La presencia de ciertas personas que molestan a los demás con su inadecuado comportamiento, ha recibido cierta atención investigadora pero insuficiente para que podamos detectar a los que en entornos no científicos se conoce como estúpidos. Su incompetencia social acompañada a veces de actuaciones fuera de la norma, su elevada autoestima y su toma de decisiones poco exitosa generan en el resto de las personas un natural rechazo ante su presencia.
A raíz de la publicación en 2012 del libro Assholes: A Theory, escrito por el filósofo canadiense Aaron James, John Walker rodó el documental del mismo título que en 2019 vio la luz.
La traducción al español vendría a ser: «Gilipollas: Una teoría». Cierto es que en español este insulto tiene bastantes sinónimos de sobra conocidos, pero podría plantearse la cuestión de si acaso hay una manera científica de aproximarse o acotar la idea que transmite la palabra «gilipollas», así como de poder catalogar con cierto rigor a los individuos que cumplan con los requisitos que residen en el pensamiento colectivo.
Hablamos de «estupidez» o «gilipollez» y hablamos de la suma de factores: la falta de competencia social y la toma errónea de decisiones. En ocasiones se pueden dar los dos factores de manera conjunta en la misma persona.
¿Cuándo se suele atribuir falta de buen juicio a alguna persona? Cuando su forma de comportarse no es coincidente con nuestras expectativas de lo que debería ser el comportamiento normal en esa situación o momento (Aczel, 2015). Se genera esa discrepancia tanto cuando en el trato social, alguien de manera reiterada no «encaja» o actúa de una forma que llama la atención a los demás por su desviación respecto a la normalidad y esto llega a causar molestia a las personas que en ese momento se encuentran en su presencia, como cuando se tienen noticias de que el individuo tuvo juicios erróneos en la toma de ciertas decisiones y todo lo anterior sucede con cierta consistencia en el tiempo.
Este tipo de persona es la típica que todos evitan invitar a una fiesta porque seguro que va a hacer algo inconveniente o va a decir alguna tontería molesta para los demás.
Cualquier persona puede llegar a cometer un error, pero para llegar a un consenso inter pares de que alguien es un incompetente social, hace falta una regularidad percibida en la comisión de estos actos. Es decir, cualquiera puede cometer una tontería, pero si esto llega a ser la norma, entonces las personas pueden llegar a catalogarle de «tonto».
Según una teoría de la sabiduría (Sternberg, 1998), esta se puede definir como aplicación del conocimiento influido por valores y centrados en conseguir un bien común. Se busca un equilibrio entre múltiples intereses intra, inter y extra personales para lograr la adaptación activa al entorno.
Se entiende, por tanto, que la sabiduría, aunque tiene en parte que ver con la inteligencia práctica, es más bien una aplicación del conocimiento para el bien común. La necedad es justamente lo contrario de todo esto, pues la aplicación defectuosa del conocimiento lleva a un desequilibrio entre lo intrapersonal, los intereses interpersonales y los extra personales.
¿Qué herramientas nos pueden ayudar a confirmar nuestras ideas sobre la incompetencia social y de decisión de alguien?
El MSCEIT es un test de inteligencia emocional entendida como aptitud. Con ella se hace referencia a:
- La capacidad para percibir emociones.
- Acceder y generar esas emociones de forma que faciliten las cogniciones (pensamiento).
- Comprender las emociones y el conocimiento emocional propio y ajeno.
- Regular las emociones, facilitando el crecimiento personal en lo emocional e intelectual (Mayer y Salovey, 1997).
El CPS es un test que tiene como misión el detectar los rasgos más consistentes y las tendencias de comportamiento de los sujetos según las diferentes situaciones y contextos en que se puedan encontrar.
¿Cómo afrontar las difíciles relaciones con alguien que tiene estas carencias?
Mediante un protocolo de intervención en Inteligencia Emocional aprenderemos a conocernos y a conocer a los demás y el porqué de sus actos. El entrenamiento en asertividad también es una herramienta imprescindible para tratar con los gilipollas.
El asertividad es el pilar de las competencias interpersonales. En ella se incluyen un conjunto de habilidades como: escucha activa, manejo emocional, desacuerdo y petición de cambio, comprensión, amabilidad y propuesta de solución. Es una estupenda estrategia para gestionar emociones, pensamientos de supeditación y acatamiento, por unas ideas más ajustadas al propio sentir, pensar y necesitar de cada uno. Por ello, la asertividad nos enseña a decir «no», a ser capaces de alcanzar consensos a través del diálogo y a evitar el abuso.
La convivencia diaria puede ser difícil en algunas ocasiones, la psicología es una herramienta imprescindible para ayudarnos a alcanzar una paz y equilibrios deseables.