Tengo la memoria llena, muchos auxilios de murciélagos y abejas, mientras el perro ladra porque quiere entrar y mi hija me pide el desayuno.
Llega enero, como siempre, y pongo el diente de león en un vaso de agua; no lo soplaré aún, solo es tiempo de mirarlo.
Ya es hora de engavetar esas ilusiones numéricas y abrir otras, que caminan porque quieren.
Mi cábala tiene aroma de bosque y es, y será, y estará en puntos suspensivos…
No iré a donde no me buscan; esta vez me encontrarán y me lo dirán de frente.
Vaciaré un poco mi memoria RAM, no habrá instrucciones para los minutos que sigan.
La poesía la diré como yo quiera.
La piel seguirá su paso por donde ella quiera tocar.
Mi Dios será mío y como lo imagine.
Habrá blanco y negro, no solo colores.
La neblina tocará a mi puerta y la dejaré entrar. Aún no decido si haré lo mismo con esa palabra que llaman «amor». No quiero que sea tan difícil entenderla. Solo la recibiría como un beso arrebatado o como la llovizna que no avisa y juega en tu cabello para refrescarse el corazón.
La Z será una letra importante.
Me desesperaré si quiero, pero sin caerme de la cuerda floja.
Abriré muchos libros con la idea de no terminarlos jamás.
No temeré a las serpientes, seré una de ellas.
El puma camina por mis bosques, y el venado también.
La pava azul tiene sus miedos, pero ella siempre se escapa y sabe volar.
Mi hija no quiere ser cabra del calendario chino y yo le digo que ella puede ser el animal que se invente.
Seguirán los inviernos con Mozart, Vivaldi y toda la música que pueda escuchar.
Sí puedo, y dejaré de insistir.
Sé decir «amén» y repetirlo muchas veces.
Los dramas me seguirán fascinando.
La maldición no es del poeta, sino del poeta maldito que se no se reinventa.
Seguiré cocinando pan hasta llegar al punto.
Solo fumaría una segunda vez con él.
La felicidad que busco tiene forma de arcoíris y se ríe igual que mi hija.
Mi cuerpo seguirá siendo sábana blanca. No permitiré que cualquiera la arrugue.
Gracias, pero no acepto recetas panfletarias de cómo no debo equivocarme. Soy a partir de mis errores.
Escribiré de la muerte, pero nada más.
Mi hija ya tiene su primer diario.
El perro me domesticará porque amo sus patas sucias.
Todo se revierte cuando llega a mí.
Fluiré como rosa de los vientos.
Alguna vez me visitarán de nuevo fantasmas, ángeles o seres imaginarios. Vivirán conmigo y se irán cuando quieran.
Solo quiero creer un poco más en las hadas, en los elfos y en todos los misterios.
No me tragaré idolatrías religiosas ni los egos ajenos. Es lo único que me da indigestión.
Seré fanática de mis propios descubrimientos.
La política la concibo como una manifestación de lo correcto.
Pondré muros a la estupidez o a la insinuación.
Me halagará que me humillen o simplemente me ignoren; me hacen el favor de no quitarme tiempo.
Dejaré que las hormigas sigan su curso.
El reciclaje también incluye a la imaginación.
Todos los meses recogeré Santa Lucías. Las flores son las únicas divinidades que entiendo.
Terminaré la lista, y no es que aparente terminar. Los oráculos no siempre se entienden tan fácil. Esos son los míos y pueden reformularse. Crecemos con ellos. Somos íntegros ante ellos. Pero la vida es una semejanza, no una definición. Deberíamos reescribirnos constantemente.
Buscaré aire libre. Hay ofrenda de sacrificio sagrado. Ya alguien virgen ha soplado el diente de león por mí.