No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.

(Óscar Wilde)

Doña Sofía

Primero se preguntó, luego dudó y volvió a preguntarse. Se dio cuenta que tenía muchas más preguntas que respuestas. Entonces comprendió que la filosofía no servía para nada, solo para vivir y morirse.

Fueron tan revolucionarios

Era el mismo bar montevideano de hacía 50 años, se encontraron de pura casualidad y pidieron lo mismo: dos cafés.

Hacía muchos años que no se veían, habían compartido sus años de estudiantes de secundaria.

Recordaron muchos nombres de vivos y de muertos.

Recorrieron algunas anécdotas, siempre sobre el mismo tema.

En la radio sonaba la canción A Redoblar, hicieron memoria.

Incluso en algunos momentos se emocionaron.

Se les terminó el café, se levantaron, se volvieron a abrazar como en los viejos tiempos y se separaron sabiendo que no se verían nunca más y que la revolución había sido derrotada.

El faro

Era el más austral de todo el mundo. Funcionaba con una pila atómica. Hacía muchos años que sus destellos no le servían a nadie, ya no había naves que transitaran por ese mar, ni por ningún otro mar del planeta. Con un poco más de esa materia que contenía el reloj del faro, los hombres habían destruido la vida sobre el planeta. Al faro le quedaban todavía un millón de años de luz.

El príncipe

Nunca fue un príncipe, pero cuando la tormenta ruge muchos se acuerdan de él desde hace 500 años. Si hay que pactar, manipular los hilos del poder, escribir una frase inteligente y descarnada sobre la política, él está siempre presente. A pesar de todo eso, cuando se quiere insultar elegantemente también se usa su nombre, aunque el usuario nunca haya leído una página principesca.

Que valiente era al hablar tan claro y crudo sobre el poder en la Florencia del Renacimiento.

Blancanieves

Los intensos días vividos al sol, en los claros del bosque, le habían tostado su piel. Era una hermosa morena montaraz.

Un día tomó una sidra de dudosa procedencia y le cayó muy mal, le dio un terrible sueño. No había nadie para despertarla.

Un príncipe pasó por allí con un zapato de cristal, buscando a su dueña, se lo probó a Blancanieves y eran pequeños para ella, las largas jornadas de trabajo en el bosque habían agrandado sus pies.

Ya que se había tomado el trabajo de bajar de su enjaezado caballo y la vio tan linda y además dormida le dio un largo beso. Más que largo, casi interminable.

Y ella se despertó.

Tuvieron siete hijos enanos.

Maluco

En todos lados lo llamaban loco, del otro lado de la frontera le decían maluco. Se había acostumbrado. Caminaba despacio por la vereda, con su traje gris impecable, su chaleco ajustado, su bastón con puño de plata. Saludando con un leve movimiento de la cabeza o sacándose su sombrero panamá y sabiendo que, dejaba atrás una estela de sonrisas sardónicas, un perfume dulzón y de burla. Él estaba tranquilo, en algún lado había leído que el que es capaz de analizar su locura es un filósofo.

A puro pico

La cumbre estaba lejísimos, había que subirla lentamente, con habilidad y con un guía gurka, con sogas y un pico de acero. Le quedaban varios días de esperanza, de esfuerzo, de ilusión. Finalmente llegaron, plantó su orgullo, su victoria, hasta su bandera. Y allí comenzó la etapa más difícil, la única que le quedaba, bajar con la mayor dignidad posible.

Imposible

Lo peor en el amor es el dolor de compartir una parte de tu vida con alguien que nunca podrás tener.

La utopía

Ese reflejo en el horizonte que nos atrapa y que nunca alcanzaremos, ha costado decapitaciones y millones de cadáveres desconocidos y humildes enterrados en todo el mundo y se alimenta de nuestro corazón y se nubla con nuestra razón.

El bazar

Estaba cerca de la gran mezquita de los Omeyas en Damasco, salió impresionado al visitar la tumba de Juan Bautista y se sumergió en la más trivial de las actividades, comprar una alfombra en el bazar.

No hablaba una sola palabra de árabe ni de inglés. Se paró ante uno de los puestos, miró con atención una pequeña alfombra para las plegarias, era de un azul apagado, antiguo con detalles amarillos. Pidió el precio en su idioma y con cierta vergüenza. El dueño del local le contestó rápida y precisamente, él le hizo una contraoferta y quedó asombrado de que él no entendía una palabra y su vendedor las comprendía todas. Así funciona el mundo inmemorial del comercio, el que compra puede no saber ni una palabra de otro idioma, el que vende las entiende todas.

Un reflejo entre las olas

Destapó la botella llegada del mar y sólo encontró una gran soledad.

En la cima del monte

La cruz estaba vacía, no había lugar para tantos pecadores.

Lo inesperado

Lo único que lo asustaba era su propia sombra. Se había quedado solo.

Al sur

La noche se devoró al sol y lo escupió en pequeños fragmentos.