«Me salí de los chiros»1, decimos en Colombia cuando expresamos una rabia descomunal. Quiere decir que el impacto emocional es tan grande, que el cuerpo se sale de la ropa. «Me sentí como un zapato», es una expresión que usamos cuando nos sentimos mal, decepcionados, avergonzados. «Más feliz que marrano estrenando laso» es una frase que decimos para denotar alegría, felicidad.
Llevo unos meses leyendo sobre el manejo de las emociones. El trabajo de Brené Brówn Atlas of the heart, tanto el libro como la serie que tiene en HBO. También lo vengo trabajando con André Van Hissenhoven en nuestras sesiones semanales. Recientemente leí el libro de Mariano Sigman, El poder de las palabras en donde señala varias maneras de trabajar las emociones y cómo las palabras tienen impacto en nuestra manera de ver las cosas.
Los tres en breve
Vi la serie de Brené Brown. Ella plantea que la mayoría de las personas solo pueden reconocer y nombrar tres emociones: la rabia o enfado, la tristeza y la alegría. Ella dice que una motivación para escribir el libro es promover la alfabetización emocional, para poder reconocer y nombrar una gama más amplia de lo que sentimos. Su libro es un gran diccionario de ochenta y siete emociones distribuidas en trece grupos o lugares a los que vamos cuando las experimentamos.
Creo que Mariano Sigman estaría de acuerdo con Brené en la necesidad de expandir nuestro lenguaje sobre las emociones. Él considera que parte del cambio que tanto esperamos depende de que podamos ver las zonas grises, las particularidades y ver lo que traen detrás. Señala que la resignificación de las emociones es el mejor trabajo que se puede hacer con ellas.
En las sesiones que tengo con André Van Hissenhoven el trabajo ha sido más extenso. Él me ayuda a identificar las emociones que emergen de los eventos que me incomodaron durante la semana y de ahí el miedo que subyace detrás de cada una. Se da una relación en cadena donde casi siempre el último eslabón es el miedo a la muerte. En el medio están el miedo al fracaso, la escasez, la soledad.
Él me explicó que las emociones son nuestra reacción a un estímulo externo. Él sostiene que cualquier trabajo personal debe observar cuándo nos comportamos con base en lo que nos produce lo exterior. La idea es llegar a un estado de vaciamiento donde esos eventos no nos alteren y atender el miedo subyacente identificado.
Considero que André y Mariano están de acuerdo en que la creencia y los juicios que hacemos en reacción a nuestros miedos, son los que terminan forjando nuestra identidad. De nuestras experiencias previas, en especial las de la infancia, asumimos que tenemos o carecemos de capacidad o habilidad para ciertas cosas. Nos quedamos con ese programa delegando en otros o en eventos externos, lo que creemos que no podemos hacer. Si todo sale como esperamos, tenemos una emoción positiva y si no experimentamos una negativa y actuamos en consecuencia.
En esta dinámica, André dice que el otro, o el hecho externo es un mensajero de un miedo personal para traer a la conciencia. Entonces se le agradece que lo encarne y nos hacemos responsables del miedo. Él dice que atender el miedo es darse cuenta que es una ilusión. Considero que lo ilusorio es asumirse incapaces de hacerse cargo de lo que se nos presenta.
Mi experiencia en el trabajo con las emociones
Encuentro que las emociones son la llave que lleva a la dinámica oculta o al hecho traumático que la persona no tuvo la capacidad para sostener en el pasado y que mandó al inconsciente. En eso la expresión en el presente de lo reprimido anteriormente, es lo que permite que cumpla su ciclo energético, se consuma y extinga.
He comprobado que hablar, expresar e identificar en el cuerpo lo que se siente, es el paso para reconocer que lo vivido si existió y sigue existiendo. Así mismo, compruebo que mis consultantes al permitirse experimentar y dejar que culmine el ciclo de la emoción, se dan cuenta que ahora si, como adultos están en capacidad de tramitar lo que quedó inconcluso en el pasado.
