Nació en Gales, Inglaterra, en 1872 y falleció en 1970 en Gales. Provenía de una familia de la nobleza británica, su abuelo Lord John Russell había sido un primer ministro liberal de Gran Bretaña. Su padre era el vizconde de Amberley, un aristócrata británico que era un libre pensador. Él tenía el título de conde y no lo usó, lo mismo el de Lord. Quedó huérfano a la edad de 4 años y quienes lo educaron fueron sus abuelos.
Se casó cuatro veces y tuvo tres hijos, no creía en la fidelidad del matrimonio. En el campo religioso, de niño y joven su abuela paterna tuvo una gran influencia en él y lo instruyó sobre la Biblia. Años después, ya hacia afirmación publica de no ser religioso y señalaba: «La religión se basa primeramente en el miedo. Es en parte el terror hacia lo desconocido y el anhelo de sentir que se tiene un hermano mayor que siempre lo protege a uno y está ahí si lo necesitas». Russell considera que hay argumentos lógicos para afirmar la no existencia de Dios. Años después se calificó como un agnóstico, porque no creía que existiera un argumento concluyente con el cual uno demuestre que no existe un Dios.
Fue un pacifista declarado contra la guerra; se opuso públicamente a la Primera Guerra Mundial por lo que fue destituido de su puesto de profesor en la Universidad de Cambridge y hasta sufrió prisión por esa causa. De hecho, lo calificaron como traidor al país que lo había visto nacer y alimentaba.
Aceptó la necesidad de una Segunda Guerra Mundial debido al peligro de Hitler y sus ideas. Criticó a los Estados Unidos por la guerra con Vietnam. Era un detractor de la propiedad privada ya que decía que el origen de esta estaba en la violencia, el robo por el capitalismo y cómo el Estado protegía a la propiedad privada.
Consideraba al Estado otro mal y creyó durante un tiempo que la cura era él comunismo. Afirmaba que: «La libertad es el bien supremo, pues sin ella la personalidad es imposible. Solo por la discusión libre podemos abrirnos camino a través de errores y perjuicios, hacia la perspectiva total que es la verdad». Sin embargo, luego de haber ponderado el socialismo marxista de la Unión Soviética, establecido por Lenin, cuando visitó Rusia se desilusionó del comunismo personalmente al ver el totalitarismo de Stalin y darse cuenta de que jamás ahí se podría tener una democracia. Pensaba que la misión de los intelectuales era la difusión de una cultura que habituara a los hombres a la revisión de sus propias ideas y a la mutua colaboración.
Después de su viaje a Rusia y luego a la India, pasó en 19021 a vivir y a enseñar un año a China y de ahí que yo lo califique de «visionario» pues él se dio cuenta de que la lentitud y calma del pueblo chino para realizar sus labores sí tenía mucho valor, y ponderaba el respeto y obediencia a los mayores y el colaborar con sus gobernantes. Todo eso, decía, se debía a que China poseía una cultura muy antigua y quizás más profunda que en Occidente. Y señaló lo siguiente:
Me he convencido de que la raza blanca no es tan importante como pensaba que era. Si Europa y América se matan en una guerra, ello no significaría la destrucción de la especie humana y ni siquiera el fin de la civilización. Quedará todavía considerable número de chinos, y en muchos aspectos China es el mayor país que yo he visto. No es sólo el mayor numérica y culturalmente, sino el mayor intelectualmente. No conozco otra civilización donde haya tal apertura de mente, de tal realismo, tal disponibilidad a enfrentarse a los hechos cual son, en vez de tratar de distorsionarlos según su patrón particular.
Todo lo relatado antes sucedió antes de la guerra civil en 1927 entre los nacionalistas chinos de Chiang Kai-Shek y los comunistas de Mao Zedong. O sea, antes de que los comunistas llegaran al poder en 1948.
Ahora entiende uno por qué al morir Mao, su sucesor Deng Xi Ping no solo realizó cambios al comunismo con una apertura al capitalismo con empresas privadas y a los mercados mundiales, sino que restauró las enseñanzas del maestro Confucio, quien había enseñado sobre el respeto a la familia, la obediencia patriarcal y el respeto y colaboración del pueblo para el gobernador o gobierno de turno. Por eso su gran laboriosidad, su dedicación y la falta de huelgas tan frecuentes en Occidente; de ahí que su industria y comercio floreció tan rápido, como ninguna nación lo ha hecho, ni siquiera los Estados Unidos.
Fue un declarado defensor del desarme nuclear. Terminó siendo una especie de socialista-liberal, aunque se reía cuando se lo decían. Autor de numerosas obras filosóficas y sobre matemáticas. Fue coautor de una gran obra: Principia Mathematica junto a G. Moore, A. Whitehead y L. Wittgenstein. Sus trabajos tuvieron una influencia importante en matemáticas, lógica, teoría de conjuntos, ciencia del conocimiento y hasta en inteligencia artificial. Ahí llegaba a la conclusión de que la aritmética y posiblemente las matemáticas en su totalidad derivan de los principios fundamentales de la lógica. Él decía:
Las matemáticas si se les contempla debidamente poseen no solo la verdad, sino la suprema belleza, una belleza fría y austera, como la de la escultura… es sublimemente pura y capaz de una perfección adusta, como solo el mayor arte puede mostrar.
Se señala que este libro constituye la mayor contribución al desarrollo de la lógica, después de las enseñanzas de Aristóteles en este campo.
Era ahijado del famoso escritor John Stuart Mill quien decía: «Por encima de uno mismo, por encima de su propio cuerpo y de su mente, reina el individuo», y sus escritos influyeron mucho en su manera de pensar.
Apoyó la idea de una filosofía científica y propuso aplicar el análisis lógico a problemas como el de mente-cuerpo o a la existencia del mundo físico: «La meta de la filosofía debería ser igualar la perfección de las matemáticas, confinándose a afirmaciones similarmente exactas y similarmente verdaderas antes de toda experiencia. Las proposiciones filosóficas han de ser a priori».
En 1950 le dieron el Premio Nobel de Literatura por sus innumerables escritos donde defendía los ideales humanitarios y la libertad de pensamiento y de acción.
Notas
Durant, W. (1978). Bertrand Russell. The Story of Philosophy. Nueva York: Ed. Simon and Schuster.
Grattan-Guiness. (2000). The Search for mathematical Root. Reino Unido: Princenton University Press.
Magee, B. (1995). Bertrand Russell. Historia de la Filosofía. Barcelona: Ed. Blume.
Russell, B. (2017). Viaje a la revolución práctica y teoría del Bolchevismo. Barcelona: Editorial Ariel.
Wikipedia. (2023). Bertrand Russell. Internet. Vía Google.