¿Sabes en qué se relacionan los marshmallows con el éxito en la vida? En los años 60 el doctor en psicología, Walter Mischel, desarrolló el conocido como el Test Marshmallow o el Experimento Marshmallow de Stanford. Después de observar el comportamiento de sus hijas en la mesa y de luchar por años contra la adicción al tabaco se preguntó cuándo y cómo los seres humanos desarrollamos nuestro autocontrol y qué impacto tiene este en la vida. El experimento consistía en dejar niños en una sala con un marshmallow y decirles que, si cuando volvieran no se lo habían comido, les darían uno adicional. La prueba original fue hecha con 32 niños pero desde entonces se ha repetido el experimento en diversas instancias y actualmente tenemos registro de unos 600.

Los resultados dicen algo que es muy importante para la vida de todas las personas: solo un tercio de los niños logra esperar y recibir el segundo marshmallow, pero la parte interesante es que después siguieron la vida de esos niños y casi todos los que habían sido capaces de esperar habían desarrollado una vida cognitiva, social y académicamente más competente e incluso tenían una situación financiera mejor, en comparación con aquellos niños que no pudieron esperar y se comieron el marshmallow antes, a quienes, en general, no les iba tan bien.

¿Qué es lo importante de esto? Que uno de los elementos que nos dificultan lograr grandes cosas en la vida es la necesidad de la gratificación inmediata, que es algo para lo que las redes sociales, los medios y la publicidad nos entrenan muy eficientemente, pues la necesidad de que todo sea rápido viene dada también por la posibilidad de que lo sea. Hace 20 o 30 años todo era más lento: la comunicación, los estímulos visuales de los medios y hasta la comida. Hoy en día todo puede resolverse en 15 minutos, incluso aquellas cosas que no necesitan resolverse en tan poco tiempo.

La capacidad de esperar, de no entregarse a la gratificación inmediata sino de aplazar esa dopamina, esperar a comprar algo hasta confirmar que realmente se necesita, buscar estímulos más lentos que los de las redes sociales y tomar acciones hoy que permitan vivir la vida que quieres en 10 o 15 años son claves que están asociadas con el éxito en la vida. Darren Hardy, en su libro El efecto compuesto, habla de ese elemento que hace que podamos lograr todo lo que queremos, y tiene que ver con esas pequeñas acciones que hacemos de manera consistente y que se van acumulando en el tiempo para lograr grandes resultados.

Si tu objetivo es estudiar una carrera, fundar una empresa, mejorar tu estado físico, tener mejores relaciones con tu entorno, crecer en tu ámbito laboral o cualquier otro, ninguno será algo que puedas lograr en una semana, o en un mes. Los grandes objetivos requieren un esfuerzo sostenido, que está muy relacionado con ser capaz de aplazar la gratificación.

El libro de Hardy apunta al poder de la consistencia, tanto para bien como para mal, por ejemplo: si una persona come papas fritas cuatro veces a la semana probablemente no vaya a ver un efecto inmediato en su salud, pero dos años de comer papas fritas cuatro veces a la semana sí tiene un efecto perjudicial en el cuerpo y permite notar cambios significativos en la salud. Pero también sucede al revés, el libro coloca el ejemplo de una persona que reduce su consumo diario de calorías en tan solo 120 calorías, que es tan poco como no echarle mayonesa al sándwich o comerse la mitad del cereal, y por meses no vio ningún resultado pero después de 2 años había perdido 15 kg.

Con esto se ve el mensaje de fondo, que es lo esencial, y tiene que ver con que se obtienen mejores resultados haciendo cambios pequeños, pero manteniéndolos consistentes por mucho tiempo, que haciendo cambios grandes que se abandonen rápido porque no sean sostenibles.

¿Cómo se logra esa consistencia? Con una mirada a largo plazo. Practicando el concentrarse en lo que más se quiere lograr en lugar de en lo que se quiere lograr ahora. Entender el efecto compuesto tiene que ver con salir de la mentalidad de los resultados instantáneos en los que nos ha sumergido el mundo actual.

El autor dice que el secreto está en conseguir la motivación correcta y, a partir de allí, generar la disciplina. Para esto, coloca el siguiente ejemplo: digamos que hay una tabla colocada entre el techo de dos edificios y un amigo te ofrece 20 dólares para cruzar de un edificio a otro, ¿lo harías? Probablemente no, pero ¿qué pasaría si tuvieras que cruzarla para salir de un edificio en llamas? Ahí probablemente la mayoría lo haría; y lo único que cambió fue la motivación.

Una vez definida la motivación viene la disciplina, porque si una persona decide, por ejemplo, hacer algo todos los días, habrá días en los que no quiera, no tenga energías o ganas y allí comenzarán las negociaciones consigo misma. Darren Hardy dice que la disciplina consiste en negar toda negociación y entender que hay que hacerlo sin razonar si se quiere o no.

A muchos de los niños del experimento del marshmallow que se lo comieron antes de 15 minutos les enseñaron técnicas de autocontrol, que tienen mucho que ver con la tolerancia a la frustración y el resultado fue excelente, pues ellos se desarrollaron en su vida de la misma forma que aquellos que originalmente habían esperado a recibir el segundo marshmallow, lo que nos demuestra que siempre es posible hacer cambios positivos en la vida, aún si se vienen acumulando malos hábitos.

Es difícil visualizar cómo lo que haces hoy puede impactar tu vida dentro de 5 o 10 años, pero piensa cómo lo que has hecho los 5 o 10 años anteriores ha impactado cómo es tu vida actual. El efecto compuesto está funcionando siempre, aún si no lo haces de manera intencionada, y puede ser la clave para poder decidir cómo quieres que se vea tu futuro y tomar pasos concretos para lograrlo. Recuerda que cada decisión que tomas tiene un impacto en el efecto compuesto de tu vida, tanto para bien como para mal.

Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito.

(Aristóteles)