Entre el cielo y el mar es el título con que nombré un poemario que me ha hecho pensar en la relación entre historia, filosofía y poesía. Puede parecer que la poesía no es una forma del conocimiento, sin embargo, debemos recordar cómo está asociada a otra manera de pensar: la mitológica. En los orígenes de la indagación humana, antecesores de la ciencia o contemporánea, no es seguro, puesto que no desaparece con el avance de ellas ni con las transformaciones políticas o estatales. La poesía permanece entre los misterios y los descubrimientos como una fuerza espiritual que evoca y sugiere, pero una forma de conocimiento.
Si recuerdan no hace muchos meses apareció aquí una presentación a un poeta italiano en las postrimerías del evento virtual Sintonía Brasile, Italia en la que fui como invitada por el Dr. Mario Raso y que aparece aquí en En el Festival Letterario Sintonia Brasil Italia el humanismo del poeta-historiador Dr. Mario Raso. El editor Nicola Bergamaschi me solicitó unos manuscritos, así que envié un ensayo literario, y después algunos poemas.
No dejo de recordar a un poeta que la memoria se niega a guardar en la fija sucesión de vocales y consonantes, que probablemente sean varios en múltiples lecturas, quien afirmaba con vehemencia: «los he escrito para mí»; y en este caso ellos son mi memoria del olvido puesto que los he escrito para ayudarme a no recordar; más bien que como registro del tiempo, o de la línea sinuosa entre el hoy expectante y lo vivido. Aquí están fragmentos del prólogo escrito por Mario Raso de Entre el cielo y el mar (Tra il cielo e il mare) que apareció en octubre en edición bilingüe, que comento yo:
Muchos versos de Madelín Zeida están inspirados en el mito griego. Estudiosa tanto del arte antiguo como del contemporáneo, no puede dejar de vislumbrar en la poética los sentimientos efusivos de una mujer que casi se siente transportada por los versos homéricos, desde las islas del Caribe hasta las islas del Egeo. En esta colección de diecinueve obras entre letra y prosa poética, hay una delgada línea de demarcación de Zeida, buscada intencional o inconscientemente por momentos, no es ese el espesor.
El caso es que ya desde el inicio del primer poema pretende subrayar la parte interior, ‘Desconocida’ los signos de una vida, para continuar ‘Entre el sueño y el día’... no te conocí hasta ayer [...], es siempre la parte oculta imbuida entre los pliegues de los versos, versos que hacen referencia al culto a Deméter tan misterioso como los misterios de las religiones de Oriente Medio.
El escritor italiano hace mención de mi formación académica cuando dice: «… la poética naturalmente revela estudios histórico-sociológicos y antropológicos de fuentes antiguas de las que se buscan respuestas racionales que remiten siempre a la cuna de la civilización helénica, desde Homero a la Ilíada».
Y tras su análisis de mis poemas, uno a uno descubre como siempre pasa cuando es uno el crítico de obra ajena fuerzas que el propio autor no conocía: «El lugar común continúa con severidad, la naturaleza esperando noticias, se refiere al mensajero de los dioses helénicos Mercurio con pies alados, la noche y el inconsciente permanecen en la ignorancia de las presencias, y esto puede estallar como un volcán, cuando se retiene el alma antes, o más tarde explota».
En la conclusión del prólogo Mario Raso señala algo que quizás tiene que ver con mis indagaciones históricas en la figura de Alejandro Magno, que como el investigador hispano Mario Agudo señaló en una conferencia virtual hace poco a la que asistí es la fascinación por la grandeza y debilidad de este hombre ya en el mito del que escribí un poema: «Alexandros es ese gran hombre que llevó el helenismo a su cima, conquistando lo impensable, muy joven, como Aquiles entró en el mito, pero como hombre entró en la historia».
Por supuesto la vida y las indagaciones históricas y antropológicas si han marcado lo que me inspiró en ese poemario, me pregunto si es así para todos, y como yo escribí en el poema-prosa al final del libro:
El paisaje es una emanación de la fe ciega del hombre en sí mismo, rodeado de sus caprichos, que se envuelve como una serpiente, en el cuerpo oscuro de la desesperación. El paisaje no somos nosotros como especie, es una civilización que se hunde en su pereza.
Pero es la poesía otra forma de expresar lo que se intenta conocer, al menos así la veo yo, y aunque no esté acostumbrada al ritmo del verso, sino al pensamiento argumentado, uso estas página para abrir una pregunta acerca de cómo se puede llevar la relación entre filosofía, historia y poesía que en cierta ocasión reunió María Zambrano en sus escritos, y que siempre fue la inquietud y el motivo para crear de muchos, a veces, el motivo para pensar y repensar la historia, o la historia que se quiere sea, el ser y el no ser.