El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica exhibe «Mesoamérica: tierra de huellas», agosto 2023-marzo 2024, una muestra que ancla en la eterna interrogante del ser: ¿quiénes somos? en esta región; pregunta que potencia un intercambio de identidades que se modelan a sí mismas, carácter áspero como los caminos andados por miles de migrantes a diario. Dichas rutas se cruzan con saberes ancestrales, caracteres de un singular entorno natural, atravesados por profundos dramas humanos con sus marcas de dolor, pero también esperanza.
La propuesta en el MADC celebra la interacción y sabiduría de nuestros pueblos originarios con sus huellas desperdigadas en las cartografías regionales, rastros dejados por personas que buscan su Norte; unido a la concientización que redibuje el contexto de Abya Yala, tal y como era llamada América en tiempos ancestrales.
El carácter curatorial de «Tierra de huellas» no es solo exhibir lo que hubo: la memoria, sino también lo encontrado hoy catapultado en una ojeada hacia adelante, pues en la medida de valorar el pasado en el presente, ya estamos adelantando el futuro, y ese es precisamente el paradigma por exaltar con esta propuesta pensada para el MADC.
Intenta observar las huellas marcadas por el arte contemporáneo en el territorio, en la naturaleza, en la memoria mesoamericana a partir de la expansión de los pueblos migrantes de Aztlán (ancestros de los aztecas) que, tal y como apuntó el historiador chicano, Tomás Ybarra-Frausto en el Foro Ante América (MADC 1994)—–exhibición continental curada por Gerardo Mosquera, Carolina Ponce y Rachel Weiss confrontando los 500 años de transculturización de nuestros orígenes con la que se inauguró el MADC—, distaba entre California y Panamá. De aquí el trazo geográfico a observar, convergencia de los mayas, aztecas, incas y muchas otras civilizaciones originarias que poblaron y pueblan América.
Esencialidad de las propuestas en la Sala Principal del MADC
Aporta, reivindica y continúa el legado que expresa una respuesta hacia la identidad de esta región, dando cabida a una filosofía propia de nuestra cultura, y representa un enfoque descolonizador orgulloso de nuestras raíces ancestrales, que comparten sangre de los pueblos originarios, quienes con celo contribuyen en la preservación del entorno bio/cultural. Esta focalización, iniciada en 2013, da continuidad al Proyecto Contracultural Museo del Pobre y Trabajador, en donde Luis Fernando Quirós, Rolando Castellón e Illimani de los Andes son cocuradores.
Alumbra a una región históricamente invisibilizada ante lo cual varias organizaciones de la sociedad civil de este istmo aportan su valioso apoyo a las bienales de arte centroamericanas, salones, convocatorias e investigaciones capaces de construir un imaginario sólido de los formatos de legitimización, validación, circulación por los centros del arte actual potenciando a los grupos emergentes. Las Mayincas de forma sistemática y continua insisten en conceptualizar proyectos artísticos con mirada descolonizadora. Por lo tanto, Mesoamérica: Tierra de huellas tanto como las Mayincas, son patrimonio artístico cultural de esta región de tantas huellas que están grabadas en la Historia del Arte centroamericano, creando un modelo, que hoy en día es un paradigma inédito en el ámbito regional.
Las propuestas exhibidas
Así lo interpreta Luis Fernando Gómez al levantar en la sala principal del museo una pirámide escalonada con jícaros, frutos de los árboles Crescenthia cujete y Crescenthia alata, tan significativos en la cosmogonía de los pueblos mayas. Ofrenda (instalación piramidal) es un altar a la memoria regional, y graba esa narrativa de iconografías del arte mesoamericano en la piel del jícaro para relatar las proezas ancestrales.
Rodolfo Morales explora el simbolismo del mar, la cruz y la espada, las cuales cruzaron el Atlántico desde Europa, razón para titularla: Mar y cruz. Espada y cruz que parten en dos un metate de granito volcánico donde otrora se molía el maíz, representando la ruptura de nuestra memoria originaria ante los choques culturales de la insidiosa colonización.
La maestra mexicana Guillermina Ortega resignifica la arcilla local para modelar una especie simbólica de vulvas con las que se propone descolonizar el cuerpo femenino tan atribulado durante aquellos procesos coloniales donde fue visto como objeto exótico de placer.