Cuando la persona puede llorar, gritar, o a veces, moverse y defenderse, se realiza la acción interrumpida y finalmente la persona puede seguir su vida sin repeticiones/invitaciones a que culmine el ciclo. Mientras tanto estará condenada a revivir el evento y evitar la emoción satanizada. Lo que evitamos es el dolor de la pérdida. Evitamos el vacío.
Para mi esa es la vía del vaciamiento. Al terminarse el impulso de la emoción reprimida, se deja espacio para lo nuevo. Ahí crece la conciencia de ser capaz de sostener la expresión de la emoción y con eso la posibilidad de actuar. Esa es la manifestación también de los principios de la terapia Gestalt: presencia, conciencia y responsabilidad. Resalto el último principio porque es el que permite la actualización del consultante, de niño impotente a adulto capaz de hacerse cargo de sus asuntos.
Opino que esta es la expresión de dos componentes de la terapia Gestalt: acompañar al consultante a concluir los ciclos interrumpidos de sus experiencias y la teoría de las polaridades2. Mi trabajo como acompañante y facilitadora es el de proveer el espacio, el campo seguro y cuidado donde el consultante puede revivir lo inconcluso, hacerse cargo y experimentar si puede actuar de una manera diferente al patrón aprendido durante su vida.
Estimo que las técnicas de André y de Mariano complementan la teoría de las polaridades de la terapia Gestalt. En esa teoría, se acompaña al consultante a que transite entre una polaridad y su opuesta y a reconocer el vacío fértil que se produce al no comprometerse con ninguna. Esto le permite al consultante experimentar y comprobar sus fantasías catastróficas sobre actuar diferente y mantenerse abierto a usar una opción de la gama de posibilidades. ¿Cuál? La que más esté a su servicio en el presente.
Así mismo, las técnicas de Mariano y André aportan a la teoría sobre las polaridades en el énfasis que hacen en el uso de las palabras como motor para el cambio que deseamos. Uno, con explorar y nombrar con palabras el rango de la emoción para resignificar las experiencias. El otro, con el fin de identificar, reconocer y nombrar el miedo que subyace en la experiencia que nos incomoda. En ambos está resaltado, sin decirlo, el poder o la habilidad de todas las personas de decidir y escoger.
Soberanía emocional
El problema no son las emociones, sino cuando sentimos que ocupan todo nuestro espacio vital y capacidad de contención. Es decir, que nos deja anulados. Opino que lo hacen también las que percibimos positivas como la alegría. Esto no es una campaña de una aguafiestas que no resiste ver como otros celebran y manifiestan la alegría.
Lo que quiero señalar es que podemos estar tan fuera de foco, tanto con emociones negativas como la tristeza, la envidia, la ira, como con la alegría, la euforia, el éxtasis. En ambos casos estamos a merced de lo que nos produce lo externo. Imaginen todo lo que hacemos para buscar la felicidad o para que no se acabe y lo miserables que somos cuando no la tenemos. Corremos en la rueda como un hámster.
Para Brené, la soberanía viene de la alfabetización emocional. Para Mariano esta autonomía viene de la resignificación de los patrones con los que interpretamos la experiencia de la emoción. Para André, esta independencia viene del vaciarse, como producto de la meditación. Para él, esta práctica permite observar las creencias, identificaciones y juicios sobre lo que nos sucede. Ese vaciamiento permite darse cuenta cuando actuamos por miedo y supervivencia y cuando actuamos sin miedo, es decir desde el Ser. Eso implica soltar la identidad que hemos construido de nosotros mismos (de la que también habla Sigman en su libro). Mientras tanto, André dice que observemos lo que el otro nos muestra y nos incomoda, como elementos de nosotros mismos que aún tenemos pendientes de integrar. Al encontrar el punto en común con el otro se genera empatía. Ya no hay diferenciación, entonces, se da la sanación o el punto neutro donde ya se culminó la acción pendiente.
