originalidad en un género difícil y de escaso desarrollo entre nosotros. Se requiere una aguda percepción psicológica y una buena dosis de candor para penetrar como es debido en el mundo de los niños, y luego narrar historias en un lenguaje que les sea tan entretenido como accesible. No olvidemos la sentencia de Rainer María Rilke: «Solo los niños y los pájaros conocen el sabor de las cerezas».
En cuanto a la política cultural de la Dictadura, sin desconocer ni un ápice la valía literaria de Marcela Paz, este Premio Nacional de 1982 evitó mayores polémicas, por su carácter inofensivo, políticamente hablando, aunque en el seno de nuestro gremio se levantaron voces disonantes y críticas ácidas que consideraban un despropósito incluir en la premiación a creadores de literatura infantil.
Entre nosotros, la Generación Dispersa o Veteranos del 73, como la bautizó Pepe Cuevas, sonaban los nombres de Efraín Barquero, Enrique Lihn, Jorge Teillier. Escuché a Oreste Plath, nuestro gran folclorólogo, hombre de fino humor, decir, en el Refugio López Velarde: «Si los inconformistas volaran, harían añicos el cielo raso de la Casa del Escritor».
La prolífica y valiosa obra de Esther Huneeus, Marcela Paz, deshace aquellas inútiles rencillas: Tiempo, papel y lápiz (1933), Soy colorina (1935), Papelucho (1947), La pecosa (1948), La vuelta de Sebastián *(1950), *Papelucho casi huérfano (1951), Caramelos de luz (1954), Papelucho historiador (1955), Papelucho detective (1957), A pesar de mi tía (1958), Papelucho en la clínica (1958), Papelucho perdido (1960), Papelucho, mi hermana Ji (1964), Papelucho misionero (1966), Diario secreto de Papelucho y el marciano (1968), Papelucho, mi hermano Hipie (1971), Papelucho en vacaciones (1971), Cuentos para cantar (1974), Muselina Pérez Soto (1974), Soy dix leso (1974), Los pecosos (1976), Perico trepa por Chile (1978), El soldadito rojo (1981) y Los secretos de catita (1981).
También se levantaron críticas de contenido político y sociológico, reprochando a la autora su carácter de escritora burguesa, cuyo mundo narrativo, de índole aséptico, carente por completo de conflictos sociales, era el reflejo de una sociedad adormecida y satisfecha de sí misma.
La humildad de Marcela Paz resultaría, a la postre, elocuente y decisiva:
El premio estaba muy distante de mis aspiraciones y creía sinceramente que se lo ganaría alguien con más ‘vuelo’ literario que yo, ya que nunca he pretendido ser literata y solo me he dado el gusto personal de escribir para los niños. Pienso que literariamente no valgo tanto, pero lo que sucede es que el personaje Papelucho es muy bonito y atractivo. Creo también que he tenido mucha suerte.
(Marcela Paz, Premio Nacional de Literatura en 1982)