Alexander Chaves Gould con fotografías de la festividad de «Los Diablitos» (indígenas brunkas de Rey Curré y Boruca); fiesta que rememora el triunfo de lo local ante lo extraño, lo autóctono versus una fe avasalladora de nuestros vestigios del ayer.
Punto y aparte es evocar a la curadora Tamara Díaz, quien —antes de su fallecimiento en 2022— leyó en Casa de América en Madrid para «El pasado adelante», muestra cocurada por ella y Ricardo Ramón Jarne, un poema de la guatemalteca Rosa Chávez, un canto a estos pueblos disminuidos por la bota del conquistador que cercenó nuestros matices culturales y sensibilidades vernáculas y que hoy, es argumento en esta exposición.
Y, hablando de huellas, evocamos también las poéticas de la naturaleza, como los surcos que dejan los cangrejos u otras criaturas marinas al moverse entre las arenas costeras en la pleamar y bajamar. Cristina Gutiérrez las interpreta como «Grafos», sus dibujos y fotografías, enmarcando el significado de las matrices gráficas de los aborígenes originarios que las esculpieron como glifos en la dura piedra originaria del planeta.
Rodrigo Zárate y José Santiago Francisco (México) presentan Existe cuando se habla. Documental en el cual escuchar la lengua autóctona totonaca, en peligro de desaparición, olvidada por la influencia del poder dominante de los medios de comunicación masiva que, en pos del desarrollo, cercenan nuestras heredades.
Marlov Barrios (Guatemala) propone Rituales disidentes. Video que explora la persistencia simbólica de la cultura maya a través de una reflexión actual de sus remantes observados en la arquitectura, diseño de productos, escultura y tradiciones vernáculas, así como signos que nos remiten a su sensible imaginario.
Andrea Monroy (Guatemala) expone lienzos que se superponen en una instalación colgante de hilos para observar las huellas dejadas por la resina del guineo, un producto portador del carácter de esta bio/cultura centroamericana que evocan las «repúblicas bananeras» del ayer.
Dalia Cheves (El Salvador) con USAdo relaciona la proliferación y venta de ropa usada en el istmo centroamericano; noción de patio trasero (backyard) de los Estados Unidos, presente en las tácticas imperialistas aún persistentes en las relaciones de poder.
Las pinturas del artista mexicano Baltazar Castellanos Melo, mapean las narrativas sobre las etnias en la diversidad de culturas locales, discursos de punta en tanto que olvidar es un virus que descarna los matices de identidad mesoamericana.
Gerardo Gómez (El Salvador) representa los estados de ánimo de diversas poblaciones ante las tensiones de la transculturización que evocan la lectura de la novela corta El asco del salvadoreño Horacio Castellanos Moya, críticas a la idiosincrasia e identidad de sus ciudades.
Johana Montero (Honduras)quien conformó la muestra «El pasado adelante» en el Centro Cultural de España en Tegucigalpa, curada por Julio José Méndez Lanza, evoca la persistencia de los signos de dominación en las relaciones materno-patriarcales de una Centroamérica herida con Crónicas del tiempo y Del dolor al arrullo.
Anna Handick y José Viana (Nicaragua/Brasil) denuncian el peligro por el calentamiento y tóxicos agrícolas e industriales lanzados a ríos, lagunas, humedales y mares provoca a la conciencia. Caminar entre las raíces de los manglares, fauna y flora también amenazada, es un punto de inflexión acerca de los migrantes que empiezan su tribulación precisamente en aquellos estuarios del Tapón del Darién.
Noel Mar (Nicaragua) interviene con grafito para crear esa ecología de trepaderas —una poética de la vegetación que quisiera protegernos del calentamiento—. Además, exhibe una sinuosa instalación con piedras, como los que bordean nuestros caminos de migrantes.
Raúl Quintanilla (Nicaragua) muestra cómo la espada del conquistador es símbolo de imperialismo, profanación de altares de las culturas originarias, así como la agresión a las mujeres, a la tierra con la expoliación de la propiedad.
Patricia Belli (Nicaragua) recrea los componentes del vestuario de la mujer como un símbolo de intimidad; estos no son tan solo objetos de uso cotidiano, sino la contradicción que provoca profundas grietas, como la herida colonial subyugada.
Iraida Icaza (Panamá) expone Caracol y abanico de mar. Formas marinas, arrecifes y corales que conforman barreras protectoras de las costas ante las tormentas y la depredación de los ambientes marinos, y que son también una preocupación para los pobladores del istmo.
