El cuerpo humano es una perfecta y maravillosa obra biológica, con múltiples funciones asociadas a variedad de órganos físicos que hacen posible la vida. Es lo que nos han enseñado en las clases de ciencias, en particular las de biología. Al estudiar el cuerpo físico se suele dar prioridad a la información sobre la materia, omitiendo el conocimiento de otros aspectos que conforman la integralidad de la naturaleza y por eso desconocemos la existencia de otros cuerpos que hacen parte de la grandiosidad de la vida humana.
Aunque el cuerpo físico es el “vehículo” o el “estuche” que nos permite experimentar la vida humana, existen otros cuerpos que desde las medicina holística y la metafísica se conocen como el cuerpo etérico, el emocional y el mental. Estos cuerpos son los más cercanos a nuestra realidad cotidiana, pues existen otros más elevados cuya complejidad merece estudio, consciencia y más de un artículo para aproximarnos a ellos.
Para ampliar la mirada de lo que somos, podemos empezar por el cuerpo físico, ese que creemos conocer pero poco reconocemos más allá de alimentarlo, embellecerlo, disfrutarlo y en el mejor de los casos cuidarlo con hábitos saludables. Solemos prestarle más atención cuando tenemos síntomas o sensaciones físicas que manifiestan incomodidad o enfermedad, y entonces nos preocupamos por saber más del órgano o función que nos afecta, casi siempre desde el enfoque biológico. Sin embargo, desconocemos que la biología expresa emociones, historias y pensamientos que el cuerpo almacena como parte de la experiencia humana y que es tan inteligente que nos cuenta lo que la mente o las emociones no han asimilado o procesado.
De esto trata la biodescodificación o dicho de otra manera la descodificación biológica, como una vía que explora los significados emocionales de los síntomas o las sensaciones físicas que contienen los códigos de la biología del cuerpo humano. Es decir descifra los códigos biológicos que van más allá de la materia, para permitirnos comprender lo que está manifestado en el cuerpo físico o en la enfermedad. Por otra parte, la neurociencia permite comprender la relación entre el cerebro y los pensamientos que también se expresan en nuestro cuerpo.
Desde una mirada holística distintos enfoques de la medicina utilizan esta mirada para diagnosticar y tratar al paciente, comprendiendo la multidimensionalidad del ser humano que va más allá del cuerpo físico. Entonces se une el conocimiento de la biología y la materia con la existencia de los otros cuerpos, como el emocional que almacena en su campo vibracional (incluidos los órganos físicos, como el corazón o el estómago) las vivencias que han generado sensaciones asociadas emociones como la tristeza, desamor, miedo, rabia, dolor, etcétera.
Curiosamente la sabiduría popular recoge sensaciones con síntomas, como la rabia que nos “patea el hígado”, las “puñaladas en el corazón” cuando hay dolor emocional o las rupturas que se sienten como el “corazón roto”. Por supuesto el cuerpo también vibra con el amor, la alegría y la satisfacción, que se recoge en el enamoramiento que se siente con las “mariposas en el estómago”, la risa que nos hace orinar o llorar y la alegría que nos sube la vibración hasta elevarnos y tocar el cielo de la felicidad.
En síntesis, podemos ver con claridad que tenemos un cuerpo o campo emocional conformado por lo que sentimos, siendo mucho más que físico en tanto lo integran las emociones; mientras que el mental es el cuerpo en el que vibran los pensamientos, como ondas cerebrales que constituyen un campo similar a una nube llena de ideas que pueden ser sutiles o densas cual tormentas que nublan el entendimiento, como el cielo antes de una torrencial lluvia. Si pensamos bonito nos sentimos bien y el horizonte está despejado, pero si es al contrario tenemos el ceño fruncido de la preocupación que acompaña emociones de amargura o desazón.
El cuerpo mental es el campo asociado a los pensamientos y a la razón. Se dice que el ser humano genera entre sesenta a setenta mil pensamientos por día, posiblemente la mayoría preocupantes o estresantes, porque carecemos del entrenamiento para usar la potencia de la mente a nuestro favor. Imaginemos que todo lo que pensamos se acumula en la nube mental, igual que en el disco duro de una computadora tendríamos que formatear para liberar su capacidad, pero nuestro cuerpo mental es tan potente que puede acumular esta información.
