El amor, esa fuerza poderosa que ha inspirado a poetas, artistas y filósofos durante siglos, ha sido objeto de estudio desde diversas perspectivas. Si bien la experiencia del amor es subjetiva y compleja, la ciencia ha comenzado a desentrañar los mecanismos biológicos que subyacen a este fenómeno universal. Entre los actores principales en esta obra bioquímica se encuentra la serotonina, un neurotransmisor que juega un papel crucial en la regulación del estado de ánimo, el apetito, el sueño y, sí, también en el amor.
La serotonina, a menudo llamada la "hormona de la felicidad", se asocia con sentimientos de bienestar, alegría y satisfacción. Estudios han demostrado que los niveles de serotonina aumentan durante las primeras etapas del enamoramiento, coincidiendo con la euforia, la energía desbordante y la obsesión característica de esta fase. Este aumento de serotonina, similar al que se observa en personas con trastorno obsesivo-compulsivo, podría explicar la fijación y los pensamientos intrusivos que experimentamos al estar enamorados.
Sin embargo, la serotonina no actúa sola en esta danza química del amor. La dopamina, neurotransmisor asociado al placer y la recompensa, también juega un papel fundamental. La dopamina se libera cuando experimentamos algo placentero, como estar cerca de la persona amada, y nos motiva a buscar esa experiencia nuevamente.
A medida que la relación avanza y la pasión inicial se transforma en un amor más maduro y estable, los niveles de serotonina tienden a estabilizarse. Es entonces cuando entran en juego otras hormonas, como la oxitocina y la vasopresina, que promueven la vinculación, la confianza y el apego a largo plazo.
Es importante destacar que todos estos neurotransmisores u hormonas, aunque esenciales, no son la única responsable de la experiencia del amor. Factores psicológicos, sociales y culturales también juegan un papel crucial en la forma en que experimentamos y expresamos el amor.
Así que la serotonina es un componente clave en la compleja sinfonía bioquímica del amor, especialmente en las etapas iniciales de enamoramiento. Su influencia en el estado de ánimo, la obsesión y la búsqueda de placer nos ayuda a comprender, al menos en parte, la intensidad y la euforia que caracterizan esta experiencia humana universal. Sin embargo, el amor trasciende la química cerebral y se nutre de una interacción compleja de factores biológicos, psicológicos y sociales que aún estamos lejos de comprender completamente.
¿Qué dicen los griegos?
El amor para los griegos es el sentimiento comprometido hacia muchas de nuestras acciones, decisiones y estados de ánimo. Por ello, plantearon cuatro tipos o clasificaciones de amor a modo de explicar este sentimiento tan complejo que todos hemos experimentado. Estos son: Eros, Storgé, Philia y Ágape.
Eros
El dios Eros simboliza el amor romántico, lo erógeno y la impulsividad. Quizás sea el primer paso para llegar a un amor más insondable y perenne si se sabe canalizar su ímpeto como las aguas de un océano. Este tipo de amor se identifica por la experiencia de la atracción física, sexual e instintiva. Se relaciona con el amor efímero, el que se genera al principio de la relación e idealiza el momento mezclando el deseo y atracción sexual.
Storgé
Los griegos lo describieron como el amor fraternal, amistoso y comprometido. Es un amor que se crece a lo largo del tiempo y se relaciona con las relaciones familiares y de amistad, por ello se caracteriza por ser un amor leal e, incluso, protector. Storgé es un amor que implica tiempo, donde las personas lo emplean para conocerse y, les nace hacerlo con gran compromiso. A diferencia del amor Eros, este no es pasional ni impulsivo y se puede dar entre personas, incluso, mascotas.
Philia
Es el amor que coexiste entre amigos, el amor al prójimo que busca el bien común y se expresa a través del respeto, solidaridad, cooperación y compañerismo. Se dice que es uno de los amores más bonitos que existe. Philia es un amor que se caracteriza por ser magnánimo y que se basa en el compañerismo. Es el que se alegra cuando el otro es feliz y está bien. No involucra un amor pasional ni atracción sexual.
Ágape
Es el amor más puro e incondicional que existe. Se refiere a un amor que nutre, espléndido, consciente de sus deberes, un amor espiritual y profundo cuya prioridad es el bienestar del ser amado. El amor Ágape se caracteriza por ser universal, es decir, es el amor que se tiene a una persona, animal, naturaleza, deidad (devoción religiosa) o espiritualidad. No es pasional, incluso, quienes aman de esta manera están dispuestos a apartarse de la relación por el bien del ser amado. Se rinde, si es necesario. El amor Ágape no busca su placer propio, al contrario, encuentra satisfacción al dar amor.
Es así como amar implica muchas formas distintas de acercarnos a los otros. Que tiene implicaciones de espíritu, carnales y de biología. Que, sin ese equilibrio de neurotransmisores, el amor puede enfermarse. Cada uno puede introducir distintas formas de pensarlo o vivirlo. Pero, indistintamente, el amor está en nuestra naturaleza, en nuestra inclinación más primitiva y puede ser nutrido, balanceado, hasta convertirse en un bosque lleno de vida y milagroso.