Para mí la soberanía es poder escoger. Elegir implica poder ver más de una opción. Reconozco que a veces no podemos identificar alternativas. Las maneras que aprendimos aún tienen mucho poder. Entonces, debe haber una voluntad de nuestra parte para vaciarnos y resignificar. Por más determinados que nos sintamos, siempre podemos escoger. Lo que nos sucede abre una posibilidad para parar y preguntarnos qué está más a nuestro servicio: lo mismo de siempre, o algo nuevo. La resignificación de la que habla Mariano es la que permite la apertura de posibilidades y ante el evento parar y escoger.
Esa decisión actualizada requiere de la observación sobre nuestras necesidades y anhelos actuales y satisfacerlos. Es necesario acoger una práctica de observación para: reconocer lo que necesitamos en el presente, ver las alternativas, decidir y actuar. La acción es vital para asentar el nuevo patrón.
Entonces, la soberanía emocional es aceptar que como adultos tenemos la capacidad de transitar los recorridos que nos señale la vida. Es inútil evitar lo que tenemos pendiente, más, si está asociado a una emoción que percibimos como negativa. El regalo oculto de hacer ese recorrido es el recurso del Ser que creíamos que carecíamos. En la responsabilidad, en hacernos cargo con fe y confianza en que si podemos, es donde reside la soberanía emocional y se deja de «matar» al emisario: emociones, “evento desafortunado”, las otras personas. Así, solo queda la gratitud y por lo tanto, el vaciamiento, la neutralidad o culminación de la acción pendiente.
Palabras que curan
A nivel personal, me ha sido muy útil para la resignificación (cambiar el «software» con el que interpretamos todo lo que se nos presenta) el uso de afirmaciones y de mantras. Palabras mágicas, decretos, hechizos, encantamientos, contras, conjuros. Quiten la brujería y nombren los sinónimos. Mi invitación es a usar lo que se necesite para estar en frecuencia y coherencia con nuestra vida actual. Ya no somos niños impotentes.
Después del vaciamiento, es importante llenar el espacio libre. Desde el punto de vista de la neurolingüística es relevante asentar el nuevo camino neuronal planteado con la alternativa al patrón viejo de nuestra identidad.
¿Con qué se llena? Con lo que quieres experimentar, en visión y en palabras. Desde la teoría de las polaridades los opuestos comparten la misma esencia. Entonces algo que en la conciencia se ve como «negativo» detrás suyo tiene algo «positivo». Esa es la mecánica de la afirmación: decretar en positivo la creencia negativa identificada.3 Para esto ayuda agradecer el sostenimiento que nos trajo la creencia «negativa». La pongo entre comillas porque nos ayudó a sobrevivir (cuando éramos niños o nos creíamos incapaces). Ahora, eventualmente para ciertos eventos de nuestras vidas puede ser obsoleta o desactualizada. Entonces como adultos escogemos y actuamos diferente. Se agradece también a los anteriores “programas” y creencias, por lo que mostraron y lo que nos ayudaron en elevar nuestro nivel.
Es preciso dedicar tiempo a asentar esas nuevas frecuencias y decretos. Así como gastamos tiempo en repetir los patrones inconscientes o en ver redes sociales, así mismo podríamos invertir tiempo en decretar nuestro bienestar. ¿Cómo? Meditando para vaciarse, con palabras que afirmen nuestra independencia, autonomía, soberanía sobre todo lo que nos sucede, visualizándolo como si ya fuera real y actuando en consecuencia.
Notas
1 En Colombia un chiro es un pedazo de tela, un trapo un retazo. En esta expresión implica estar que alguien vestido con chiros y que usa esa palabra, por lo que esta implícito que es alguien con poca educación y que hace acciones de ordinariez. Entonces salirse de los hiros es expresar la rabia con poca educación, cultura o de manera grosera. Esta última palabra es muy importante, porque salirse de los chiros por lo general incluye decir grosería e improperios. Como alguien que se viste con chiros o que dice que tiene puesto chiros podría ser una persona sin educación.
2 En el artículo El espectro de la dicha explico en detalle la teoría de las polaridades desde la Terapia Gestalt.
3 Louise L. Hay. Afirmaciones. Barcelona: Ediciones Urano, 2003. Introducción.