Ela Spalding (Panamá) con Suelo Meditation aprecia las propiedades del suelo, tierra como composta o sostén de otro carácter de bio/cultura en el planeta, e incidencia en el equilibro físico y biológico del suelo como agente en los procesos hídricos al absorber la lluvia y depositarla en los mantos acuíferos.
Gustavo Araujo (Panamá) presenta Exit. Se recuerda el proyecto de Araujo en Ciudad Múltiple City, 2003, curado por Gerardo Mosquera: varias vallas publicitarias en la ciudad de Panamá con la frase «la cosa está dura», refiriéndose al impacto de la crisis, pero también a la virilidad masculina.
María Inés Pijuan (Costa Rica-Uruguay) rinde un homenaje a la sabiduría ancestral, en contraposición a nuestro estilo de vida moderno en La ocarina. Una niña escapa de su hogar donde recruce la violencia doméstica y conoce a una indígena vendedora de ocarinas.
Rafael Ottón Solís. (Costa Rica) exhibe una instalación con tres grandes piedras bolas de río, troncos y maíz, sostén para la alimentación mesoamericana. Recuerda los rituales de sanación aborígenes al entablar una contemplación a su mismidad en un altar con los pilares de nuestra cultura.
Ricardo Ávila. (Costa Rica) con Petroglifos del Valle del Reventazón, colección del Museo de Jade y la Cultura Precolombina, reinterpreta uno de los principales petrograbados en el valle del río Reventazón, en el Monumento Arqueológico de Guayabo, Turrialba, en peligro ante muchos males actuales como la desmemoria y la ruptura con el pasado.
Melissa Valverde (Costa Rica) presenta Raras. Textil de impresiones y bordados sobre lienzo que evocan las relaciones patriarcales que tratan a la mujer como trabajadora en el hogar y cuyas labores en dicho ámbito le restan autonomía.
Verónica Navas (Costa Rica) propone Ejercicios de constelación. Tejido con yute y cuerdas entre las cuales se desprenden jícaros, símbolo del árbol de la sangre en la cosmovisión maya y el libro del Popol Vuh, savia del árbol que preñó a la princesa Ixquic de la cual nacen dos gemelos Hunahpú e Ixbalanqué.
Sofía Ureña (Costa Rica) investiga bacterias naturales u orgánicas para crear textiles. Detona la calidad del arte de reinventar los objetos naturales, que son capaces de conformar la ecología del hogar, espacios de trabajo o estudio.
José Rosales (Costa Rica) exhibe un objeto que representa dos figuras humanas reunidas por el tronco, recubiertas con un paño del cual sobresalen las extremidades inferiores, representando esas paradojas de las convivencias intrapersonales.
Saúl Morales (Costa Rica) muestra I bè Tap/Madre Tierra. Noción de la madre parturienta dadora de dones para el alimento cultural de nuestros pueblos originarios prehispánicos y actuales. I bè Tap representa la cueva o útero cósmico al cual deseamos llegar al cruzar el río donde moran las almas.
Juan Carlos Zúñiga (Costa Rica) presenta Aprendimos del mismo lugar. El jícaro utilizado como contendor de líquidos o semillas en la cultura chorotega de la gran Nicoya. Usados también en ceremoniales de apropiación del suelo, lo agrícola y provocación de las lluvias.
Maribel Sánchez Grijalba (Costa Rica) propone Tiestos cerámicos. En los procesos artesanales para la fabricación de utensilios de barro es normal que estos se rajen o quiebren, remanentes que representan los tiestos de nuestra cultura resquebrajada por la imposición hegemónica durante la conquista, colonización, y tácticas modernas del mercado global.
Alexander Cháves Villalobos (Costa Rica) utiliza piedras esculpidas que llama «grafitos» colgantes de las estructuras del techo como si fueran péndulos tambaleándose y marcando a su vez el equilibro de las fuerzas cenitales en el espacio.
Javier Calvo (Costa Rica) expone Origen de las cosas. Instalación con barro con la idea del blanqueamiento de los territorios ante las nefastas expoliaciones de las tierras pertenecientes a los campesinos e indígenas actuales, pero además son una esperanza al encontrar claves compositivas de renovadas maneras de recuperación.
