Según un reciente estudio de medicina traslacional (es decir, investigación básica que promete evolucionar pronto hacia una intervención terapéutica) patrocinado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE.UU., un sentimiento recurrente de ira puede limitar la capacidad de dilatación de las arterias de pequeño calibre, aumentando así el riesgo de desarrollar cardiopatías.

El estudio, publicado en el Journal of American Heart Association (JAHA), demuestra por primera vez que la ira está vinculada a este daño vascular específico, que a su vez es precursor de cambios a largo plazo que evolucionan hacia la aterosclerosis, el origen del infarto de miocardio y el ictus.

Desde hace tiempo se sospechaba, basándose en observaciones anteriores, que la ira podía tener una influencia perjudicial en el corazón. Este estudio en adultos sanos ayuda a llenar un verdadero vacío de conocimiento y muestra el mecanismo por el que podría producirse este daño.

También abre la puerta a promover intervenciones para el control de la ira resiliente como estrategia para ayudar a prevenir las enfermedades cardiacas, que en EE.UU. -como en Italia- son la principal causa de muerte.

(Laurie Friedman Donze, psicóloga y colaboradora del estudio)

Aunque un breve arrebato ocasional de ira es normal y suele tener un impacto no negativo en el corazón, la ira recurrente o frecuente es motivo de preocupación, según los investigadores. "Si una persona se enfada todo el tiempo, tiene lesiones vasculares crónicas", explica Daichi Shimbo, coordinador del estudio y cardiólogo de la Universidad de Columbia, en Nueva York. "Estas lesiones crónicas pueden causar efectos irreversibles en la salud vascular con el tiempo, aumentando el riesgo de cardiopatías", sentencia.

280 adultos sanos, a examen

Para llevar a cabo su ensayo, los investigadores reclutaron a 280 adultos sanos de ambos sexos y edades comprendidas entre los 18 y los 73 años (con una media de 26 años) en el área de la ciudad de Nueva York. Según los datos de la encuesta, estos individuos no padecían enfermedades cardiovasculares y carecían de factores de riesgo como antecedentes de hipertensión, diabetes y/o desequilibrios lipídicos. Además, todos los sujetos inscritos eran no fumadores, no tomaban medicación y no tenían antecedentes diagnosticados de trastornos del estado de ánimo.

Los investigadores midieron los cambios en el flujo sanguíneo de las arterias de la extremidad superior dominante de cada participante y, a continuación, le asignaron aleatoriamente una tarea adecuada para evocar ira, ansiedad, tristeza o un estado emocional neutro. En concreto, los autores del estudio utilizaron métodos estándar para experimentos de laboratorio de este tipo: pidieron a los participantes colocados en los grupos de ira y ansiedad que hablaran durante ocho minutos sobre experiencias personales que hubieran evocado esas emociones.

A los del grupo de tristeza se les pidió que leyeran en voz alta durante ocho minutos una serie de frases cortas diseñadas para provocar tristeza. El grupo de control sólo tuvo que contar números en voz alta durante ocho minutos para inducir un estado emocional neutro. Al final de cada ensayo, los investigadores volvieron a medir los cambios en los vasos sanguíneos, inmediatamente después de terminar la actividad y al cabo de 3, 40, 70 y 100 minutos.

Los autores del estudio descubrieron que, entre los participantes del grupo de 'ira', la capacidad de dilatación de los vasos sanguíneos se reducía significativamente en comparación con los del grupo de control. Esta alteración vascular persistió hasta 40 minutos después del episodio inicial de ira y disminuyó a partir de entonces. En cambio, los vasos sanguíneos de los sujetos de los grupos de ansiedad y tristeza no se vieron afectados. La importancia clínica de este hallazgo radica en el hecho de que muchos estudios anteriores ya han demostrado que la reducción de la dilatación de los vasos sanguíneos precede al desarrollo de la aterosclerosis -la acumulación de placas de grasa en las paredes arteriales-, que a su vez puede provocar enfermedades cardiacas, como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.

Las razones no están muy claras

Las razones por las que la ira influye negativamente en la función de los vasos sanguíneos no están claras. No obstante, Shimbo afirma que podrían intervenir varios factores, como la activación del sistema nervioso autónomo, los cambios provocados por las hormonas del estrés y la inflamación arterial. El coordinador del estudio también señala que es probable que el endotelio -el revestimiento interno de los vasos sanguíneos, conocido por controlar la dilatación de éstos- también esté implicado de algún modo.

Con todo, dado que los participantes eran en general jóvenes y sanos, otros estudios tendrán que explorar también si los resultados son generalizables a personas mayores con problemas de salud, sobre todo cuando toman medicación. Asimismo, otros estudios en el ámbito psicológico podrían explorar si las emociones positivas, como la alegría o la risa, y/o actividades específicas como el tai chi, yoga y terapia cognitivo-conductual pueden ayudar a controlar la ira resistente.

Nota

Amante, P. 2024. Un estudio alerta de que enfadarse a menudo hace daño al corazón. El Mundo. Mayo, 14.