Aunque el cuerpo mental puede convertirse en una nube negra que afecta el entendimiento, también puede ser un estupendo medio para crear una realidad armónica y saludable en todos los sentidos. Los descubrimientos de la neurociencia ratifican la posibilidad de transformación que ofrece el buen uso del cerebro humano, igual que las ciencias cuánticas abordan el potencial de creación de la mente cuando es utilizada o entrenada de acuerdo a sus capacidades.
Por su parte el cuerpo etérico, también conocido como el astral, es la energía que rodea al físico humano como una capa o traje sutil que nos permite percibir y relacionarnos con el mundo. Dado que somos energía tenemos un campo vibracional con la forma del cuerpo físico, por lo que a este cuerpo se le suele denominar doble etérico pues es como una silueta holográfica con la que no solo percibimos el entorno que nos rodea, sino que nos manifestarnos energéticamente en la realidad que habitamos.
El cuerpo energético es el que nos hace sentir buena ‘vibra’ cuando estamos cerca de alguien o por el contrario queremos salir corriendo, sin que sepamos explicar porque percibimos sensaciones de intranquilidad, tristeza o desarmonía. Aunque suena complejo y quizás incierto, se hace evidente cuando recordamos las situaciones en las que se nos ponen los “pelos de punta”, se eriza la piel o nos pasa corriente al tocar algo o a alguien, pues simplemente estamos percibiendo el campo energético del cual no somos conscientes.
Somos energía y ésta se encuentra en todo el cuerpo humano, desde los átomos hasta el campo electromagnético o aura, pasando por las ruedas energéticas conocidas como chakras. Además, tenemos canales y meridianos que actúan como conductos por donde circula la vitalidad invisible que alimenta las corrientes y flujos necesarios para sostener la vitalidad del sistema energético humano. A está maravillosa complejidad le hemos de sumar los circuitos neuronales y las señales eléctricas del sistema nervioso que, junto a los demás sistemas como el endocrino o digestivo entre muchos otros, constituyen la energía que somos.
Aunque podemos sentipensar que estos son conocimientos de ciencias avanzadas como la cuántica, es maravilloso y casi mágico reconocer que la medicina tradicional y los saberes ancestrales, como la curandería y el chamanismo, sabían desde tiempos inmemoriales que somos una compleja red de conexiones energéticas y sistémicas cuya consciencia y cuidado es la clave para tener una vida plena. El enfoque holístico del cuerpo humano sustenta el sentido del bienestar para conectarnos con la naturaleza, desde la relacionalidad que nos da la consciencia de Ser parte del todo.
Los tratamientos holísticos se orientan a mantener el bienestar en todas las áreas de la vida, no sólo en el físico, tratando la relación entre los cuerpos mental, emocional y energético para abordar la totalidad del Ser Humanos.
Esto lo manifiestan medicinas como la funcional, biológica, bioenergética, tradicional (ancestral) o la oriental, por ejemplo con la acupuntura que trata los bloqueos en los meridianos. Son muchos y diversos los conocimientos cuyos enfoques abren el camino para ampliar la conciencia y las posibilidades para vivir en plenitud reconociendo la totalidad de lo que somos.
El cuerpo humano es fantástico y al observarlo desde la integralidad de su existencia, con una mirada holística, nos daremos cuenta del privilegio de tener una “maquinaria” corporal perfecta que nos trasmite señales de lo que sentimos y necesitamos para realizar el plan de vida en la tierra. Además nos provee de las capacidades latentes para ser mucho más que la materia física, siendo conscientes de ello tenemos las bases para explorar el potencial de todo lo somos y podemos llegar a ser.
Cuando somos conscientes de la existencia de los cuerpos, que actúan como las capas de una cebolla que crecen desde el corazón como un centro conectado con la tierra y alimentado por la luz del sol, podemos expandir el potencial de la totalidad del Ser. Así fortalecemos nuestro campo electromagnético, con la respiración consciente que conecta con el corazón y relaja la mente, para mantenernos saludables y con la capacidad de activar los dones y las habilidades latentes que configuran la esencia del ser humano.
Tenemos las claves para curarnos en todos los sentidos, soltando las heridas del pasado desde la consciencia del ahora para empezar a cuidarnos con nutrientes energéticos sanos como el alimento, la luz del sol y la respiración tranquila de la presencia. Todo esto nos lleva a la conexión armónica con el corazón mente, que es la llave relacionarnos no solo con los demás humanos, sino con la naturaleza de la que somos parte, y por supuesto, con nosotros mismos.