José Pablo Solís (Costa Rica) presenta pinturas acrílicas de pequeño formato, formando una columna vertical la cual asemeja las paredes y acabados de las cerámicas vernáculas u otras superficies culturales en tensión con los entornos naturales y geopolíticos.
Henry Vargas (Costa Rica) propone Arte objeto. Ensamble entre una muñeca de la cultura japonesa, y un metate de piedra granito representando la transculturización actual, ante la penetración de la globalidad en nuestras culturas vernáculas.
Jonathan Chaves (Costa Rica) con Casitas de madera para aves reflexiona en el hábitat natural necesario para proteger las fuentes hídricas circundantes al área metropolitana, el proceso del agua y el árbol al potenciar la lluvia, refrescar la atmósfera y fijar los gases efecto invernadero al suelo.
Elia Arce (Costa Rica) presenta Serie Acción Tricontinental. Desnudo femenino asechado por figurillas de soldaditos de juguete representando las narrativas de Gulliver. Pero más allá de esta lectura prevalece esa lucha constante para la defensa de la patria simbólica en la figura femenina.
Jorge Zamorán (Costa Rica) exhibe Migrantes y relectura 1, una serie de formas que representan casitas que son contenedores de tierra donde crece una planta. La segunda pieza es una especie de nido de oropéndola colgada de lo alto y que simboliza ese micho natural al cual volar para encontrar la armonía entre la cultura y la naturaleza.
Enma Segura (Costa Rica) propone esculturas blandas de tela e hilos negros asemejando cabellos, que a pesar de su singular forma enternecen para encontrar sosiego a tantas contingencias a enfrentar.
Marianela Sargado y Carlos Vargas (Costa Rica) contribuyen con Péndulo. Textil de cuerdas de cabuya y algodón con piedra colgante de lo alto asemejando el péndulo del tiempo. Es un sistema que posee su propia métrica y ordenanzas, como son esos tejidos de cuerdas que requieren constancia y fuerza al hilar el pensamiento.
José Solórzano (Costa Rica) propone Bastones chamánicos. Instalación de piezas de madera talladas representando tótems o un alineamiento de columnas que nos recuerdan algunos monumentos históricos de la arquitectura maya mesoamericana.
Illeana Moya (Costa Rica) exhibe Esferas. Alineamientos simbólicos de esferas representadas con semillas de nogal que conforman un espacio de la memoria entre los cuales se mueven nuestros pensamientos.
Vanessa Biasetti (Costa Rica) muestra calzados hechos de plumas u otros materiales para repensar la memoria del caminante en la diaria ruta a avanzar e intimidad del ser que acurrucan la memoria.
Carlos Bermúdez (Costa Rica) elabora una máscara de tierra, etérea o gravitante como el mismo planeta, que nos habla de su no ser, en tanto es materia sacra y poética relacional del alma de nuestra cultura originaria mesoamericana.
Santiago Cal (Belice) muestra herramientas y machetes con formas de mapas y territorios impresos en lienzo. Mesoamérica conformada por naciones cada una con su memoria, pero también contingencias que intentan borrar sus huellas.
Maurizio Bianchi (Italia/Costa Rica) presenta Mensajero del tiempo. Foto-ensamblaje con circuitos electrónicos y alambres interviniendo la imagen de una estela maya tomada por él en Copán, Honduras, memoria atravesada o herida por la tecnología.
Nelson Morales con El abordaje a la diversidad sexual no deja al margen a la realidad de los pueblos originarios aborda la situación de las «muxes» (personas transgénero) y focaliza las relaciones materno-patriarcales en una relación de tolerancia cultural.
Para cerrar este acercamiento a nuestras huellas, William Calvo-Quirós, autor de Santos Indocumentados: Las políticas de la migración de devociones, 2022, libro expuesto en la propuesta, nos refiere a la paradoja de lo que somos o creemos ser:
En mi opinión desde un punto de vista investigativo, los discursos descolonizadores, recentran nuestra atención, en las personas, en la vida cotidiana en la vida que pasa en las calles… en las cosas que suceden afuera de los centros, en las periferias en los espacios, «en el medio» (Calvo-Quirós 2022).
Creo que la alusión a estar «en el medio» es que ahí se encuentra lo mejor del bocado, y Mesoamérica, tal y como se perfila en esta muestra, lo es. Concluye el autor del libro: «Pero nosotros somos mucho más, somos muchas cosas al mismo tiempo».
Artículo en colaboración con Illimani de los Andes.